22 Enero de 2025 12:24
Cuando la conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT) llamó a los primeros paros nacionales durante los primeros meses de mandato de Javier Milei, la perspectiva de enfrentamientos entre el sindicalismo y el Gobierno nacional aparecieron en el horizonte. Con el correr de los días, las concepciones derrotistas de algunos de sus dirigentes dieron vuelta esta realidad, y toda la tensión se transformó en negociaciones y obediencia a la hora de respetar los límites que estableció el Poder Ejecutivo en relación a los techos de las paritarias.
Así fue que, para comienzos de este año, desde los Camioneros de Hugo Moyano hasta los encargados de edificios que conduce Víctor Santa María, se acomodaron a los pedidos gubernamentales para mantener los sueldos por debajo del índice de la inflación, como pidieron desde la gestión libertaria. Envalentonados por esto, desde el Gobierno ahora van por la paritaria cero a partir de marzo, un sueño húmedo del empresariado argentino y el que opera en el país.
Tras meses de pacto entre la CGT y Milei, la dinámica negociadora y alejada de una agenda de lucha gremial, parece difícil de cambiar desde la perspectiva de los dirigentes del sindicalismo peronista. La posibilidad de que se rebelen contra esta decisión y den rienda suelta a la conflictividad social y la recuperación del poder adquisitivo del salario, se encuentra encorsetada por la concepción de que conviene más dejar pasar el ajuste que enfrentarlo.
De acuerdo a lo que informó El Destape, el plan para terminar con las paritarias surgió de forma conjunta entre los equipos del Ministerio de Economía y de Capital Humano. Y el objetivo, más allá de que las paritarias no pasen el porcentaje de inflación bajo ningún punto de vista, es que las negociaciones dejen de ser por rama, como históricamente lo fueron en el país, y pasen a ser por empresa, como lo es en otros países donde el movimiento obrero organizado no mueve el amperímetro.
La prehistoria de este nuevo objetivo libertario reside en el conflicto que más caracterizó a las peleas de los trabajadores el año pasado. Es que mientras que algunas conducciones conseguían buenas negociaciones y grandes aumentos, la falta de homologación por parte de la Secretaría de Trabajo de los acuerdos que iban por arriba de la inflación, evitó que se fortalezca el bolsillo de las y los trabajadores organizados.
En ese sentido, también será fundamental el rol del secretario de Trabajo, Julio Cordero, quien volverá a tener el control de la palanca que autoriza las negociaciones y las homologa, como mecanismo de control de la inflación que puedan despertar los aumentos de sueldos.
Al igual que un perro que olvidó cómo se caza por vivir en el calor del hogar, la conducción de la CGT se encuentra en una encrucijada. Mientras le asegura a los trabajadores que "luchar puede ser peor", la realidad política y económica demuestra que en escenarios como estos, no hacerlo es sólo la garantía de una derrota. Los meses de sometimiento a Milei los oxidaron y ahora hay que ver si podrán ponerse al frente en el sostén de las paritarias que desde hace más de 20 años se celebran en la Argentina.
"El desborde", ese concepto con el que se define a cuando las achanchadas conducciones sindicales son sobrepasadas por las bases combativas, parece ser el único elemento con la potestad para torcer el rumbo dialoguista e inspirado en los años 90 que atraviesa la conducción cegetista. Así fueron los primeros dos paros del 2024, medidas que fueron casi como una concesión a quienes ante los despidos no se amedrentan y cantan "unidad de los trabajadores y al que no le gusta se jode".