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El horror por dentro: cómo operaban los cuatro demonios de Automotores Orletti

Participaron de las torturas perpetradas en los 176 días que funcionó el Centro Clandestino de detención ubicado en el barrio de Floresta. Los acusan de privación ilegal de la libertad y homicidios agravados. Esperan su condena 40 años después.

06 Octubre de 2016 03:20
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Fueron cuarenta años de impunidad. Cuatro décadas de legajos que fueron pasando de mano en mano. Pero después de 480 meses que Automotores Orletti bajó su cortina de hierro por última vez, el Tribunal Oral y Federal N°1 de la Ciudad de Buenos Aires dio inicio al juicio contra cuatro de los más atroces torturadores del Centro Clandestino que funcionó sólo 176 días, pero por el que pasaron más de 300 secuestrados y logró convertirse en la oscura cueva desde donde se coordinó el Plan Cóndor.

Un símbolo de horror.

En el banquillo de Comodoro Py se sentarán el ex agente de la SIDE César Alejandro Enciso, el ex principal de la Federal que trabajó con la Dirección de Inteligencia de la Superintendencia de Seguridad Federal, José Néstor Gerrer, y los ex inspectores de la División de Asuntos Extranjeros, Oscar Roberto Gutiérrez y Rolando Oscar Nerone.

Cesar Alejandro Enciso escapó a finales de los 80 a Brasil. Cayó en 2010.

El juicio eleva dos causas por privación ilegal de la libertad agravada por mediar violencia o amenazas y homicidio agravado por alevosía. Ambos procesos comprenden nueve casos y se espera que más de 60 testigos aporten información en los cuatro meses que se estima que durará el proceso.

Será la tercera sentencia por las atrocidades cometidas en el garaje que la SIDE alquiló el 11 de mayo de 1976 y que mantuvo en funcionamiento hasta el 3 de noviembre de ese mismo año.

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El horror de Automotores Orletti

Inmerso en el corazón de Floresta y a sólo 10 cuadras de la Autopista Perito Moreno, el local de barrio se convirtió en uno de los más atroces centros clandestinos de la última dictadura.

Por sus cuatro heladas paredes, divididas sólo por una cortina, pasaron, entre otros, el hijo del escritor Juan Gelman, Marcelo, y su compañera, Claudia Iruretagoyena.

 

Los torturadores de Orletti también se jactaron de haber capturado a Carlos y Manuela Santucho, hermanos de Mario Roberto, el líder del Ejército Revolucionario del Pueblo. Y al día de hoy, los vestigios del horror siguen presentes en las paredes y pisos del lugar, que sigue en manos de Santiago Cortell, el mismo que se lo alquiló a los servicios sólo 18 días después de que asumiera la Junta Militar y diera comienzo al nefasto y autoproclamado “Proceso de Reorganización Nacional”.

Rolando Oscar Nerone permanece detenido desde 2013 en el penal de Marcos Paz.

Carlos fue asesinado dentro de las instalaciones, hoy reconvertidas en un espacio “para la memoria”. Su cuerpo fue colgado en el centro del lugar para que el resto de sus compañeros presenciaran una sesión de tortura, conocida como “el submarino”, que terminó con su vida. Sólo dejaron de sumergirlo en un tanque de agua cuando se dieron cuenta de que ya no respiraba. Manuela sigue desaparecida.

Manuela, hermana de Roberto Santucho, sigue desaparecida.

El gancho que usaron sus torturadores sigue allí, en el centro del lugar, tal como pudieron confirmar los ex detenidos que participaron en 2006 de la reconstrucción ocular en el lugar. En la misma, también fueron encontrados entre los ladrillos que revisten las paredes de la primera planta (en donde los carceleros jugaban a los dardos) papelitos con inscripciones que decían “izquierdistas”, “montoneros” y “judíos”.

El Centro Clandestino sufrió pocas remodelaciones desde su época de horror.

Automotores Orletti, un recuerdo con disfraz de pesadilla

Se hicieron pocas remodelaciones. “El piso es el mismo, sólo se modificó un poco el del ingreso”, aseguró en su momento el dueño, luego de que los ex detenidos recordaran la frialdad y la suciedad en la que tenían que recostarse, rodeados de chasis y autos robados, muchos de los cuales pertenecían a los propios secuestrados.

El gancho del que colgaban a los detenidos para torturarlos sigue en el miso lugar.

Aunque ahora están peladas, durante sus meses de terror absoluto las paredes tenían cuadros de Juan Manuel de Rosas, Adolf Hitler y del comisario Alberto Villar, uno de los fundadores de la Triple A. Al menos así lo recuerda la actriz Marta Bianchi, quien fue secuestrada el 9 de julio de ese año junto a su pareja, Luis Brandoni.

La actriz Martha Bianchi permaneció secuestrada en Orletti junto a su pareja, Luis Brandoni.

Permanecieron cuatro horas y fueron de los pocos que lograron salir con vida de la persiana de hierro que separaba el horror de la tranquilidad de Floresta. El actor, por entonces dirigente de la Asociación Argentina de Actores, había regresado hacía un año de su exilio en México, país en el que se refugió luego de sufrir las amenazas de la Triple A.

Brandoni logró escapar gracias a la intervención de un actor español.

“Vos te cagaste en nosotros. Ahora nosotros nos vamos a cagar en vos”, le gritaron mientras lo metían vendado en un auto junto a su mujer, una amiga de la pareja y el humorista español Miguel Gila, quien paradójicamente había sobrevivido a un pelotón de fusilamiento en Valsequilla porque los franquistas que debían dispararle estaban ebrios.

 

Gila fue liberado pocas cuadras después y fue su intervención la que le salvó la vida a la pareja de actores. Se comunicó de inmediato con el actor Emilio Alfaro, quien tenía línea directa con Arturo Corbetta, un general del Ejército.

La oficina desde la que Aníbal Gordon dirigía el centro de torturas.

“De la cintura para abajo me temblaba el cuerpo. Es una sensación muy difícil de describir”, recordó Bianchi en 2010, durante el primero de los juicios de Orletti. Entre gritos y amenazas, llegó finalmente el llamado que los salvó: Aníbal Gordon, jefe de la Triple A, recibió la orden de dejarlos en libertad. “Se van. Y vos Brandoni, festejá el 9 de julio como el verdadero día de tu cumpleaños, porque hoy volviste a nacer”, le advirtieron.

Las escaleras que conducían al área en la que los represores jugaban a los dardos.

Gordon era el “rey del lugar”. Fue él quien desde febrero coordinaba las tareas de inteligencia del Plan Condor a pedido de Otto Paladino, por entonces jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército y fue quien sumó a Enciso, su yerno, al grupo de torturadores. Para hacerlo y darle una cueva operativa a la denominada “banda del Gordon”, la SIDE aprobó el alquiler del local de Floresta y desembolsó, sólo por los dos primeros meses, 240 mil pesos: es decir, 949 dólares, a cotización de mayo de 1976.

 

La base nefasta del Plan Cóndor

Por Orletti pasaron, en su mayoría, secuestrados uruguayos, paraguayos, chilenos y bolivianos. Después de “cazarlos”, las patotas regresaban a gran velocidad con los detenidos y daban aviso de su llegada por handy, para que los que habían quedado de guardia abrieran el portón. “Operación sésamo”, era la frase clave.

En el centro del galpón colgaron a Carlos Santucho y lo asesinaron.

El aporte de la nefasta banda al Plan Cóndor era detener a perseguidos políticos latinoamericanos en la Argentina, mantenerlos cautivos en Orletti y luego trasladarlos de modo clandestino a sus respectivos países de origen. Eso, claro, si lograban sobrevivir a las desgarradores sesiones de torturas a las que eran sometidos.

La vida de la banda después de Orletti y el vínculo con los Puccio

La impunidad de los torturadores llegó a su fin a finales de octubre, cuando José Ramón Morales y su mujer, Graciela, tomaron un fusil y lograron escapar del lugar. La SIDE temía que, incluso exiliados en México, pudieran identificar el lugar y dar aviso a los grupos armados que resistían a las políticas represivas de Jorge Rafael Videla y compañía.

Arquímedes cayó 17 meses después que Aníbal Gordon por los cuatro secuestros.

El traspié les costó a todos el desaire de la fuerza, pero no sus puestos. Gordon recién abandonó la SIDE en 1984, meses después de la asunción de Raúl Alfonsín. Ya en democracia, el ex "capo de Orletti" habría participado de los dos primeros secuestros perpetuados por Arquímedes Puccio, siendo él uno de los garantes de la liberación de las zonas gracias a sus conexiones con la Policía. Pero cayó 17 meses antes que el “Clan Puccio”, detenido en agosto de 1985 mientras intentaba cobrar el rescate de Nélida Bollini de Prado.

Fue Rafecas quien logró la extradición de uno de los cuatro torturadores.

Gordon fue capturado en enero de 1984 en las sierras de Córdoba, acusado por el secuestro del periodista Guillermo Patricio Kelly. Dos años después, fue condenado a 16 años de prisión tras admitir su participación en Orletti y pertenencia a la SIDE durante los años de plomo. Murió encerrado en septiembre de 1987 de un cáncer de pulmón, habiendo cumplido sólo 13 meses de prisión.

 

Enciso, conocido como “Pino”, escapó a finales de los 80 a Brasil bajo la identidad de Héctor Domingo Echebaster. Adoptó a una nena brasileña y vivió una vida tranquila, en la que incluso pudo regresar en reiteradas oportunidades al país para actualizar sus documentos. Pero todo cambió en noviembre de 2010, cuando cayó por una requisitoria internacional solicitada por el fiscal italiano Gianncarlo Capaldo, en el marco de la investigación por los delitos cometidos contra ciudadanos italianos en el marco del Plan Cóndor.

Los acusados permanecieron detenidos desde 2013 en el penal de Marcos Paz.

Fue extraditado en noviembre de 2013 a pedido del juez Daniel Rafecas y permanece detenido desde entonces en el penal de Marcos Paz, a la espera de ser juzgado por el secuestro y desaparición de Gerardo Francisco Gatti, Julio César Rodríguez, Manuela Santucho y Cristina Navajas. Todas víctimas de la persiana de Orletti.

Ese mismo año, “Pino” se reencontró con sus viejos compañeros de torturas, Oscar Roberto Gutiérrez y Rolando Oscar Nerone, quienes también permanecen detenidos en la misma cárcel a la espera de la sentencia.