11 Septiembre de 2018 12:10
Hace 130 falleció el ex presidente, ex senador y principal referente de la Educación en la Argentina, Domingo Faustino Sarmiento, en Asunción, Paraguay, a los 77 años de edad. Mucho se escribió sobre su perfil académico, los hitos de su presidencia y el plan de alfabetización; sin embargo uno de los tópicos menos tocados es su perfil feminista.
“En el censo de 1869 había un 87% de analfabetismo en general, pero el 99% de las mujeres lo era. En Buenos Aires sólo María Sánchez de Thompson (que falleció un año antes) sabía leer y escribir”, explicó el vicepresidente de la Asociación Sarmientina y ministro de Desarrollo Urbano y Transporte de la Ciudad, Franco Moccia.
De todos modos, la figura de Sarmiento sigue generado controversias por su desprecio hacia los gauchos y lo pueblos originarios.
Por iniciativa del gobierno de Chile, ya que Sarmiento se encontraba exiliado en dicho país como consecuencia del régimen de Juan Manuel de Rosas, Sarmiento se embarca en la búsqueda en Europa y en los Estados Unidos de sistema de enseñanzas. Disconforme con lo que observa en el Viejo Continente, en donde sostuvo que la educación de calidad se le daba solamente a las clases pudientes, en el país del Norte se enamora de lo que predicaban Mary Peabody de Mann y su esposo.
El ex presidente Domingo Sarmiento.
“Siempre decía que el individuo se desarrolla de mejor forma en una sociedad con igualdad de género al punto que antes de que existiera el voto femenino en 1848 hizo que las mujeres votarán en San Juan cuando fue su gobernador”, agregó Moccia. Lo que deslumbró a Sarmiento de la sociedad de Masachusetts era, de acuerdo con los escritos de la época, que las mujeres estudiaban, elegían y eran libres.
El vicepresidente de la Asociación Sarmientina y ministro de Desarrollo Urbano y Transporte, Franco Moccia.
Luego de la batalla de Caseros regresa a Buenos Aires en donde comienza a implementar ese plan que había ideado en los Estados Unidos. Sin embargo, como consecuencia del mismo tuvo un fuerte enfrentamiento con la Iglesia que monopolizaba la Educación. En ese entonces, no sólo la docencia estaba en manos del clero, sino también el registro civil, las inscripciones de nacimientos, de defunciones y hasta el matrimonio (todas esas potestades le fueron quitadas durante la presidencia de Julio Argentino Roca). Ya como senador, durante el debate todas las noches le escribió al Obispo de Buenos Aires una carta en donde le remarcaba los errores de la Iglesia en materia de Educación. “Hace 300 años que se encargan de la educación y el nivel de analfabetismo es del 80%”, escribió.
Una vez sancionada la ley, que profesaba una Educación gratuita, laica y pública, la propia Iglesia se encargó de excomulgar a los alumnos de las maestras “mujeres y protestantes”, según relató Moccia, y que eran las que Sarmiento había traído desde los Estados Unidos. “Era tan progresista, un adelantado 200 años a su época, que se encargó de darle trabajo a las mujeres. Algo impensado en ese entonces”, remarcó Moccia. La postura de inclusión fue algo que Sarmiento llegó hasta debatir dentro del ámbito de la masonería en donde era miembro.
Los cuestionamientos
De todos modos, más allá de estas posturas que pueden ser consideradas de avanzada para la época, la figura de Sarmiento fue cuestionada por muchos historiadores por su postura sobre los indios y los gauchos, a quienes literalmente despreciaba. También por su postura muy en favor de los Estados Unidos.
“Se nos habla de gauchos... La lucha ha dado cuenta de ellos, de toda esa chusma de haraganes. No trate de economizar sangre de gauchos. Este es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre de esa chusma criolla incivil, bárbara y ruda es lo único que tienen de seres humanos”, a escribe en una carta a Bartolomé Mitre, 20 de septiembre de 1861.
¿Lograremos exterminar a los indios? Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia sin poderlo remediar. Esa canalla no son más que unos indios asquerosos a quienes mandaría colgar ahora si reapareciesen. Lautaro y Caupolicán son unos indios piojosos, porque así son todos. Incapaces de progreso, su exterminio es providencial y útil, sublime y grande. Se los debe exterminar sin ni siquiera perdonar al pequeño, que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” (El Nacional, 25 de noviembre de 1876).