“¿Cuánto hay de cierto de que “piqueteaste” una escuela por Soledad?”. En pleno programa Debo decir, Luis Novaresio, le mostró una foto. Era ella, sentada con otra niña, a los tres años, en una plaza. Le hablaba nada menos que a la gobernadora María Eugenia Vidal sobre su pasado. Y la niña junto a ella era su mejor amiga, Soledad Borsani.
En la plaza. La pequeña Vidal solía ir a la de Flores y a una más pequeña frente a su colegio.
“Es verdad. No hice un piquete, porque en esa época no existían, aparte en la escuela de monjas súper rígido habría sido impensable. Quería que venga a mi colegio y no había lugar. Entonces, fui a hablar con la directora, tenía 3 o 4 años, y fui a pedir por favor que la aceptaran. Y la aceptaron al año siguiente. Es mi hermana de la vida”, respondió Vidal.
El video del programa:
Soledad Borsani es hoy la coordinadora de la Unidad Gobernación, es decir, su asistente privada y su principal consejera. La acompaña día a día. Empezaron a trabajar juntas a diario en 2011, cuando Vidal le pidió que la ayude cuando se transformó en vicejefa de Gobierno. Pero se conocieron cuando tenían apenas dos años y una no recuerda su vida sin la otra: hace 41 años que están juntas. Hicieron la primaria, la secundaria y fueron vecinas.
El día del amigo: la flamante vicejefa de Gobierno y su mejor amiga, allá por 2011.
Viajes, estudios, anécdotas y una vida común las acercaron: Soledad es la madrina de Camila, la hija mayor de Vidal de 16 años, y a su vez, María Eugenia es madrina de una de las tres hijas de Soledad. Fue, además, la primera en saber de la separación de su amiga con el intendente de Morón, Ramiro Tagliaferro.
El “piquete”
La historia se remonta a 1977. Ya había conocido a “Sole”, la entonces vecina de su abuela Elsa, con quien había comenzar a jugar a diario. Vidal había sido anotada en el colegio Misericordia, una escuela de monjas que se caracterizaba por una buena, pero rígida, educación. No era sencillo ingresar allí: todos los años solía haber lista de espera.
El relato pormenorizado forma parte del libro “La otra hechicera”, la biografía no autorizada de la gobernadora bonaerense.
El "piquete" fue relatado en la biografía "La otra hechicera" de Margen Izquierdo.
Aquí la historia, y un extracto que forma parte del capítulo 1 del libro:
“... Impulsada por su nieta, la abuela Elsa comenzó la primera gestión ante las autoridades del colegio: un grupo de estrictas monjas con una formación tradicional. La madre Mercedes fue la primera en explicarle que no podían hacer excepciones para que dos niñas estuvieran juntas. Mamá Norma también lo intentó en vano, y obtuvo una explicación similar: la fuerte demanda siempre obligaba al colegio a tener largas listas de espera.
“Sole”, una niña menudita y rubia, además, tenía otra contra: había estado anotada en el Janer, la competencia directa del Misericordia. El Boca-River de los colegios de Flores, por ese entonces.
Pero la niña de cuatro años seguía protestando. No podía concebir que no admitieran a su compañera de juegos, a quien había conocido a los dos años en el edificio de Elsa. Allí, comenzaron a crecer juntas entre juegos de té, cocinando con barro o corriendo en el patio de la abuela de Soledad.
Por enésima vez, Elsa y Norma volvieron a explicarle el tema a la pequeña, pero no fue suficiente: la niña decidió tomar cartas en el asunto. “Bueno, quizás es mejor que vayas vos”, se resignó mamá Norma.
Volvió al jardín y le avisó a su madre y a su abuela que tenía que hacer “algo importante”.
A la madre de Soledad la habían llamado para una segunda entrevista pero no estaba confirmado que su hija fuera a ingresar. La pequeña Vidal caminó hasta la dirección del Colegio, donde la hermana Laura tenía su oficina, entre libros y figuras religiosas. Llegó sola hasta allí, tocó la puerta e ingresó. Se presentó y le expresó:
- Hola, yo quería hablar con usted. Mire, necesito que mi amiga Soledad, que es mi amiga del edificio de mi abuela, entre en este colegio. No quiero que esté en el Janer.
Habló de corrido. Sorprendida, la directora sonrió y la escuchó con atención. La insolencia, pero también la determinación, de una niña no era tan frecuentes por esos años. Menos aún en el ambiente del Misericordia.
Aún hoy “Sole” no tiene claro cuánto influyó, si fue determinante, apenas el puntapié inicial, o si directamente fue clave, pero al otro año le informaron que, a pesar de haber estado en lista de espera, había logrado entrar al colegio y podría compartir el aula de jardín junto a su amiga del edificio. La misma con la que compartiría la primaria, la secundaria y hasta la acompañaría en el día a día de su trabajo como una fiel asesora privada".