13 Noviembre de 2017 09:35
Comienza hoy el juicio por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura en el centro clandestino “Sheraton”, que funcionó durante la última dictadura en la subcomisaría de Villa Insuperable, en La Matanza. Allí estuvo detenido el máximo historietista argentino, Héctor Germán Oesterheld.
No será juzgado, por por problemas de salud, el ex general Héctor Gamen (condenado a prisión perpetua por sus crímenes en el centro clandestino de detención El Vesubio). Sí se sentarán en el banquillo Rodolfo Enrique Godoy -ex segundo jefe del Grupo de Artillería Mecanizada 1 (GAM1) de Ciudadela-, y el coronel (R) Manuel Antonio Luis Cunha Ferré, que tenía a su cargo “Sheraton”.
Excepto Roberto Obdulio Godoy, detenido en la cárcel de mujeres de Ezeiza, los acusados tienen arresto domiciliario. También serán juzgados en coronel (R) José María Mainetti, en aquellos años teniente, y los policías Leopoldo Luis Baume (82 años, de La Plata) y Juan Alfredo Battafarano (79 años).
“Sheraton” funcionó entre diciembre de 1976 y abril de 1978 en la subcomisaría de Villa Insuperable, que dependía de la Comisaría 3ª de Villa Madero, bajo control de la Unidad Regional de Morón. Los dos mayores responsables no serán parte del juicio: Gamen, de 92 años, por sus mencionados problemas de salud, y Juan Manuel Costa, subjefe, fallecido en 2014. Cunha Ferré, Roberto Godoy y Mainetti están acusados de los crímenes de Carlos Alberto Hobert y Graciela María Maliandi el 17 de diciembre de 1976. El resto, salvo Mainetti, serán acusados de 18 secuestros agravados y ocho casos de tormentos.
Carlos Alberto Hobert, asesinado en un intento de secuestro por el grupo de tareas del "Sheraton".
Graciela María Maliandi
,Además de Oesterheld, también están desaparecidos Pablo Bernardo Szir, Luis Salvador Mercadal, Adela Esther Candela de Lanzillotti, Héctor Daniel Klosowski, Ana María Caruso, Roberto Eugenio Carri, Juan Marcelo Soler Guinard, Graciela Moreno y José Rubén Slavkin.
Luis Salvador Mercadal
La historia de Héctor Oesterheld y El Eternauta
Era de madrugada, apenas las dos y media. Hacía frío. La ventana de mi departamento era la única iluminada en todo el edificio. Siempre me gustó trabajar a estas horas, cuando apenas llegan los ruidos de la avenida cercana: el taconeo apurado de una pareja que le huye al frío, un grupito de muchachones que pasan riéndose vaya a saber de qué, un colectivo que se pierde en la noche. Un café negro me mantenía despierto y me abrigaba. Y la pantalla de la computadora se iba llenando despacio -a veces pienso que demasiado despacio- con lo que yo escribía, ideas para futuras notas. De pronto, un crujido. Un crujido en la otra silla de mi estudio, la que siempre ocupan los que vienen a charlar conmigo. Como si alguien se hubiera sentado.
De pronto, el asombro. El hombre se materializó sobre la silla. Primero creí que era un fantasma, pero no: aquellas manos de piel rugosa eran bien reales, bien de este mundo. Enseguida comprendí todo: yo sabía muy bien quién era la extraña aparición. Tengo 30 años, lo vi por primera vez a los 12, y nunca pude olvidarlo. Ahora estaba en mi casa.
-Usted es... -le dije, excitado por el acontecimiento.
-Sí, soy yo. Juan Salvo, el Eternauta.
-Yo a usted lo admiro mucho. Sé lo de la nevada mortal, lo de la invasión de los Ellos y...
-Gracias por tu afecto, pero tengo cierto apuro. Debo seguir viajando por el tiempo y el espacio, debo seguir buscando a mis seres queridos; pero antes, quisiera pedirte algo...
-Lo que quiera, Juan.
-Necesito que cuentes mi historia. Todo el mundo tiene que saberla.
-Quédese tranquilo. Yo me encargo.
-Quiero que les hables también de mi amigo Germán. Y de su familia...
-Como usted diga.
Juan Salvo, "El Eternauta".
El Eternauta es la obra maestra de la historieta argentina y una de las obras maestras de la historieta mundial. Fue escrita por Héctor Germán Oesterheld y dibujada -en su versión original- por Francisco Solano López. Se publicó por primera vez entre 1957 y 1959, durante cien semanas, en las páginas de la revista Suplemento semanal de Hora Cero, que dirigía y editaba el propio Oesterheld. La dupla Oesterheld-Solano había trabajado antes en las tiras Uma Uma y Bull Rockett -para la revista Misterix, de editorial Abril- y Joe Zonda y Rolo Montes, el marciano adoptivo, para las revistas de Oesterheld Frontera y Hora Cero. “Para nosotros -explica Solano López hoy, más de cuarenta años después- era una novedad y un estímulo creativo que un guionista pusiera una editorial y fuera a la vez el autor de todas las aventuras que se publicaban. Se formó un equipo con dibujantes como Hugo Pratt, Arturo Del Castillo y Carlos Roume, y yo me hice cargo de dibujar aventuras con personajes argentinos. Joe Zonda era un personaje que había aprendido todo lo que sabía -que era mucho- en cursos por correspondencia; y Rolo Montes era un maestro de escuela, y a la vez el presidente del club del barrio. Le tocó en suerte mezclarse con una invasión extraterrestre en la localidad de Boulogne, y terminó en Marte, defendiendo a los marcianos contra los invasores (risas). Después de Rolo llegó El Eternauta”.
La historia de El Eternauta transcurría en la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano de la provincia de Buenos Aires. Héctor Oesterheld trabajaba en su casa, cuando Juan Salvo se materializaba para contarle un recuerdo del futuro. La tierra había sufrido una devastadora invasión extraterrestre, que había comenzado con una nevada de copos fosforescentes que mataban todo lo que tocaban. Los invasores habían instalado su cuartel general en Buenos Aires, en la Plaza de los Dos Congresos. El monstruoso ejército interplanetario de los ellos estaba compuesto por cascarudos, manos y gurbos, habitantes más y menos inteligentes de otros mundos sometidos. Los hombres capturados por los conquistadores eran convertidos en hombres- robots. Un pequeño grupo de resistentes hacía lo posible por detener la invasión, mientras esperaba que llegara alguna ayuda desde los países centrales.
Héctor, Elsa y sus cuatro hijas. Las chicas y Héctor fueron desaparecidas durante la dictadura.
Los ecos de H.G. Wells -la invasión extraterrestre de La guerra de los mundos, el viaje por el espacio-tiempo de La máquina del tiempo- están presentes en esta obra genial. También está, según confesó el autor, el recuerdo de Daniel Defoe y su Robinson Crusoe. “El Eternauta, inicialmente, fue mi versión del Robinson. La soledad del hombre, rodeado, preso, no ya por el mar sino por la muerte. Tampoco el hombre solo de Robinson, sino el hombre con familia, con amigos.”, escribió Oesterheld.
El guionista trabajaba en su casa, donde vivía con su esposa Elsa Sánchez y sus hijas Estela, Diana, Beatriz y Marina. Su viuda lo recuerda dictándole los textos de su obra cumbre a un magnetófono, para que una asistente los desgrabara y un mensajero llevara los manuscritos al estudio de Solano López. Mientras escribía El Eternauta, Oesterheld escribía, además, otras nueve historietas.
Solano López asegura que, mientras dibujó la obra, jamás habló de trabajo con Héctor. “Nos veíamos poco, y cuando nos juntábamos hablábamos de política, de arte. Nunca le expresé mi opinión sobre la historia ni él la suya sobre mis dibujos. Entre los valores que dábamos por sobreentendidos, figuraba la idea de que estábamos para hacer aventuras extraordinarias que ocurrieran a la vuelta de la esquina. Y, como progresistas moderados de izquierda que éramos, teníamos una visión del mundo bastante similar. Los dos sabíamos que vivíamos en un país periférico y sometido a los designios de una política mundial en la que no tenía participación, pero cuyas consecuencias sufría”. Elsa Sánchez de Oesterheld describe a su esposo como “un socialista, librepensador, influido por los emigrados republicanos de la guerra civil española. En los años 50 -subraya- Héctor era muy antiperonista, aunque no tenía ninguna clase de militancia. Perón le parecía un fascista. Eso es lo que hace más absurdo aún todo lo que pasó después”.
Solano López: el dibujante de la principal versión de El Eternauta.
El Oesterheld dibujado por Solano no se parecía al real, porque el real había sido tomado como modelo por Hugo Pratt para el personaje del corresponsal de guerra Ernie Pike. El Buenos Aires de Solano era muy parecido al “de verdad”. Solano se jacta de que no le hizo falta salir a la calle a tomar apuntes ni ayudar a su memoria con fotos porque conocía perfectamente la ciudad. El Eternauta creció semana a semana, durante poco más de dos años. Solano se enteró del final pocos días antes que los lectores, cuando recibió el guión de las últimas nueve tiras. Amigos, conocidos y parientes habían adquirido la costumbre de “invadir” su estudio para saber qué le pasaba a Juan Salvo. Tira a tira, el guionista y el dibujante construyeron un mito sin darse cuenta.
¿Lo estaré haciendo bien? ¿Será esto lo que me pidió Juan Salvo? ¿Cómo se hace para contar lo atroz? Alguna vez he leído las cavilaciones del Eternauta. Al comienzo de la nevada, preocupado por su esposa Elena y su hija Martita, Juan se preguntaba:
“Cuando venga la reflexión y se den cuenta cabal de lo que ha ocurrido, ¿cómo haré para mitigarles la pena?”
Ahora entiendo lo que sintió Juan en ese momento. Sigo sin hallarle una respuesta a su pregunta. Pero debo seguir, de todos modos.
Las revistas de Frontera fueron un formidable éxito editorial. Según Solano, sólo Hora Cero semanal llegó a vender 180 mil ejemplares por semana. Y además estaban Hora Cero y Frontera. Lo cierto es que la editorial se fundió. Algunas fuentes sostienen que el imprentero editaba “en negro” el doble de la tirada que le encargaba Oesterheld, y lo estafaba semanalmente. La relación entre Héctor y sus dibujantes comenzó a deteriorarse por cuestiones de dinero y grandes como Solano y Pratt emigraron a Inglaterra, un mercado próspero para los historietistas argentinos.
Agobiado por las deudas, Héctor le vendió a la Editorial Emilio Ramírez, donde imprimía su revista, los originales de las historietas, en concepto de pago de deudas. A fines de 1961, Oesterheld le puso el nombre El Eternauta a un magazine de ciencia ficción publicado por Ramírez. En un principio, en la nota central de la revista, el personaje de Juan Salvo narraba -con información verdadera- sucesos históricos espantosos, como la bomba atómica de Hiroshima. En abril de 1962, retomó la trama donde la había dejado, sólo que esta vez en forma de relato y no de historieta. Ahora Juan Salvo padecía la angustia de matar a algunos de sus semejantes -que lo atacaban en su desesperación por sobrevivir en un planeta arrasado-, se reencontraba con Favalli -su gran amigo durante la primera parte de la saga- y lo liberaba de su triste destino de hombre- robot, viajaba a los Estados Unidos para contarle al ejército norteamericano todo lo que sabía y terminaba siendo capturado por los ellos. Los invasores exterminaban a los prisioneros individualistas y sólo dejaban con vida a los solidarios. El cierre de la revista, en febrero de 1963, dejó inconclusa esta segunda parte.
Alberto Breccia dibujó El Eternauta de la revista Gente.
El 29 de mayo de 1969, en la provincia de Córdoba, estalló la rebelión obrera y estudiantil conocida como “El Cordobazo”, que puso en jaque a la dictadura del general Juan Carlos Onganía. Ese mismo día, el semanario de actualidad Gente comenzaba a publicar una nueva versión de El Eternauta. Esta vez, los dibujos estaban a cargo de Alberto Breccia. Oesterheld y Breccia habían realizado ya tres grandes trabajos en conjunto: Sherlock Time (1958), Mort Cinder (1962) y El Che (1968) -co dibujado por Alberto y su hijo, Enrique Breccia-, una historieta en homenaje a Ernesto Guevara. La Revolución Cubana, los focos guerrilleros en América Latina, la proscripción del peronismo y la resistencia armada de algunos de sus militantes en la Argentina, habían radicalizado a Oesterheld. En este nuevo Eternauta, por lo tanto, las grandes potencias entregan Latinoamérica al invasor extraterrestre para no ser atacadas. En este nuevo Eternauta, el personaje de Oesterheld tiene el rostro de Oesterheld y la belleza poética de la versión original da lugar a un lenguaje más panfletario.
-¡Pero no, no puede ser, Fava! ¡Esto es inconcebible! ¿Cómo los grandes países van a abandonarnos así?
-¿De qué te extrañas, Juan? Si en verdad los grandes países nos tuvieron siempre atados de pies y manos... El invasor eran antes los países explotadores, los grandes consorcios... Sus nevadas mortales eran la miseria, el atraso. Nuestros propios pequeños egoísmos manejados desde afuera... Por nuestra propia culpa sufrimos la invasión, Juan. Nuestra culpa es ser débiles, flojos. Por eso nos eligió el invasor. En la manada, el animal enfermo y sin fuerzas es el que atrae al león... ¡El león caza al débil, nunca al fuerte!
(Diálogo entre Juan Salvo y Favalli. El Eternauta, de Oesterheld-Breccia. 1969.)
Carlos Fontanarrosa censuró El Eternauta de Oesterheld-Breccia.
Si Oesterheld había girado a la izquierda con sus guiones, Breccia había girado hacia el expresionismo con sus dibujos, pródigos en claroscuros, collages, audacias experimentales. Ideología y estética eran demasiado para una revista de derecha como Gente. Los lectores comenzaron a quejarse de la forma y el contenido de la obra. El director de la revista, Carlos Fontanarrosa, les pidió que dejaran inconcluso el trabajo. Oesterheld le propuso abreviarlo, para que al menos la historia tuviera un final. Por eso el guión de este Eternauta bajo presión es confuso, porque los mismos hechos que en la versión original se desarrollan con el tiempo necesario, ahora deben precipitarse a una velocidad que su autor no había previsto. En uno de los escasos reportajes que concedió a lo largo de su vida, publicado en la Historia de la historieta argentina de Carlos Trillo y Guillermo Saccomanno, Oesterheld reconoce que “El Eternauta en Gente fue un fracaso. Y fracasó porque no era para esa revista. Yo era otro. No podía hacer lo mismo. Y Breccia, por su lado, también era otro. [...] Con respecto al mensaje literario, me enteré, mucho más tarde, que me habían suprimido párrafos enteros. La editorial recibía cartas de los lectores insultando por publicar esa historieta. Y entonces el editor sacó una carta de disculpa. Por eso tuvimos que apurar el final. El verdadero final fue cuando lo llamaron a Breccia, le dijeron que había un desfase con lo que el público quería, y le pidieron que suavizara la cosa. Lo volvieron a llamar, dos o tres veces, y él no hizo caso. No accedió a realizar las modificaciones. Y entonces se decidió acortar El Eternauta”.
El Eternauta de Alberto Breccia, reeditado por Colihue.
En su editorial del 11 de septiembre de 1969, en el mismo número de Gente en el que apareció el último capítulo de la historieta, Carlos Fontanarrosa hacía un tragicómico mea culpa que expresaba a la vez su pobre visión del arte y las limitaciones de su prosa. “Que me disculpe Breccia, un gran dibujante, y diría artista, pero nosotros en nuestra misión de lograr comunicación no debíamos habernos entregado a la forma estética de su dibujo, que por momentos la hizo ininteligible. Aquí también la forma, el adorno, el medio, se convirtió en fin y quedó a mitad de camino nuestra intención. Me vino a la cabeza esta autocrítica porque cuando veo una cosa bien hecha, directa, firme, que va al fondo del asunto y abandona florilegios y pequeñeces para llegar, me entusiasma. Eso es tener rigor, verdadero rigor, sea artístico o periodístico. Cuando nos dejamos invadir por contemplaciones secundarias, adiós objetivo”.
De nuevo, un crujido en la silla. De nuevo el Eternauta, con esos ojos que parecían haberlo visto todo.
-Contales lo de los 70 -me dijo-, contales lo de Germán, lo de las cuatro chicas. Contales de la dictadura y de la muerte.
Elsa Sánchez de Oesterheld dice que no entiende y llora, revisa fotos viejas y llora, y dice de nuevo que no entiende y tiene razón, porque no es posible entender así nomás que su esposo y sus cuatro hijas estén muertos. No es posible explicar tanto horror. “No me gustaba mucho que mis hijas militaran en la Juventud Peronista. No me gustaba pero lo aceptaba, porque ese era el sentir de las tres cuartas partes de los jóvenes de la época. Lo que no pude aceptar era que militara Héctor. Hasta entonces siempre había compartido todo con él, me parecía maravilloso su humanismo, su respeto por la vida. De pronto lo vi en un movimiento que abrazaba la violencia y no pude entender nada”.
A principios de la década del 70, Héctor Germán Oesterheld comenzó, al igual que sus hijas, a militar en la organización guerrillera peronista Montoneros. Mientras tanto, se reencontró con su viejo compañero Solano López, y juntos hicieron la historieta Marvo Luna para una revista de la Editorial Atlántida. El fin de la dictadura y la convocatoria a las elecciones de 1973, en las que el peronismo, al cabo de 18 años de proscripción, se impuso con casi el 50 por ciento de los votos, desencadenaron una gran efervescencia juvenil en la Argentina, una sensación de que todos los cambios sociales eran posibles. Sólo que el gobierno del justicialista Héctor J. Cámpora duró exactamente 50 días y que su reemplazo trajo aparejado una suerte de golpe de la derecha peronista. No es fácil explicar cómo la Jotapé y Montoneros pasaron en poco tiempo de sentir que abrazaban el poder a sentir que las vidas de sus militantes estaban en peligro. No es fácil explicar cómo fue que una vez que volvió a ser presidente de los argentinos el general Juan Domingo Perón, que desde su exilio los denominaba “juventud maravillosa”, terminó llamando a los Montoneros y a la Jotapé “estúpidos imberbes” y los echó de un acto oficialista en la Plaza de Mayo.
H.G.O., un documental sobre Oesterheld
En junio de 1973, Oesterheld había iniciado una serie de historietas históricas -sin firma, sólo con la rúbrica del dibujante, Leopoldo Durañona- para el semanario de Montoneros El descamisado. El primer capítulo se llamó La españa imperialista, y hablaba sobre la conquista; el segundo, La rebelión de Tupac Amaru; al poco tiempo, la historieta pasó a llamarse 450 años de guerra contra el imperialismo. En febrero de 1974, Oesterheld -cuyo trabajo “oficial” era el de guionista para la editorial Columba- comenzó a publicar La guerra de los Antartes en forma de tira diaria en Noticias, el diario oficioso de Montoneros. La guerra... -que Héctor firmaba con el seudónimo Francisco G. Vázquez y que era dibujada por Gustavo Trigo- volvía sobre la idea del Eternauta de 1969: una invasión extraterrestre -en este caso, en el año 2001, con desembarco en la Antártida- y un pacto de las grandes potencias con el invasor, que concluye en la entrega de Latinoamérica a los antartes. Sólo que esta vez el gobierno argentino adquiría un papel protagónico en la resistencia. Y gobernaban el país los Montoneros, apenas disimulados con el nombre Consejeros. La historieta quedó inconclusa cuando el 3 de agosto de 1974, un mes y dos días después de la muerte de Perón, un decreto del Poder Ejecutivo clausuró el diario.
Camote, la historieta que Oesterheld publicó, sin firma, en Evita Montonera.
En 1975, Héctor Germán Oesterheld y sus hijas Estela, Diana, Beatriz y Marina pasaron a la clandestinidad. “Era la época de José López Rega y la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina) Mis hijas me dijeron: «Mami, nos están persiguiendo y nos tenemos que ir», y yo les contesté «Váyanse todos. Déjenme sola. Yo, de mi casa, no me voy». Luego de ese día hablé algunas veces por teléfono con Héctor, pero no lo vi más. Mientras escribió la segunda parte de El Eternauta, ya no vivía en casa.”
Desde la clandestinidad, Oesterheld escribió algunas formidables historietas para las publicaciones de Ediciones Record. Al mismo tiempo, entre junio y noviembre de 1975 publicó -sin firma del guionista ni del dibujante- la historieta Camote en la revista Evita Montonera. Camote es un montonero que se oculta de la persecución en la casa de Anselmo Godoy, un sindicalista del peronismo combativo. Anselmo es asesinado por los matones de Fugazetti, un sindicalista traidor. Camote venga su muerte asesinando a Fugazetti y luego se va a buscar un nuevo escondite.
Publicada en 1976, la segunda parte del Eternauta tiene una visión ideológica muy diferente de la primera.
El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas derrocaron al gobierno de Isabel Perón e instauraron una nueva y sangrienta dictadura militar. En esos días, Alfredo Scutti, de Ediciones Record, les propuso a Oesterheld y a Solano López que realizaran la segunda parte de El Eternauta. Los dos aceptaron. “Yo estaba muy entusiasmado por volver a trabajar con Héctor -relata Solano López-, nada menos que en El Eternauta. Por eso, en mi ingenuidad, firmé, casi sin leerlo, un contrato leonino con Scutti. Cuando me empezaron a llegar los guiones, me pareció que era una historieta militante. Le dije a Scutti: «Yo esto no lo hago», y le pedí que hablara con Héctor para que cambiara el guión. Oesterheld cambió las reglas artísticas que nos habíamos impuesto en la primera parte. El nuevo Eternauta era muy maniqueo, muy hecho a la medida de su idea. Los jóvenes habitantes de las cavernas eran los que dirigían la batuta, una 'juventud maravillosa', idealizada al máximo, que sabía perfectamente lo que había que hacer y tenía el espíritu solidario para hacerlo. Los padres eran unos viejitos timoratos que estaban acoquinados frente al poder mientras sus hijos iban al frente.
”Me vi envuelto en un dilema: por un lado, yo estaba totalmente en contra de Montoneros y su actividad guerrillera, y estaba tratando de convencer a mis hijos Martín y Gabriel de que abandonaran la organización, cosa que conseguí con Martín pero no con Gabriel. Por el otro lado, estaba totalmente en contra del terrorismo de Estado de los militares y me parecía que si largaba la historieta me ponía a favor de la dictadura. Entonces preferí seguir, tratando de ponerle un freno a Oesterheld... La verdad es que me resultaba muy difícil imaginarme a aquel hombre que regaba las plantas, jugaba con sus hijas y escuchaba música clásica, convertido en militante revolucionario. En un momento, mi hijo Gabriel cayó en cana y yo pude sacarlo con la condición de que ambos nos fuéramos del país. Así fue como terminé la historieta en Madrid. En cierto modo, tuve la sensación de que estaba huyendo de El Eternauta”.
Alfredo Scutti, el polémico editor final de El Eternauta.
La segunda parte de El Eternauta no tiene un guion tan políticamente explícito como las historietas que Oesterheld publicaba en la prensa montonera. Ni aun cómo El Eternauta dibujado por Breccia. La trama se desarrolla en un Buenos Aires posnuclear, en un planeta en ruinas en el que la humanidad ha involucionado. Tal cual lo dijo Solano López, los jóvenes son la vanguardia esclarecida que lidera la resistencia a la invasión. Un implacable Juan Salvo repite varias veces la idea de que no importa la muerte de una persona si sirve para el triunfo de una causa. Y Germán, el personaje de Oesterheld que en la primera parte sólo se levantaba de su escritorio al final de la historia, ahora combate a los invasores a sangre y fuego.
El 19 de junio de 1976, Beatriz Oesterheld se encontró con su madre en la confitería Jockey Club de Martínez. Ese día le dijo que estaba cansada de la clandestinidad, que iba a dejar Montoneros y que se iba a anotar en la Facultad de Medicina. Ese mismo día, Beatriz, de 19 años, fue secuestrada por un grupo de tareas de la dictadura. Un mes después, su hermana Diana Oesterheld, de 21 años, fue secuestrada en la provincia de Tucumán. Entre el 21 y el 25 de abril de 1977, Héctor Germán Oesterheld, de 59 años, fue secuestrado en la ciudad de La Plata. Por los testimonios de algunos sobrevivientes, se sabe que sus captores le encargaron una historia del general José de San Martín y que se negó a escribirla.
En noviembre de ese mismo año fue secuestrada su hija Marina, de 18 años; el 14 de diciembre de 1977 se llevaron a Estela, de 25 años. También desaparecieron el marido de Diana, Raúl Araldi, y el marido de Estela, Raúl Oscar Mórtola. Probablemente también haya desaparecido el novio de Marina, un muchacho que ella conoció en la clandestinidad y que su madre no llegó a conocer. Diana estaba embarazada de seis meses y medio; Marina, de ocho meses. Es probable que ambas hayan tenido a sus hijos en cautiverio. Hasta ahora, las investigaciones de Abuelas de Plaza de Mayo no han bastado para hallarlos. Martín Mórtola, el hijo de Estela, fue devuelto a Elsa Sánchez de Oesterheld, con quien se crió. Fernando Araldi, el hijo de Diana, se crió con sus abuelos paternos. La familia Oesterheld carga nada menos que con nueve desaparecidos.
La tercera parte del Eternauta, editada en los 80 y terminada por Alberto Ongaro.
En 1982, luego de que la derrota argentina en la guerra de las Malvinas forzara la apertura democrática, Alfredo Scutti volvió a publicar con gran éxito la primera y la segunda parte de El Eternauta, con el apoyo de una campaña publicitaria en televisión. Fue allí cuando nos conocimos. Yo estaba en séptimo grado y todos los jueves, a la salida del colegio, apuraba el paso para llegar al quiosco del barrio antes de la una de la tarde. El rito duró diecisiete jueves, desde el primer fascículo de la primera parte hasta el último de la segunda. Luego, mis encuentros con Juan Salvo se hicieron más espaciados. En la revista mensual Skorpio comenzaron a aparecer nuevos episodios de una tercera parte de la obra, sin firma. El comienzo es muy bueno. En Buenos Aires, en la década del 70, Juan Salvo le revela a Germán que ha descubierto una brecha en el espacio-tiempo y que ha visto allí a Elena y a Martita. Si se concentra, con su poder mental Juan puede abrir la brecha y pasar del otro lado. Lo hace, acompañado por Germán. Pronto descubre que esa Elena y esa Martita son otra Elena y otra Martita, y que para colmo viven con otro Juan Salvo. Hasta ahí, la historia es muy parecida al cuento “La trama celeste”, de Adolfo Bioy Casares. Paradójicamente, con la aparición de los invasores extraterrestres el interés decae casi por completo. En un gesto de pésimo gusto de parte del guionista, el personaje de Germán celebra en un cuadrito que: “Generoso como siempre, Alfredo Scutti me dio un buen anticipo”.
El guión de la tercera parte fue escrito por el italiano Alberto Ongaro, a quien Oesterheld había reemplazado a fines de los años 40 en la revista Misterix, cuando Ongaro dejó Buenos Aires y regresó a su país. Para los dibujos, Scutti pensó en Solano López. “Yo no quería, pero hay gente que, cuando se trata de hacer negocios, tiene una persistencia ejemplar. Scutti me pidió que le dibujara al menos algunas caras del Eternauta, de Juan, de un mano. Terminé haciendo las cabecitas de las primeras treinta páginas, sobre los bocetos que hacía Oswal. Luego a esas cabecitas les sacaron todo el jugo que pudieron, porque se repiten constantemente a lo largo de las 250 páginas de la obra. Un tercer dibujante, Jorge Morhain, hizo el pasado en tinta. Así quedó un trabajo despersonalizado, frío”.
Alberto Ongaro completó la tercera parte de la obra.
En una situación económica desesperada, Elsa Sánchez de Oesterheld le firmó a Alfredo Scutti un contrato de cesión de derechos en el que entregaba la obra de su esposo -y aun los derechos cinematográficos- por sumas irrisorias. Los serios errores legales del contrato le permitieron reclamar su nulidad ante la justicia: Elsa sólo tenía derecho a ceder su parte, no la de Solano López ni tampoco la de sus nietos, herederos de Oesterheld. El contrato fue anulado en primera instancia en 1994, y en segunda instancia en 1996. Sin embargo, Scutti sigue editando la obra año tras año. Cuando lo llamé, el 11 de abril, Alfredo Scutti me dijo que al día siguiente, por la mañana, viajaría a Europa, y que podríamos hablar cuando regresara. Por algún motivo, no le creí. Volví a llamarlo el 12, a las 5 de la tarde. Atendió él en persona.
-¿No le dije que viajaba?
-Sí, a la mañana.
-Se demoró el vuelo, pero ahora en unos minutos me estoy yendo para el aeropuerto de Ezeiza. Espere a mi regreso y charlamos.
Ahora estaba seguro de que Scutti no pensaba ir a ningún lado. El 14 de abril volví a llamarlo. Atendió su esposa.
-Buenas noches, ¿con el señor Alfredo Scutti?
-Sí. ¿De parte de quien?
-De Daniel Riera.
-Un segundo...
La señora de Scutti regresó al aparato hecha una furia.
-¿Usted es el mismo que llamó el martes y el miércoles?
-Así es.
-¿No le dijo mi marido que no tenía interés en hablar con usted?
-No, me dijo que viajaba a Europa.
-Y si le dijo que viajaba, ¿por qué insiste?
-Porque me mintió.
-Mire, él le mintió pero usted es un maleducado.
El Eternauta quiere volver a vivir nuevas aventuras. Desde 1997 se publicó en la revista Nueva -que acompaña la edición dominical de varios diarios argentinos- El mundo arrepentido, con guiones del joven Pablo Maiztegui y dibujos de Solano. No era exactamente la cuarta parte de la obra, sino más bien un episodio aislado, un viaje por el tiempo y el espacio que transcurre en otro planeta. “Es un capítulo bizarro -relata Maiztegui, más conocido como Pol- , en el que Juan se encuentra con seres con forma de vacas y de minotauros y los ayuda a resistir una invasión (risas)”. Apadrinados por Scutti, el guionista Pablo Muñoz y el dibujante Walther Taborda, alcanzaron a publicar un par de breves episodios de la historieta Odio cósmico, protagonizada por Juan Salvo, pero los recursos legales interpuestos por la viuda de Oesterheld y por Solano López abortaron el proyecto antes que tomara forma. Durante los últimos años, prestigiosos guionistas, como Juan Sasturain y Ricardo Barreiro, le llevaron propuestas para una cuarta parte a Solano López. Los problemas legales con Scutti y el hecho de que ninguno de los guiones recibidos terminaba de convencerlo, disuadieron al dibujante de continuar la saga. Hasta ahora.
El Eternauta. El Regreso. La última saga de Juan Salvo.
Pablo Maiztegui no se privó de elaborar su propia cuarta parte. “Transcurre en el 83. Los ellos notaron cierto descontento social entre los terrestres. Entonces se volvieron políticamente correctos y decidieron aflojar las riendas. Le quitaron los teledirectores a los hombres robots, hicieron una especie de 'apertura democrática'.” Pol opina que tal vez haya llegado la hora de abrir El Eternauta a varios autores. “Es un viajero del tiempo y el espacio. Ya está. A partir de ahí, pueden inventarse millones de aventuras nuevas para él. Quizás puede hacerse lo mismo que con Batman, que lo toman diferentes guionistas y los lectores eligen el que más les gusta”. Solano López sostiene que “el Eternauta se resiste a morir. Sigue siendo un mito, sigue ocupando un lugar en el inconsciente colectivo, los lectores lo siguen amando y se merecen que el personaje vuelva a alimentarles la fantasía. ¿Por qué no darle una oportunidad?”
En el libro Los Oesterheld, las periodistas Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami reconstruyen la historia del historietista.
El mismo crujido. Juan Salvo volvió a presentarse ante mis ojos. Por primera vez en la noche, sonreía. Era una sonrisa serena, para nada exultante, pero una sonrisa al fin.
-Andá a descansar. Has cumplido con lo que te pedí.
-He escrito un texto demasiado largo. No sé si mi editor...
-Dejalo así. Él sabrá comprender. Era tanto lo que había para contar...
Iba a preguntarle si es cierto que iba a haber una cuarta parte, si podré leer algún día sus nuevas aventuras. No pude. El Eternauta se evaporó y ya no volví a verlo. Desde entonces, la silla en la que se sentó permanece vacía, por si decide regresar a visitarme. Juan Salvo sabe que puede venir a mi casa cuando él quiera.
(N de la R: Esta nota fue publicada por primera vez en la revista colombiana Gatopardo, en abril de 2000, y fue incluida en mi libro Nuestro Vietnam y otras crónicas (2010). Francisco Solano López falleció el 12 de agosto de 2011. Elsa Sánchez de Oesterheld, el 22 de junio de 2015. Como se ve en las ilustraciones, Pol Maiztegui y Solano López concretaron finalmente el proyecto de El Eternauta. El regreso. Elsa y Solano López llegaron a un acuerdo con Muñoz y Taborda y volvieron a publicar Odio cósmico. La batalla legal entre Solano y Elsa vs. Scutti por los derechos de la obra atravesó distintas etapas. Durante un tiempo, amparados en un fallo judicial, pudieron republicar la obra. Luego esto se revirtió. La vigencia de la obra sigue intacta. La posterior idea de publicistas kirchneristas de convertir al Eternauta en "Néstornauta" requiere un análisis muy profundo y detallado que excede el objetivo de estas líneas).