Cinco y veinte de la tarde. Alberto Fernández se encontraba junto a su mujer en una reunión familiar fuera de Olivos cuando recibió un lapidario mensaje de WhatsApp de Martín Guzmán. Sin mediar palabra y desde el Ministerio de Economía, el ahora ex funcionario le reenvió el PDF con las siete páginas de su indeclinable renuncia. Cristina Fernández de Kirchner llevaba 19 minutos de otro crítico discurso en Ensenada. Sergio Massa todavía disfrutaba en la cancha de Tigre del 1-0 ante Talleres. El enojo del "albertismo", la lectura electoralista del batacazo y el "giro Massa" del Frente de Todos.
"No sorprende que haya tomado esa decisión, lo venían desgastando muchísimo y llega un punto en el que queda en uno el límite a tolerar. Lo que sí sorprendió mucho es que decidiera hacerlo durante el discurso. Pero bueno, fue como la hace él: de manera unilateral", reconocieron desde el "albertismo" en diálogo con BigBang.
Si bien la renuncia de Guzmán ya se venía rumoreando desde hacía una semana en la City, la decisión tomó por sorpresa al presidente y a toda la mesa chica del "albertismo". En efecto, hace sólo dos días no sólo destacó la gestión de su ahora ex ministro de Economía en un mano a mano con Gustavo Sylvestre, sino que además acusó a la oposición de promover una tercera corrida cambiaria en su contra.
“Echarle la culpa a Guzmán de la inflación es casi una crueldad. La Argentina lleva más de 15 años con una inflación de dos dígitos, la inflación no la trajo Guzmán. Recibimos un gobierno con 54 puntos de inflación, la desaceleración de la economía la redujo a 35% y después volvió a aparecer cuando la Argentina creció al 10%. Cuando crece la Argentina, este problema se potencia”, fueron las palabras del primer mandatario.
Pero, puertas adentro, la relación se había vuelto a tensar. En los últimos días, el presidente y Guzmán trabajaron en algunas modificaciones en el área de Energía. El saliente ministro quería avanzar con mayor celeridad en la implementación de la segmentación tarifaria, una de las medidas más cuestionadas por el kirchnerismo y que supo condimentar la feroz interna del Frente de Todos.
Un día después de la entrevista en la que el primer mandatario respaldó su gestión, Guzmán y Alberto se reunieron en Olivos. Palabras más, palabras menos; el economista le advirtió el jueves que renunciaría en caso de no avanzar con las medidas anunciadas y de seguir sin el control total de la "botonera" económica. Nada muy distinto del lapidario párrafo que le dedicó a la interna de la coalición en su renuncia.
"Desde la experiencia que he vivido, considero que será primordial que trabaje en un acuerdo político dentro de la coalición gobernante para que quien me reemplace, que tendrá por delante esta alta responsabilidad, cuente con el manejo centralizado de los instrumentos de política macroeconómica necesarios para consolidar los avances descriptos y hacer frente a los desafíos por delante. Eso ayudará a que quien me suceda pueda llevar adelante las gestiones conducentes al progreso económico y social con el apoyo político que es necesario para que aquellas sean efectivas", le espetó en la carta al presidente.
Pese al respaldo público a su gestión, Guzmán escuchó las primeras críticas de la vicepresidenta y dio el batacazo. No hubo margen de negociación con el presidente. La decisión ya estaba tomada y la hizo pública a través de sus redes sociales mientras Cristina seguía criticando su gestión en territorio bonaerense. "Hay enojo", reconocen desde el albertismo. La bronca, aseguran, no es por la renuncia, sino por el modo y los tiempos. En pocas palabras: se la veían venir, pero no esperaban que fuera hoy y menos durante el discurso de la vicepresidenta.
Después de que Talleres logró el empate de último minuto, Massa recibió todavía en la cancha de Tigre otra mala noticia. Alberto lo acababa de convocar a una reunión de urgencia para las nueve de la noche en la residencia de Olivos. ¿El motivo? Definir quién va a reemplazar a Guzmán en uno de los ministerios más calientes, para poder anunciar al nuevo ministro antes de que reabran los mercados el lunes y que pueda acelerarse otra corrida cambiaria, pese al feriado bancario de Estados Unidos.
Mientras tanto, la vicepresidenta seguía con su discurso como si nada hubiera pasado. Nadie la frenó para avisarle. "Podemos decir que fue la última argentina en enterarse", reconocieron desde el kirchnerismo con cierto tono burlón, al tiempo que reforzaron: "Cristina no le pide la renuncia a nadie, pero ordena con sus discursos; ordena con su palabra, ordena por su rol de conductora, por fuera de los cargos".
Pese a que cuando habló con la militancia después del acto ya estaba al tanto de la renuncia, la vicepresidenta no hizo alusión al tema. Esa fue la orden interna que también se bajó a los propios: "Nadie habla". El desaire a Guzmán fue tal, que incluso se volcó a sus redes sociales para compartir fotos y el video de su discurso. "Hermoso acto en Ensenada junto a miles de compañeros y compañeras, homenajeando a Perón. El mejor homenaje que podemos hacerle es ver lo que hizo y tratar, todos los días, de acercar un poquito el bochín", destacó.
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Después de convocar a su mesa chica, Alberto emprendió el regreso en auto a Olivos y se fue enterando, también por los medios, de la catarata de renuncias en el Ministerio de Economía. Sólo dos horas después del tweet de Guzmán, todo su equipo hizo lo propio y siguió los pasos del ahora ex funcionario.