El presidente Javier Milei ha asumido un modo muy personal de gestionar la política exterior de la República Argentina. Es el presidente que más veces ha viajado en los primeros seis meses de su mandato, y al mismo tiempo ha tenido menos contactos políticos con jefes de gobierno de otras naciones. Por el contrario, sus viajes como ciudadano privado fueron para recibir premios o para dar conferencias en reuniones empresariales internacionales.
Al mismo tiempo, sus declaraciones públicas sobre asuntos de política exterior, no disimulan sus opiniones personales como ciudadano, se basan en una confusa ideología en donde hay una mezcla extraña entre elementos libertarios, inclusive de la tradición austríaca, y cierta atracción por movimientos políticos cuyas agendas no son claramente de extrema derecha, como ser el partido Vox de España o el actual gobierno de Ucrania.
Y no menor es que, rompiendo una regla absolutamente central de la política exterior, no deja de hacer declaraciones sobre asuntos internos de otros estados. Y estas declaraciones no hacen diferencia si las hace el ciudadano Milei o el presidente de la república Milei. Sus efectos son los mismos, y si a esto le agregamos una presencia importante de referencias bíblicas y escatológicas en sus declaraciones, el asunto es más preocupante.
En unas recientes declaraciones acerca de la línea rectora de la política exterior Argentina, el libertario declaro: "Nosotros estamos del lado correcto de la historia, del lado de Israel, de Estados Unidos y de Occidente". Esta declaración es sorprendente, porque no es nada claro qué signifique la expresión "el lado correcto de la historia", y por qué estar del lado de Estados Unidos sería estar del lado correcto de la historia.
Porque ese tipo de asociación, no solo es una asociación entre iguales en convenios de reciprocidad comercial, turística, cultural, y económica. Sino que, por definición, la posición de Estados Unidos es la correcta. Ellos imponen nuestra agenda, y en ese caso estar del lado correcto de la historia, sería asumir completamente la agenda política exterior estadounidense respecto de Medio Oriente y del conflicto en Europa Oriental.
Pero los intereses estadounidenses en estos escenarios geográficos se guían por múltiples motivos de su propia expansión hegemónica, que muchas veces han sido criticados muy duramente dentro de los propios Estados Unidos. Recordemos que la intervención estadounidense en Afganistán, cuyo objetivo era restaurar la democracia y un sistema político de corte liberal, que terminó con el triunfo absoluto del Talibán, que había sido desalojado al poder 20 años atrás, y que muchas veces, esa política exterior se funda en mentiras y manipulaciones de información; en el caso de la guerra contra Irak existieron tergiversaciones sobre el riesgo que significaba el régimen iraquí, según señala una nota que se refiere a la supuesta existencia de armas de destrucción masiva bajo el régimen iraquí de Sadam Husein: "Como se determinó posteriormente en numerosas investigaciones de comisiones independientes y gubernamentales, no había ninguna base fáctica para ninguna de esas afirmaciones. Veinte años después, continúa el debate sobre si la administración fue víctima de información errónea o si Bush y sus asesores superiores engañaron deliberadamente al público sobre sus capacidades de fabricación de armas de destrucción masiva, en particular".
Sí asumimos en forma incondicional que la posición de Estados Unidos es la históricamente "correcta", estamos obligados a asumir que es históricamente correcto mentir al congreso y a la opinión pública, manipular la prensa y desencadenar una guerra que no ha tenido ningún beneficio de ninguna clase en Medio Oriente. Por ello, los países tienen que tener políticas exteriores fundadas en sus intereses y en principios de estricta reciprocidad y no en mandatos morales.
Nuestro presidente parece no entender esto, y transformar la política exterior Argentina en una cruzada moral, que como hemos señalado, puede abonar la más estricta y responsabilidad y hasta la mentira política por parte del gobierno de los Estados Unidos. Y esta es una situación muy preocupante y dramática para un país con los enormes problemas que tiene la República Argentina, que no necesita abrir más conflictos en su frente externo, cosa que el actual presidente parecería no entender.