por Gonzalo Prado
17 Septiembre de 2020 12:18Sin proponérselo, y mucho antes de lo que le hubiera gustado, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, tuvo su primera aproximación como candidato presidencial. Si bien nunca escondió que pelear por el Sillón de Rivadavia era uno de sus anhelos desde hace tiempo, no quiere adelantar los tiempos. Pero de eso se encargó el coronavirus, según consideró uno de los funcionarios de mayor dialogo con el alcalde porteño.
Pero antes de la pandemia, Rodríguez Larreta y sus armadores políticos comenzaron con una estrategia de vaciamiento de socios del ex presidente Mauricio Macri. Similar a lo que se denomina en el mundo financiero como cláusulas Pac-Mac, Rodriguez Larreta poco a poco fue tejiendo o fortaleciendo su relación con los miembros de Juntos por el Cambio en vistas de su candidatura presidencial.
De manera sigilosa, los diferentes armadores del alcalde porteño empezaron a tender puentes desde diciembre del año pasado con los heridos del armado de listas y del cierre de la campaña presidencial de Macri. La tarea, coordinada por el vicejefe de Gobierno, Diego Santilli, tiene tres cabezas principales: el ministro de Gobierno, Bruno Screnci Silva, el secretario general, Fernando Straface, y el secretario de Ambiente, Eduardo Macchiavelli. Cada uno de ellos con un rol diferente, pero cada vez (con algunos roces mediante) con mayor coordinación.
Sin ir más lejos, y algo que en su momento el propio diputado nacional y ex gobernador de Mendoza, Alfredo Cornejo, decía en privado el año pasado era que el pacto entre la UCR y el PRO era más un acuerdo con Rodríguez Larreta. Lo mismo pasó con los referentes de la Coalición Cívica con quienes el vicejefe de Gobierno empezó a forjar una relación más estrecha en la campaña de medio término del 2017 y fue manteniendo ese vinculo y profundizándolo.
Luego llegó el turno del ex presidente de la Cámara de Diputado, Emilio Monzó, y el ex ministro de Interior, Rogelio Frigerio. En un almuerzo en Uspallata en el que participaron también el senador nacional Martín Lousteau y la ex gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, terminó de llegar a un entendimiento de que su inclusión sería como “pares y no como empleados”. Incluso se dio el gusto de empezar a limar las asperezas entre Monzó y Vidal.
Sin embrago desde que comenzó la pandemia no había tenido que dar el paso que le faltaba: marcar diferencias con la Casa Rosada, algo que le pedían varios de sus colaboradores más estrechos. Ese paso se dio el jueves cuando en una conferencia de prensa dejó en claro su mensaje y sus impresiones con respecto a la baja de 1,18 puntos porcentuales de la coparticipación que recibe la Ciudad.
Si bien el boxeo no es uno de sus deportes predilectos, entre sus armadores se destaca la analogía que compara su estilo de hacer política con la forma en la que el ex campeón del mundo argentino Nicolino Locche deslumbraba en el cuadrilátero. “Su estilo es esquivar las trompadas y esperar para meter la mano de knock out”, le dijo a BigBang uno de sus operadores.
Ese golpe fue, para muchos de su entorno, el discurso del jueves. Bajo la idea de hablar de federalismo y de consensos que le sugirió Santilli en el encuentro que mantuvo el alcalde porteño el jueves por el mediodía con su mesa chica, Rodríguez Larreta buscó hablarle al votante duro de Juntos por el Cambio.
De ahí que su discurso tuviera un doble mensaje. Las encuestas que llegan todas las semanas a Uspallata lo dan como uno de los dirigentes con mejor imagen en el país junto con el presidente Alberto Fernández. Sin embargo, tanto en la sede de Gobierno como en Olivos llegaron a la misma conclusión: el aumento de la imagen en el conurbano bonaerense.
Tensión: la fría respuesta de Larreta y el "que lo resuelvan los equipos técnicos" que descolocó a Kicillof
Allí en ese lugar, que explica la victoria presidencial de Fernández y en bonaerense del gobernador Axel Kicillof, la imagen de gestión de Larreta sube por encima de la del presidente, según sus sondeos. Ese fenómeno no se repite en el resto del país. Esto quiere decir que los números que tiene el alcalde porteño hoy le indican que poco a poco esta picando la pared electoral del kirchnerismo. Esto lo vio antes que nadie la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner que se lo dijo al jefe de Estado en varios de los almuerzos que compartieron.