Es de esas historias que están muy bien para un libro, una película o una serie de Netflix. Que pueden parecer un poco increíbles, pero que la trama igual termina por convencer. Lo más notable es que se trata de un caso real, que ya se convirtió en un libro atrapante y que además pasará a la pantalla chica de la mano de Daniel Burman y Sebastián Borenstein, uno los primeros envíos que desde la Argentina se preparan para Amazon.
Iosi fue un agente de inteligencia de la Policía Federal que por órdenes de sus superiores tuvo que “infiltrarse” en la comunidad judía de Buenos Aires. El objetivo de la infiltración era descubrir los pormenores del llamado Plan Andinia, una teoría que aseguraba en los años 70 que el Estado de Israel buscaba apropiarse de la patagonia argentina.
No es ningún secreto que las teorías del nazismo o del fascismo tuvieron muchos seguidores en las Fuerzas Armadas o las de seguridad. Buena prueba de ello son el encarnizamiento en las torturas con los detenidos desaparecidos durante la última dictadura militar que provenían de familias judías.
Si es mucho más alucinante que en los años 90, ya en plena democracia, esas teorías siguieran teniendo vigencia hasta tal punto que se le ordenara a un agente que se convirtiera en espía de la dirigencia de la colectividad judía para descubrir una invasión en las despobladas tierras del sur argentino. Un verdadero delirio.
Iosi hizo su tarea a conciencia y con plena dedicación. En esos años era un joven entrador, carismático, a quien no le costó mucho trabajo hacerse amigos en los diferentes ámbitos de la colectividad judía porteña y comenzó a circular por sus diversas instituciones como lo hacen habitualmente miles de chicos a diario. En forma regular pasaba sus informes a sus superiores, que está claro, no tenían ni una letra del llamado Plan Andinia.
El “trabajo” que Iosi llevaba adelante se convirtió para él en un problema moral, de conciencia, luego de los dos atentados y, en especial, después del que destruyó el edificio de la AMIA en 1994 y provocó la muerte de 85 personas. Iosi pensaba que su información podría haber servido para planificar los atentados.
El abogado y periodista Horacio Lutzky había conocido a Iosi en diferentes reuniones de la colectividad judía. Fue a él a quien le contó que era un agente de inteligencia de la Policía Federal y que vivía atormentado por la sospecha de haberse convertido, sin buscarlo, en colaborador de los dos sangrientos ataques. Además, Iosi estaba enamorado de una chica judía.
“Le voló la cabeza”, dice Lutzky al referirse a la joven que había conquistado al agente.Durante una entrevista con el programa Crimen y Ficción por la radio Eco Medios explicó que los encuentros con Iosi se repitieron muchas veces y que no pensó en convertir la historia en un libro hasta muchos años después.
“Iosi, el espía arrepentido: la confesión del policía federal infiltrado en la comunidad judía”, apareció en 2015. Miriam Lewin se sumó a la entrevistas con Iosi que había iniciado Lutzky y juntos escribieron el libro que ahora se convertirá en una serie de televisión. Apenas se publicó, Burman se quedó con los derechos para llevarlo al formato audiovisual. En estos días el proyecto comienza a cobrar forma.
El libro está escrito en primera persona. Los autores recrearon las charlas que mantuvieron durante años con el espía para contar en una suerte de confesión cómo llevó adelante su tarea de infiltración en la colectividad judía hasta formar parte de algunas de sus principales instituciones.
“Tanto me integré en la colectividad, tanto me mimeticé, que me enamoré perdidamente de una chica judía. Un amor sin medidas, un amor prohibido y secreto que dejé que me ganara en cuerpo y alma. No pude impedirlo: era la mujer de mi vida. Nunca había amado así, y seguramente nunca volveré a hacerlo. Nos casamos en secreto e incluso llegamos a intentar mi conversión y una huida a Israel”, cuenta Iosi en las primeras inquietantes páginas.
“Cuando explotó la bomba en la Embajada, poco después de que desprevenidamente yo estuviera a punto de ir a una reunión allí, me empecé a preguntar si la información que transmitía en encuentros secretos no habría contribuido al atentado. Después de la explosión en la AMIA ya no tuve dudas. Me habían pedido detalles del edificio, había dejado en manos de mis superiores un plano de la sede, había reportado movimientos, nombres, responsabilidades y horarios”, dice más adelante.
Un dato duro, incontrastable: ningún efectivo de la Policía Federal murió en el ataque al edificio de la calle Pasteur, pese a que desde el atentado contra la Embajada de Israel todos los inmuebles de la colectividad contaban con custodia oficial. La investigación del atentado contra la AMIA es uno de los más grandes bochornos de la historia judicial argentina: sus principales investigadores judiciales terminaron condenados por encubrimiento, entre otros delitos.
Iosi integra actualmente el programa de protección de testigos que depende del Ministerio de Justicia. Durante los años de Cambiemos en la Presidencia, el responsable del programa le dijo que que lo mejor que podía hacer para conservar su seguridad era “mantener cerrada la boca”.