02 Septiembre de 2021 10:47
A lo largo de su carrera judicial, el difunto ex juez federal Norberto Oyarbide estuvo en el centro de muchos escándalos dentro y fuera de Tribunales. Uno de los más recordados, que fue además el primero que protagonizó, tuvo que ver con el prostíbulo Spartacus que lo tuvo a punto de su remoción, algo que no sucedió por la simple causalidad de que cuando se tenía que tratar su juicio político ocurrió el atentado a las Torres Gemelas.
El episodio en concreto ocurrió en 1998 cuando Luciano Garbellano, un taxi boy devenido luego en empresario, denunció que el magistrado le daba protección para el prostíbulo a cambio de entre USD 10.000 y USD 15.000 mensuales. Lo que además permitió sembrar las dudas sobre cómo afrontaba su estilo de vida Oyarbide debido a que no concordaba con su sueldo como juez federal.
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Pero la acusación no quedó ahí. Garbellano también contó que había un “pago en especias” a Oyarbide, que eran los servicios de algunos de los taxiboys que trabajan en el prostíbulo. El escándalo poco a poco comenzó a escalar. El ex magistrado primero lo negó, pero ante la magnitud de las pruebas tuvo que aceptar que sí era habitué de Spartacus.
Esa confesión sobre su presencia asidua en el lugar situado en la calle Agüero 1916 llegó en el programa “Bajo palabra” que conducía el periodista Joaquín Morales Solá. ”Lo conocí hace dos años (a Garbellano), en un acontecimiento social, en el que dialogamos circunstancialmente. Con una personalidad atractiva, graciosa y que me pareció inteligente, este señor me transmitió ciertas inquietudes del espacio teatral”, dijo en ese entonces Oyarbide.
“Yo iba sin saber de qué se trataba y las pocas veces que fui no advertí que en ese sitio se desarrollara la actividad que dicen. Yo sólo sabía que en el tercer piso vivía Garbellano y que allí recibía a sus amistades”, agregó.
Para ese entones no solo las cuestiones vinculadas a su intimidad estaban en el centro de la escena, sino también su nivel de vida y cómo hacía para cubrir los gastos con su sueldo de magistrado. ”Quedé alelado, es una infamia total. Vivo con mi madre en un departamento de tres ambientes. Soy soltero y tengo un dinero ahorrado en mis 25 años en la Justicia. Pero no tengo cuentas bancarias, ni cuadros de 200.000 dólares y ni siquiera auto. Sólo sé conducir bicicletas”, se defendía en ese entonces Oyarbide que no dudaba en admitir que todo era una mera coincidencia.
Con el juicio político iniciado y con citaciones también para la Cámara de Diputados en curso, Oyarbide dedicó buena parte de los años tumultuosos por la crisis económica y social del 2001 para intentar salvarse de ser echado del cargo. Y ahí tuvo un golpe de suerte cuando el día que debía votarse en el Senado si se avanzaba o no con el juicio político en su contra, sucedió el atentado a las Torres Gemelas.
Ese hecho trágico del 9 de septiembre de 2011 le permitió no sólo ganar tiempo, sino que además empezó a forjar una alianza inquebrantable con el peronismo y en especial ya en 2003 con Néstor y Cristina Fernández de Kirchner a quienes absolvió luego en la causa por enriquecimiento licito. Cuando la ahora vicepresidenta tuvo que dejar el poder en 2015 por la victoria de Mauricio Macri en las elecciones, Oyarbide presentó su renuncia a su juzgado debido a que ya tenía la edad jubilatoria y temía que con el cambio de gobierno avance su destitución y se quede sin los beneficios provisionales.