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Política

La polémica autocrítica de Menéndez antes de morir: "En Malvinas se pecó de inocencia"

"Aguantamos 45 días. Más no alcanzó", aseguró en una de sus últimas entrevistas el ex gobernador de facto. El análisis del genocida que lideró la guerra desde las Islas.

02 Abril de 2017 16:00
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En 2012, el periodista Juan Ayala publicó su libro Malvinas. La primera línea, un trabajo completísimo sobre la contienda bélica, cuyo eje fue la experiencia del Regimiento de Infantería Mecanizada 7 (RIM7), que estuvo en la primera línea de combate. Dos de los capítulos del libro incluyen sendas entrevistas a Mario Benjamín Menéndez, gobernador militar de las islas, antes represor de la dictadura. Aquí se publica el primero de ellos, en el cual queda de manifiesto el alto grado de improvisación y estupidez puesto en juego entonces. Menéndez murió en 2015, a los 85 años.

El general Menéndez fue entre julio de 1975 y enero de 1976 el Jefe de Estado Mayor en Operaciones del Operativo Independencia, en Tucumán. Allí, primero bajo las órdenes del general Acdel Vilas y luego del general Antonio Bussi, "ensayó" lo que a partir del golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976 se convertiría en un plan sistemático de secuestro, tortura y asesinato de personas. Tenía su comando en "la Escuelita" de Famaillá, un pueblito rural al sur de San Miguel de Tucumán. En el período en el que Menéndez estuvo como jefe de operaciones desaparecieron 250 personas; la mayoría de ellas fueron ejecutadas.

Durante 1976 y 1977, los años más terribles de la represión militar, fue Jefe del Departamento de Estrategia para la Lucha contra la Subversión. Se desempeñaba como Jefe de Operaciones del Estado Mayor General del Ejército cuando el primer martes de marzo de 1982 el general Galtieri le informó de la inminente recuperación de Malvinas y le dijo que debía prepararse porque sería el gobernador militar de las islas.

A continuación, la entrevista con Menéndez:

Mario Benjamín Menéndez, en sus días de gobernador militar de Malvinas

 -General, han pasado treinta años. ¿Han cambiado los recuerdos, las imágenes que le vienen de 1982?

 -Con el paso de los años, a lo mejor, viendo algunas cosas en perspectiva aparecen imágenes como, por ejemplo, la primera reunión con Galtieri. Luego con el general Vaquero, otra vez con Galtieri. Galtieri me dijo que se recuperarían las Malvinas a fines de mayo. Ahora me pregunto si en ese momento yo hubiera dicho: "En estas condiciones, no acepto el cargo". ¿Qué hubiera pasado? Porque la verdad es que yo acepté el cargo pensando que las cosas estaban preparadas en forma distinta. Me acuerdo que hablé con la gente que iba a venir conmigo para el equipo de gobierno en Malvinas -que quede claro que no era un Estado Mayor ni nada referido a la guerra- y le dije: "No pregunten, porque yo ya pregunté y me dijeron que las cosas van a ser así. Parece que todo va a salir a pedir de boca y si no sale, bueno, si no sale se van a ocupar la junta militar y el canciller".  Y en realidad, salió todo al revés. Se pecó de voluntarismo o se pecó de inocencia, de no conocimiento del espíritu inglés y de la señora Thatcher. Da para pensar mucho esto...

Pasando revista a las tropas.

El general Menéndez vive en Belgrano. Al entrar a su departamento de la calle Arcos, casi en penumbras, lo primero que veo, sobre una cómoda antigua, es un cuadro con una foto de Videla. El general me hace pasar a su estudio. Mientras saco de mi mochila negra un block de hojas y una birome BIC negra, de la nada aparece un rottwailler y se sienta a un costado del escritorio. «Es Otto», me informa el general. Otto pesa 80 kilos.

-¿Quiénes considera que son los responsables de la derrota?

-Son opiniones muy personales. Para el público hay que emitir opinión sobre lo que uno ha vivido; lo que sabe porque lo vivió o lo resolvió y así como a mí no me gusta que opinen los que no saben, yo no estuve en los zapatos de Galtieri, Anaya o Costa Méndez. Pero realmente el principal problema fue de orden político y estratégico. Porque nunca la táctica, y sobre todo en una zona tan condicionada como es un ambiente insular, puede solucionar los problemas que vienen de arriba. Eso sí le puedo decir: esta fue una guerra que no se previó y entonces se improvisó.

-Si se estaba en el inicio de una nueva negociación, ¿para qué dar pie a una escalada bélica? La Argentina tenía a su favor el “factor sorpresa”. En el mes de mayo, parte de la flota inglesa se iba a desactivar. ¿Para qué  amenazar a los ingleses con un comunicado como el del 2 de marzo?

-Es que los ingleses habían congelado las negociaciones; no se pasaba de lo formal. Entonces el comunicado tuvo un tono más duro, pero la Argentina no buscó la guerra.

-Pero le dio al gobierno inglés la excusa justa para usar el conflicto en favor de su política interna.

-No sé, cada uno juzga las cosas después y piensa que sí, que algo de eso pudo haber habido. Porque a lo mejor, la Thatcher lo usó para fortalecer a su gobierno, que no estaba muy bien. Pensando que iba a ser una guerrita fácil, aunque no le resultó tan fácil. Así que puede ser que haya sido algo así. También se pensó que la actitud de los Estados Unidos no iba a ser nunca ponerse decididamente del lado de Gran Bretaña sino que iba a mantener una neutralidad porque había una mejor relación con la Argentina. Nuestro país era importante en ese momento en el tablero latinoamericano, en las distintas operaciones contra los gobiernos de izquierda, caso Nicaragua, etc. Habría que hacer un análisis muy profundo de todas estas cosas para ver en definitiva por qué pasó lo que pasó. También es cierto que Estados Unidos intentó recomponer las cosas, ante la evidencia de los hechos, para que la sangre no llegara al río, con la gestión de Alexander Haig, pero allí la actitud argentina no fue lo flexible que debió haber sido para que las cosas se arreglaran. Puso límites... Recuerdo que un general amigo participó en un asesoramiento y le dijo al general Galtieri: "Vea, poner plazo hasta diciembre para que esto se arregle y se haga el traspaso de soberanía y anunciar que si no no hay arreglo posible es como darle un ultimátum a Inglaterra; y un país de ese nivel no acepta un ultimátum".

Costa Méndez habla sobre su reunión con Alexander Haig

-Perder la votación en la ONU, y la resolución 502 de las Naciones Unidas era una situación bien diferente a lo que había predicho Costa Méndez. Porque Costa Méndez se equivocó al pensar que la votación sería a favor de la Argentina...

-Se equivocó el gobierno. Aquello de "si hay problemas lo va a resolver la junta militar con el canciller", no se resolvió. Porque más adelante, Costa Méndez escribió en La Nación que, vista a la distancia -siempre hay que ubicar las cosas en un contexto- la resolución 502 no era mala, daba espacio para negociar. A mí me parece que después de la aceptación fenomenal de la población argentina en las dos manifestaciones en Plaza de Mayo, el gobierno pensó que dar el paso atrás significaba cobardía o imprevisión, y encima la Thatcher aprovecha y el 3 de abril denuncia que Argentina los ha agredido y que van a responder enviando una fuerza expedicionaria para recuperar las islas. Entonces habría que preguntarse qué hubieran pensado los argentinos si el gobierno, dando una muestra de inteligencia, decía: "Acepto la resolución 502, mando las tropas al continente y le digo a Naciones Unidas que vamos a las conversaciones pero que ellos supervisen para asegurarse que todo se haga bien". ¿Qué hubiera dicho la gente acá? ¡Piense usted ahora!

-Sí, lo entiendo, pero un gobierno...

-Era un gobierno militar. Porque, por ejemplo, siendo presidente la señora de Perón, ante una situación complicada, preguntó cuál era el riesgo y cuando le dijeron "la guerra", no aceptó. Obró así quizá porque era civil y porque era mujer, y fue prudente. Pero un gobierno militar dice: "Ocupemos y después vamos a ver qué pasa". Ante el hecho consumado, ante la certeza de que venían los ingleses, cuando llegó el momento de combatir, se jugaron muchas cartas: porque la fuerza aérea actuó; la aviación naval actuó, la flota salió... Pero todo tirado de la cola porque estaba el otro conflicto latente y no se podía poner toda la carne en el asador, había que guardar algo; o sea había limitaciones para la acción. Y cuando preguntan ¿por qué no estaban las tropas de montaña? Y... ¡porque estaban desplegadas en la ladera de la cordillera!

Soldados de Malvinas.

-Pero esa fue una limitación autoimpuesta. ¿No debió haberse resuelto primero el conflicto con Chile? El general Guglialmelli, en un trabajo que escribió apenas terminó la guerra -que debe haber sido lo primero que se publicó sobre el tema- señala que era más factible un ataque chileno que un ataque inglés.

-No, lo que planteaba el general Guglialmelli era que para actuar contra Inglaterra había que tener solucionados los otros elementos negativos: uno era la situación interna y lo otro el conflicto latente con Chile por el Beagle. Entonces todo eso ponía a la Argentina en una situación difícil. En términos militares, estoy actuando por líneas interiores, porque por un lado voy hacia acá pero tengo que cuidar aquí y además un conflicto interno. Es una situación estratégica muy difícil. Por otra parte, usted dijo una cosa muy importante: esto estaba planeado para más adelante, no para el pleno invierno. Porque además, se hubieran dado dos circunstancias muy favorables: una era que los ingleses reducirían la flota por una razón presupuestaria y por una razón de estrategia política de alto nivel. Era una época en donde todavía funcionaba el mundo bipolar y la OTAN había aprobado un tipo de operación que basaba todo en los submarinos nucleares y en las fuerzas aéreas con misiles y dejaba un poco afuera a los elementos de superficie. Esta nueva realidad influía mucho sobre la actitud de la Royal Navy, porque iba a perder importancia dentro del balance de las fuerzas militares en Gran Bretaña. En consecuencia, perderían parte del presupuesto, lo cual significaba dejar sin trabajo a 15 mil militares, entre oficiales, suboficiales y marineros, y el desguace de buena parte de la flota.

-Entonces, si la recuperación se hubiera hecho más adelante, los ingleses hubieran tenido problemas para rearmar su flota.

-Sí, es así. ¿Cómo hubieran remontado el asunto? Por eso ellos se apresuraron, aprovecharon la oportunidad y mandaron de todo. Así fueron las cosas. La otra razón para esperar era que para esa fecha se debía completar el contrato de adquisición de Super Étendard y los Exocet para la marina. No sucedió y tuvimos cinco nada más.

-Con la efectividad que mostraron esos cinco Exocet, imagínese lo que hubiera sido contar con una nueva tanda de misiles.

-Y, si atacan y hunden al Sheffield; atacan y hunden al Atlantic Conveyor... Pero después nos quedaba un solo Exocet. Y la negociación no era con Libia, que mandó los misiles SAM 7; había que hacerlo con Francia y tenían que salir de ahí para llegar acá. Todos sabemos lo que es el servicio de inteligencia inglés. Esa operación se intentó pero fracasó.

La cantidad de errores que hizo 

-Usted dice que la batalla por Malvinas era esencialmente aeronaval.

-Ninguna duda. En toda experiencia de guerra no hay una batalla que se haya resuelto a favor de un defensor terrestre que no haya contado con apoyo aeronaval. La batalla se resuelve en el mar y con aviones. Obviamente.

-Teniendo en cuenta eso, era prioritario cargar y despachar rápidamente todo lo imprescindible para sostener una guerra contra Inglaterra. Antes que nada se debieron transportar las planchas de aluminio para extender la pista de Puerto Argentino. Sentido común.

-En realidad... bueno, usted tiene razón. Había que mandar las planchas. ¡Mandar todo! Pero el sentido común también decía... Primero, ojo, no quiero sacarme nada de encima, pero en el planeamiento no estuve. Segundo, había una idea de poner en las islas no más de quinientos hombres. Pero cuando después se hace evidente que los ingleses van a ir a las islas y se piensa en reforzarlas... Porque antes estaba el tema del secreto, ¿Qué pasa si un agente inglés que estuviera en Buenos Aires se enteraba de lo que estaban preparando los argentinos?

-Era un riesgo que se podía correr.

-No, no, es casi una certeza, es casi una certeza. Porque los ingleses detectaron los movimientos de nuestra fuerza expedicionaria... No sé, a lo mejor era una cuestión de jugar con los tiempos, pero como había cosas para la eventualidad con Chile, se trabajó rápido y se preparó el Córdoba y después el Formosa. El Formosa llegó a Malvinas con combustible para los aviones, municiones y algunas pistas de aterrizaje desmontables y veinte contenedores con comida. El Córdoba, no. ¿Qué pasó? ¿Por qué no llegó? No lo sé. Eso habría que investigarlo.

Después, el 10, el 11, los ingleses marcan la zona de exclusión y acá pensaron: "Si nosotros hacemos zarpar el barco y lo agarran en la zona de exclusión, lo torpedean y se hunde, ¿qué pasa?" Eso es casus bellis.(Del latín, traducido como motivo, causa o pretexto para iniciar una guerra.) Después de eso, ¿cómo responde usted? No puede decir: "Bueno, acá no ha pasado nada; queremos charlar". Entonces el gobierno me manda una comunicación diciendo: "Mire, el barco no va a zarpar, no va a ir. Usted lo que tiene que hacer es mandarnos las prioridades y decirnos qué es lo fundamental, que nosotros se lo vamos a mandar por avión." Pero, en el modo aéreo, se estaban enviando soldados, y no había capacidad para una carga de 15 mil, 20 mil toneladas. Bueno, las cosas se fueron ligando mal para nosotros.

Galtieri anuncia la rendición

-Ahí se selló el curso de la guerra. A las islas se las podía haber convertido en portaaviones fijos.

-Sí, sí, claro, pero le cuento al mismo tiempo que a Malvinas fue personal de tierra, de Fuerza Aérea y dijo que el alargue exigía, por las características de relieve, un trabajo de alisamiento previo de la tierra. Algunas pocas planchas se alcanzaron a bajar, pero sin los elementos para el alisamiento. Entonces, las que se pusieron cuando el avión aterrizaba de este a oeste no pasaba nada, pero si tenía que decolar de oeste a este, el avión levantaba las planchas. Se conversó el tema con Lami Dozo, pero no se resolvió y sólo se concluyó que no se podían poner aviones estacionados al aire libre por el riesgo a que fueran destruidos en pista.

-Como pasó en la isla de Borbón, cuando los ingleses hicieron explotar los Pucará y luego la propia pista.

Nota del autor: (Tras la recuperación de Malvinas, la Armada Argentina estableció el Aeródromo Auxiliar Calderón en la isla Borbón, al norte de Gran Malvina, utilizando dos pistas de aterrizaje local. Durante la noche del 14 de mayo, 45 comandos ingleses del SAS pusieron cargas explosivas en siete de los aviones y luego abrieron fuego con armas ligeras y cohetes destruyendo once aviones, seis de ellos Pucará).

-Sí. Porque en Río Gallegos había hangares de hormigón fuerte para aguantar bombas pero en Malvinas, no. Además, usted tenía que tener las bombas, tenía que tener los grandes depósitos de combustible... y los tanques que había eran chicos, para 5000 litros. De emergencia hicimos que los aviones C 130 vinieran al tope de combustible; lo que sobraba se conectaba con mangueras y se llenaban los tanques para abastecer a los aviones y helicópteros. Y se dependía de eso...

Avión Super Etendard con misiles Exocet. La argentina disponía de sólo cinco misiles, con los cuales hundió dos barcos.

-¿Por qué no se contempló la peor reacción inglesa?

-Sí, sí; no la mejor, sino la peor, la más peligrosa. Realmente no lo sé.

-El almirante Anaya fue el que más activó la guerra, pero tras el hundimiento del Belgrano escondió a la flota en el continente.

-Por un lado, el vicealmirante Lombardo dijo que era muy difícil que los ingleses desembarcaran en San Carlos, pero que si lo hacían ése era el momento para que la flota argentina hiciera algo. La oportunidad llegaría cuando la fuerza expedicionaria se fijara para hacer el desembarco. Lo intentaron, pero fracasó por una casualidad tremenda. Ese día casi no había viento. No hubo el suficiente para hacer decolar a los aviones con la carga necesaria para atacar. Con combustible a full, bombas, proyectiles en los cañones... El portaaviones se pone contra el viento y además del trabajo de la catapulta, el viento es el que ayuda a sustentar al avión para que no se caiga al mar, porque se le termina la cubierta. Y no pudieron. Tengo que creerle al comandante del portaaviones, a quien conozco, y a todo el personal de la flota que dice que no se pudo. Usted tiene circunstancias favorables y desfavorables.

-El dispositivo de defensa argentino se concentró en Puerto Argentino para defenderse ante un ataque frontal de la flota inglesa. Sin embargo, entran por la boca norte del estrecho de San Carlos. ¿No era ésta la segura segunda opción de los británicos como para prever algo allí?

-Los ingleses tenían varios puntos, los estudiaron y se decidieron por el asesoramiento de un infante de marina que había estado antes en las islas y recomendó ese lugar. Pero no era el único, y nosotros, más que nada después de la entrada aislada de un barco inglés, que nos probó que sus buques podían maniobrar en el canal, decidimos poner al teniente Esteban en San Carlos y no daba para más. No había más elementos de transporte ni medios para la logística. Quizá si se hubiera tomado la resolución que propuse el 25 de abril de una distribución distinta de la brigada 3, se podría haber colocado allí un regimiento. Pero no más. Porque volvemos a la historia, si usted no lo previó con anticipación como arma, ¿cómo le lleva los elementos de refuerzo? La artillería, las municiones...

-¿Por qué no se enviaron aviones en oleadas permanentes durante los primeros dos días, cuando los ingleses aún carecían del apoyo de sus aviones de combate, lo que podría haber convertido el intento de desembarco inglés en un desastre para ellos?

-El día del desembarco, estaban Lombardo y el general García, el comandante de operaciones terrestres, discutiendo. Yo pedía el apoyo inmediato y hubo una gran discusión porque el marino decía que San Carlos no era el lugar verdadero de desembarco de la flota inglesa y que por lo tanto había que esperar el ataque en serio. Y bueno, no fue así, porque los ingleses metieron en San Carlos una parte, lo que hacía falta de su flota y el resto quedó fuera, al noreste de la isla, porque en el estrecho no había espacio; la entrada mide apenas 4 kilómetros de ancho.

-Por más que fuera un ardid de los ingleses, los barcos que entraban, aunque fueran pocos, eran reales. ¿Por qué no atacarlos con todo, justamente si habían entrado al estrecho sin su verdadero poderío?

- Los pilotos navales sí estaban preparados y actuaron muy bien, pero la fuerza aérea no estaba preparada. Cuando se decide hacer frente a la fuerza expedicionaria, se habla de entrenar a los pilotos de fuerza aérea para atacar blancos navales porque en ese momento había una división en las misiones aéreas. La Fuerza Aérea no podía operar sobre el mar, sino sobre el interior del territorio hasta la playa. Entonces no estaban preparados logísticamente para atacar blancos navales. De todos modos sus pilotos hicieron un esfuerzo fantástico que sacrificó la vida de tantos de ellos, pero no rindió el fruto esperado porque no explotaron las bombas. Calibraron mal las espoletas de las bombas para los blancos navales. Después, los mismos oficiales de alto rango de la Fuerza Aérea me dijeron que recién el 25 de mayo tuvieron las bombas a punto.

Menéndez se rinde ante el general inglés Jeremy Moore.

-Parece que cada fuerza peleó su propia guerra...

-Es cierto, pero eso vino de arriba; no fue un tema propio de Malvinas.

-Vino de origen.

-Hablando mal, vino mal parido, porque si usted dice: "Necesito aviones de combate" y le responden que no se puede, porque la pista no da, porque no hay logística, porque no hay modo de proteger a los aviones... Claro, como no se había pensado, no se pudo tener aviones de combate en las islas y entonces tenían que volar desde el continente. Entonces pido, no un portaaviones o una fragata, pido por lo menos una corbeta o lanchas rápidas. "Sí, pero no sabemos si funcionan con el combustible que hay ahí". Si usted hubiera preparado la guerra, habría previsto estas cosas y de no poder resolverlas, eso quizá lo hubiera hecho pensar que estábamos en condiciones. Yo insisto: la guerra no se previó, y entonces se improvisó. Dentro de la improvisación, hicimos lo que muchas veces en la Argentina se pondera. En otros rubros se pondera, no sé, se rompió el auto, bueno, lo arreglamos con alambre. Pero en la guerra no es así. Y las improvisaciones llevaron a carecer de poder de combate, de poder de fuego... No sé, a veces uno se pregunta que más podría haber hecho yo o qué más pude haber discutido con el general García cuando le propuse un dispositivo diferente. Me dijo: «No, no, Menéndez, porque los comandantes quieren que las islas estén todas ocupadas». «Pero no se engañe, general. Está creando problemas en la logística.»

-¿Usted pensó en alguna alternativa posible?

-En Malvinas, en realidad, la solución, una solución teórica, de ejercicio de escuela de guerra, hubiera sido: "Señor, vamos a poner en los lugares posibles de desembarco fuerzas para que lo detecten y en un dispositivo central con buenos medios de movilidad vamos a tener la fuerza que los va a rechazar". Pero no había elementos de movilidad para hacer eso. A mí, un general al que no voy a nombrar de la Comisión Rattenbach me preguntó: "Pero escuche, Menéndez, ¿a usted no le parece que había que haber hecho en Malvinas una defensa móvil?" "Sí, general, me hubiera gustado pero ¿sabe qué? Para eso hay que tener medios de movilidad, potencia de fuego, superioridad aérea o equilibrio, pero eso nunca estuvo garantizado." Entonces hubo que apelar a ese dispositivo, fijo, estático; moviendo lo que se podía mover. Los comandos, por ejemplo.

-El Informe Rattenbach es duro con la junta militar.

-Bueno ellos han tenido, supongo, otros elementos de juicio.

-También fue duro con usted.

-Era un grupo de seis militares y la verdad es que yo pensaba otra cosa. Es más, usted sabe que el general Rattenbach no lo quiso firmar el informe. Lo firmó en disidencia. ¿Usted sabía eso?

-No.

-Nunca se dijo eso, pero el general Rattenbach firmó en disidencia. Él me absuelve a mí de la responsabilidad en la rendición; responsabilidad que me asignaban los otros cinco miembros de la comisión. El firmó en hoja separada diciendo que "compartía en términos generales" el informe, pero estaba en desacuerdo puntualmente. ¿Usted sabía eso?

-No, pero tenía entendido que la mayor parte del informe lo había escrito el general Rattenbach.

-Puede ser, pero esa parte la firmó en disidencia.

Entonces el general mira a Otto. Otto me mira a mí. Yo lo miro al general.

-En una parte del libro Malvinas, testimonio de un gobernador, que es una larga entrevista que le hizo Carlos Túrolo en 1983, usted dice: "Probablemente ninguno de nosotros en lo más íntimo pensaba que iba a lograr una victoria".

-No lo recuerdo. No lo creo. Tendría que leer de nuevo eso y ver el contexto. Lo que le puedo decir es que había una voluntad de combate a partir del momento en que las islas se recuperaron. Es tierra nuestra y hay que defenderla por el tiempo que sea necesario. Como dijo Galtieri: "A  esta altura de los acontecimientos, los ingleses ya están muy al sur y van a tener que  hacer algo; si atacan y ustedes resisten, si aguantan el primer cimbronazo, y hay que hacerlo, después se va a poder negociar".  Aguantamos 45 días. No alcanzó.

-Los ingleses dicen que una semana más de guerra y debían volverse a Gran Bretaña.

-Esa es la realidad que vivieron ellos, que yo desconocía. Pero por más que yo la conociera, nosotros habíamos prolongado la resistencia todo lo posible. Sí, al enemigo le quedaban 6 proyectiles, pero tenía todos los cañones. Nosotros, de 42 cañones, teníamos 9, 10 en funcionamiento o con munición. Si los ingleses estaban mal, nosotros estábamos peor.