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Política

La tragedia de Rosa: la explosión le sacó de la mano a su hijo Sebastián

Sebastián Barreiros tenía 5 años cuando ocurrió el atentado. Es la víctima más pequeña.

18 Julio de 2019 15:01
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No hay una forma de medir el dolor. ¿Cuál historia puede ser más trágica en la vida de las víctimas del  atentado contra la sede de la AMIA, ocurrido el 18 de julio de 1994, del que hoy se cumplen 25 años? Es imposible saberlo. Para todos ellos ese día les arrancó una parte de la vida.

Y la explosión que destruyó el edificio situado en Pasteur 633 arrancó literalmente de la mano derecha de Rosa Montano de Barreiros a su hijo Sebastián, de 5 años, la víctima más pequeña, la más frágil, de todas las que murieron por el ataque terrorista llevado adelante en el corazón de la comunidad judía residente en Buenos Aires. 

Rosa tenía que ir al Hospital de Clínicas a realizarse unos chequeos. Era un lunes, primer día de las vacaciones de invierno, y decidió llevar a Sebastián, que no tenía clases. Dejó a su hija menor con su mamá. Y se fue con Sebastián: la promesa era que después de pasar por el médico irían juntos a comer hamburguesas. Se bajaron en la estación Pasteur del subte B y caminaron por esa calle hacia la avenida Córdoba, donde se encuentra el hospital.

Los dos, Sebastián y Rosa, terminaron en el Clínicas después de la explosión. El hospital, por su cercanía, se convirtió en el principal centro de atención de las víctimas del ataque. Rosa estuvo a punto de perder un brazo, tuvo dos fracturas expuestas y perdió movilidad en la mano. Sebastián murió en el acto por las heridas provocadas por los cientos de metales y escombros que llovieron por toda la cuadra tras la detonación.

Rosa declaró dos veces por escrito en la causa, cuando estaba bajo el mando del ex juez federal Juan José Galeano, condenado este año por el encubrimiento y el desvío de la investigación, luego de haber acordado que se le pagaran 400 mil dólares al reducidor de autos Carlos Telleldín para que acusara falsamente a un grupo de policías bonaerenses como partícipes del ataque. Rosa también declaró, entre lágrimas, cuando se realizó el primer juicio oral. Y su testimonio en video con la voz de su relato fue realizado el año pasado por la AMIA en el aniversario 24.

Los dos primeros testimonios, si se quiere, son los más genuinos, porque son más frascos, no se encuentran “contaminados” por el paso del tiempo, por comentarios, por los dichos de terceros, por lo que se publica en los medios. Su primera declaración ante oficiales de la Policía Federal fue el 22 de julio de 1994, cuatro días después del ataque, cuando aún permanecía internada. La segunda declaración ya es en sede judicial, en el juzgado de Galeano, donde se presenta el 4 de diciembre de 1996, casi dos años y medio después del ataque, cuando ya lleva las lesiones en el cuerpo y el dolor en el alma por la muerte de Sebastián.

Los dos relatos son muy similares. Rosa cuenta que esa mañana caminaba por la vereda de la calle Pasteur de la misma mano donde se encuentra el edificio de la AMIA y que antes de pasar por el frente se para a mirar una vidriera en un negocio. Y que antes de pasar por la puerta escuchó un ruido que la asustó. Miró para atrás y vio a dos hombres que estaban descargando escombros en un volquete que estaba situado en la calle. Los dos hombres se quedaron parados al lado del contenedor, después de la descarga. Ella los describe como “bolivianos”. En el edificio de la AMIA se estaban haciendo una serie de reformas.

Después del susto siguieron caminando. Pero apenas dieron unos pocos pasos más cuando se vino el estallido. “Pudo escuchar una fuerte explosión y viento que la despidió hacia unos metros más cerca de la calle, también pudo percibir un fuerte olor raro. Fue en ese momento,  que su hijo, que iba de su mano, se desprende y es despedido hacia otro lugar, a unos quince metros de donde estaba la declarante. Que en ningún momento la declarante perdió el conocimiento, por lo cual lo único que quería era ayudar a su hijo”, consigna su declaración.

Dos personas son las que le brindan ayuda a Sebastián, lo cargan en brazos. Ella trata de caminar detrás de ellos, pero está herida ensangrentada. Cuando llega a la esquina alguien la ayuda también a ella. Pide ayuda a un hombre, vestido con camisa celeste, flaco, alto, que sale corriendo hacia la avenida Córdoba.

“La dicente quería acompañar a su hijo, es por ello que empezó a caminar también por detrás de dicha persona, pero debido a las heridas que la declarante había sufrido caminaba lento y al llegar a la esquina fue socorrida por un policía y un señor, quienes la subieron a una camioneta Trafic de color blanca, que en su interior ya estaban las personas heridas que habían estado alrededor de su hijo, luego de la explosión”, agrega. De ahí la llevaron al Clínicas, donde quedó internada.