por Daniel Riera
24 Mayo de 2019 11:24Las mujeres participaron del Cordobazo con la misma intensidad y el mismo compromiso que los hombres. La insurrección popular del 29 de mayo de 1969 en Córdoba, que puso en jaque a la dictadura de Juan Carlos Onganía, las tuvo en las calles luchando y enfrentándose a la policía. Sin embargo, el dato pasó bastante inadvertido hasta la aparición de un libro revelador: El cordobazo de las mujeres. Memorias, de Bibiana Fulchieri. La periodista entrevistó a 20 mujeres que participaron y logró, no incorporarlas a la historia porque ya estaban en ella, pero sí visibilizarlas, tal el impacto enorme que tuvo su trabajo. Aunque no era el primer libro sobre las mujeres en el Cordobazo, sí fue el primero en ser leído con atención y en producir un impacto: los cambios de época ayudan bastante. BigBang habló con Soledad García, legendaria dirigente docente de la provincia, y con Isabel Guzmán, militante feminista, entonces una adolescente de 14 años, ambas también entrevistadas por Fulchieri, quien gentilmente cedió los datos de contacto.
-La invisibilización del papel de las mujeres es histórica -explica Soledad García- y no abarca sólo el Cordobazo. Siempre ha habido participación de las mujeres en el ámbito de lo publico, en los sindical, en lo político, en las organizaciones de base, barriales o territoriales. Creo que hay imbricaciones en la historia, esto es un proceso lento, y uno se pregunta por qué no aparecíamos en las fotos de los sindicatos.... Eso lo dirá el tiempo. El libro ha producido la visibilización del sujeto colectivo de las mujeres en la lucha social. Puntualmente, con respecto al Cordobazo, ha habido un recorte. Yo no sé si es ocultamiento o invisibilización o qué, pero sucedió. Estaba tan naturalizado que la mujer no tenía un papel decisivo sino que siempre teníamos que estar relegadas a lo privado, la familia, lo doméstico. Pero lo cierto es que historiadores de Córdoba que han abordado muy bien el tema del Cordobazo no hablaban de las mujeres, a lo sumo te hablaban de las mujeres que esperaban a sus maridos, de las mujeres del SMATA que acompañaban con la vianda, siempre en un papel secundario, pero las mujeres estaban como sujetas concretas de la lucha en el Cordobazo.
-Quizás se piensa que en un hecho que implicó barricadas, violencia urbana, etc. las mujeres no iban a participar porque eso, desde el prejuicio, es "cosa de hombres"...
-Es probable. En la cobertura famosa que hizo Sergio Villarroel, se ven unas mujeres que corren hacia una escalera, una de ellas de guardapolvo: no sé si era una maestra o alguien del gremio de Salud. Tal vez pensaban que las mujeres no íbamos a dar vuelta autos o a participar de las quemas de la Xerox o de los Citröen o de la Confitería Oriental. Sin embargo, yo recuerdo a las mujeres que íbamos con las bolitas de los rulemanes: se las tirábamos a los caballos de la policía para que no nos atropellaran. Ese día, la participación fue muy importante para nosotras las docentes. Nosotras, las de la Unión de Educadores de Provincia de Córdoba, estábamos organizándonos básicamente en la delegación Capital de la UEPC y participamos con todo.
-Tenía entendido que las maestras se movilizaron pese a que el gremio de los docentes formalmente no adhería al paro...
-Claro, porque en esa época todavía existía el debate sobre si los docentes éramos trabajadores o apóstoles. Algo hemos avanzado... Una vez una docente me dijo: vos no digás que estuviste en el Cordobazo.
-¿Pero por qué?
-Porque era un hecho insurreccional. Se hablaba a veces del Cordobazo, de la sublevación y de la "subversión", que fue un término posterior, porque en la época de Onganía se hablaba de "sedición". En otra época el Cordobazo tenía una connotación negativa y yo me preguntaba por qué, si ayudó a la caída de una dictadura.
-¿Cuáles son las impresiones equivocadas que han quedado sobre el Cordobazo con el paso del tiempo?
-Hubo un historiador que habló del Cordobazo como un hecho espontáneo, después revisó esa postura por suerte. Raimundo Ongaro [líder de la CGT de los argentinos] iba a venir a Córdoba 48 horas antes del paro y lo detuvieron... No podemos decir jamás que fue un hecho espontáneo. Íbamos a la CGT, nos metíamos, debatíamos...
-De hecho, se había declarado un paro con movilización.
-Exacto. El plan era una jornada de protesta fuerte, un paro activo...Siempre se dice, y está bien decirlo, que los tres gremios que protagonizaban el paro eran gremios bien pagos: los únicos mal pagos en todo momento de la historia somos los docentes (risas), pero sí, lo que se reclamaba eran mejores condiciones de trabajo y libertad. A mí misma me habían echado de la universidad, donde era ad honorem.
-¿Qué recordás de tu participación aquel 29 de mayo?
-Habíamos salido con una consigna: si había represión, replegarnos, meternos en casas o sindicatos que estuvieran abiertos. Éramos en general mujeres, si bien estábamos con dirigentes de aquella época de la UEPC capital, como Rolando Allende, Monti... Algunas nos desencontrábamos y nos volvíamos a encontrar a las dos cuadras. Marchábamos hacia la Cañada, hacia la Plaza Colón. Yo no recuerdo haber andado cuadras y cuadras, sino hasta más tarde. Sobre la muerte de Máximo Mena, recuerdo que un mozo le dijo a una compañera “Parece que hay un muerto, parece que hay muertos".. Recuerdo que la gente salía de su casa decía “No vayan para el lado de Güemes, que es una locura”. Mi padre anduvo por Güemes, lo metieron en una casa, le dieron mate cocido. Y me acuerdo que no se prendió fuego y no hubo barricadas hasta que no se supo de una o de las muertes. Cuando ya la cana se repliega, ahí empezó a entrar el ejército en la ciudad. Y ahí empieza la gente a tirar maderas, cubiertas, muebles, lo que tenía a mano. Y las barricadas surgieron por todos lados.
Isabel Guzmán tenía 13 años cuando tuvo que abandonar la ciudad de Córdoba para esconderse porque la policía la buscaba: apareció en una secuencia fotográfica de los disturbios frente a la Confitería La Oriental, un símbolo de la aristocracia cordobesa que ese día fue completamente destruido, algunos dicen que por la policía, otros que por los manifestantes. En el libro de Bibiana Fulchieri lo cuenta así: "Me acuerdo del ruido que produjo el estallido de los vidrios y de la gente sacando tortas; comimos un poco y también le convidamos a la cantidad de perros que nos seguían. ¿Viste que siempre las marchas están llenas de perros, hasta hoy?"
-Vos eras una nena en el Cordobazo, tenías 14 años...
-Yo me había quedado sola. Tras la muerte de mi padre, mi madre mi abandonó. No es por pasarle una factura, mi vieja nunca me quiso y me encontré a los 13 años sola con un hermano muy chico. Para colmo yo había estado alejada de mi papá porque a los 7 años tuve un accidente muy grave y estuve tres años y dos meses internada, un camión me destrozó una pierna. Entonces a mi viejo lo veía muy poco. Tenía un par de máximas: una era “Usted nunca haga lo que no le gusta que le hagan”, y la otra, había peones en mi casa, y cada vez que se enfermaba uno, él decía “Le voy a llevar comida, fruta, a la familia" , y ahí yo iba con mi viejo. Yo iba a un colegio religioso, el Santa Teresita, y después de mi accidente no quise ir nunca más y aproveché el vuelo para decirle a mi papá que quería ir a una escuela rural. El cambio fue increíble porque la escuela no era pobre, era más que eso: cuando llovíamos teníamos que estar con el paraguas en la mano, porque eran dos habitaciones y un cuartito. Éramos tres grados en una pieza, y teníamos el excusado al fondo, pero yo fui feliz ahí, y ahí vi la gente realmente pobre pobre. Yo iba a un colegio de monjas antes, te imaginás... Pero me quedé sola y es medio duro madurar de golpe y tan chica. Empecé a buscar trabajo, porque yo era alta, grandota... En la secundaria había una profesora que me hablaba del marido, que era metalúrgico, siempre comentaba algo, y yo me traslado a Castro Barros: cuidé chicos, ayudé a lavar platos en un restaurante... Para mí trabajar era lo más normal, aunque siempre tuve en cuenta que tenía que estudiar. Y me traslado a Castro Barros porque tenía un colegio nocturno y tenía la Casa Cuna donde podía dejarla a mi hermano en una guardería para que lo cuidaran. Y me alquilé una habitación en un pensionado.Entré a trabajar en la industria de calzado, donde había menores por todos lados. Mi primera experiencia fue que me perforé dos dedos. Me habían preguntado si sabía manejarla y les dije que sí. Y ahí empecé a ver otra realidad. Yo veía, me quedaba y escuchaba que no ganaban bien. que tendrían que ganar más, etc. Y entre la escuela, las fábricas de Castro Barros, que eran un montón, y mi tendencia a hablar con gente más grande. me fui dando cuenta de que estaba pasando algo y que íbamos a tener que salir a la calle. Yo me dije "Yo tengo que estar, si yo soy una trabajadora. A esa edad tomé conciencia de que era una laburante, y que era cierto todo, que no teníamos nada. Ahí empecé a decir por qué, por qué pagar todo y no tener nada. Era la rebeldía. Y vas viendo que el que podía estudiar era hijo de un obrero y que si al obrero le iba mal, el hijo no podía hacer una carrera, y va en disminución tu calidad de vida. Tuve la conciencia plena de que vamos a pelear con algo porque nos están asfixiando, y si estamos haciendo nuestro trabajo nos merecemos un reconocimiento. Esa era mi perspectiva entonces. Yo creo que desde muy chica comprendí que si no peleás, no te ponés a la par del otro, solo no lográs nada. Las reivindicaciones se logran codo a codo. Y también que no se protesta porque sí. Se protesta, como en el Cordobazo, con argumentos.