14 Marzo de 2025 09:06

Las declaraciones de la diputada libertaria Lilia Lemoine sobre la brutal represión en la marcha por los jubilados encendió la indignación de distintos sectores de la sociedad. En un intento por justificar el accionar de las fuerzas de seguridad a las órdenes de Patricia Bullrich, la legisladora no solo relativizó el impacto de la violencia estatal, sino que recurrió a una analogía grotesca para minimizar lo sucedido: "No podés hacer un omelette sin romper un par de huevos".
El "omelette" de Lemoine es, en este caso, la integridad física de Pablo Grillo, el fotógrafo de 35 años que se encuentra en terapia intensiva tras recibir en la cabeza el impacto de un cartucho de gas lacrimógeno disparado por la Policía Federal. "Los próximos días serán clave", señalaron los especialistas del Hospital Ramos Mejía. Según la diputada, no fue más que un "accidente" y, además, el propio Grillo habría sido responsable de su tragedia por "ponerse en el medio de los manifestantes y la policía".
El cinismo de estas declaraciones no solo demuestra un preocupante desprecio por la vida y la libertad de expresión, sino también una peligrosa naturalización de la violencia institucional. Lemoine parece ignorar que el fotoperiodismo es una actividad esencial en toda democracia: su función es documentar y visibilizar la realidad, no convertirse en blanco de represión. El mensaje que subyace en su discurso es escalofriante: si un periodista sufre violencia policial, la culpa es suya por estar "en el lugar equivocado". "Coincido en que [Grillo] es un ser humano y tenemos que desear que se recupere....", dijo titubeando.
Y aclaró: "Pero también hay que aclarar: no es que un policía le apuntó a la cabeza y le disparó, porque no fue esa la intención. Si vos te ponés en el medio de los policías y los manifestantes cuando están tirando gases, corrés ese riesgo, que fue un accidente muy desafortunado. Los accidentes ocurren, fue un accidente. Y en ese contexto es normal que ocurra. Es dejar que la Policía trabaje y, si pasa una cosa como la que pasó, que es un espanto, entender que no podés hacer un omelette sin que se rompan un par de huevos". Como si la insensibilidad no fuera suficiente, la diputada también planteó teorías conspirativas para explicar la violencia que se vivió en el Congreso.
Según Lemoine, hubo una "maniobra orquestada" por barras bravas y municipios de la provincia de Buenos Aires para generar disturbios y desestabilizar al Gobierno. No aportó pruebas concretas, pero la estrategia es clara: desviar la atención de lo que realmente sucedió y justificar el accionar desmedido de las fuerzas de seguridad. "Es así, si te metés en una situación de riesgo... puede llegar a pasar. No debería pasar, pero puede pasar", dijo en diálogo con A24. "Estaba entre la Policía y los manifestantes, él solito. No digo que se lo merezca, digo que es más probable que te pase ahí. No podés culparlos (a los agentes) por haber hecho eso", remarcó.
Incluso, en un giro surrealista, acusó al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires de haber autorizado obras en la vía pública con el propósito de dejar piedras "disponibles" para los manifestantes. La insinuación de que una obra en construcción es una estrategia para incitar la violencia parece extraída de un guion de teorías conspirativas más que de un análisis serio de los hechos. "El gobierno de la Ciudad autorizó el inicio de dos obras para proveer que los muchachos tengan piedras. Frente a la Casa Rosada y al Banco Nación habilitaron el lunes una obra donde hay un volquete lleno de escombros. Si no fue con maldad, fue con negligencia", dijo.
Lo que queda claro tras sus dichos es la preocupante indiferencia de Lemoine ante la represión y su disposición a justificar cualquier acción bajo el pretexto de mantener el orden. En una democracia, la seguridad no puede garantizarse a costa de atropellar derechos fundamentales ni de minimizar el sufrimiento de las víctimas. Si la postura oficialista es "entender" que hay costos inevitables, cabe preguntarse qué otras violaciones a los derechos humanos estará dispuesta a tolerar en el futuro. Pablo Grillo sigue internado, su familia espera justicia y la sociedad exige explicaciones. Mientras tanto, Lilia sigue haciendo papelones en televisión.