Seis de cada diez chicos serán pobres a fin de año. El dato, puesto sobre la mesa en estos días por Unicef, expone no sólo la pobreza estructural de la Argentina, sino que interpela y obliga a acelerar los tiempos de discusión sobre qué tipo de país comenzará a construirse una vez que termine la pandemia de Covid-19. Cómo se vive hoy en los barrios populares, los batalla por la reconstrucción de imaginarios reales, el entretejido social, la visibilidad a los sectores de la economía popular y el desafío de evitar la deserción escolar del próximo ciclo lectivo.
Esos fueron tan sólo algunos de los ejes de la entrevista con Carolina Brandariz, socióloga, docente, directora de Cuidados Integrales del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación e integrante de la Mesa Nacional del Movimiento Evita. Una pregunta tan simple -y al mismo tiempo tan necesaria- abre el diálogo: ¿de qué hablamos, cuando hablamos de pobreza? "Estamos ante una realidad muy distinta a la que se muestra desde los medios de comunicación. Las familias viven en una habitación, no hay conectividad. Hay un uso muchísimo mayor del espacio público por el hacinamiento. Por eso, en un momento de la pandemia, el presidente dejó de hablar de aislamiento social y pasó a hablar de aislamiento comunitario", explica.
En efecto, el caso "Villa Azul" explotó a finales de mayo. Fue el aislamiento del barrio popular -luego de que se detectara un brote de Covid-19- el que instaló un acartonado debate en los principales medios de comunicación. Quien conoce el territorio, entiende la imposibilidad del cumplimiento de las primeras medidas de aislamiento. Quienes no lo conocían, se preguntaban en vivo cómo era posible que no se pudiera cumplir con algo una premisa tan simple y básica como el "quedate en tu casa". La muerte de Ramona Medina, vecina del Barrio 31 y referenta del área de salud de la Casa de las Mujeres y las Disidencias de la Asamblea de La Poderosa, expuso aún más las diferencias territoriales. En efecto, la referente falleció de coronavirus, luego de denunciar que el barrio llevaba más de diez días sin conexión de agua.
Aunque el virus no discrimina, la pandemia no nos encontró a todos con los mismos derechos, ni recursos para hacerle frente. "Es una vulneración de derechos por parte del Estado. El programa 'El barrio cuida al barrio' busca precisamente fortalecer el aislamiento comunitario, dando cuenta de la realidad en la que se vive. Hemos trabajado mucho durante estos meses en promover estas nuevas medidas de cuidado. Quienes viven en estos barrios no se quieren contagiar, hay uso del tapaboca; hay higienización de manos. Pero lo hacen en condiciones de desigualdad", subraya Brandariz.
La implementación del plan tuvo lugar el 14 de abril y se lleva adelante no sólo por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación -a través de la Secretaría de Economía social-, sino que hay un apoyo al tejido de redes creado por las organizaciones sociales de cada barrio. "Trabajamos en un formato de co-gestión con las organizaciones; que tienen todo el conocimiento del lugar: quiénes son las personas más vulnerables al covid, quiénes son las personas que padecen enfermedades crónicas. Esos datos fueron claves, por ejemplo, a la hora de construir el esquema de vacunación anti gripal. Contar con todo eso saber, posibilitó que esas personas que presentaban síntomas en los barrios pudiesen tener la contención inmediata de una persona de su confianza. No hubiese sido la misma reacción si alguien lo hacía en nombre del Estado, sin la cercanía que tienen los referentes de los barrios",
Esas bases, los entretejidos sociales que oficial de contenedores sociales paralelos al Estado, juegan hoy un rol vital en el marco de la pandemia. "Fue muy importante tener esa base territorial y esas referencias. El Estado no hubiese podido hacerlo por sí mismo. Es interesante pensar estos modelos de co-gestión con las organizaciones sociales para tener un alcance territorial muchísimo mayor; además de ser una manera de que el Estado llegue de eficientemente. Esa discusión también hay que darla. Poder aprovechar toda la capilaridad que tienen las organizaciones y fortalecer esas redes en territorios, en donde hubo ausencia del Estado".
Las crisis exponen la relevancia de la capilaridad advertida por Brandariz, así como el cuadro de situación real que enfrentan los trabajadores de la economía popular que, a diferencia de los imaginarios sociales reforzados por los medios hegemónicos, representan el 25 por ciento de la población económicamente activa y suman cerca de seis millones de personas. Sólo en seis semanas, el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular -abierto el 7 de julio- ya suma 461.810 inscriptos, de acuerdo al último dato oficial aportado por la Secretaría de Economía Social.
"El Ingreso Familiar de Emergencia, por ejemplo, nos dio una pauta clara. Se estimaba que aplicarían cuatro millones de personas, pero se anotaron doce y finalmente lo perciben nueve millones. El Renater es una herramienta que permite construir un diagnóstico claro. El treinta o cuarenta por ciento de la población no percibe un salario en relación de dependencia. por lo cual, me parece que son importantes estos pasos que vamos dando, respecto de un Estado que construya un diagnóstico también con estos sectores. Escuchándolos en serio y entendiendo de forma real cuál es la situación que atraviesan".
Durante la entrevista -que se realizó horas antes del anuncio del presidente, la funcionaria advirtió la falta de conectividad como una problemática, que no sólo quedó expuesta en la brecha digital que hoy separa aún más a los estudiantes. "A esta altura del Siglo XXI, la falta de conectividad es la falta de derecho al acceso a la información y a una plataforma virutal que te permita conectar con el mundo. A sabiendas de que no todos los chicos de los barrios populares pudieron continuar con la escolaridad remota y a sabiendas también de que no es una responsabilidad individual, sino social pensar las desigualdades y de qué modo se puede buscar a estos chicos para que, cuando se vuelva a la escuela, la desigualdad no se sostenga".
"El rol de las promotoras y los promotores barriales será clave, porque conforman parte de las redes de los barrios populares. Va a haber que volver a vincular a los pibes y a las pibas a la escuela y después dar la discusión de qué contenidos pudieron o no haberse acreditado en este tiempo. Pero es una discusión que, a mi modo de ver, tiene más características academicisitas. Lo trascendental es haber podido sostener un vínculo y ese canal", destaca la funcionarial.
Una de las mayores preocupaciones que maneja la cartera de Nicolás Trotta es, en efecto, el incremento en la deserción escolar post pandemia. "En el marco del plan, estuvimos distribuyendo los cuadernillos que imprimió el Estado y las familias se acercaban y nos los sacaban de la mano. Hubo una demanda muy alta de la apuesta del ministerio, para poder seguir vinculando a los chicos a una propuesta educativa. Esto ya demuestra mucha voluntad de las familias de querer sostener una propuesta educativa. Por otro lado, cuentan en muchos casos con sólo un celular en un casa con tres chicos. Es muy difícil poder sostener un planteo de escolaridad remota sin las herramientas, sin las netbooks".
Este es uno de los ejes que fue discutido en los últimos diez días: el plan de la Ciudad de Buenos Aires de reabrir las clases para los 6.500 chicos que, de acuerdo a sus reportes, tienen problemas de conectividad. "Vemos con preocupación estas propuestas, porque plantean el regreso de una educación de primera categoría y otra de segunda. No se piensa en la educación en términos universales o la política pública en términos de universalidad", cuestionó la funcionaria, al tiempo que proyectó: "Nos vamos a encontrar con barriadas de mayor desigualdad. Vamos a tener que jerarquizar esos espacios, en especial el rol del promotor y la promotora de los barrios. Va a haber que pensar un conjunto de dispositivos".
"Se están reactivando las ferias en los barrios, que son el circuito más fuerte para la economía popular. Ahí estamos, trabajando en las medidas de cuidado y que se sostengan, como se sostiene en un supermercado comercial. Las promotoras hacen que se respeten las colas y que se promueva el uso del tapabocas, entre otras cosas", advierte. En efecto, la crisis representa también una oportunidad para acercar a un segmento de la población de clase media a las distintas ramas de la economía popular.De acuerdo a los últimos datos de la Comisión Económica para América Latina, los estratos medios se definen como aquellos cuyos ingresos per cápita varían entre 1,8 y 10 veces la línea de pobreza. De acuerdo a las cifras de mayo publicadas por el Indec -que mide los niveles de ingresos, pero no clasifica a la población-, una familia tipo necesitó $43.080 para no caer en la pobreza. Fueron muchas las familias que en los últimos meses debieron acudir por primera vez a un comedor, por ejemplo, pero que se siguen percibiendo como "clase media".
"El tema de la autopercepción es todo un tema que se le presenta a las organizaciones: cómo construir una sociedad que se perciba trabajadora. Desde el sindicalismo docente, desde la UCEP no en vano y a contramano de lo que propone el neoliberalimo, las ogranizaciones procuran construir una subjetividad vinculada a nuestro rol como trabajadores, entendiendo que somos mayoría. Así y todo, es algo que lleva tiempo", reconoce. La deconstrucción de estos imaginarios sociales se torna más difícil en los grandes centros urbanos. "Ahí es interesante preguntarse, por ejemplo, cuáles son los espacios en la Ciudad de Buenos Aires en donde se construye una subjetividad conjunta? Es una buena pregunta la de cómo, con quiénes y en qué ámbitos o espacios colectivos se transita la construcción de esa subjetividad".
El puente con los sectores medios también busca construirse a través de las cooperativas y las ferias, en la que circulan los productos de la economía popular. "La pandemia ofrece una oportunidad sobre el tema de la soberanía alimentaria. Hay vecinos que empiezan a preguntarse qué comen. Pero además, quieren comer mejor y acuden a los espacios de las ferias para acercarse al productor. Hay una búsqueda de mejores precios, pero también mejores productos, que en el caso de la economía popular son agroecológicos y no están tan elaborados. Es una posibilidad de acercar el concepto de la economía popular a los sectores medios, que están buscando consumir una mejor alimentación. Estas conclusiones llegan a través de una cuestión muy cotidiana. Un vecino de la Ciudad de Buenos Aires se acerca a una feria porque le parece una compra más económica y agroecológica, en comparación con una empresa transnacionalizada. En esto de ir construyendo otras subjetividades, es una posibilidad".