26 Diciembre de 2020 10:00
Cuando asumió la Presidencia el año pasado, Alberto Fernández tenía dos objetivos en su mente: “encender” la economía y mantener la unidad en el Frente de Todos. Un año después, y con la primera ola de la pandemia del coronavirus (Covid-19) en sus espaldas, el primero de ellos dista de estar cerca de cumplirse y el segundo empieza a resquebrajarse.
Esas dos premisas siguen marcadas a fuego en el horizonte del jefe de Estado que buscará que su 2021 no sólo las tenga como objetivo, sino que además agregarle ganar las elecciones de medio término.
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Aunque en diferentes sectores de la Casa Rosada se esfuercen por sostener lo contrario, el ministro de Economía, Martín Guzmán, tiene muy en claro que cualquier posibilidad de un crecimiento económico por fuera del rebote esperable para el año que viene necesita de que exista una certeza en el plano político.
En la última semana, los planes de Guzmán para el año que viene empezaron a tener alguna resistencia especialmente de parte de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Tarifas planchadas, precios regulados y aumento del gasto público son algunos de los condimentos que no le gusta poner en la cena el Fondo Monetario Internacional (FMI) y mucho menos cuando la Argentina busca negociar un nuevo acuerdo de reestructuración.
A eso se le suman las versiones de que, por pedido de Máximo Kirchner, el año que viene se volvería a la carga con la continuidad del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) en alguna versión similar a la que se pagó durante la pandemia y que se cortó, justamente, por la negociación de Guzmán con el FMI.
“Que el crecimiento del año próximo no se lo queden 3 ó 4 vivos, hay que alinear salarios y jubilaciones, precios, sobre todo de los alimentos, y tarifas”, fue la premisa de Fernández de Kirchner que todavía sigue sonando no sólo en los despachos oficiales, sino en unas cuantas oficinas de multinacionales.
El plano político tuvo también una señal en las vísperas de la Noche Buena. La ministra de Justicia, Marcela Losardo, y socia histórica de Fernández, recibió una operación de prensa en su contra que la vinculó con cuentas offshore. El Presidente dijo “basta” y actuó en consecuencia. No sólo habló para terminar con la noticia, sino que organizó un asado en Olivos con todo el Gabinete para mostrar que no hay cambio de figuras y si un fuerte respaldo.
Un dato: no se difundieron fotos del encuentro. Es que las frases “funcionarios que no funcionan” y “si no se bancan ser ministros o legisladores busquen otro trabajo” calaron hondo. Los apuntados son conocidos. Losardo, el ministro de Trabajo, Claudio Moroni, el de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, el de Educación, Nicolas Trotta, son algunos de los nombres por los que el sector duro del kirchenirismo pide recambio.
En ese escenario, en donde los silencios del presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa, no son para nada casuales, llega la elección de medio término en la que el oficialismo tienen más para ganar que para perder.
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En las cuentas que hacen en la Casa Rosada y en el Instituto Patria saben que la composición actual del Senado es muy difícil que cambie, pero no así la de Diputados. Es que la elección de 2017 fue muy buena para la oposición (Cambiemos cosechó poco más dl 40% de los votos a nivel país) y ahora el panorama no es tan claro.