12 Marzo de 2025 10:42

Seis días después de la tragedia que sumió a Bahía Blanca en el caos y la desesperación, el presidente Javier Milei llegó a la ciudad con un despliegue de seguridad digno de una cumbre internacional. Sin previo aviso oficial -ni siquiera con las autoridades bahienses-, en un intento por evitar lo que el gobierno definió como "politización", pero con una cobertura mediática que delataba la estrategia de visibilidad, Milei y su séquito aterrizaron en la zona devastada.
El objetivo, según trascendió, era supervisar las tareas de asistencia y "tomar contacto" con los damnificados. Sin embargo, la reacción de los vecinos fue cualquier cosa menos hospitalaria. "¡Son una manga de caretas! ¡Traé los colchones! ¡No trajeron uno solo! ¡Cuatro nenes durmiendo en un colchón!", se escuchó gritar a un hombre, a pocos metros de donde los hermanos Milei, rodeados de efectivos de seguridad, intentaban mantener la compostura ante el descontento generalizado.
Las imágenes hablan por sí solas: la impotencia de quienes lo han perdido todo choca de frente con la frialdad presidencial, en una postal que bien podría ilustrar el distanciamiento entre la dirigencia y la realidad. "Son una manga de caretas. Traé los colchones, vení a escuchar a los vecinos que piden colchones. No trajeron uno sólo. Cuatro nenes durmiendo en un sólo colchón. Hay que hacerse cargo ahora, vengan a dar la cara. Caretas, vienen por la fotito", gritó, enfurecido, el vecino.
Mientras tanto, el gobierno insiste en que ya se giraron los -insuficientes- fondos y enviaron recursos. Lo cierto es que la realidad marca que diez mil millones de pesos fueron transferidos desde Nación a la provincia, y aviones Hércules llevaron mercadería a la zona del desastre. También llegó un tren con donaciones. Pero en el barro de Bahía Blanca, los números y los discursos oficiales se desvanecen ante las necesidades urgentes y la inmediatez del dolor.
Milei recorrió el montaje de un puente militar en el Canal Maldonado, junto al intendente Federico Susbielles. Ingenieros del Ejército le explicaron el proceso de armado, mientras el presidente asentía. Pero la escena no logró disipar las tensiones: a su alrededor, el enojo seguía latente. ¿Dónde está la ayuda real para los vecinos que lo perdieron todo? ¿Cuántos colchones se han distribuido? ¿Cuántas casas anegadas han recibido asistencia efectiva?
El hermetismo que rodeó la visita contrasta con la filtración de información a ciertos medios afines. Es evidente que la imagen presidencial en la zona del desastre era una prioridad, pero la urgencia de las víctimas parece haber quedado en un segundo plano. Aún con la ayuda nacional y provincial en marcha, la sensación entre los bahienses es clara: lo que llegó tarde y en cuentagotas no alcanza. Lo que no llegó, se espera con desesperación. Y la visita de Milei, lejos de traer alivio, dejó una certeza entre los damnificados: la política sigue jugando su juego, mientras la gente duerme en el suelo, esperando respuestas que no llegan.