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Política

Milei y los "excesos" de la dictadura: de la modelo que se sorteaban para violar, al nene empalado

Un repaso por algunos de los casos más terroríficos que se vivieron en los centros clandestinos. 

07 Octubre de 2023 08:00
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El debate presidencial será recordado por tener una de las máximas ignorancias y faltas de respeto por nada más ni nada menos que un candidato. De Javier Milei, ese mismo que ganó las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatiras (PASO) con el 29% de los votos y que tan sólo dos meses después declaró ante todo el país que la dictadura militar fue una “guerra”; que “no fueron 30 mil” sino que “fueron 8750”. Además, redondeó su pensamiento diciendo que los militares “cometieron excesos”.

Tras hablar y debatir sobre el eje temático que refería a los Derechos Humanos, el candidato de La Libertad Avanza advirtió: "Nosotros valoramos la visión de memoria, verdad y justicia, empecemos por la verdad, no fueron 30.000 los desaparecidos, son 8.753. Estamos absolutamente en contra de una visión tuerta de la historia, para nosotros durante los 70 hubo una guerra".

Y sin ponerse colorado, continuó: "Y en esa guerra las fuerzas del Estado cometieron excesos y por tener el monopolio de la violencia, le vale todo el peso de la ley, pero también los terroristas de Montoneros, que mataron gente asesinaron gente, torturaron gente, pusieron bombas, hicieron un desastre y también cometieron delitos de lesa humanidad. Tampoco estamos de acuerdo con los curros de los derechos humanos".

Es casi que imposible poder explicarles a todas las personas que fueron víctimas o que tuvieron familias o allegados que vivieron la dictadura cívico militar, lo que dijo Milei y de la manera que se expresó. Con el correr de los años, muchos sobrevivientes pudieron contar las historias de horror y terror que debieron vivir y cómo fueron esos momentos, en los que el candidato los llama “excesos”. También, muchas víctimas fueron, son y serán recordadas con el grito de: Memoria Verdad y Justicia.

Pablo Miguez, torturado a los 14 años

Uno de los tantos casos conocidos es el de Pablo Miguez. La víctima tenía 14 años cuando fue secuestrado en una noche totalmente oscura en el cual una patota ingresó a su domicilio y decidió, tiempo después de torturarlo, quitarle la vida. Fue en el año 1977 que sin palabras ni vueltas, se lo llevaron junto a su madre, Irma Sayago y a su compañero. Si bien nunca más se supo sobre cómo fue su aterrador final, se especula que fue trasladado en un vuelo de la muerte.

Tras secuestrarlos, los tres fueron llevados a un centro clandestino donde vivieron lo peor: Pablo vio como torturaban y violaban a su madre. Ahí mismo, también lo torturaban a él delante de ella, en busca de los datos de la hipoteca de la casa que tenían. En un traspaso, fueron separados y él llegó a la ESMA, según se reveló, ese fue su último destino. Aunque ahí mismo, pudo hablar con Lila Pastoriza, una periodista y sobreviviente que años más tarde, pudo contar su historia.

“A la gente la matan”, contó Patoriza que le dijo Pablo. Ella, agregó que la víctima lo único que hacía era soñar con su madre, a quien vio como la torturaban y la violaban, y de la cual no se pudo despedir. La conversación y relación entre ellos duró poco, porque días después, a él se lo llevaron en un día de traslados. Nunca más se supo qué sucedió.

Años más tarde, se realizó una escultura flotante de acero inoxidable sobre el Río de La Plata, tamaño real, ubicada en el Parque de la Memoria. La misma lleva el nombre de “Reconstrucción del relato de Pablo Míguez” y se encuentra mirando el horizonte, de espaldas al espectador.

Floreal Avellaneda, violado y asesinado

Floreal Avellaneda tenía 14 años. Estaba en segundo año del secundario y era un activo militante de la Federación Juvenil Comunista en el centro de estudiantes. En tanto, su papá era delegado en los talleres metalúrgicos TENSA. Ninguno de los dos sabía qué era un arma. Pero amaban la política y soñaban con cambiar el mundo. 

Pero, el 15 de abril de 1976, tres semanas después del golpe de Estado, un grupo de represores barrió a tiros la puerta de su casa en Sargento Cabral al 2300, en la localidad bonaerense de Munro. Se llevaron a Floreal y a su padre. Durante un mes, nada se supo de ellos. 

Hasta que el 15 de mayo, unos transeúntes divisaron varios cadáveres mutilados en la costa uruguaya del Río de la Plata. La Policía local actuó de inmediato y se llevó los cuerpos a la morgue. Uno de ellos era muy pequeño. Parecía un niño. Tenía las manos y los pies atados con alambre. 

Tras un exhaustivo análisis, encontraron un tatuaje en forma de corazón con las letras F y A. Era el cuerpo de Floreal. En la misma autopsia, los médicos determinaron que le adolescente había sufrido torturas y golpes en todo el cuerpo. Había sido empalado hasta la muerte. Tenía solo 14 años y solo quería estudiar. 

 

Marie Anne Erize, la modelo que dejó todo por la militancia

Otro de los estremecedores casos es el de Marie Anne Erize. El 15 de octubre de 1976 fue secuestrada y nunca más se supo de ella, aunque también se entiende que su vida terminó en los llamados “vuelos de la muerte”. Su vida estaba dividida en dos: entre las pasarelas y los pasillos de la villa. Ella era modelo pero también entendía la pobreza que había y hacía todo para poder ayudar.

Estudió para ser maestra y dejó de lado las pasarelas para poder dar clases como voluntaria en distintas villas de Buenos Aires. Aun así, tuvo un gran prontuario como modelo. Fue coronada como primera princesa en un concurso de belleza, fue portada en los medios de comunicación, participó de un almuerzo con Mirtha Legrand y hasta fue llamada por lo más reconocidos productores dentro del modelaje.

Vivía en Buenos Aires y no había nadie que no sepa de ella. Su belleza encandilaba y su bondad para con los demás daba mucho para hablar. Hasta que, en 1975, viendo cómo estaban las cosas en la sociedad, decide mudarse junto a su pareja, Daniel Rabanal, a Mendoza donde creía que iban a poder vivir más tranquilos.

Aun así, ahí mismo comenzó la vida de horror. El 6 de febrero de 1976 su pareja fue detenida y tras enterarse, Marie Anne se refugió -o la refugiaron- en San Juan. Se cambió el nombre, se quedó en un escondite y vivió hasta en una carpa para que nadie la pueda encontrar. Sabía que quizás, su destino era el mismo que el de su pareja o hasta el de las miles de personas que se encontraban en esa situación.

Sin embargo, tras estar refugiada, decidió realizar un viaje corto y fugaz a Buenos Aires, a pesar de que toda su familia le pidió que no lo hiciera. Y esa última vez, fue su último abrazo con sus seres queridos.

Viajó. Se instaló y a los pocos días, el 15 de octubre de 1976, caminó hacia una bicicletería para arreglar su vehículo. En ese mismo momento, tres hombres la rodearon y no hubo nada para hacer. El bicicletero intentó ayudarla pero  con violencia, lo dejaron atrás. Ella gritó, perdió sus anteojos, un zapato y su destino culminó dentro de un auto marca Falcon.

Hasta el día de hoy, Marie-Anne permanece desaparecida. La justicia actuó 35 años después en su caso y determinó que los responsables de su secuestro, violación y desaparición son Daniel Vic, Jorge Olivera, Osvaldo Martel, Carlos Malatto y Eduardo Cardozo. Esos culpables, solían disputar quién la violaría primero en partidos de truco. De todos ellos, sólo a Olivera le otorgaron prisión domiciliaria y mientras tanto, Malatto reside impune en Italia.

Dagmar Hagelin, la menor secuestrada por "error"

El tercer caso pertenece a Dagmar Hagelin, que fue secuestrada por un grupo de tareas a cargo de Alfredo Astiz en enero de 1977. La víctima tenía 17 años en el momento en que sucedió. El hecho, tuvo lugar en la casa de su amiga Norma Burgos, en el Palomar. En la vereda, escuchó un grito a pocos metros de distancia: “Parate, flaca, sino te tiro” y eso fue lo último que vieron los testigos.

Aquel grito salió de la voz de Astiz. Dagmar siguió corriendo queriendo evitar que la tortura llegue a su vida, pero él disparó por su espalda, le rozó la cabeza y la hirió. La víctima cayó rápidamente al suelo sin poder defenderse y los acompañantes del grupo de tareas pararon un auto, bajaron a quien conducía, la metieron en el baúl y se la llevaron con vida hacia un destino que nunca más se supo.

Ese episodio sucedió el 27 de enero de 1977 y desde ese entonces, se encuentra desaparecida. En la vereda quedaron rastros de su sangre y su amiga, testigo de cómo se le arrebataron la vida a Dagmar en cuestión de segundos.

Su caso se hizo muy conocido porque la “campaña de boicot al Mundial de 1978”. Su padre, oriundo de Suecia, movió cielo y tierra para saber qué pasó con su hija y hacia donde se la llevaron. Tan fuerte fue el reclamo que el presidente de la Federación Nacional de Deportes de Suecia, Karl Frihiofson, anunció que no habría sanciones a los jugadores que decidieran no participar en el torneo, por todo lo que estaba sucediendo. Ninguno renunció.

"El diario más vendido del país, Aftonbladet, puso en tapa una caricatura de los jugadores suecos de espaldas: en las camisetas, en lugar de números, llevaban el nombre de la chica desaparecida. Fue el técnico, Aby Ericson, quien rechazó cualquier compromiso con la cuestión cuando advirtió que el plantel "irá a la Argentina a jugar al fútbol, no a hacer política'", contó el periodista Daniel Gutman. Nunca más se supo nada de ella ni de cómo terminó su vida. Aunque, después de tanto luchar por saber su verdad, se presume que Dagmar fue víctima de los vuelos de la muerte.

Alejandra Naftal, la joven que volvió de la muerte

Alejandra Naftal es una sobreviviente que fue detenida y torturada cuanto tenía tan sólo 17 años. Ocurrió el 9 de mayo de 1978 por la madrugada, cuando aproximadamente 15 hombres armados tocaron la puerta de su domicilio, consultaron por ella, revisaron toda su habitación y la encontraron. Así como la agarraron, se la llevaron delante de su hermana y de sus padres sin ningún tipo de motivo.

Los datos que puede contar después de todo lo vivido es que entiende que lo sucedido, pudo haber sido porque tres años antes de su secuestro, cuando tenía 14 años, había participado en el centro de estudiantes de su colegio por diversos motivos que tras el golpe militar, se disolvió.

Al secuestrarla, la trasladaron a un centro clandestino de detención que tenía el nombre de “El Vesubio” y allí mismo hicieron lo que quisieron con ella: la torturaron y violaron sin parar. ¿Con qué razón? Le preguntaban una y mil veces por distintas cosas de las cuales ella no tenía respuesta. Luego de un año de vivir en aquel infierno, alguien decidió que podía ser dejada en libertad.

 

 

El último caso es el de Mónica Santucho. El horror en su máxima expresión fue lo que sucedió. A sus 14 años, mientras vivía en La Plata junto a sus padres y a sus hermanos menores que ella, un grupo de militares decidió secuestrarla y hacer lo que quisieron con su vida.

Fue una tarde de diciembre cuando ella se encontraba junto a su hermana Alejandra jugando en la vereda como solían hacer cada tarde de sol y calor. Pero aquel día fue distinto a todos los demás. Mientras jugaban, sintieron el ruido de un helicóptero y en él, un grupo de militares que mientras caminaban por las calles gritaban “todos adentro”.

Los militares ocuparon todas las calles del barrio rodeando la manzana entera como si estuviesen buscando algo o a alguien en particular. Alejandra, la hermana de la víctima, se refugió junto a su vecina dentro de una casa en construcción y desde el agujero de la pared pudo ver todo lo que sucedió. Como su madre cerró la puerta, de qué manera los oficiales balearon la casa y el peor momento: cómo se llevaron a su hermana.

“Mónica y yo teníamos nombres falsos. Teníamos que decir que éramos de Olavarría. Era difícil que hiciéramos amigas en el barrio, nos juntábamos con algunas vecinas de la cuadra, siempre fuera de casa. Los últimos tiempos fueron muy complejos. Estábamos esperando que pasara algo", había declarado en una entrevista.

"Mi mamá gritó: 'Dejen salir a los chicos...'. Y pararon de tirar. Yo lo veía desde el hueco de una ventana que no tenía revoque. La casa estaba en construcción. Desde ahí vi salir a Mónica con mi hermano, de la mano. A mi hermano lo hicieron a un lado y a ella la subieron a un auto. Mi mamá cerró la puerta y después, sentí como un bombardeo, una cosa estruendosa, un tiroteo infernal. No sé cuánto tiempo duró. Con los años me dijeron que fueron 20 minutos. Cuando terminó, salí a la vereda. Ellos no me registraron, no sabían que yo pertenecía a esa casa. Vinieron camiones del Ejército y cargaron las pocas cosas que teníamos. Y entre las cosas, vi que cargaron algo envuelto en frazadas. En ese momento yo pensé que podrían ser los cuerpos de mis papás".

Mónica fue trasladada hacia el “Circuito Camps”, que era una red de 29 centros clandestinos bajo el mando del coronel Ramón Camps, jefe de la Policía bonaerense. De ahí, la llevaron a un destacamento llamado “El Pozo de Arana” en La Plata, que se usaba únicamente para torturar y matar. En el fondo del terreno había una fosa en la que se tiraban y quemaban cuerpos, pero para disimular el olor a carne humana también se quemaban neumáticos. Además de eso, grababan las torturas y las reproducían en las celdas de los detenidos ilegales.

"A la noche terminó todo el operativo y en mi casa quedó una guardia. En el barrio hubo pocas casas que me quisieran alojar. La señora de la esquina sí, fue muy solidaria. Ahí habían dejado a mi hermano de dos años. Esa misma noche, viernes 3 de diciembre, vino el Ejército y me registraron. La vecina le preguntó: "¿Y la hermanita, señor, cómo está?". "No se haga problemas, la llevamos para interrogarla, pero está más que bien". Y avisó que mañana vendría a vernos una asistente social. Al día siguiente vino. Me llevó al patio, puso dos sillas, y me empezó a preguntar, de dónde éramos, qué hacía mi papá. Yo seguí mintiendo, que me llamaba Verónica, éramos de Olavarría. Obviamente ella se dio cuenta que mentía porque ya tenía todos los datos. Antes de irse, me dijo: 'Quedate tranquila, el lunes te vamos a llevar con tu mamá'. Eso me hizo ruido, porque yo supuse que mi mamá estaba envuelta en la frazada que habían cargado al camión. Sentí que me había mentido. Y además me miraba con cara de odio”, detalló Alejandra.

Días después, cuatro hombres golpearon la casa de la vecina que estaba hospedando a Alejandra y a su hermano menor, se anunciaron como pertenecientes del Ejército y dijeron que tenían la orden de que debían llevarse a los dos hermanos. "Cuando los vi me quedé tranquila. Nos pusieron dentro de un carro de cirujas que tenía unos barriles, envueltas entre yuyos, con una cobija. Por varias semanas los compañeros de mi papá nos resguardaron en una villa. Luego supe que en el barrio hicieron operativos, rastrearon las casas para buscarnos, pero no nos encontraron”, contó.

Y continuó: “Al tiempo me llevaron a la casa de un tío en Ezeiza, y luego fuimos a vivir a la casa de mi abuela, en Ingeniero White. La casa estuvo mucho tiempo vigilaba por si llegaba alguien. Yo volví a la escuela, a tener mi documento. Siempre pensábamos que Mónica estaba en algún Instituto de Menores y que la iban a dejar en libertad. No se podían apropiar a una nena de 14 años. Mi abuela decía, va a aparecer, y van a aparecer los tres, con mamá y papá".

Luego de eso, Mónica fue trasladada a otro centro clandestino en La Plata, hasta que el 23 de enero de 1977, la fueron a buscar. "Agarrá tus cosas que te vas a Bahía con tu abuela", le dijeron. Mónica tomó lo que tenía, le dio un beso a Alicia, que era su compañera de celda, y se fue. Aunque ahí no terminó su historia, porque tiempo después de no saber nada de ella, se encontró su cuerpo.

En el 2009, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó sus restos en el sector 134 del cementerio municipal de Avellaneda. "El cuerpo estaba fusilado, dos bracitos quebrados y las costillas también. Le tiraron una ráfaga de ametralladora, a muy corta distancia. Nos ofrecieron verlo y dijimos que sí. El cuerpo estaba entero, tenía todos los huesos, no le faltaba nada, pero estaba quebrado. Se la llevaron para sacarle toda la información que pudiese, y después les era imposible soltarla, después de las barbaridades que le hicieron... Si no hubiéramos salido de la casa, mi hermano y yo hubiéramos corrido la misma suerte", manifestó Alejandra.