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Nombres falsos y un doble de riesgo: la crisis de identidad de Pérez Corradi

Ibar Pérez Corradi podría declarar el lunes o martes de la semana que viene. Atraviesa una crisis de personalidad y no descartan que solicite apoyo psicológico para él y su familia.

por Agusti­n Gulman

07 Julio de 2016 11:39
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Tres hijos en la Argentina. Dos en Paraguay. Cuatro identidades. Un doble. Una ex en Don Torcuato y otra en Asunción. Detenido. Las últimas 72 horas de Ibar Pérez Corradi fueron caóticas. Vive una vorágine constante entre citaciones judiciales de las que habla todo el país. Demasiado, tal vez, para un solo hombre que convive en la soledad de una pequeña celda en el edificio Centinela de la Gendarmería Nacional.

Pérez Corradi miró a los ojos a sus tres hijos antes de abrazarlos y no soltarlos por varios minutos. Hacía más de cuatro años que no los veía cuando ayer por la tarde, luego de declarar ante la jueza María Servini de Cubría los recibió en una sala del edificio Centinela, donde se encuentra detenido. Al lado de los tres niños, su ex esposa, Liliana Aurehhuliu, de quien tampoco tenía novedades desde el día en que se dio a la fuga, acorralado por la investigación del triple crimen y el tráfico de efedrina.

Ibar Esteban Pérez Corradi fue detenido tres semanas atrás en la triple frontera.

El encuentro se prolongó por dos horas, y según supo BigBang el supuesto autor intelectual del triple crimen se encontraba emocionado. La charla fue familiar, íntima, privada. No faltó ocasión para los abrazos entre todos y comer galletitas, como si el tiempo no hubiera transcurrido. El más pequeño de los hijos que comparte con Aurehhuliu tenía apenas tres años cuando dejó de ver a su padre. Hoy ya tiene siete. Ayer, cuando lo vio, luego de unos segundos de desconfianza, corrió a abrazarlo.

Pérez Corradi atraviesa una crisis de identidad. Para despistar a los investigadores en Paraguay se hizo llamar Walter Miguel Ortega Molinas, José Luis Fernández o Ibar Pérez. Pero además, inició una nueva vida en Asunción, que incluye una pareja, Gladys Delgado Brítez, y otros dos pequeños hijos, operaciones para alterar sus rasgos físicos. Todo forma parte de esa vorágine en la que vive día a día el hombre que ayer vinculó oficialmente a Aníbal Fernández con el triple crimen. 

Corradi, durante uno de los traslados.

Traslado. Así arribó Pérez Corradi el martes pasado a la Argentina. 

Por eso, sus abogados no descartan solicitar apoyo psicológico. “Lo va a necesitar no sólo él, sino también sus hijos y sus ex esposas”, señaló Carlos Broitman, uno de sus representantes, en diálogo con a BigBang. Sin embargo, por ahora no se hizo el pedido. Todo fue muy rápido. El martes arribó a Buenos Aires en medio de un megaoperativo de seguridad que incluyó un doble de riesgo que simuló ser Pérez Corradi, ayer declaró por más de tres horas ante Servini de Cubría y luego se reunió con su familia argentina.

La crisis emocional es evidente. “Tiene que reconstruir su día a día para poder defenderse”, reconoció Broitman. No es un dato casual. Los últimos ocho años de Pérez Corradi fueron a las corridas: vínculos con el triple crimen, causas por el tráfico de efedrina y el intento de enviar oxicodona, un derivado de la heroína, a los Estados Unidos, una fuga cinematográfica y una vida de lujos y poder en Paraguay.

Ibar Pérez Corradi junto a su pareja en Paraguay, Gladys Delgado Brítez. 

No son detalles para nada menores. Todos y cada uno de esos episodios están en la cabeza de Pérez Corradi, al mismo tiempo que analiza cada paso a seguir junto a sus letrados. La próxima declaración ante Servini de Cubría podría ser el lunes o martes. “Quiere seguir aportando datos”, señaló Broitman.

Mientras tanto, Pérez Corradi continúa - y va a continuar - preso en el edificio Centinela de la Gendarmería Nacional, rodeado de efectivos de esa fuerza de seguridad que lo custodian intensamente y hasta le prueban la comida para evitar un posible atentado contra su vida. Mientras espera por su futuro, convive con él mismo en una pequeña e incómoda celda. Solo de soledad absoluta. Con la cabeza despedazada por mil partes. En crisis.

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