En su discurso de esta mañana en la Casa Rosada, previo a la conferencia de prensa que brindó junto a Mauricio Macri, Barack Obama destacó sus lecturas de Jorge Luis Borges y Julio Cortázar, dos escritores fundamentales en la literatura argentina. "Siempre he sido un aficionado de la cultura argentina, cuando estaba en la universidad leí mucha literatura argentina. Me enorgullece decirles que probé mate por primera vez en mi vida, cuando estaba en la universidad leía a (Jorge Luis) Borges y (Julio) Cortázar y hablaban de mate y me dije, tengo que llegar a Buenos Aires y probar el mate. Me gustó bastante. Yo creo que me llevaré un poco a Estados Unidos. No sé qué controles de importación o exportación estaré infringiendo pero cuando estoy en el avión Force One, por lo general, me lo permiten" , bromeó el presidente de los Estados Unidos.
Obama discurre sobre la literatura argentina y el mate. El presidente Macri lo mira, sorprendido.
Borges y el mate
En efecto, Borges y Cortázar eran partidarios del mate. Veamos, por ejemplo, algunas frases de Borges sobre la tradicional infusión argentina.
Borges tomó mate en su juventud, pero luego perdió el hábito.
"He tomado mucho mate cuando era joven. Tomar mate, para mi, era la forma de sentirme criollo viejo. Me lo cebaba yo mismo y creo que lo hacía muy mal porque siempre había flotando unos palitos sospechosos. Tenía dos mates, uno común, y otro de los que se llaman galleta. Y ahora, caramba, he perdido el hábito. "
(Tomado del libro Borges, sus días y su tiempo, de María Esther Vázquez).
Cortázar tomaba mate: en París, como su personaje Oliveira, consumía yerba Cruz de Malta.
Cortázar y el mate
Horacio Oliveira, uno de los dos protagonistas varones de la novela Rayuela, acostumbraba calmar su nostalgia de la Argentina tomando mate en París.
"Oliveira cebó otro mate. Había que cuidar la yerba, en París costaba quinientos francos el kilo en las farmacias y era un yerba perfectamente asquerosa que la droguería de la estación Saint-Lazare vendía con la vistosa calificación de "maté Sauvage, cueilli par les indiens", diurética, antibiótica y emoliente. Por suerte el abogado rosarino -que de paso era su hermano- le había fletado cinco kilos de Cruz de Malta, pero ya iba quedando poca. "Mi único diálogo verdadero es con este jarrito verde."
"Había que cuidar la yerba, en París costaba quinientos francos el kilo en las farmacias.
Estudiaba el comportamiento extraordinario del mate, la respiración de la yerba fragantemente levantada por el agua y que con la succión baja hasta posarse sobre sí misma, perdido todo brillo y todo perfume a menos que un chorrito de agua la estimule de nuevo, pulmón argentino de repuesto para solitarios y tristes. Hacía rato que a Oliveira le importaban las cosas sin importancia, y la ventaja de meditar con la atención fija en el jarrito verde estaba en que a su pérfida inteligencia no se le ocurriría nunca adosarle al jarrito verde nociones tales como las que nefariamente provocan las montañas, la luna, el horizonte, una chica púber, un pájaro o un caballo. "También este matecito podría indicarme un centro", pensaba Oliveira (y la idea de que la Maga y Ossip andaban juntos se adelgazaba y perdía consistencia, por un momento el jarrito verde era más fuerte proponía un pequeño volcán petulante, su cráter espumoso y un humito copetón en el aire bastante frío de la pieza a pesar de la estufa que habría que cargar a eso de las nueve).
(Tomado del capítulo XIX de Rayuela)
El pensamiento político de ambos, como se sabe, era bien diferente. Borges era un hombre conservador; Cortázar, un intelectual de izquierda, partidario de la Revolución Cubana. Sin embargo, las ideas de ambos sobre los Estados Unidos no eran tan diferentes como sus respectivas ideologías podrían indicarlo.
1968. Borges con sus alumnos en la Universidad de Harvard.
Borges y los EE UU
Es triste tener que elegir entre Estados Unidos y la URSS. Se parecen bastante y no miro con simpatía a ninguno de los dos. Y, por otra parte, Europa ha perdido su hegemonía. Temo que no pueda esperarse nada de las dos potencias hoy vigentes. No conozco nada de la URSS, pero he vivido en Estados Unidos durante cuatro meses y, aunque reconozco que es un gran país, no querría vivir allí. Uno se siente continuamente extranjero. Ese estilo de vida tan domesticado, no creo que pueda ofrecer nada. Tal vez no sean tan diferentes Estados Unidos y Rusia: parece que no hay individuos,que no se producen gustos ni disgustos individuales. Todo está prefijado. ¡Pensar que ahora tenemos que elegir entre dos países tan mediocres como Estados Unidos y Rusia...! Espero que Rusia sea mejor que Estados Unidos. La conozco muy poco, pero realmente tener que elegir entre una nación medio asiática y un país en plena decadencia...
(Tomado del libro Borges ante el espejo, de Justo Molachino y Jorge Mejía Prieto)
1980. Cortázar dicta clases de literatura en la Universidad de Berkeley (Estados Unidos)
Cortázar y los Estados Unidos
Cuando se me dice que la ayuda de los Estados Unidos a Latinoamérica es menos egoísta de lo que parece, entonces me veo precisado a recordar cifras. En la última conferencia de la UNCTAD, celebrada en Nueva Delhi a comienzo de 1968, un informe oficial (no hablo de comunicado de delegaciones adversarias) indicó lo siguiente, textualmente: “En el año 1959 los Estados Unidos obtuvieron en América Latina 775 millones de dólares de beneficios por concepto de inversiones privadas, de los cuales reinvirtieron 200 y guardaron 575”. Estas son las cosas que prefieren ignorar tantos intelectuales latinoamericanos que se pasean por los Estados Unidos en plan de confraternidad cultural y otros comedias. Yo me niego a ignorarlo, y eso define mi actitud como escritor latinoamericano. Pero también -listen, American- me enorgullece que mis libros y los de mis colegas se traduzcan en los Estados Unidos, donde sé que tenemos lectores y amigos y jamás me negaré a un contacto con los auténticos valores del país de Lincoln, de Poe y de Whitman, amo en los Estados Unidos todo aquello que un día será la fuerza de su revolución, porque también habrá una revolución en los Estados Unidos cuando suene la hora del hombre y acabe la del robot de carne y hueso, cuando la voz de los Estados Unidos dentro y fuera de sus fronteras sea, simbólicamente, la voz de Bob Dylan y no la de Robert MacNamara...
(Texto de Cortázar en la revista Cristianismo y Revolución).