07 Abril de 2025 14:15

El lunes 7 de abril trajo consigo una renuncia que -aunque previsible- no dejó de ser un espectáculo digno de análisis. Manuel García-Mansilla, que había asumido como juez de la Corte Suprema en un acto que podría clasificarse como anticonstitucional, decidió dar un paso al costado tras el rechazo de su pliego en el Senado y una cautelar que le impidió ejercer plenamente sus funciones.
Todo esto ocurrió apenas 40 días después de haber jurado en el cargo, en lo que podría describirse como una efímera carrera judicial al más alto nivel. La carta de renuncia, dirigida al presidente Javier Milei, es un collage de justificaciones, reflexiones y agradecimientos que bien podrían ser material de estudio para futuros seminarios sobre retórica institucional.
Allí, García-Mansilla explicó con detalle las razones que lo llevaron a aceptar un nombramiento por decreto, pese a haber criticado públicamente ese mecanismo en el pasado: "Acepté ese nombramiento con la convicción de que la falta de integración de la Corte Suprema era un grave problema institucional que requería una solución urgente", escribió. Una convicción que, al parecer, superó cualquier contradicción previa.
Según su relato, el problema era tan grave que no había margen para titubeos: "Se habían generado dos vacantes en la Corte Suprema, que quedó reducida a sólo tres miembros desde el 29 de diciembre de 2024". La situación, descrita como una "anomalía institucional", parecía justificar cualquier medida extraordinaria.
La ironía no se detiene ahí. En su misiva, el ahora exjuez se permitió reflexionar sobre quienes creen que la Corte puede funcionar con solo tres jueces: "Esto es, lisa y llanamente, un espejismo institucional que puede causar un daño incluso mayor que el que ya ha causado la demora en integrar el Tribunal", sentenció con tono académico.
borrando con el codo lo que escribió con las manos, el texto también dedica espacio a defender su postura en la audiencia pública de agosto de 2024, donde argumentó a favor de la constitucionalidad de los nombramientos en comisión: "Expliqué que existen numerosos antecedentes en nuestra historia constitucional y que incluso hay precedentes de nuestra Corte Suprema y del derecho comparado que tratan sobre el tema". Sin embargo, las críticas no tardaron en llegar: según García-Mansilla, algunos senadores lo acusaron de intentar "engañarlos", utilizando esta supuesta falta de idoneidad moral como excusa para rechazar su pliego.
El tono de victimización alcanza su clímax cuando describe este rechazo como "inverosímil" y señala que su permanencia en el cargo se había convertido en una "excusa más para distraer la atención" de los verdaderos problemas.
La carta concluye con un giro casi poético: "Empecé la carta como juez; la termino ahora como ciudadano", dijo y en esa misma línea añadió un toquecito de dramatismo con una reflexión sobre el futuro del Poder Judicial y la República Argentina, destacando la necesidad de jueces "rectos, honestos, capaces e independientes". Ideal noble pero naïf que, paradójicamente, parece haber quedado fuera del alcance durante su breve paso por el máximo tribunal.
La carta incluye agradecimientos a colegas y personal del tribunal, además de un mensaje al presidente Milei quien le soltó la mano ni bien pudo: "Tenga la plena convicción que, durante el tiempo que me tocó cumplir las funciones que me fueron encomendadas, honré el compromiso de desempeñar mis obligaciones como juez".
Finalmente, la despedida de Manuel García-Mansilla no podía estar completa sin un toque espiritual: "Que Dios lo ilumine y que el futuro de la República Argentina sea, finalmente, el que todos nos merecemos". La renuncia quedará en la memoria colectiva como un episodio pintoresco en la historia reciente del Poder Judicial argentino.