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Política

Sergio Maldonado: "El espionaje no era disimulado, me hacían notar el seguimiento"

El hermano de Santiago habló sobre el presente de la causa por desaparición forzada y su denuncia por espionaje, que apunta a Gendarmería. Relató oscuros episodios que vivió en los últimos ocho meses y volvió a exigir Justicia. "No tengo motivos para reunirme con Macri", aseguró.

19 Marzo de 2018 17:52
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Del otro lado del teléfono, la voz de Sergio Maldonado es pausada y clara. Faltan pocos días para que se cumplan ocho meses desde el día en que su hermano fue visto por última vez tras una protesta mapuche en Cushamen, al norte de Chubut. Sergio está en Bariloche, aunque va y viene a Buenos Aires dependiendo lo que requiera su reclamo por Justicia. “Todos los días son distintos”, resume. Durante una hora conversa con BigBang sobre el presente de la causa, que aún hoy se encuentra caratulada como “desaparición forzada”, y se encuentra a cargo del juez federal Gustavo Lleral.

Pero además, revela cómo fueron las acciones de espionaje que denunció tiempo atrás, en un expediente que regresó a manos del juez federal Daniel Rafecas, quien en octubre pasado se había declarado incompetente. Detalla cómo se dio cuenta de que era espiado y relata un oscuro y extraño episodio que vivió en un hotel de la avenida Corrientes en septiembre, con una voz que en plena madrugada rompió el silencio para gritar fragmentos de un discurso que hacía pocas horas había leído en la Plaza de Mayo su esposa, Andrea Antico.

Sergio Maldonado, dos meses y seis días después de la desaparición de su hermano.

- En estos meses el reclamo por Justicia los llevó por senderos oscuros. Denunciaron espionaje, en una causa que pasó al juzgado de Daniel Rafecas recientemente. ¿Cuándo comenzaron a darse cuenta que estaban siendo espiados?

El 3 de agosto fue la primera muestra. Nosotros nos enteramos el 2 de agosto a las 14 (de la desaparición de su hermano). Pero en la mañana del martes un periodista, Ricardo Bustos, ya se había enterado y había publicado que había sido detenido, cuando todos no sabíamos qué había pasado. El 3 de agosto fuimos al lugar a donde estaba Santiago, en Cushamen. Al salir había dos controles de Gendarmería, que estuvieron 20 días. Uno yendo desde Bariloche, entre Cushamen y El Maitén; y otro camino a Esquel. Saliendo había un control que nos paró, y cuando me pidieron los papeles y vieron mi nombre me hicieron bajar de la camioneta, abrir el baúl, muchas preguntas, cuestionamientos, llamados telefónicos, que no me vaya. Me hicieron sentir miedo. Llegué a Esquel y otra vez la misma secuencia de sacarme el DNI, cuchicheos entre ellos. Ese fue el primer día que sentimos la presión.

Después todo el tiempo era ir a un hotel y ver que hubiera alguien sentado mirando. En distintas marchas, la del 4 y la del 7 de agosto. A las 17:39 una persona manda un informe detallando que nosotros con Andrea llegábamos al Centro Cívico. Decía “hay 130 manifestantes, la mitad son mapuches”. Cuando se secuestraron los celulares, en los mensajes de los gendarmes estaban esos informes. Hay escuchas que dicen cómo iban a armarse para la marcha. Decían cómo iban a hacer para infiltrar gente, que iban a garrotear. A la tarde, en los mensajes mandaron un informe que dice que yo redireccioné la marcha y los mandé a un escuadrón a arrojar piedras, totalmente mentira. Yo hablé a los manifestantes diciendo que confiaba en la Justicia, un inocente bárbaro. Para nada quería hacer quilombo ni agitar nada. Jamás dije esas palabras, todo lo contrario. Yo no quería que nadie hiciera quilombo. Me he parado delante de una columna en Plaza de Mayo para frenarlos. Los quilombos que se armaron fueron por infiltrados. Nunca generamos eso de hacer quilombo, porque no lleva a ningún lado.

Sergio Maldonado, junto a su pareja, Andrea Antico.

El martes 8 vino Nora Cortiñas a Bariloche. El 9 fuimos a Esquel y llegando tenía el teléfono que explotaba porque habían empezado a llamar a contactos nuestros para decirles que tenían información de dónde estaba Santiago, que yo me tenía que comunicar con el Gobierno. Imaginate que le dicen algo a un amigo y lo primero que hacían era llamarme. Cuando escuché, me di cuenta que era algo al azar. Al principio fue incómodo. Nos llamó a la tarde (el director nacional de Políticas contra la Violencia Institucional), Matías Garrido, diciendo que querían reunirse con nosotros, que ya habíamos dicho que nos juntábamos con el Gobierno si nos entregaban a Santiago. A la noche cuando fuimos al hotel aparecieron Garrido y otros funcionarios más. El argumento del (secretario de Seguridad, Gerardo) Milman era que se querían comunicar con nosotros pero no podían. ¿No nos pudieron ubicar pero se presentan en un hotel en el que no teníamos ninguna reserva?

El 11 llegamos a Buenos Aires y a la noche, después del acto en Plaza de Mayo nos costaba dormir, un mes estuve así. A la madrugada escucho una voz fuerte en la habitación de al lado que estaba a los gritos leyendo todo lo que había dicho Andrea en el acto unas horas antes. Empecé a escuchar, me quedé petrificado escuchando, y después un silencio.

El domingo 6 de septiembre a la noche paré a hablar en una Petrobras de El Bolsón y pasaron dos personas, el seguimiento me lo hacían notar, no lo hacían disimulado. Ponían a un hombre en los hoteles sentado en un sillón, tipo película. Después mientras comía en el hotel estaban sentados atrás. Cuando conocí a los funcionarios fuimos a un bar, en Esquel, nos sentamos en una mesa, con todo el bar vacío y vino alguien que se sentó justo atrás, leyendo información de Hebe de Bonafini.

- ¿Después del 17 de octubre, cuando aparece tu hermano, seguiste notando que te seguían de cerca?

No. Por un lado, llegué a pensar que me sentía cuidado. A veces no te podés privar de hablar todo el tiempo y buscar alternativas porque sabés que te están escuchando. Llegué a hacer 600 kilómetros ida y vuelta para ver a (la abogada) Verónica (Heredia) para que no nos escucharan. No noto que me sigan, pero sí que cuando digo algo por teléfono se presenta algún inconveniente: si digo que voy a hacer una manifestación en el Centro Cívico de Bariloche tal día, de pronto aparece una actividad a esa misma hora. Eso lo viví en momentos drásticos, de mucha angustia. Me pasaba de necesitar comunicarme con mi vieja o con mi hermano y era imposible. Llamaba por WhatsApp y enganchaba. Parecía que te dejaban incomunicado, te creaba una angustia, porque eran temas muy urgentes. Escuché interferencias o voces cuando hablaba por teléfono, cosas que no son normales. Hoy no le presto atención.

Santiago, junto a su hermano Sergio, tiempo atrás.

- Les cambió la vida de un día para el otro hace casi ocho meses a vos y a tu familia. ¿Si mirás para atrás qué ves?

Es como que tengo dos vidas. Una es la diaria, la de tener que laburar, porque no podés vivir del aire, y de pronto tenés que meterte en el tema de la causa. Tenés que estar con mucha cintura haciendo las dos cosas. Si me quedo solo con mi vida anterior, nadie me reemplaza en la causa, porque nadie viene a reemplazarte en tu lucha, pero si vos no estás no avanza, y no hay reclamo. Al principio todos salían y opinaban. Te cambia la vida, te cambia todo, tenes que convivir con esta nueva etapa que no elegís y tenés que afrontarla.

- Pensaba que dentro de tanta injusticia y angustia debe ser muy agradable ver que hay miles de personas que sin conocer a Santiago se movilizaron. ¿Charlaron de eso con tus papás?

Eso es lo que hace que nosotros sigamos, porque honestamente hay días que quedás destruido. Eso nos hizo a nosotros parar un poco, a mitad de diciembre, para aprovechar, pensar. Cuando otra vez empezamos, el 1° de febrero con las charlas en FOETRA, decís “no podés abandonar”, porque hay mucha gente que sin conocerte se compromete. Antes de ayer a media cuadra de mi trabajo había un auto estacionado con la foto de Santiago en la parte de atrás. Se sigue viendo, también en Buenos Aires. Si esta persona que no nos conoce te ayuda, se compromete, ¿cómo no vas a seguir vos? Esa es la consigna, para seguir te levanta. También hay una parte de las Madres de Plaza de Mayo e Hijos. El otro día pasé por la casa de Abuelas de Plaza de Mayo, es un lugar que me retrotrae a cuando sos chico y vas a la casa de tu abuela, aunque parezca medio delirante. En ese lugar se respira otro aire, hay contención, me siento querido, no es que yo crecí recuperando mi identidad, no soy de ahí, pero me hacen sentir contenido. Voy golpeando todas las puertas que encuentro y encontré mucha ayuda en todos lados.

"Yo me junto con todos los que me abren las puertas", dice Sergio.

- Durante estos 40 años de democracia todos esos organismos que mencionás no hicieron más que pedir justicia. Eso lo equipara con la lucha de tu familia.

No es algo político - partidario, como se empezó a instalar, si reclamamos algo al gobierno te tratan de kirchnerista o zurdo. Yo me junto con todos con los que puedo, con los que me abren las puertas, porque de esta forma entiendo que se puede tener justicia, porque es una presión. Que aparezca el cuerpo estoy convencido que fue por la presión de la gente que fue mucha, muchas voces que empezaron a pedir. No es usual. Los cuerpos no aparecen así porque sí. La misma lucha de Madres, Abuelas, Hijos, familiares del gatillo fácil: queremos saber la verdad y tener Justicia, no es algo personal contra un determinado gobierno, uno puede tener una postura política y un pensamiento porque antes de esto yo tenía una vida. Imaginate si yo hubiera militado en un partido, hubiese estado comprometido con una causa específica, me hubieran destrozado, porque parece que no podés reclamar.

- ¿Pensás que le faltó sensibilidad al Gobierno?

Totalmente, porque eso es lo que marca la agenda. Cómo se comportan las personas. Si tenés alguien al que le decís que hay que reprimir y avalás a las fuerzas de seguridad, todos los que están abajo se sienten respaldados. Macri recibió a Chocobar para felicitarlo: ¿qué pueden pensar el resto de los policías? “Yo también quiero que me reciba y me dé una palmada, entonces salgo y destruyo todo, total no me va a pasar nada”. Esa insensibilidad también se traslada a las personas que siempre fueron de un sector de derecha y tienen un odio terrible al gobierno anterior. Y todo lo que le incomoda a este gobierno lo atribuyen a Cristina. Una situación de una desaparición seguida de muerte la quieren justificar como que es culpa del otro gobierno, y que ese gobierno usa a esa persona desaparecida y después muerta para hacerle contra al gobierno actual.

"Los dinosaurios van a desaparecer", se tatuó Sergio, junto al rostro de su hermano.

- O lo que es peor: que la desaparición de esa persona obedece solamente a su responsabilidad.

Hay gente que me escribe “déjense de joder, se ahogó solo”; “estaba cortando una ruta”; “¿por qué no lo cuidaron?”. Primero: no estaba cortando ninguna ruta, eso fue el día anterior. Tampoco se ahogó solo. La gente que dice eso no tiene idea, son los mismos que dicen “salen por Maldonado pero no salían por Julio López”, o “el Papa recibe a la familia de Maldonado pero no a las hijas de Nisman”. Yo les pregunto una cosa: ¿les preguntaron a las hijas de Nisman si quieren ver al Papa? Esas cosas buscan justificar lo injustificable. Anteayer Clarín decía que (Santiago) “murió ahogado el primero de agosto como lo indicó la autopsia”, pero la autopsia no dice nada de eso. Ellos lo dan por válido. Parece que uno jode con salir a reclamar y saber la verdad. Hay un sector de grandes medios que hace creer cosas que no existen. El Gobierno se mueve mediáticamente, parece la película de Angry Birds.

El gobierno dice vamos a cerrar 20 escuelas. Salen a reclamar y dicen “bueno, cerramos 10”, y nos ponemos contentos. Pero en realidad el plan de ellos era cerrar cinco. Lo mismo con Etchecolatz: se festeja que volvió a la cárcel, pero no tendría que haber pasado. Estamos festejando algo que no debería haber ocurrido. Yo no puedo ver solo lo de Santiago, lo trato de analizar con el resto de las cosas que nos pasan. No puedo ser tan obtuso, cuando en el país están pasando también estas cosas.

Santiago Maldonado fue hallado sin vida el 17 de octubre en el Río Chubut.

- ¿Los golpeó la muerte de Rafael Nahuel?

Lo sentí como algo hecho a propósito. Estando en el velatorio de Santiago le pegan un balazo a un pibe por la espalda. A la gente que decía “vieron que Maldonado no tenía un balazo, que se ahogó solo”, le preguntaría qué pasa con Rafael. O con el caso de Facundo (Ferreira, asesinado por la Policía en Tucumán). El Gobierno se comporta con la ministra Patricia Bullrich diciendo que Rafael Nahuel tenía pólvora en las manos, pero los peritos lo desmienten.

- ¿Cómo sintieron el ascenso de los gendarmes involucrados en el operativo en Cushamen?

Primero arranca con la represión en el Congreso (se refiere a las protestas durante el tratamiento de la reforma previsional), pegarle a un jubilado, pasarle con la moto a un pibe. Pero todos se quedaron con el que estaba con la bengala, el militante, que es igual de repudiable que los gendarmes. La impunidad sigue con el arresto domiciliario a Etchecolatz, después el ascenso a principios de enero de Echazú (el gendarme autoimputado en el caso por la desaparición de su hermano) y cinco más, sigue con lo de Chocobar... Es una atrás de la otra, como para reforzar.

- ¿Hoy aceptarías reunirte con Macri, Garavano o Bullrich?

No tengo el motivo. La única forma de reunirnos con el Gobierno era si entregaba a Santiago vivo. Eso no ocurrió. No le veo el significado a reunirnos con un gobierno que todo el tiempo nos atacó y nos trató de mentirosos. Sería para una foto, para la tribuna. No soy de ese tipo de encuentros. El Gobierno sabe que queremos justicia y conocer la verdad. Que me demuestren y yo voy y me siento. Iré, hablaremos de fútbol, me haré hincha de Boca de nuevo. Yo no tengo por qué reunirme con alguien. Si tiene que haber una reunión específica puede ir nuestra abogada. Si al principio Bullrich hubiera apartado a los gendarmes y hacía las cosas como corresponden, yo me hubiera puesto de su lado. Desde el Gobierno marcaron la distancia.

Sergio Maldonado junto a organismos de derechos humanos, en una de las marchas para exigir Justicia.

- Pasaron varios meses de la desaparición y el posterior hallazgo de tu hermano. ¿Qué creés que fue lo que pasó?

Hasta ahora la carátula sigue siendo desaparición forzada. No es que se nos ocurre a nosotros, es que está así la causa. Los testigos claves y más fuertes dicen que a Santiago lo agarran, se entrega y se lo llevan en una camioneta. Los videos hablan de alguien al que detuvieron. Dicen “tenemos a uno”, “tírenle al negro”. Bullrich salió a respaldar a la Gendarmería, diciendo que no tuvo nada que ver. Pero la Gendarmería entró ilegal; Pablo Nocetti estuvo dos veces y ellos lo negaron. Todo ese conjunto de cosas hace que la prueba es que Gendarmería lo detuvo y se lo llevó. Después dicen que el cuerpo estuvo ahí todo el tiempo. No lo encontraron en ese lugar donde hubo dos rastrillajes, uno el 5 de agosto, y los buzos dijeron que era imposible que hubiera algo. Y después cuando van con el juez (Guido) Otranto, hay una foto donde están todos mirando a donde después apareció el cuerpo. Nos hicieron bajar en gomones, no hay una filmación de cuando aparece el cuerpo. Cuando ves los videos del operativo, justo cuando avisan no hay sonido. Aparece con un cinturón de karate suelto arriba de la campera. Había 30 centímetros de agua, lo tendríamos que haber visto todos todo el tiempo. La comunidad mapuche va a buscar agua ahí. De hecho cuando los sacan los buzos la declaración dice que no hace pie, pero la zona más profunda es de un metro treinta. Tenía el rostro como si hubiera estado apoyado en una base dura, ¿por qué no tenía los guantes? ¿Por qué la ropa estaba impecable? ¿Por qué no tenía ninguna mordedura de ningún bicho? Estaba todo perfecto, después de 78 días, supuestamente, porque la autopsia no dice cuánto tiempo estuvo en el agua. ¿Dónde está la mochila? El lugar ese parece una pileta, el agua está calma, no tiene corriente. ¿Por qué dejaron ir al músico chileno (Nicasio Eusebio Luna Arratia) cuando se presentó ante el juez, si antes lo estuvieron corriendo? Esa persona aparece un montón de meses después a hablar. Es todo muy raro.

- ¿La Justicia existe o los reyes magos son los padres?

El primer juez no nos escuchaba, no lo buscaba a Santiago. De buenas a primeras lo recusaron a Otranto, ilógico, porque si está recusado no lo ternás al cargo de camarista. Lo tenés que apartar y hacerle un juicio político. Entra un juez (Gustavo Lleral), y nos empieza a escuchar, a hacer lo normal. Se puso del lado de las víctimas, tratar de averiguar la verdad. Llama a mi vieja, a mi hermano, nos recibe, encuentra el cuerpo. Algo que debería ser normal, pero ante tanta negatividad del juez anterior parece que es la persona ideal. Nos dijo que haría todo lo posible por encontrarlo. El otro juez buscaba a alguien que no sabía ni cuánto medía, ni cuánto pesaba, detalles clínicos... Otranto no estaba buscando a nadie, era una mentira. Por momentos pienso que son los reyes magos y por momentos veo que no todos son iguales. Hay algunos que estarán atados de pies y manos y no se pueden desenvolver, porque el sistema judicial va en línea con intereses. Hay toda una mezcla de situaciones que te hace desconfiar de la Justicia. Mi deseo es que eso cambie, que podamos confiar en el sistema judicial, y que sea más real.

Sergio Maldonado, junto al Premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel.

- Hubo un video que se viralizó unos meses atrás de tu hermano tatuando a un chico en Uruguay. Decías que Otranto no buscó porque no sabía cuánto medía ni cuánto pesaba Santiago, y pienso que hubo mucha gente que se movilizó durante meses y aún no le conocía la voz.

Para mí es mi hermanito. Lo ves así, grande... A mí me partió ver un video de él chiquito jugando a la pelota. Yo me fui a vivir a Buenos Aires y la diferencia de edad era de 16 años. Él tenía dos años y medio, lo veía los fines de semana, le llevaba autitos. A mí ver esa imagen me llevó a esa época. Ver el video que vos decís me emocionó mucho. Hay un montón de cosas que hacía Santiago de las que me doy cuenta ahora. Él cada vez que se iba de viaje se ponía a hacer murales. Mi vieja le decía que no gastara plata... Él trató de dejar algo. Yo siento que como hermano me perdí de haberlo disfrutado más.

 

Era muy coherente, a diferencia de lo que es un Estado, o de este Gobierno, que tiene muchos intereses, acumulan plata y endeudan al país, Santiago vivía con dos pesos con veinte y era muy feliz. Teníamos nuestras diferencias, él me cuestionaba mi forma de vivir y yo la suya. Para mí es natural salir a pelearla. Lo que me puedan decir los trolls o el Gobierno me molesta en un punto, pero cuando vuelvo a Santiago, todo eso queda muy abajo, no te puede voltear, viendo a alguien que hizo todo lo que hizo sin ninguna ambición propia, sin hacerlo por plata.