Mauricio Macri tiene reservas para viajar a ver la final de la Copa América. Si no hay ninguna complicación en la artroscopia a la cual se someterá hoy, el presidente estará presente este domingo en New Jersey como un hincha más. Pero no es, desde luego, un hincha más.
Macri, con Mascherano y Messi. ¿Viajará el domingo?
La política y el fútbol
Desde siempre, los presidentes argentinos jugaron su propio juego con la Selección. Entre Mundiales y Copas América, la del domingo será la décima final que juegue la Argentina desde 1978. Los hinchas y los presidentes saben que llegar a una final no es fácil y ganarla mucho menos. La Selección ganó cuatro finales y perdió cinco en los últimos 28 años: para un Jefe de Estado, asistir a una y exponerse a que el equipo pierda equivale a pagar un costo político.
La foto de Videla, Massera y Agosti gritando uno de los goles argentinos del 3-1 ante Holanda en el estadio Monumental es una de las postales más incómodas del Mundial 78. La dictadura de Videla utilizó políticamente el torneo con la intención de "vender" al país como una tierra de paz donde no había desaparecidos ni torturados ni restricciones a la libertad. El propio Videla le entregó la Copa del Mundo al Capitán Daniel Passarella y, casi 40 años después, muchos argentinos sienten algo de culpa por haber festejado, por haber sentido alegría en semejante marco.
Massera, Videla y Agosti: Argentina Campeón en el Mundial de la dictadura.
En 1986, poco antes del Mundial de México, el Gobierno democrático de Raúl Alfonsín intentó desplazar de su cargo a Carlos Salvador Bilardo. En el documental La historia detrás de la Copa, el ex Secretario de Deportes, Rodolfo O' Reilly, confirma lo que era un secreto a voces: que llamó a Julio Grondona por pedido expreso de Alfonsín, que el presidente de la AFA le dijo: "Michingo, vos dedicate al rugby que del fútbol me encargo yo".
Maradona alza la Copa: detrás, de lentes, el ministro Conrado Storani.
Alfonsín no viajó a la final: envió a su ministro de Acción Social y dilecto amigo Conrado Storani. Cuando la Argentina conquistó el título luego de vencer 3 a 2 a Alemania, recibió al plantel en Casa de Gobierno y le "prestó el balcón" para que saludara a la multitud que se había reunido en Plaza de Mayo.
Para Italia 90, Carlos Menem decidió viajar a ver el debut del Campeón del Mundo en el Giuseppe Meazza de Milan. Y además redobló la apuesta: un día antes del inicio del torneo hizo una pomposa conferencia de prensa en la cual anunció la designación de Diego como "embajador deportivo de la Argentina".
Al día siguiente, la Argentina perdió sorpresivamente 1 a 0 con Camerún y jugó un partido horrible.Buena parte de la fama de "mufa" que acompañó a Menem desde entonces proviene de aquel día infausto.
Para la final del Mundial, Menem no quiso correr ningún riesgo y envió a su hermano Eduardo. La Argentina perdió 1 a 0 con Alemania, pero la patria futbolera reconoció su esfuerzo. Por eso, Menem recibió a los subcampeones del 90 e, igual que Alfonsín, les dio el balcón de la Plaza de Mayo para que saludaran a la multitud.
Con el Mundial 94 sucedió algo curioso: Menem lo "sobrevoló", pero no llegó a asistir a ningún partido. Antes del debut de la Argentina jugó al golf con George Bush (padre) y se reunió con el entonces presidente Bill Clinton, pero no visitó a la Selección ni vio los partidos en la cancha. Según el libro El último Maradona -de Andrés Burgo y Alejandro Wall- el poco "feeling" que tenía en ese momento con el propio Diego lo llevó a desistir de cualquier visita.
Veinte años después, en el Mundial de Brasil, la Argentina rompió una racha de un cuarto de siglo sin jugar una final de Mundial. La presidenta Cristina Fernández no viajó ni se mencionó, siquiera, la posibilidad de que fuera a hacerlo. Días después de la final perdida, dolorosamente, en el alargue, Cristina se trasladó al predio de la AFA de Ezeiza y elogió la destacada actuación del equipo de Sabella.
Tras el subcampeonato en el Mundial 2014, la afición futbolera pensaba que la Selección era número puesto para ganar la Copa América de Chile 2015. Sin embargo, eso no ocurrió. El 0 a 0 con Chile en una actuación "desconocida" y la posterior derrota por penales del equipo de Martino, colmaron la paciencia de muchos hinchas.
La realización de la Copa América Centenario en los Estados Unidos ofreció la posibilidad de una revancha rápida. Así fue como la Argentina llega a esta nueva final al cabo de una sequía de títulos que lleva 23 años, desde su triunfo en la Copa América del 93. En ese contexto, el partido del domingo -para colmo, otra vez ante Chile-adquirió una relevancia enorme.
Si la Argentina gana el domingo obtendrá su primer título de mayores desde que la integra Lionel Messi. Por eso Macri se planteó viajar a ver al equipo del Tata Martino. Además, pese a que juega ante el Campeón, la Argentina es claramente el favorito del torneo.
Porque a todo dirigente político le sirve quedar inmortalizado en una imagen histórica. Una reunión con el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, para tratar la situación crítica de la Asociación del Fútbol Argentino y la SúperLiga, sería la coartada perfecta. El problema, claro, es si la Selección pierde.