Volver a las aulas era un desafío que no todos supieron afrontar.
Es muy importante destacar la voluntad del Gobierno Nacional de pensar en la vuelta presencial a clases de manera cuidada, lo que es fundamental porque durante el año pasado la continuidad pedagógica remota no alcanzó a todos los chicos y chicas de nuestro país. Hay muchos niños y niñas que quedaron en el camino, que se desvincularon de la escuela, por eso hay que volver a un planteo donde la presencialidad y el carácter remoto se complementen de modo tal de poder volver a garantizar el acceso a la educación del conjunto, sobre todo con aquello irremplazable, que es el vínculo pedagógico y el aprendizaje que se construye en la escuela.
Esta vuelta a las aulas tenía que ser de manera cuidada, priorizando la vida y la salud, como fue el rumbo que marcó Alberto Fernández en toda la gestión de la pandemia. Eso implicaba la construcción de protocolos, el planteo de las burbujas, de una campaña de vacunación masiva para los y las docentes, condiciones edilicias aptas y fundamentalmente la construcción de consensos entre la comunidad educativa, con las familias y las y los trabajadores de la educación, de modo tal de ser todo parte de un mismo engranaje que se pone en marcha.
Esto no se observó en la gestión de Cambiemos en la Ciudad. No se planteó una vuelta a clases cuidada. Hemos visto como la escuela pública, una vez más, está desfinanciada con índices inéditos y vemos como, nuevamente, la educación en la Ciudad de Buenos Aires es el privilegio de unos pocos, en lugar de un derecho de todas y todos.
Para los primeros días de marzo el Gobierno Nacional asignó a la Ciudad de Buenos Aires 33.300 vacunas destinadas para los docentes. Sin embargo, para el 10 de marzo, según informa el relevamiento de organizaciones de trabajadoras y trabajadores de la educación, el Gobierno porteño había vacunado recién a 130 docentes de toda la Ciudad. En cambio en la provincia de Buenos Aires, para la misma fecha, se habían vacunado a 148.995 trabajadores y trabajadoras de la educación, comenzando la campaña de vacunación a mitad de febrero.
En el marco de esta situación y de la campaña de vacunación tan lenta que planteó la Ciudad, la pregunta es cuál fue el sentido de iniciar el periodo lectivo el 17 de febrero. No hay otra respuesta que decir que fue por el marketing, para poder anunciar una vuelta a clases cuando todavía no había voluntad efectiva de comenzar una vacunación masiva hacia el conjunto de la docencia en la Ciudad de manera anticipatoria al inicio de clases.
Respecto a los protocolos, en la provincia de Buenos Aires desde un primer momento se habló de gradualidad y de sistema mixto o bimodal, o sea con instancias presenciales e instancias virtuales o remotas, con una alternancia programada, donde una semana se trabaje presencialmente y otra de manera remota, con no más de 2 horas por días, de acuerdo a los protocolos del cuidado y en función de la realidad de los establecimientos educativos.
A diferencia de este planteo, en la Ciudad de Buenos Aires, los escuchábamos tanto a Horacio Rodríguez Larreta como a la ministra de Educación Soledad Acuña decir que los chicos iban a asistir todo los días, y si bien este planteo que enunció Larreta fue insostenible, la responsabilidad de esa vuelta a clase presencial giró en torno a las definiciones que tuvo que tomar la escuela, de acuerdo a los establecimientos educativos absolutamente desfinanciados en cuestiones de infraestructura y de mejoramiento edilicio y respecto de las decisiones que tuvo que tomar la escuela para poder sostener en burbujas y determinados protocolos inconsultos, tanto con la comunidad educativa como con los trabajadores de la educación, sopesando la responsabilidad de esa vuelta en las conducciones de las escuelas y en los trabajadores, lo cual fue una responsabilidad enorme.
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Eso significó tener que velar por la vida de cada uno de los estudiantes sin ningún planteo que se tomara desde una definición gubernamental. Si bien Mauricio Macri, Larreta y Acuña se montaron sobre una consigna que fue "abran las escuelas", en la Ciudad de Buenos Aires, la jurisdicción más rica del país, bajo su mandato se llegó a niveles de desfinanciamientos inéditos, que no se condicen con este planteo de la supuesta prioridad por la educación pública.Lo hemos visto en las dificultades al acceso a la educación de miles de niños y niñas de la Ciudad que se vieron perjudicados por el recorte al plan Sarmiento entre 171 millones de pesos que proponen financiar los equipos tecnológicos para mantener la continuidad pedagógica de manera remota. También en el recorte de un 70% del presupuesto destinado a la infraestructura escolar, que se redireccionó hacia la educación privada, con una situación edilicia en las escuelas que necesitan de un mejoramiento. En las aulas falta ventilación, hay escuelas que tienen un baño cada 400 estudiantes, faltan provisiones absolutamente necesarias para la pandemia como los termómetros, y un montón de cuestiones que ponen en evidencia la desidia por parte del Gobierno de la Ciudad hacia la educación pública.
Este desfinanciamiento no es distinto a la oportunidad que tuvo Cambiemos de ser Gobierno Nacional. Macri desfinanció la educación pública en un 35%, sobre todo en aquellas propuestas educativas dirigidas a estudiantes con menores recursos y fundamentalmente a las escuelas técnicas, que están orientadas al aprendizaje de un oficio y a la inserción laboral. En la Ciudad de Buenos Aires Horacio Rodríguez Larreta, este 2021 aprobó el presupuesto más bajo en educación de los últimos años, justamente en el año que más se debió haber invertido producto de la adversidad que nos puso la pandemia.