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A 18 años del día que Claudia le pidió el divorcio a Diego: las exigencias y el inicio de la guerra

El 28 de marzo de 2003 la noticia estalló en todos los medios de comunicación. La Claudia se quería separar definitivamente del 10.

28 Marzo de 2021 09:00
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14 años. Eso duró el matrimonio entre Diego Armando Maradona y Claudia Villafañe. Tuvieron decenas de idas y vueltas, dos hijas en común, millones de dólares y muchos más secretos. Hasta que, un día, la mujer del 10 presentó la demanda de divorcio.

Fue exactamente hace 18 años. Los abogados de Villafañe habían iniciado el trámite en el Juzgado Civil N° 77, a cargo de la jueza Marta del Rosario Matera, en marzo de 2003. En aquel entonces, sin la actual ley de divorcio, la ex esposa de Maradona justificó la decisión y apuntó contra el 10: “Abandono del hogar”. ¿Desde qué fecha? Julio de 1998. En la denuncia, Claudia exigía la tenencia de Dalma y de Gianinna, sus hijas de 15 y 12 años respectivamente, para resguardarla de situaciones de “conflictos”.

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En lo económico, Villafañe iba por todo. Con su impronta, que marcaría unos años después, cuando convenció a Diego que le firmara un poder absoluto sobre todos sus bienes y que debió ser revocado más tarde.

En la denuncia, la ex del futbolista pedía cuota mensual de 5 mil dólares, dos departamentos, el 50 por ciento de las ganancias desde mediados de los 80 y la mitad del control societario del museo que, en aquel momento, había comenzado a armar con las camisetas de Diego.

Fue un shock. Diego se enteró del pedido de divorcio cuando ya llevaba tres años en Cuba, adonde se había instalado para recuperarse de su adicción a la cocaína. La decisión la había tomado después de la sobredosis que casi le cuesta la vida en Punta del Este. Se instaló en el centro de rehabilitación La Pradera, junto a Guillermo Coppola. Fue su representante quien le dio la noticia. Y ya había estallado en todos los medios de comunicación.

El amor se había roto para siempre. “¿Por qué me hace esto?”, se preguntó Diego, entre lágrimas. Las razones de Claudia eran muchas. Casi tantas como las infidelidades de Diego en la isla. Además de su figura reverencial, Maradona había conquistado la amistad de Fidel Castro, y eso le daba libertad para hacer lo que quería en Cuba.

En lugar de rehabilitarse, Diego vivió el descontrol y cambió las drogas por el alcohol. Las fiestas, las mujeres y las noches eternas se volvieron su rutina. A lo lejos, Villafañe lo sabía. Y no pensaba aguantar una humillación más.

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Era el final de la relación. Mientras los nombres de supuestas novias cubanas de Diego se sumaban a la lista, al igual que nuevos hijos no reconocidos, la batalla judicial había comenzado. Al año siguiente, Diego dejó Cuba. Pero no por mucho tiempo.

Volvió a probar la droga y a la isla. Por segunda vez, la rehabilitación no funcionó. Pero, más allá del divorcio en los hechos y sin firmar ningún documento, Claudia lo recibió por pedido de sus hijas. “Mientras lo pueda ayudar, seguiré visitándolo, pero eso no quiere decir que siga enamorada o que quiera volver con él”, había asegurado Villafañe en aquel momento.

A finales de 2004, Maradona pesaba más de 120 kilos, tenía problemas para respirar y se daba atracones con comida. Parecía que jamás había pisado un centro de recuperación. Pero 2005, en sociedad, con Claudia, renacería de sus cenizas.

Se sometió a un by-pass gástrico en Colombia, renovó su imagen y condujo La Noche del 10, con producción de su ex mujer. La intentó conquistar, incluso al aire, pero no hubo caso. Lo que Diego no sabía es que Villafañe ya tenía novio: Jorge Taiana, el productor de los Midachi, al que Diego apodaría Tontín, una década después, cuando se enteró que el romance había empezado el mismo año en el que le pidió el divorcio.

Pero en marzo de 2003, Diego no podía entender que Claudia quería ponerle un fin a su relación. Hubo llamados por teléfono. Hubo intentos de vueltas a Buenos Aires. Hubo llantos y enojos. Lo que no existió fue la tan ansiada reconciliación que Maradona quería. No tenía chances. Con el corazón emocional y físicamente roto, Diego continuó con el descontrol en Cuba.

Faltaba mucho tiempo para que acusara de “ladrona” a la madre de dos de sus hijas. Mucho más para que iniciara un juicio por el supuesto robo de sus camisetas y de millones de dólares. Su muerte, en noviembre de 2020, era inimaginable. Pero en el velatorio del 10, ahí estaba Claudia. La Claudia. Lista para tomar las decisiones. Con carácter y decidida. Como hace 18 años, cuando hizo lo impensado y le pidió el divorcio a Diego.