Hace 20 años, el país se sacudió con la muerte de un ídolo popular. Rodrigo Bueno, el Potro, estaba en la cresta de la ola. Su fama había trascendido en mucho la provincia de Córdoba: planificó su carrera desde Buenos Aires y le estaba saliendo bien, aunque muchos, en su provincia, no se lo perdonaban. Era un muchacho de apenas 27 años y estaba bien arriba, bien arriba de todo. El título de su último disco era todo un símbolo. A 2000, hacía referencia a la vez al nuevo año y a una especie de velocidad supersónica, la misma a la cual iba la carrera del Potro.
El 24 de junio de 2000, pasadas las 3.20 de la madrugada, en la camioneta Ford Explorer roja viajaban Rodrigo, su amigo Fernando Olmedo (el hijo mayor de Alberto Olmedo); Patricia Pacheco, ex mujer del cantante, y su pequeño hijo Ramiro, de 4 años, que resultaron ilesos, Alberto Pereira y Jorge Moreno, que sufrieron heridas leves. El accidente ocurrió entre los kilómetros 24 y 25 de la Autopista La Plata-Buenos Aires, a la altura de Ezpeleta.
Luego de pasar el puesto del peaje, en una curva muy cerrada, la camioneta de Rodrigo fue sobrepasada por una 4X4 Blazer blanca con vidrios polarizados que conducía el empresario Alfredo Pesquera. La camioneta le obstruyó el paso a Rodrigo, que venía a 120 kilómetros por hora. La maniobra de Pesquera fue tan imprudente que despertó las sospechas de un atentado. En la recta, el cantante intentó adelantarse, pero perdió el control de la camioneta. La Ford Explorer volcó y tanto Rodrigo como Fernando Olmedo salieron despedidos. Rodrigo golpeó la cabeza contra el pavimento y murió en el acto. Fernando Olmedo fue trasladado de urgencia al Hospital Evita Pueblo: había sufrido golpes fortísimos en el tórax y en el abdomen y falleció a los 40 minutos de llegar.
El intendente de Lanús, Manuel Quindimil, ofreció las instalaciones de la Municipalidad para el velatorio. Una inmensa multitud, que la prensa estimó en 35 mil personas -la mayoría de ellos, chicos y chicas muy jóvenes- despidió al artista. Ese día y los siguientes vieron un desfile mediático en el cual la madre del artista, Beatriz Olave, se convirtió en omnipresente. Beatriz dijo que quería cantar con la banda del Potro, circunstancia de la cual felizmente al poco tiempo desistió. Su ex novia Marixa Balli, su ex esposa Patricia Pacheco (sobreviviente del accidente), amigos como La Tota Santillán, su ex manager José Luis Gozalo y otros, ganaron los medios a toda hora. En algún momento, por razones que el tiempo ha olvidado, todos esos personajes empezaron a polemizar el uno con el otro.
Rodrigo era una superestrella en la cumbre de su carrera. Tenía voz de rallador y afinación dudosa, pero también tenía un carisma único y canciones pegadoras, muy pegadoras, Aunque tenía varios años de trabajo, fue en 1999 cuando se produjo la explosión.
Había logrado clara y categóricamente lo que hasta la mismísima Mona Jiménez logró apenas en cuentagotas: triunfar en Buenos Aires y proyectarse desde Buenos Aires a todo el país música de cuarteto cordobés. Había llenado varias veces el Luna Park. Sus canciones sonaban a toda hora en la radio y en la TV. Soy cordobés, La mano de Dios, Un largo camino al cielo, Ocho cuarenta, Amor Clasificado, Cómo olvidarla, Lo mejor del amor, y tantas otras... Casi no había una canción del Potro que no fuera un hitazo. Fama, dinero, el amor de la gente y varios shows por noche. Charly García contó una anécdota muy reveladora y muy sabia a la vez: "Una noche me dijo 'Charly, ¿por qué no hacemos un disco juntos?' Y yo le respondí: 'Rodrigo, hay límites'".
Han pasado 20 años y la música de aquel joven carilindo que conoció el éxito, llegó a la cima y se pegó el palo, sigue sonando cuando es necesario levantar el ánimo, cuando alguien tiene ganas de bailar. Han pasado 20 años