05 Abril de 2017 06:39
No leas mi diario en mi ausencia.
OK, ahora me voy a trabajar. Esta mañana cuando te levantes, por favor, lee mi diario. Registra mis cosas y trata de entenderme.
La reciente reedición de los Diarios de Kurt.
Mis letras son un gran montón de contradicciones. Se dividen por partes iguales entre opiniones y sentimientos sumamente sinceros y refutaciones sarcásticas y humorísticas, espero, hacia los estereotipados ideales bohemios desfasados desde hace años.
Y es que parece ser que un compositor de canciones no tenga más que dos maneras de ser: o la propia de visionarios tristes y trágicos como Morrissey, Michael Stipe o Robert Smith, o la del típico chico blanco alelado y de la cabeza que va de "¡Eh, vámonos de joda y olvidémonos de todo!", gente como Van Halen o los demás mierdas del heavy metal.
En fin, que a mí me gusta ser apasionado y sincero, pero también me gusta divertirme y hacer el imbécil.
Bichos raros del mundo, uníos.
En vivo, el momento en que era más feliz.
Estoy amenazado por el ridículo.
Soy demasiado consciente de la sinceridad de mi voz.
Me gusta tener relaciones sexuales.
Quiero a mis padres aunque disienta prácticamente de todo lo que ellos defienden.
Entiendo y aprecio el valor de la religión por el prójimo.
Mis sentimientos se ven influidos por la música.
El punk rock significa libertad.
Me sirvo de retazos de la personalidad de otros para forjar la mía propia.
Heart-Shaped Box
Si querés saber cómo es la vida en el más allá, ponete un paracaídas, subite a un avión, metete un saquee de heroína en las venas, seguido inmediatamente de un pico de óxido nitroso, y saltá. O bien prendete fuego.
Dave Grohl, Kurt Cobain y Chris Novoselic: Nirvana.
Soy varón, tengo 23 años y produzco leche. Nunca me habían dolido tanto los pechos, ni siquiera cuando los matones del secundario me retorcían las tetas. Ellos ya tenían vello ahí abajo mucho antes de que yo dejara de jugar con muñecas. Llevo meses sin masturbarme porque he perdido la imaginación. Cierro los ojos y veo a mi padre, niñas, pastores alemanes y comentaristas de noticieros, pero no a chicas desnudas y voluptuosas haciendo mohínes y estremeciéndose de placer con las posturas ilusorias que evoco en mi mente. No; cuando cierro los ojos, veo lagartijas y bebés sirena, aquellos que han nacido deformes porque sus madres tomaban píldoras anticonceptivas nocivas. Tocarme me da auténtico pavor.
Kurt Cobain y Courtney Love, su novia.
Es bueno cuestionar la autoridad y combatirla, aunque sólo sea para hacer las cosas un poco menos aburridas.
Kurt, Courtney y Frances Bean, la hija de ambos.
Me siento como un cretino escribiendo sobre mí mismo como si fuera un icono semidivino del pop rock americano o un producto confeso de una rebelión de elaboración corporativista, pero es que he oído tantas historias y declaraciones de mis amigos disparatadamente exageradas y leído tantas interpretaciones freudianas mediocres y patéticas basadas en entrevistas que hablan de mí, desde mi infancia hasta el estado actual de mi personalidad y de mi fama de heroinómano perdido, alcohólico, autodestructivo, aunque abiertamente sensible y delicado, frágil, sosegado, narcoléptico, neurótico, un pobre diablo dispuesto en cualquier momento a meterse de sobredosis, tirarse de un techo, volarse la tapa de los sesos o las tres cosas a la vez. ¡Dios, no soporto el éxito! ¡Y me siento tan increíblemente culpable! Por haber abandonado a mis verdaderos colegas, a los que son fieles de verdad, a los que ya nos seguían hace unos años. Dentro de diez años, cuando NIRVANA sea un grupo tan memorable como Kajagoogoo ese mismo porcentaje reducidísimo vendrá a vernos a conciertos revival patrocinados por una marca de pañales para la incontinencia, donde ya gordos y calvos intentaremos aún hacer RAWK [rock] en parques de atracciones. Sábados de teatro de marionetas, montaña rusa y NIRVANA.
In Bloom
Probé la heroína por primera vez en 1997 y seguí utilizándola unas 10 veces más desde el 87 hasta el 90. Cuando volví de nuestra segunda gira europea con Sonic Youth decidí consumir heroína a diario debido a una dolencia estomacal que llevaba sufriendo desde hacía cinco años y que me había llevado literalmente a pensar en el suicidio. Todos los días de mi vida durante cinco años. Cada vez que tragaba un bocado de comida sentía un dolor atroz que me daba náuseas y ardores en la boca del estómago. El dolor se volvía aún más fuerte cuando iba de gira debido a la falta de unos hábitos alimentarios correctos y regulados, y de una dieta adecuada. Desde el comienzo de dicha afección me he sometido a diez intervenciones distintas en las zonas gastrointestinales superiores e inferiores que han revelado una inflamación brutal en el mismo punto. He consultado a quince médicos distintos y he probado unos cincuenta medicamentos para la úlcera. Lo único que he visto que funcionaba eran los opiáceos fuertes. Había muchas veces que me veía literalmente incapacitado en la cama durante semanas, vomitando y muriéndome de hambre. Y llegué a la conclusión de que bien podría ser un yonqui si ya me sentía como tal. Tras la última gira europea juré que no volvería a ir de gira a menos que pudiera ocultar o resolver mi problema de salud. Me pasé cerca de un mes inyectándome heroína, pero luego me di cuenta de que no podría conseguir drogas cuando fuéramos a Australia o Japón, así que Courtney y yo nos desintoxicamos en la habitación de un hotel.
En cuanto me fui a Australia me volvieron de inmediato los dolores de estómago. Tuvimos que cancelar unos cuantos conciertos porque el dolor me dejaba inmóvil, doblado en dos en el suelo del baño vomitando agua y sangre. Me estaba muriendo literalmente de hambre. Bajé de peso hasta casi los 50 kilos. Siguiendo el consejo de mi manager, me llevaron a un médico que me dio fiseptona.
Las pastillas parecieron funcionar mejor que cualquier otra cosa que hubiera probado antes. Poco después de reanudar la gira vi que en la letra pequeña del frasco decía: 'Fiseptona: contiene metadona'. Otra vez enganchado. Sobrevivimos a Japón, pero para entonces los narcóticos y la gira ya habían empezado a hacer mella en mi cuerpo. Y no me encontraba mucho mejor de salud que cuando dejaba la droga.
Al volver a casa me encontré con que Courtney se había vuelto a enganchar, así que ingresamos en un centro de desintoxicación donde permanecimos dos semanas. Ella se recuperó. A mí me volvieron al instante los mismos dolores y náuseas de siempre, y decidí suicidarme o acabar con el dolor. Me compré una pistola, pero me decanté por las drogas. Seguí con la heroína hasta un mes antes de la fecha prevista del nacimiento de Frances. Ingresé de nuevo en un centro de dexintoxicación y durante dos meses experimenté el proceso de rehabilitación más lento de toda mi vida, 60 días vomitando y muerto de hambre. Enganchado a una intravenosa y soltando alaridos, con los peores dolores de estómago que jamás había tenido.