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Adriana y su hija Julieta: la pasión que las une, las experiencias paranormales y el Sapo Pepe

La maestra jardinera y artista infantil habló con BigBang de su show por las vacaciones de infierno, reflexionó sobre el aislamiento y se refirió a la crisis que envuelve al medio artístico.

16 Julio de 2022 06:00
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Verlas juntas impresiona, no solo por el parecido físico de ambas sino también porque, además, comparten la misma pasión arriba del escenario. Por un lado, Adriana Szustermanes es la ídola de miles de chicos y es una de las figuras infantiles más reconocidas de la Argentina. Por el otro, su hija Julieta decidió seguir sus pasos cuando apenas tenía 7 años y hoy en día va camino a transformarse en otro ícono del entretenimiento del público infantil. Presente y futuro, unidas por la misma pasión y con un solo objetivo en mente: llevar la música, el baile, revalorizar la voz de los más chicos y el valor de compartir los juegos en familia. "Es la primera vez que hacemos temporada juntas", le cuentan a BigBang.

 

Maestra jardinera de alma y corazón, Adriana logró con sus canciones transformarse en la voz que eligen los más chiquitos para acompañar sus tardes, sus juegos y hasta sus clases en el jardín, y comparte con su primera heredera el mayor de los tesoros: una innata vocación por la música que simplemente llevan en los genes. "Armamos un recital para disfrutar, no solo para nosotras que nos encanta y estamos súper apasionadas, sino un recital como cuando vas a escuchar esas que todos sabemos para disfrutar y cantar en familia", le resalta la propia Julieta a este portal sobre los shows que dará junto a su mamá en estas vacaciones de invierno.

Mientras que Adriana, atenta a lo que dice su hija, agrega: "Es pogo, es para rockearla. ¡Todas van a escuchar!". De acuerdo con la artista, Juli escucha música desde la panza, fue mamando el teatro desde antes de nacer y su incursión al mundo artístico infantil se dio  de manera natural. De hecho, a los 3 años ya le pedía que la llevara a estudiar a la escuela de Reina Reech y a los 6 años ya espiaba sus ensayos. "Yo la veía ensayar y me colaba. Bailaba ahí detrás hasta que un día, bailando con mis vecinitas, nos ve y nos propone bailar en el teatro. Nosotras estábamos fascinadas, todo comenzó como un juego y mi primer escenario fue Calle Corrientes en el Paseo La Plaza. ¡Y no me bajé más!"-

Sobre sus comienzos, Adriana explicó que los primeros pasos los dio en aquella sala de jardín que la tenía como docente. "Siento que fluyó, que la vida me fue fluyendo: La salita de jardín fue mi primer mini escenario y ahí me di cuenta lo que sucedía cada vez que agarraba la guitarra. Se generaba un clima muy hermoso, de alegría y unión, y entonces empecé a armar todos los contenidos que tenía que enseñar como docente para hacerlos bailando y cantando. Tenía mucha más onda y así fue. Cada fin de año se preparaba un espectáculo para los papás y los chicos a modo de cierre de escuela, se contrataba un director de teatro y me daban el protagónico", contó.

 

Y siguió: "La primera vez que pisé un escenario me dije ´what? ¿qué es esta energía? .....yo no me quería ir de acá´. Entonces empecé a pensar que todo lo que había estudiado, no solo la docencia sino también comedia musical, canto, guitarra y música....jamás imaginé que aquella preparación iba a ser luego para esta misión. Todo eso se fue conjugando para que el Cantando con Adriana tuviera ese sello tan docente, como si fuese una mega sala de jardín de infantes, no solo con los niños y niñas, sino también con los padres, abuelos, tíos y con la familia. Integrar a la familia a través de la música y a volar con la imaginación para crear ese mundo de personajes, que son nuestros y bien argentos". 

Durante la íntima charla que ambas tuvieron con este sitio, Julieta resaltó que al principio le costó tener que compartir a su mamá con otras personas, sobre todo con los más chicos, pero destacó el esfuerzo y el trabajo que le dedicó Adriana a esta vocación. "El crecimiento lo viví con ella y ver ese proceso fue uno de los aprendizajes más grandes. Cuando yo era chiquita, ella no era Adriana la que todos conocen y ver el trabajo que hubo detrás de eso, todo a pulmón, es algo que llevo conmigo siempre. A mi hermano y a mi nos costaba compartirla. No entendíamos porque los nenes la abrazaban. Hacíamos la fila para saludarla después de los shows con todos los nenes, la agarrábamos y no la queríamos soltar", relató.

En ese momento, a Adriana se le llenan los ojos de lágrimas y de recuerdos. Ve a su hija como  una persona llena de luz, inquieta y muy curiosa que mantendrá vivo su legado. "Nuestra intención es integrar a toda la familia, sobre todo en un mundo tan acelerado y virtual. Todo está al alcance de un click y venimos de una pandemia, donde el mundo se detuvo y te comenzaste a preguntar en casa qué se hace con los hicos o cómo hacemos 24/7....y esta es la realidad. Estamos creando valores y momentos que quedan ara siempre en el recuerdo. Un momento donde el mundo se detiene y padre e hijos comparten a la par el mundo de las infancias. Creas esos momentos felices y tomarnos el tiempo para valorar", destaca la artista.

 

Como a la gran mayoría, el aislamiento social, preventivo y obligatorio -que comenzó a regir el 20 de marzo de 2020 por un decreto del presidente Alberto Fernández- las obligó a reinventarse para no quedar sumergidas en la crisis que afecta al espectáculo, en medio de la pandemia de COVID-19. "Fue muy duro. Empecé a los 7 años en los escenarios, nunca me bajé y fue la primera vez que no hice temporada. No solo que es lo que nos encanta hacer con el alma sino que también es nuestro trabajo. Nos tuvimos que adaptar a Zoom, tanto para eventos y streaming. Fue tremendo, lo hicimos con mucho amor pero se extrañaba mucho el vivo. Fue bastante duro", remarca Julieta.

Lejos de deprimirse, ambas tomaron este desafío de la mejor manera y lograron transformarse utilizando la tecnología, tan amada y odiada a la vez que les permitió llegar a otros países, como Guatemala, México o Japón. "Creo que nos sirvió para valorar un montón de cosas, apelar a la creatividad: componer, escribir canciones, canal de YouTube, filmarnos, editar y hacer todo ese trabajo. A veces si te quedas en la queja, estábamos todos encerrados y no dependía de mi salir o no. Fue como una película de ciencia ficción. Ahora que podemos salir no hay que olvidarse lo que pasó, hay que valorar el abrazo, la mirada y la energía que se transmite. La tecnología fue un factor fundamental", explicó Adriana.  

Además de ser artistas infantiles, Adriana, su hija y toda su familia tienen un costado solidario inmenso: amadrinan a muchos centros de primera infancia, hogares de niños y a hospitales como, por ejemplo, el Hospital de Clínicas, Hospital General de Niños Pedro de Elizalde o el Garrahan, adonde va a cantarles a cada habitación a los chicos. Sin ir más lejos, las enfermeras tienen su celular y se involucra en cada causa que tiene que ver con la niñez. "Surgió hace muchísimos años y ahora pienso en mi mamá, que partió hace un mes y medio y nos está dando muchísima fuerza hoy ara hacer temporada. Ella desde muy chiquita nos llevaba a los hospitales y nos mostraba a los chicos em situación de calle", detalló.

 

Y continuó: "Nos hizo tomar conciencia. Esta conciencia social se creó en mi ser gracias a mi mamá. A partir de un llamado que tuve, ya siendo artista, fui a visitar a una nena (Julieta), que estaba internada por un problema muy grave de salud, y eso me cambió mi vida, el alma, me hizo valorar la vida y encontrar que a través de la canción, del juego y de lo que podíamos dar las cosas que se podían hacer para estos pequeños. Es un viaje de ida maravilloso y lo que recibís al dar, es inmenso. Entendí que la clave de la vida es dar amor de la forma que cada uno pueda. cantando, bailando, actuando, contándoles un cuento, juntando caramelos, alfajores o ropa....Es mirar al otro a la cara y saber qué le pasa".

Visiblemente conmovida, Adriana destacó el costado solidario del argentino promedio y señaló que "siempre" se puede hacer algo por el otro. "Esto también es formar valores en la gente que nos mira. Yo como mamá quiero que mis hijos sean buena gente. La importancia de darles un lugar a estos chicos es inmensa. Nadie te enseña hacer mamá o papá y sutilmente les mostrás un camino posible. Creemos que la vida es esto, hoy te toca estar acá y mañana allá. Es una vuelta y nadie sabe lo que te puede pasar. Esta pandemia lo demostró: no hubo clases sociales ni capacidades diferentes. Le agarró a quién le agarró. Todos somos iguales y diferentes a la vez", destacó sobre sus shows inclusivos.  

A partir de su costado solidario, Adriana y Julieta comenzaron a vivir diferentes experiencias paranormales. De vez en cuando les aparecen plumas de color blanco en su casa que, según explicaron, son las señales de los Ángeles. "Es algo constante, nos llegan señales. Es medio difícil de explicar y está en cada uno creer o no. Pero las señales están", destacó Julieta, a lo que Adriana agregó: "Cuando fui a visitar a Juli, una pequeña de tres añitos, su mamá y ella me enseñaron todos los ´sí, se puede´. A partir de la partida de esta chiquitita, que fue shockeante por ponerle un nombre, empezaron a aparecer las mariposas en mi vida. Por ejemplo, cuando me entero que Juli falleció, salgo de mi casa y se me presenta una mariposa".

 

De acuerdo con Adriana, cuando se siente triste o mal comienzan a revolotearle las mariposas a su lado. "De pronto, la mamá de Juli un día me llama y me dice ´Adri, vos en tu escenografía tenés un árbol así y así´. Le digo ´Vale, cómo sabés si todavía no estrenamos el espectáculo y la estamos montando todavía la escenografía´. Me contó que soñaba con su hija conmigo y yo siento que su hija está conmigo. En cuanto a las mariposas, googleamos el significado y entre los muchos hermosos, hay uno tenía que ver con las almas que se desprenden del cuerpo cuando alguien parte. hay muchas culturas que simbolizan el alma que partió con mariposas", manifestó. 

Al final de la entrevista, Adriana se tomó unos segundos para relatar como culminó el conflicto con la autora del Sapo Pepe. La canción fue creada en 1988 por la cantante Analía García, del dúo Candela. Pero la pieza musical fue interpretada por Adriana, quien la hizo conocida. La autora, mediante la Justicia, pidió la retractación de la apropiación intelectual del personaje y nulidad de registro marcario. Y hasta llegó a prohibirle el uso de la canción en sus espectáculos. "Fueron muchos años, pero terminó bien. Aprendimos un montón de esa historia, fueron 11 años. En un principio fue terrible y no entendía nada, pero la gente se paraba y me la cantaban ellos. Fue recibir el doble de amor del público", contó.

Y cerró: "Yo no tenía solo una canción. Era una canción dentro de 13 discos que compuse. Empecé a crear más, apareció la otra canción del sapo. Fue de esas piedras que te demuestran bueno ´qué hago, me caigo, chau y me voy o se me termina la carrera´ o esta piedra está en el camino para que me demuestre a mi misma todo lo que tengo para dar y todo lo que la gente está esperando de mí. Con la autora pudimos hablar y quedó todo súper bien. El día del juicio cuando terminó todo, pedí conocerla, la abracé, pudimos hablar un montón de una manera en la que me dije porqué tuvimos que esperar 11 años. Hay cosas que suceden, hay que aceptarlas y dejar de pegarte la frente en la pared". 

 

Cantando con Adriana y Bailando con Julieta se presentan estas vacaciones de invierno (21 de julio en el teatro Coliseo; 19 22, 23 24, 30 y 31 en el teatro Premier; y 28 de julio en el Centro Cultural San Isidro) para brindar un recital para toda la familia. La presencia del abuelo Saúl, el abuelo de todos los chicos, completan tres generaciones sobre el escenario. Además, el perro Timoteo, el sapo y la sapa más queridos del jardín, el gatito Michu, patito Tito, el elefante Cholito, estarán en este espectáculo único, inclusivo e interactivo para toda la familia.