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Adriana y su show : la apuesta por salir de las pantallas y el valor del juego en la niñez

El espectáculo que busca reconectar con los más chicos en tiempos de tablets.

14 Julio de 2023 12:00
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La vida le jugó un inesperado revés a Adriana Szusterman, que hoy agradece que eso haya pasado. Una carrera universitaria derivó a su máxima pasión. De estar dentro de un jardín de infantes o en un escenario por un acto escolar con una guitarra de por medio y un micrófono cantando y haciendo jugar a todos los presentes, pasó a realizar su primera presentación en el teatro La Plaza ubicado en Avenida Corrientes, brindando un show infantil en el cual prime la idea de aprender y divertirse. “Me empecé como a imaginar que el teatro podía transformarse como en una gran sala de jardín”, dijo en una entrevista con BigBang.

Desde el día que decidió trasladar toda tu pasión hacia los escenarios de los teatros, lo hizo con una idea principal: sacar de las pantallas a los niños. "La infancia es una. ¿Por qué apurarnos?", se pregunta con total indignación. Lo que Adriana busca y consigue es que cada uno de los menores que visita su show, que tendrá una única función el domingo 23 de julio en el Teatro Broadway, tenga y aproveche el tiempo para jugar, cantar, divertirse y que salga de ahí mismo con una enseñanza.

Además, se convirtió en una abanderada en la lucha contra el "estrés tecnológico" que los chicos sufren por estar tan ligados a la tecnología: "Queremos mostrar distintas herramientas, juego, música, baile, donde puedan llevarlo a la casa, a tener otras ideas y otras herramientas para conectar, estimular y jugar con sus chicos", explica.

-¿De qué manera se dio ese traspaso del jardín de infantes hacia los shows?

-Me di cuenta de mi amor por los escenarios actuando para mis alumnos, en las obras de jardín siempre me daban como los papeles protagónicos y descubrí la magia del escenario. Me atrapó sobre todo porque fui descubriendo más allá de mi alma docente que está puesta al servicio del espectáculo, yo también me formé en actuación, en canto, en baile, en comedia musical. Entonces sentí que podía conjugar todo lo que fui estudiando a lo largo de mi vida, ciencia de educación, psicopedagogía, la docencia, con todo lo artístico.

-Y a partir de todos tus conocimientos empezaste a organizar lo que querías montar en un escenario...

-Empecé a imaginar que el teatro podía transformarse en una gran sala de jardón, dende podemos ofrecer esta magia de un encuentro sano desde el arte, la alegría, los bailes y los personajes; todo creado por un alma docente, con el objetivo de darles herramientas a los adultos también, que muchas veces no saben cómo jugar con un niño pequeño. Fue como abrirles la puerta al mundo de los más chiquititos para que puedan ver, sentir y vivir la manera en la que se conectan, pero de corazón a corazón, de alma a alma.

Durante los shows se produce una energía y una vibra tan alta y tan mágica que no se puede creer. Son salas, a veces grandes salas, que no pierden la calidez que logramos en una salita de jardín. Vienen muchos bebés de menos de un año, que usan chupete y recién empiezan a mover su cuerpo con las primeras canciones que les ponen en la casa. Durante la obra, se encuentran con estímulos sonoros, visuales, estéticos muy pensados. Por eso siento que nuestro musical tiene un sello muy distintivo.

-¿Sufriste pánico escénico al momento de arrancar?

-Pánico no... ¿sabés que no? Me siento como pez en el agua. Quizás en la vida personal tengo miles de inseguridades, pero me subo al escenario y no soy yo. No sé cómo explicarte. Es como que me convierto en un instrumento para transmitir contenidos y mensajes, entonces me pongo como al servicio del público. Me es difícil explicarlo con palabras, porque es algo que lo siento en el alma.

Siento nervios por la adrenalina, obviamente; pero no pánico. Es esa sensación de, ¿qué pasará? ¿Cómo le llegará al otro? Esa expectativa. Cuando sucede, y sucede mucho más de lo que alguna vez imaginaste al escribir algo que sale desde lo más profundo de tu alma, sentís que el juego cumplió el rol que tenía que cumplir. Es decir: '¡Guau, vaya que era por acá!'. 

-Cuando vos decís que bailan y actúan con vos, ¿te referís a los niños y a los grandes también?

-Cuando sos papá, te cambia el mundo. Además de la música que escuchabas, empezás a conocer la de tus hijos. Te cambian los horarios, cambia tanto la vida. La llegada de ese peque que depende de vos te cambia todo, incluso las prioridades. Pasa mucho de ver a los grandes sacados y me muero de risa, de ternura. Cuando los que piden otra canción a los gritos son los grandes y no el niño, porque quizás no sabe si puede pedirlo o no todavía; no tiene ese código del show incorporado. Son los adultos muchas veces los que saben todas las canciones y quieren que las cante.

Tengo diez discos editados, más otros canales como YouTube y Spotify. Imaginate que cada uno tiene su favorita con tanto material creado en estos años. Cuando termina el show se me acercan y me dicen: 'No cantaste la de...', y ahí hacemos como a pedido un pedacito a capela de lo que van pidiendo. Ese es nuestro sello distintivo, que cantamos en vivo, proque somos cantantes y amamos cantar de verdad.

-Siento que hoy en día no es tan fácil montar un show así como el que describís vos...

-Totalmente, pero realmente nosotras nos preparamos un montón para que el show sea como el que deseamos. Comparto el escenario después de la pandemia con mi hija, que es coreógrafa, actriz y también cantante. Nos vamos repartiendo las estrofas de la canción, por ejemplo, para cuidar el aire en cada canción. Las dos amamos cantar en vivo y eso un poco se perdió: o meten el autotune o hacen playback. Cada uno hace lo que quiere o puede, pero el vivo siento que es nuestro sello distintivo.

-Recién hablabas de los pedidos de los padres después del show, ¿recordás alguna anécdota divertida?

-Desde que arranqué mi carrera en el 2001, siempre salí a saludar después de cada función. Es más, mis hijos eran chiquititos y hacían la fila para saludarme. Ahí te encontrás con los que te quieren dar sus dibujitos o el que te pide la canción que no cantaste. Me han pasado historias hermosas como la de una mamá en Rosario, que me dijo: 'Mi hija tiene autismo, no habla, pero canta todas tus canciones'. '¿Cómo es eso?', pensé, y me puse a cantarle. La niña la miró a la mamá, me miró a mí y nos abrazó a las dos. Lo cuento y me da escalofríos, porque ella empezó a cantar con nosotras. Esos son los momentos por los que digo que para mí esto es un propósito de vida.

-En todos estos años, la niñez fue cambiando producto también del avance de la tecnología. ¿Notás la diferencia?

-La propuesta del espectáculo tiene que ver con mostrar que hay otras formas de criar a los chicos. Está buenísimo el avance tecnológico, pero a veces un niño pequeño no es consciente de todo lo que le genera. Hay nenes pequeñitos con estrés, ¿vos podés creer? Lo que genera el exceso de pantalla en el cerebro de un niño no está bueno. Entonces, cuando uno es consciente de todo eso, se pregunta: '¿Te la voy igual o le pongo un límite?'. Es por eso que mostramos distintas herramientas, juegos, música y baile, para que se las lleven a la casa.

Son ideas y herramientas para conectar, estimular y jugar con los chicos. Siento que se las está apurando un poco a las infancias, desde la ropa hasta la música. El otro día pasaba por una calesita y les pasaban canciones para adolescentes a los chiquitos o cosas que no están buenas para esa edad. Un nene que va a la calesita no está para canciones casi pornográficas, no está bueno. Apuesto a una crianza respetuosa que respete los valores, los tiempos y el tiempo de jugar; porque algunos no valoran lo que representa el juego para un niño. Los chicos aprenden a través del juego, es su lenguaje, su manera de comunicarse y de conocer el mundo. Tienen que jugar, ¿por qué apurarnos? ¿A dónde los estamos llevando?

-Es responsabilidad un poco de los adultos...

-Tal cual y creo que no tomamos conciencia de la educación consciente, de la infancia respetada. Es necesario tomar consciencia, porque después pasa el tiempo y ya es tarde. Si querés que tu hijo te respete y te escuche, tenés que generar vos ese tiempo y ese momento de escucharlo, de respetarlo, de preguntarle desde qué punto, cómo te fue en el jardín, para que generen confianza y puedan contarte.

-¿Qué diferencias notás entre el público con el que arrancaste y el de ahora?

-Es muy loco sentir que hay una necesidad de los chicos de ser escuchados, de que les presten atención y que jueguen de verdad a lo que a ellos les gusta jugar. Eso no lo noto en mis espectáculos porque el show está creado como si fuese un mapa o una receta de cocina en la que cada ingrediente está pensado; desde las luces, hasta el sonido. Es un contenido creado especialmente para ellos. Así, un juego de verdad le gana ampliamente a una pantalla. Siento que hay una necesidad de los más chicos de ser escuchados, mirados a los ojos. De pronto, en todas las salas se juega a la escondida. ¿Qué onda, cómo es eso? Y se mueren de la risa. Hay magia en salas de 1.300 localidades. Por eso mantengo esta propuesta ahora más que nunca. 

-¿Creaste este show para que los chicos puedan salir un poco de las pantallas?

-No, siempre fue así. ¿Viste cuando decís que naces para algo? Bueno, nunca tuve duda de que yo quería ser docente. Después decidí seguir estudiando psicopedagogía y ciencias de la educación, paralelamente canto, bailo, actuación, comedia musical, guitarra, música... Siempre. Y cada vez con más necesidad porque la sociedad está diferente. Entonces, ahora mi necesidad de alzar esta voz es más fuerte que antes. Ahí está la diferencia.

-Sentís que hoy te necesitan más...

-Sí, porque no nos damos cuenta como papás. No por maldad, para nada, porque por ahí no se dan cuenta. Y hay tiempos en la vida que después no vuelven. Mi hijo cuando era chico me decía: 'La vida no se puede rebobinar, ma'. Una vez que yo estaba angustiada, ni me acuerdo por qué, me pasó algo y él me dijo: 'Mamá, ya te pasó'. Tendría ocho años, Martín estaba en la primaria. Me mató. Es como, bueno, ya te pasó, mirá para adelante.

-¿Sentís que él fue el que te cambió la mentalidad?

-Y esa frase fue como ¡guau! Mis dos hijos fueron y son una guía total. Toda la primera parte de este año trabajé en un proyecto solidario que reunía a chicos con discapacidad e hicimos el show juntos, con ellos bailando y cantando conmigo. Los llevamos a diferentes lugares, hospitales, centros de salud; y lo que aprendí de ellos es zarpado. La lucha, las ganas de seguir, la inclusión verdadera. Poder mostrar que todos tenemos un lugar, que todos somos diferentes y que todos tenemos algo valioso para ofrecer.

-¿Con qué te encontrás ahí?

-Me encuentro con una sociedad que no está preparada para la discapacidad. Tenemos que aprender a convivir con ella, porque todos tenemos una discapacidad. Para algo yo soy buenísima, pero para muchas cosas soy malísima. Entonces digo: '¿Ante la mirada de quién son diferentes?'. Eso está en la obra, desde el juego, desde los títeres, desde un personaje que no se anima o uno que no sabe bailar, ni cantar, ni nada. '¡Entonces que no venga!', dicen algunos títeres. Y no, el mensaje es: 'Pará, puede venir. Es verdad, no lo hace como todos los demás. Pero dale, que venga y lo haga. Y lo demás, se lo vamos a enseñar y lo va a aprender'. Estos mensajes llegan a través del juego, que es el lenguaje de las infancias.

-Tu formación como maestra jardinera también te da esas herramientas que le suman ese aporte de aprendizaje extra a tus shows...

-Tal cual, porque me apasiona. Cuando hablo del tema siento que se me sale el corazón. No finjo que apuesto por el contenido que creamos con Juli, realmente creo en lo que se transmite en cada escena, lo que hay detrás de una canción; mostrar un mundo necesario de habitar en la niñez, que es el momento en el que se generan y se crean los valores.

-¿Cómo es trabajar con tu hija?

-Comienzo con mi papá que va a cumplir 88 y sube en una canción a tocar el piano. ¿Sabés lo que es ese momento? No, no te imaginás. La gente creo que se deshidrata llorando. O sea, es una emoción ver a un abuelo que sube a tocar el piano. Todos tenemos algo valioso para dar. Y en esta sociedad donde el mayor es como que ni bola, es la voz de la experiencia, son tus viejos, tus abuelos. Bueno, con Juli nos entendemos con una mirada. Bailaba conmigo desde que tiene 7 años y ella dirige ahora todo lo coreográfico, con una capacidad que la miro y no lo puedo creer. Que compartamos el espectáculo a la par es un orgullo, porque tiene una formación artística y estética.