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Alberto Ajaka, íntimo con BBN: "No decidí convertirme en actor, no tuve la valentía"

El actor es actualmente uno de los protagonistas de "Lo que queda de nosotros", la obra que llegará al Teatro Multitabaris a comienzos de julio. 

26 Junio de 2022 08:00
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Si de algo está seguro Alberto Ajaka es que su cuerpo tomó por él la decisión de volcarse cien por ciento a la actuación. Y con el paso del tiempo, se dio cuenta que fue la elección correcta. "Iba a bordo de mi camioneta por la General Paz rumbo al laburo (trabajaba en una fábrica que quedaba en Lomas del Mirador) y me empezó a agarrar una cosa en el pecho, como algo que me oprimía. Un ataque de pánico", contó en un mano a mano con BigBang.

Según recordó, iba en la salida de Constituyentes cuando detuvo la marcha del vehículo por miedo a que le estuviera agarrando "un ataque cardíaco". "Me asuste. Me calmé por media hora. Pegué la vuelta. Volví hacia mi casa, en Olivos. Le conté a María (Villar) lo que me estaba pasando y estuve dos días sin hablar. Me quedé sin hablar dos días. Me llamaban y no podía decir palabra", explicó.

Alberto está en pareja con la actriz María Villar, a la cual conoció en la película Viola en el año 2009. Con ella tuvo 3 hijos: Pedro, que nació en 2010, Elena, nacida en 2014, y Antonio, que llegó en 2019. Ajaka estudió filosofía, diseño y ciencias económicas, y trabajó en la imprenta, pero recién a los 28 años comenzó a estudiar teatro y en poco tiempo formó incluso su propia compañía: Colectivo Escalada, junto a otros 15 actores.

Con el tiempo, el reconocido actor supo que su cuerpo le había dado un claro mensaje sobre lo que realmente debía hacer con su carrera. Por ese entonces, trabajaba en una imprenta que -aclara- el mismo ayudó a construir desde sus cimientos y, mientras tanto, lo llamaban para hacer algunas películas en roles realmente secundarios. "No decidí convertirme en actor. No tuve la valentía ni la madurez para hacerlo", relató.

Y continuó: "Iba manejando por la General Paz y me agarró un ataque de pánico a los 37 años. A mi me desarmó que mi viejo se emocionara cuando me dieron un premio. No lo esperaba eso. Cuando vi a mis viejos felices al verme recibir con alegría ese reconocimiento, ni siquiera verlos, sino hablar por teléfono con ellos y darme cuenta que al día siguiente tenía que ir a laburar, fue lo que me derrumbó".

En aquella oportunidad, Alberto había ganado su primer premio ACE como Mejor Actor de Teatro Alternativo (hoy colecciona más de ocho distintos galardones gracias a su desempeño como actor, entre los cuales se destacan el Premio Teatro del Mundo a mejor director y actor, un Martin Fierro y un ACE a Mejor Actor de Reparto, y un premio TATO a Mejor Actor de Reparto) y destacó que aquella alegría de su familia fue lo que lo movilizó al punto de querer dejar todo por la actuación.

Siguiendo con el fuerte relato, afirmó: "Justo me había salido un trabajo en el exterior y tenía que dejar el trabajo en la imprenta por quince días. Era ir a hacer la vida del actor. Me tomé el avión. Tenía que volver. Mi mujer embarazada. Cuando volví de ese periplo de esas dos semanas, el lunes no fui al laburo porque llegué muy tarde. El martes se entregaron los premios ACE y gané a mejor actor. Y al otro día, volví a la fábrica".

En ese momento -detalló- estaba viviendo en Olivos con María Villar y se bajó de su camioneta porque "no podía respirar". "Me tuve que volver, me acosté y no hablé por dos días. No pude ir más a la fábrica. Es más, dejé un lugar que ayudé mucho a construir, donde me sentía querido y protagonista. Abandoné un proyecto familiar de gente que yo amo. Todos ya sabían que yo no debía estar ahí, pero yo ni siquiera lo había pensado", explicó.

De acuerdo con el actor, no hubo resignación sino "aceptación" de parte de sus compañeros cuando decidió, de un día para el otro, que no fuera más. "María me dijo ´quédate tranquilo´, pero estaba por nacer mi primer hijo hace 11 años atrás, hice todo al revés, absolutamente todo y no tenía ningún trabajo. No tenía un book de todos mis trabajos y ni siquiera había pisado un estudio de televisión. Solo había actuado eventualmente para una película", reconoció.

Si bien resaltó que nunca se arrepintió de la decisión que tomó "su cuerpo", sostuvo que por momentos lo invadió el temor de no poder llegar a fin de mes. "Arrepentimiento no hubo nunca. Lo que sí, tardé mucho tiempo con el tema de la estabilidad. Para mi era desconcertante. La sola idea de pensar en la ausencia de laburo me mataba. Tardé mucho en acostumbrarme y aún hoy sigo extrañando o me la rebusco para poder suplir los problemas concretos que me surgían en la fábrica", dijo.

Alberto no lo duda y sostiene que, a su parecer, fue "casi infantil" lo que hizo y no se lo recomienda a nadie, pero sostiene que su cuerpo le "ganó" y tomó la decisión por él. "Era muchísimo estrés porque convivía con muchos frentes abiertos. Más allá de que el deseo estaba estallado. Cuando lo recordamos pensamos en la locura que era mi vida en ese momento. La fábrica tenía 50 personas y yo tenía un rol importante. Yo me sentía vacío esos días, aunque tenía la vida ordenada y estaba bien. Y luego apareció esto de la actuación y yo empecé a transformar mi vida. Dejé vínculos y tuve que emigrar. Fue difícil. Era un muchacho grande con mis prejuicios" sostuvo.

Para Alberto, la vida del artista "tiene una cuota de bohemia", la cual disfruta hasta el punto que se vuelve frívola. "Lucho todos los días para que eso no me ocurra", señaló. Actualmente,  Alberto Ajaka es el protagonista de "Lo que queda de nosotros" en el Teatro Multitabaris. La obra se estrenará el 1 de julio y se presentará únicamente por tres semanas, con funciones de miércoles a domingo. Nata y Toto protagonizan esta historia; ella, una mujer sin apegos, alejada de todos esos "pequeños afectos" que puedan lastimarla, y él, un perro que ama incondicionalmente y que anhela estar en brazos de su dueña sin importar las circunstancias.

Es una puesta en escena que invita a pensar :¿qué es lo que queda de nosotros cuando alguien se va? "Invita a reflexionar sobre el amor, la amistad, la responsabilidad y el dolor, por supuesto de manera directa. Apela a la emoción y también a la reflexión, al abandono y a la responsabilidad. Sobre todo qué ocurre con esa responsabilidad ante la pérdida y qué queda de nosotros a medida que el tiempo pasa. Qué queda de eso retazos que podemos o queremos hacernos cargo en situaciones de dolor y pérdida. La capacidad de responder cambia frente a la fragilidad humana y estamos transitando una época que es muy cruda, sobre todo en la realidad que se vive en la calle", destacó.

De acuerdo con él, la obra no solo trata de la relación entre una dueña y su perro o del abandono de una mascota, sino que intenta ir mucho más allá abordando temas como "la violencia en las fobias, traumas y lo que uno puede llegar a hacer en relación a lo humano y qué responsabilidad tiene ante el otro. "Es la primera vez que hago de perro. Los protagonistas son una chica y su perro por supuesto. La intención de que el perro hable en el teatro no es novedad. De hecho, los duendes, las brujas o los fantasmas han llegado a hablar en el teatro, pero el desafío es hacer una síntesis de un personaje que no existe porque los perros no hablan o por lo menos, no en el mismo lenguaje que nosotros", aclaró.

Y sumó: "Encontrar la posibilidad, el riesgo escénico en esa fragilidad del juego de una obra que es apta para todo público pero que no tiene un código de puesta infantil. Incluye sobre todo el público adulto, al cual yo cotejo todo el tiempo con un espectador que se parece a mi y pone en riesgo la construcción imaginaria de ese personaje, y va a pedir una asociación que corresponde a la de un adulto y no a la de un niño, que podría ser muy potente, pero no tiene la experiencia de un adulto. Tengo ciertos rasgos y comportamientos de un perro que acompañan a la creación de este personaje y que como resultado dan como verosímil que el perro hable".

¿Cómo se construye un personaje así?

- Hay zonas que son zonas opinables sobre qué entiende y no el perro. Cómo el perro habla y se entiende es un intercambio humano, uno puede leer las intenciones de los autores y elevarlo hacia un lugar que necesariamente no es fijo, ya que uno puede o debe pensarlo con su opinión y ponerlo en discusión para conseguir que sea verosímil.

En principio hay que ver el marco donde se hace, de noche, el texto hay que decirlo, eso está claro, por lo menos el intento tiene que ver con sintetizar ciertos gestos y expresiones, en este caso con un perro, que uno los tiene presente en el imaginario y ver el momento oportuno para aplicarlos. Por ejemplo, ponerse en cuatro patas. De hecho, hago de otro perro más de la calle y muy simpático. El protagonista está en un limbo, pero el de la calle tiene una narración muy divertida que me divierte hacer. Si ya el verosímil de perro está creado, que ya se aceptan tales cosas, se puede jugar a que el perro tenga ciertos comportamientos humanos, que se humanicen o "perricen" (jaja) ciertos comportamientos.

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¿La situación particular de abandono que atraviesa Toto en la obra invita a generar conciencia también?

- Si, totalmente. Pero es mucho más que eso y no se queda ahí. Para llegar al ensayo en esta siempre convulsionada Ciudad de Buenos Aires bajo por la estación de subte. porque sino es imposible llegar, y para mi la obra tiene que ver con el abandono que vivo y veo todos los días en la calle, no solo de todos los animales sino también del humano.

Por supuesto, en este caso si se quiere que en la obra sea un animal, un perro, le saca una capa de horror, pero todos, todo el tiempo, estamos abandonando algo, ya sea a un familiar, a una mascota, a un amigo que nos necesita o a un hijo al que debemos cuidar. Por supuesto que el teatro no propone una solución y yo tampoco la tengo, pero para mi gran parte de la asociación tiene que ver con eso. Está claro que si abandonás a alguien y lo descuidás, va a sufrir y te va a morder sea o no un perro. Hay siempre algún tiempo de abandono de padre a hijo o viceversa o de un ciudadano a otro. Cuántas veces hemos necesitado de otro y ese otro no ha estado.

¿Fue tu papel como Rubén D'Onofrio en Guapas el que catapultó tu carrera?

-Si, supongo que sí en términos de lo masivo en la televisión. Totalmente insospechado para mí e incluso fue insospechado por el 90% del tiempo que estuvo al aire. Quizás por ingenuidad. Yo llegaba con cierto prestigio dentro del mundo de la actuación, cosa que hizo que el acceso a pisar territorio televisivo lo hiciera con más confianza y comodidad. Por fuera de uno, la ficción y el personaje funcionó. De no haber ocurrido eso, no hubiera ocurrido lo de D'Onofrio.

¿Cómo se maneja la popularidad por las calles? ¿Siempre tenés que estar con una sonrisa cuando te abordan las personas? 

- Que alguien pare y se te ponga a charlar es más difícil. Hoy te paran en un semáforo, te sacan una foto rapidísimo y listo. Personalmente lo recibo con alegría y a la vez, pienso que es una exageración. No por mi, no es falsa modestia, sino que te aprueban por alguien que vieron en la televisión y no por cómo es uno. Por ejemplo, no le dicen al dentista "que buen tratamiento conducto que hiciste" cuando lo ven por la calle.

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Lo que también juega es saber o pensar que también se lo dicen a otras personas que vieron por la televisión y no solo a uno mismo. A mi me ha pasado de gritar un nombre en la calle y decir dentro del auto "hoy saludé a Pepito". Cada tanto hay un acercamiento conmovedor relevante y que te alegra el día. Mi popularidad es medida, no se cómo será la masiva, pero uno tiene la responsabilidad de vivir su propia vida más allá de todo eso. A mi me gusta vivir mi vida y necesito perder mezclarme como actor en un supermercado, en un shopping o en la calle. 

¿Cuál es tu visión sobre la actualidad de la ficción en Argentina, crees que la tira diaria se extinguió?

- Si, más allá de lo que yo crea, es una realidad. A futuro no sé qué pueda llegar a pasar o si puede volver. Hay un rol de la TV Pública y algún intento mucho menor de Pol-ka por recuperar la ficción, pero no mucho más. Sigue habiendo series por TV abierta, pero en Brasil u en otros países. Acá eso se cayó. La telenovela de tarde se cayó por una lógica de que ahora sale todo el mundo a laburar y a la noche están los programas de entretenimiento.

Hoy la televisión abierta no se mira como antes. Yo no tengo ideas de costos, pero imagino que los programas de entretenimiento no son menores con las ficciones en relación de costos. Hay algunos programas de entretenimiento que son más de panel y que son más sencillos, pero entiendo que una ficción convoca una gran cantidad de gente y actores que, al parecer, es otra realidad.

Los argentinos tenemos más experiencia en generar productos en ficción que de juego y entretenimiento, que suelen ser franquicias que compran desde afuera. Se puede ganar plata con la ficción. Pero esa posibilidad va de la mano con la dificultad de poner la inversión inicial que está ligada a la realidad del país en general. Si me preguntás si se elige la TV abierta o una plataforma, y yo creo que se eligen las plataformas. Pero por ejemplo la serie Apache se hizo por Netflix y luego pasó por Telefe con un rating buenísimo. Están las dos versiones. Cuando algo te gusta mucho, lo repetís o se los hacés mirar a otro.