El martes pasado, a la salida de uno de los fabulosos conciertos que Paul Mc Cartney ofreció en el Estadio Único de La Plata, todavía conmovido, recordé el encargo más extraño que recibí en toda mi carrera periodística. Fue hace poco menos de siete años que mi amigo y colega Alejandro Agostinelli me pidió que escribiera y comentara un disco de Los Beatles, pero no ninguno de los que conocemos sino uno que habían grabado en un universo paralelo. Alejandro no estaba nada convencido de que tal cosa efectivamente hubiera ocurrido, pero la historia era divertida y el disco, al fin y al cabo, existía.
El asunto era más o menos así: el 9 de septiembre de 2009, un hombre -que usaba el seudónimo James Richards por temor a represalias de la otra dimensión- viajaba en su auto por Del Puerto Canyon, California- acompañado por su perrito. Hete aquí que el perrito parecía nervioso. Richards imaginó que necesitaba orinar. Detuvo el auto. Apareció un conejo: el perrito empezó a correrlo, Richards empezó a correr a su perrito, tropezó, se desmayó.
Los Beatles son capaces de llevarnos a un mundo psicodélico.
Cuando despertó, tenía la cabeza vendada y estaba en el living de una casa donde lo único que conocía era su perrito. Un hombre alto que respondía al nombre de Jonas le preguntó cómo se sentía y le dijo que había venido a rescatarlo desde otra dimensión y que existían muchas tierras paralelas. Naturalmente, Richards le hizo muchas preguntas. En un momento, así como al pasar, Jonas le comentó que su hermano había ido esa misma tarde a un show de los Beatles. En aquella dimensión paralela, no sólo la banda no se había separado jamás sino que tampoco habían muerto ni John Lennon ni George Harrison.
John Lennon luciría más o menos así en la otra dimensión, donde nadie lo asesinó.
Beatlemaníaco, al fin y al cabo, Richards se despreocupó de las cuestiones cósmicas y reclamó detalles sobre la carrera de aquellos Beatles desconocidos para él. Le pidió a Jonas que le copiara los discos de la banda que no habían salido de este lado de la Tierra y el viajero interdimensional se enojó mucho. Le explicó que algo horrible podía suceder si se llevaba recuerdos de un mundo al otro.
Richards pensó que no había nada más horrible que regresar a nuestra dimensión sin siquiera un disco de los Beatles de la otra. Cuando Jonas se distrajo, Richards le robó un cassette (porque en la otra dimensión en 2009, todavía seguían usando los cassettes) donde estaba grabado Everyday Chemistry. Luego, Jonas acompañó a Richards al portal desde donde pudo regresar a nuestra dimensión y en segundos, Richards y su perrito volvieron al auto y con nueva música de los Beatles.
La tapa del cassette que Richards dice haber robado de otra dimensión.
De regreso entre nosotros, Richards fue generoso: puso un sitio de Internet, thebeatlesneverbrokeup donde contó su historia y dejó el disco en Internet para su libre descarga. Como seguramente unos cuantos lectores de BigBang no lo conocen, aquí subimos un enlace a YouTube con el disco completo, para que pueden escucharlo quienes aún no lo conocen, junto con la crítica que escribí cuando llegó a nuestra dimensión.
La precaria cinta que llegó hasta nosotros del disco que los Fab Four grabaron en otra dimensión.
Nuestros Beatles son mejores
No sé si es una buena noticia que exista una banda llamada “Los Beatles” en otra dimensión. Por lo menos, no me queda claro luego de haber escuchado su casete (en esa otra dimensión, sigue siendo el soporte sonoro favorito de los usuarios) Everyday Chemistry. Los Beatles de la otra dimensión se llaman John Lennon, Paul Mc Cartney, George Harrison y Ringo Starr, igual que los nuestros. Pero no son iguales: en Everyday Chemistry queda clarísimo.
James Richards, el hombre que importó el casete de aquellos Beatles, no aclara si la banda grabó allí un álbum parecido a lo que de este lado conocemos como Álbum Blanco (aunque su verdadero título sea The Beatles). Si así fuera, uno deduciría que aquellos John, Paul, George y Ringo han decidido profundizar en la senda experimental iniciada con “Revolution 9”. Aquí hay cintas invertidas, caos sonoro, muy poco de lo que en esta dimensión denominaríamos “canciones”. Para aquellos que gustamos de la música de “nuestros Beatles”, este es un problema. Porque si algo hacían bien “nuestros” Beatles, era precisamente... ¡canciones!
En ese revoltijo sonoro que es Everyday Chemistry, podemos identificar sin dificultad fragmentos de temas de lo que aquí conocimos como Wings, como Band On The Run, o de la carrera solista que Lennon desarrolló en nuestra dimensión, como Isolation. Al no haberse separado jamás, aquellos Beatles fueron teniendo ideas con algún punto de contacto con las que se le ocurrieron a “nuestros” Beatles cuando se convirtieron en solistas. El problema es que en la otra dimensión no lograron desarrollarlas como lo hicieron en esta: se disuelven en un collage monótono que por momentos evoca más a los Residents que a “nuestros” Beatles.
Ignoro qué representa este álbum en la carrera de la legendaria banda que existe y hace música en otra dimensión. Si todos sus discos son como Everyday Chemistry, no tengo ninguna duda de que “nuestros” Beatles son muchísimo mejores.