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Del ballet al pole dance: Valentina, el arma secreta de los participantes de La Academia

La bailarina tiene 21 años, estudió danza clásica y contemporánea en la Escuela de Julio Bocca y es campeona Argentina, Panamericana y Bonaerense de Pole dance.

por Alejo Paredes

19 Junio de 2021 10:00
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Valentina Fernandez (así, sin acento) tiene 21 años y a su edad puede afirmar con orgullo que es la campeona argentina de Pole dance. "Es una disciplina como tantas otras donde se necesita de fuerza tanto física como de voluntad. Además, al ser tan completa, el cuerpo va cambiando a medida que pasa el tiempo, pero eso no quiere decir que vayamos a convertirnos en ´Gatos o Michifús´”, advirtió en un texto que escribió al ser consultada sobre los prejuicios que genera esta danza y de cómo se siente cuando tildan a esta disciplina de "baile de gatos".  "Desmitifiquemos esa idea de que el pole dance no es más que un baile sensual", afirmó.

Nacida en Don Torcuato, Valentina estudió danza clásica y contemporánea en la Escuela de Julio Bocca hasta que un día descubrió el Pole dance gracias a su mamá. A los pocos meses, se presentó en una competencia en categoría amateur, que le dio la confianza para que ese mismo año, en 2018, lograra obtener tres títulos y convertirse en la Campeona Argentina, Panamericana y Bonaerense de esta disciplina.

Su pasión la trasladó a Nueva York, donde se perfeccionó con artistas internacionales como Thayne Riley Jasperson, y tomó clases en las escuelas Body & Pole y Broadway Dance Center. También, participó de seminarios en Brasil a cargo de Natalia Tatarintseva y Guilherme Ambrosio, y de los reconocidos Anastasia Skukhtorova, Marlo Fizken, Kenneth Kao, a nivel nacional.

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El 28 de febrero de 2016 recibió una de las peores noticias de su vida: su mejor amiga, Inés Travi, había fallecido en un accidente de tránsito cuando estaba yendo a entrenar al Club San Fernando. "El camino es todo prueba y error. A los 16 años hice un curso de teatro musical porque yo quería ser bailarina, pero como era muy grande lo hice de hobby. En ese tiempo falleció una amiga que hasta hoy es mi eje, mi ejemplo a seguir", le cuenta a este sitio.

Según detalló, Travi era fanática del hockey y su sueño era ser una de las Leonas. "Su muerte fue un golpe durísimo, sentí impotencia. Fue todo muy repentino. Cuando la veía en fotos lloraba hasta que un día me miré al espejo y me sentí egoísta por haber dejado todo atrás. El no querer intentar poder cumplir mis sueños cuando ella ya no podía hacerlo, me generó impotencia. Eso me hizo replantear mi vida y mi profesión. Todo es por ella. Estar vivo es un regalo", aseguró.

Ese mismo año y en pleno duelo, Valentina viajó a Nueva York para hacer el curso de Go Broadway. Allí tomo clases con intérpretes de grandes musicales, como Hamilton y Matilda. Hasta que regresó a Buenos Aires y se enamoró del Pole Dance. Su entrenadora era María Julia Aguiar, bicampeona argentina y sudamericana, quien la convenció a competir y la ayudó a conseguir todos los logros que ostenta hasta el día de hoy. 

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Actualmente es el arma secreta de algunos de los participantes de La Academia de ShowMatch, los cuales no dudaron en contactarla de cara al ritmo más difícil del reality conducido por Marcelo Tinelli: el Pole Dance. "Para mi sería un honor poder ayudar a las parejas. Creo que al tener la danza y el teatro de por medio sería súper útil para el armado de las coreos en el show", explicó la joven artista.

El pasado 11 de junio se celebró "El Día Nacional del Pole Dance" en el país  y en diálogo con BigBang, Valentina -referente de la danza-  no solo recorrió su rica historia, sino que además aclaró que continúa con los entrenamientos a pesar de la pandemia de coronavirus, en vista a las competiciones que, se espera, vuelvan a fines de este año. "Estar lejos del escenario cuesta. Es mi cable a tierra, me motiva y me renueva". resaltó.

-¿Cómo nació y por qué te volcaste al Pole dance?

- Fue muy loco realmente. Me dedicaba a la danza clásica y quería entrar a una compañía en Nueva York. Iba al colegio ocho horas y entrenaba otras seis. Pero un día volví de entrenar y en la habitación de mi mamá (Marcela Guereñu) encontré un caño de Pole. A ella le gustó, se lo compró y comenzó a practicar.  ¡Y si ella podía, yo también! (risas). El Pole me dio mucha fuerza y se hizo muy adictivo.

Le metía una hora de entrenamiento extra todos los días. Hasta que mi profesora vio de lo que era capaz y me dijo que tenía que competir. En el ballet vos subís la pierna a 180 grados y la otra puede un poquito más, y siempre se están midiendo a ver quién puede más. En el Pole eso no pasa. Te miran y si te caés, te ayudan. Si te sale bien, te aplauden. Es otra cosa. Además, en la danza todo es muy matemático, las cosas tienen que ser así o así.

En cambio en el pole, podés jugar con todo. Me gusta subirme al escenario, componer un personaje, jugar con los tiempos, con la música, podés ser libre. El Pole te permite contar una historia. Hay danza de por medio, es estar bailando, entonces podés contar cualquier historia. Se trata de ser creativo, podes cambiar la ropa, meter gente, cambiar la escenografía. Si tenés el pensamiento de que es algo sexy nada más, es difícil imaginarlo de otra forma.

-¿A qué edad promedio empiezan a competir realmente en esta disciplina?

- Yo arranqué de "grande" para lo que es el resto de las disciplinas, porque a los 30 o 35 ya se están retirando. Pero el Pole dance se convirtió en una disciplina con técnica que nació de lo sensual. Se fue haciendo con el tiempo y al ser libre y nueva, todo el mundo puede hacerla. Las competencias arrancan desde nenas de 5 años hasta mujeres de 65. ¡Una locura! Pero es lo lindo de esta disciplina. 

-¿Qué sentís al estar en la cima y que muchos te tengan como la referente de esta disciplina?

- No lo pienso mucho. Cuando subo al escenario disfruto y me gusta componer los personaje. No soy tan consciente de todo ese mundo. El Pole dance se divide en distintas categorías: está el Pole sport, el Ultra pole y el Artistic pole. Competí en todas, pero me dedico al Pole art, que es el que más disfrutó. A la hora de subirme al escenario, bailo y trato de armar una historia.

Fue increíble ganar, sobre todo la primera vez porque no me lo esperaba y nunca había competido para ganar. Siempre que me subí al escenario fue porque quería contar algo y porque me gusta disfrutar del aplauso de la gente, que se lleven algo. Cuando estás bailando, se escucha todo y es re lindo sentir el murmullo de lo que el público va diciendo. Que te premien por algo que para vos es un sueño y disfrutas hacer, es hermoso.

-El Pole dance suele estar asociado al erotismo, lo que genera cierto prejuicio. ¿Lo sufriste? 

- Más de grande lo sufrí. Cuando arranqué tenía 17 años, venía de la danza clásica y me veían como súper chica. Con el tiempo, el cuerpo me fue cambiando gracias al Pole dance y se tornó cada vez más difícil. Cuando me preguntan a qué me dedico, yo les tengo que decir que es el baile del caño para que me entiendan. Pero tener que dar explicaciones no está bueno.

Antes les trataba de mostrar fotos y explicar en qué consistía esta disciplina. Pero con el tiempo dejé de hacerlo. La gente que realmente te conoce, sabe lo que sos y quién sos. El resto que opine si quiere.  Si tan solo supieran lo difícil que es subir a la barra una y otra vez, girar, saltar y sostenerse a uno mismo en posiciones de cabeza en una barra vertical. ¡Es una locura!

¿Cuál es el consejo o la clave a la hora de practicar esta danza?

- Que se saquen los medios y que confíen en sí mismo a la hora de subirse. Siempre está el miedo de la fuerza o de caerse, pero les puedo asegurar que el Pole es para todos. Hay que sacarse los prejuicios y medios. Mi primera clase fue con mi mamá. No tenía nada de fuerza porque venía del ballet. Y yo la veía a ella subirse y nos matábamos de risa porque a mí no me salía nada.

Tuve que hacer mucha preparación física, algo que la mayoría de la gente no tiene que hacer, pero a lo que yo me tuve que someter porque antes no levantaba ni un tenedor (risas). Sufrí un montón de caídas, siempre pasa que te quemas o caes. El más fuerte fue en una competencia. Era la primera vez que entrenaba con público. Estaba a 4 metros de altura, girando de cabeza y sabía que si estiraba la pierna, me caía.

Pero como estaba la gente viéndome, no quería que piensen que no podía hacerlo y lo intenté. Me fui al piso de cabeza. Me dolía todo, pero igualmente me reía. Volver a levantarse es el objetivo. El camino es todo prueba y error. A los 16 años hice un curso de teatro musical porque yo quería ser bailarina, pero como era muy grande lo hice de hobby. En ese tiempo falleció una amiga que hasta hoy es mi eje, mi ejemplo a seguir. 

Su muerte fue un golpe durísimo, sentí impotencia. Fue todo muy repentino. Cuando la veía en fotos lloraba hasta que un día me miré al espejo y me sentí egoísta por haber dejado todo atrás. El no querer intentar poder cumplir mis sueños cuando ella ya no podía hacerlo, me generó impotencia. Eso me hizo replantear mi vida y mi profesión. Todo es por ella. Estar vivo es un regalo.

¿Cómo es compartir esta pasión con tu mamá, que a sus 54 años demuestra que no hay límites de edad?

-Es increíble, la admiro muchísimo. Es una mujer muy fuerte. Es emocionalmente una piedra. La vida la ha golpeado en todos los sentidos y siempre está con una sonrisa. A veces me olvido que es mi mamá y que tiene la edad que tiene. 

¿Te contactaron varios participantes de La Academia de ShowMatch para que les enseñes?

Si, arrancamos el sábado pasado. Estamos con los ensayos con Mariana Genesio Peña y habíamos arreglado con Juli Puente, pero la eliminaron (N. de la R: Julieta Puente y Facundo Insúa fueron eliminados por decisión dividida del jurado el jueves pasado, al quedar sentenciada junto a Sofía "Jujuy" Jiménez y Facundio Giordano). ¿Si me gustaría que me convoquen para abrir el Pole dance en la pista? Si, me encantaría. Me encanta bailar y me divierte el arte.

¿Cómo te afectó la pandemia?

-Estar lejos del escenario cuesta. Es mi cable a tierra, me motiva y me renueva. Tengo un exceso de energía todo el día. En pandemia empecé mi empresa (VAF PACK, una plataforma que incluye desde clases de danzas hasta planes nutricionales enfocados en bailarines de élite) que tiene gente trabajando y eso me mantiene activa. También empecé a estudiar. Trató de canalizar mi energía.

Sino hubiera sido por la pandemia, VAF no hubiera existido. Antes de la pandemia, daba clases personalizadas y empecé a agregar a mi equipo de nutricionistas, modistas, coaching, etc. Ahí se armó un paquete de entrenamiento, con maquilladores y fotógrafos, y ahora ofrecemos un paquete para entrenar que brinde todo lo que requiere el proceso del artista.

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