Los más de 25 años que separan al Ariel Staltari que hoy protagoniza Agotados del que, con sólo cuatro meses de actuación fue protagonista de la icónica serie nacional Okupas, parecen haber tenido la cocción necesaria para que pueda afrontar esta adaptación de la comedia de Broadway Fully Commited, que pensó junto al humorista Pablo Fábregas, director de la obra.
En diálogo con BigBang, el actor repasó su carrera y destacó el vértigo de este trabajo tan demandante, que hace con ganas de jugar, de divertirse y ser feliz, mientras que el público sienta lo mismo que él siente cuando está arriba del escenario, ya sea pasándola bien, llorando o disfrutando.
Al mismo tiempo, reconoció que pensar en ese Ariel que empezaba en esa ficción que retrató tan bien la juventud de los años 90, le da ternura, por su ingenuidad. Aunque defendió esta postura, por considerarla un poco más plena y más pura, en el sentido de mantener la inocencia propia de la adolescencia.
Por otro lado, recordó los años de su infancia y juventud en el barrio bonaerense de Ciudadela, en los límites que tiene con La Matanza el partido de Tres de Febrero, y aseguró que es necesario recuperar la calidez de los vecinos en los tiempos en los que las pantallas se veían entre toda la familia y no de forma individual a través de los dispositivos móviles.
Sos el protagonista icónico de esta obra que los tiene corriendo.
- La obra tiene mucho vértigo. Es una invitación a ser un chico de nuevo, volver a recuperar el sentido lúdico de cuando eras un pendejo y te enfrentabas con tus amigos invisibles, imaginarios. Así sin más, despojado de cualquier cuestión que tenga que ver con la espectacularidad, y empezar a jugar, a cambiar de textura psicológica, emocional. La verdad que es una obra de mucho vértigo, completamente lúdica, que no te da respiro. Una hora y diez que no vas a tener ni siquiera pausa para una inflexión de nada, y eso me divierte. Me entusiasma tener esa adrenalina, estar ahí arriba de un escenario hablando y siendo otros y otras.
Y esa falta de monotonía.
- Sí porque Sam, el personaje que yo hago, está en el sótano de un restaurant. Es un actor que está tratando de buscar su sueño y atiende una especie de call center donde todos los comensales empiezan a llamar y a obligar a tener un lugar dentro de ese restaurant, y él va adoptando esas diferentes voces y va actuando esos diferentes personajes que lo llaman y lo vuelven loco. Además todos sus compañeros de ahí del restaurant, está su padre también en en algún momento, que tiene una historia muy particular con su madre. Están en vísperas de Navidad, está su representante, está un amigo actor al que le va un poco mejor o que le va bien y a él no.
Vos tenés un kilometraje larguísimo en televisión y esta es una oportunidad en teatro para hacer algo bien destacado, ¿no?
- Mirá, la verdad yo tenía ganas de jugar. A mí me gusta sacarle el acento a todo lo que hago, ponerle frescura y divertirme. Yo tenía ganas de divertirme, de ser feliz. Busqué esta oportunidad durante mucho tiempo. Porque a veces lo audiovisual tiene sus procesos, que son muchísimos más largos, y entonces el actor va quedando como manija, por así decirlo. En cambio acá tengo la posibilidad de venir todos los jueves a jugar. A hacer lo que tenía ganas de hacer: divertirme, hacer 200 personajes y reírme. Pasarla bien, llorar, disfrutar, y tratar de generar eso con el público. Que el público también la pueda pasar bien.
Además de generar reflexión. Porque siento que la obra también te interpela en algún punto porque, si bien la vas a pasar bien, te vas a divertir, solapadamente está este relato de la opresión, de la precarización laboral, del abuso de poder. Eso está también. Está solapado, pero está.
Hacía cuatro o cinco meses que estudiaba teatro con Lito Cruz, y tuviste la oportunidad de hacer Okupas, que estalló desde el under. ¿Qué tendría para decirle este Ariel a ese Ariel?
- Uh, me da mucha ternura pensar en aquel Ariel. Era un pibe que venía de un palo que nada que ver, totalmente golpeado por la vida y muy inocente. Sigo siendo inocente en muchas cosas, ¿eh? Y celebro ser así, porque siento que vivo una vida un poco más plena, más pura, manteniendo esta inocencia. ¿Y qué le diría? Que no cambie nunca. Que no cambie nunca porque eso fue lo que construyó este padre de familia que soy hoy. Yo hoy puedo enfrentar a mis hijos y le puedo dar la misma calidad de humanidad que tenía en aquel momento yo y que viene de los viejos también, no viene de otro planeta.
Sabés que llama la atención ese mensaje en el marco de que ahora hay mucho furor con la serie Adolescencia. Y los adolescentes de los 90 también vivieron una cuestión muy jodida. ¿Qué recuerdos tenés?
- Yo que vengo de un barrio, soy de Ciudadela y me crié ahí, y todos los que fuimos parte de esa crianza de barrio, de estar en la calle hasta altas horas del día y de la noche, sabemos que tampoco era demasiado fácil transitar esas épocas. Uno veía de todo, convivía con todo. Pero después lo que te rescataba siempre era lo que lo que se forjaba dentro de tu casa. En tu casa se gestaba mucho la condición humana que vos le ibas a trasladar a tu hijo. Y yo creo que eso también se fue perdiendo, generación tras generación.
No digo que no existan más padres que le den humanidad a sus hijos, pero sí que la sociedad a nivel general se deshumanizó. Como que nos falta eso del vecino que salía a la vereda a tomar mate, a compartir, a estar con la puerta abierta, al protegerte, porque te decían: 'Ari, a esta hora a tu papá no le gusta estés acá, andate para allá'. Eso se fue perdiendo con el tiempo, y creo que hay que recuperarlo. No sé cómo, pero hay que recuperarlo. Es algo lindo que nos volvamos a conectar.
Esta es una sociedad que es muy valiosa en el sentido de que es muy generosa cuando pasa algún quilombo, pasa alguna catástrofe, te doy el paquete de arroz, te traigo el abrigo, pero nos está faltando esto que estamos teniendo acá, que nos estamos mirando y hay pensamientos nuestros que empiezan a flotar en en el aire y se empieza a retroalimentar y ahí hay una magia que, con la tecnología en el medio, y con esta cosa individualista, se está perdiendo.
Y en cuanto a las repercusiones políticas de esta sociedad, hoy hay un presidente que se la agarra mucho con los artistas.
- He visto que se la agarra bastante con artistas, y con artistas mujeres. No sé por qué. Tal vez a veces es una proyección de uno mismo. Muchas veces yo critico lo que me gustaría ser. No lo sé, la verdad que no puedo entrar en esas particularidades de alguien que no conozco, pero la verdad es que no está bueno ni con él ni con nadie. No está bueno que nos empecemos a herir entre seres humanos. Está bueno hermanarnos. Basta de la deshumanización. Estemos juntos. Yo siento que este tipo de relatos hacen que estemos más contenidos y que tratemos de generar esta cosa de la reflexión.
Y si querés sacarte todas estas cosas de la cabeza, todos estos problemas, el lugar perfecto es la obra que van a estar haciendo todos los jueves.
- Yo siento que sí, yo siento que sí, que la vas a pasar bien, que te vas a divertir, que también vas a generar esta reflexión, porque vas a decir: 'che, pará, yo también peleo por mis sueños, yo también puedo patear el tablero. ¿Por qué no dar un golpe de timón y buscarme otra cosa para hacer? Todo se puede, nunca es tarde, todo es posible'. Yo pienso que hay muchos puntos de encuentro con la gente general.