No todo lo que brilla es oro. Pasaron sólo tres años desde que Ailén Bechara , por entonces una ignota adolescente de 24 años que había llegado de Darregueira para estudiar Ciencias Políticas en Buenos Aires, desembarcó en el mundo del espectáculo. Primero se convirtió en una de las azafatas del programa de Guido Kaczka, pero fue su debut en la pista de Showmatch el que hizo estallar su popularidad.
“La vida me sorprendió para bien y me ha dado más de lo que soñé. Estoy eternamente agradecia a Dios, siempre”, reconoció la rubia, aunque el camino a la fama no fue fácil. “Soy muy insegura con mi cuerpo, mi peor enemigo es el espejo. Si hay que vivir a malla enteriza toda la vida. Tapada soy feliz”, reconoció.
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Su regreso al ciclo de Marcelo Tinelli la obligó a someterse a una “dieta estricta”. “No soy una flacucha. Siempre tuve complejos. Estuve bastante complicada con el tema de la comida”, reveló en diálogo con Infobae.
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“De chiquitita, (tenía) muchos (problemas alimenticios). Pasé por todas las cosas: no comía y pesaba 48 kilos, o me comía todo. Bulímica nunca fui, pero fui de tener problemas alimenticios, sí”, reconoció, al tiempo que destacó que fue su madre quien la llevó por primera vez a los 13 años a terapia para tratar el problema.
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“Estoy tratando de aceptarme a mí frente al espejo. Hoy tengo 27 años, me siento bien plantada y puedo decir que me miro al espejo y digo: 'Loca, es lo que hay, ya está'”, lamentó. “Trato de comer sano. Pero pasé por un millón de nutricionistas, por un montón de tratamientos, por un montón de mentiras, por un montón de todo. Por médicos truchos que te prometen adelgazar con la píldora mágica. He gastado mucha plata”.
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Su lucha por verse bien la llevó a adentrarse en el consumo de pastillas para adelgazar y anfetaminas. “Tomé unas que no sabía lo que tenían pero calmaban la ansiedad, y al segundo mes me aumentaron la dosis y quedé tirada en una cama. Yo trabajaba con Guido y no podía salir de la cama porque me agarraba depresión”.
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“Lloraba, lloraba y lloraba, y la llamaba a mi mamá y me acuerdo que mi vieja, preocupadísima en Darregueira, llamaba a la producción de Guido y les decía que me dolía la panza, que me dolía la cabeza. Siempre una excusa pero era eso, que me estaba matando. Obviamente me di cuenta, tiré todo al tacho de basura y nunca más”.
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Abandonarlas no fue fácil.
“Las dejé de un día para el otro, enloquecí y me dije: 'Es esto que me está matando', y las tiré. No me olvido más. Este médico después, de hecho, lo busqué en Google y había sido denunciado en un noticiero. He pasado por un montón de cosas, es algo que ha traumado mi vida. Hoy ya está, me acepto como soy, no me queda otra”.