Big Bang! News
Más
Verborrea en estado puro

El lenguaje como un juego delirante, un músculo y, sobre todo, "un virus": un diccionario en llamas y la batalla contra las palabras

"La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus" regresó al Teatro Picadilly y BigBang habló con Diego Carreño, su protagonista.

por Alejo Paredes

19 Febrero de 2025 11:44
Esperanto no solo piensa en la lengua, sino que la disecciona con un entusiasmo
Esperanto no solo piensa en la lengua, sino que la disecciona con un entusiasmo

Si el lenguaje es un virus, entonces Diego Carreño es su paciente cero en estado de contagio masivo. Con una verborragia imparable, un humor filoso y una obsesiva fijación por las palabras, "La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus" regresó al Teatro Picadilly para demostrar que pensar demasiado en el significado de las cosas puede ser tan peligroso como desternillante. "El teatro independiente es uno de los lugares más duros, digamos, porque tenés que estar trabajando siempre contra un montón de cosas que en otros ámbitos no te suceden", reconoce, feliz, tras el dar su primer gran paso a las grandes ligas. 

En esta obra, dirigida por Leandro Aita, también hay una reflexión profunda sobre la manera en que usamos (o abusamos de) las palabras.
En esta obra, dirigida por Leandro Aita, también hay una reflexión profunda sobre la manera en que usamos (o abusamos de) las palabras.

El protagonista de esta historia es Esperanto (porque, si vas a nombrar a alguien que juega con la lengua, mejor hacerlo con un guiño lingüístico). Se trata de un filólogo en eterna construcción que lleva 24 años encerrado en "Mi Ilusión", su casa en las sierras, rodeado de papeles, libros y retratos de William Burroughs, su santo patrono literario. Su gran meta: demostrar que el lenguaje es un virus, tal como afirmaba el escritor beat. "Soy un gran fan de Les Luthiers y gran fan de Leo Maslíah. Me interesa mucho el humor literal. Esperanto está 100% abocado al asunto. Yo, por supuesto que no, no soy un erudito en la materia (risas)", advierte. 

Esperanto no solo piensa en la lengua, sino que la disecciona con un entusiasmo digno de un cirujano con sobredosis de cafeína. Se pregunta cosas que nadie debería preguntarse, como: "Si me anoto en un concurso de fotografía, ¿me podrían otorgar un Premio Revelación?" o "Si choco contra un acantilado, ¿se puede considerar un accidente geográfico?". Con cada ocurrencia, el público estalla en carcajadas, atrapado en el espiral absurdo de una mente que se niega a dejar las palabras tranquilas.  Pero no todo es simple entretenimiento. En esta obra hay una reflexión profunda sobre la manera en que usamos (o abusamos de) las palabras.

Esperanto no puede salir de su propio lenguaje, de sus juegos de significado y dobles sentidos. Desde su niñez, viene siendo un esclavo de la interpretación, algo que se vuelve evidente cuando recuerda la traumática ocasión en la que fue a ver "Pájaros de acero" esperando, literalmente, ver aves con plumas de metal. El lenguaje le jugó una mala pasada y jamás pudo recuperarse. "A él lo sacaría de quicio, pero mal, la utilización del término literal actual. Se está poniendo de modo a utilizar mal esa palabra. La gente dice, ´sí, cayeron soretes de punta, literal´. Yo creo que sería primero literalmente, no literal, y tampoco no sería literalmente que ocurra eso", señala Carreño. 

Diego Carreño interpreta a Esperanto
Diego Carreño interpreta a Esperanto

Las analogías, los oxímorons, los retruécanos y las paradojas son la caja de herramientas con la que Carreño arma este delirio teatral que recuerda a Les Luthiers, a Leo Maslíah y hasta al Peperino Pómoro de Fabio Alberti. En su sermón final, Esperanto se transforma en el Padre Sito, un sacerdote que se enreda en sus propias palabras y pronuncia un discurso en el que cada frase es un accidente de tránsito lingüístico. 

"La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus" regresó al Teatro Picadilly
"La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus" regresó al Teatro Picadilly

En escena, el caos es total: papeles desparramados, libros apilados, una pizarra repleta de notas. Pero según Bergson, el humor es una forma de orden, y en este caso, ese caos es la estructura perfecta para dar vida a un espectáculo inteligente, original y totalmente impredecible. "La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus" no solo hace reír; también invita a pensar en cómo las palabras nos manipulan, nos condicionan y, muchas veces, nos juegan en contra. Y si bien el público puede salir del teatro con más preguntas que respuestas, una cosa es segura: la risa es, sin duda, una de las mejores formas de diseccionar el lenguaje.

Entrevista completa a Diego Carreño

¿Cómo fue ese paso del teatro independiente, que está tan ajustado y es uno de los sectores que quizás es el más golpeado, al Picadilly?

- Es muy interesante lo que decís. No todo el mundo lo reconoce. El teatro independiente es uno de los lugares más duros, digamos, porque tenés que estar trabajando siempre contra un montón de cosas que en otros ámbitos no te suceden. Contra, no sé, arreglos que están como por fuera de la ley y no son beneficiosos para la compañía. Un montón de cosas. Por suerte, a nosotros, en El Camarín de las Musas, eso no nos pasaba. 

Es una sala como muy honesta en cuanto al trabajo y además es una sala que tiene mucha convocatoria propia. Así que estrenar ahí fue un golazo para nosotros. Y pasar al circuito comercial, digamos, de Calle Corrientes, a nosotros es la primera vez que nos pasa y estamos como muy entusiasmados porque le da muchísima mayor visibilidad al proyecto. Es una vidriera. Estás ahí y pasan miles y miles de personas por día y está ahí tu obra en la pantalla LED. Es un montonazo para nosotros. 

El humor y el lenguaje tienen una relación íntima y a veces explosiva. ¿Cómo nació la idea de transformar los juegos de palabras en el corazón de un unipersonal como "La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus"?

- Yo trabajé durante mucho tiempo con Gabriel Wolf de Los Macocos. Yo estudié con él y fue director de muchos de mis espectáculos. Y él en Facebook, porque somos personas grandes y usamos Facebook, publicaba siempre algunas máximas ludolingüísticas que a mí me causaban mucha gracia. Y yo le decía, esto es un material, tenés que hacer algo con esto. Y él me dijo una vez, bueno, pero escribilo vos. Entonces mandó él a hacer una recopilación de lo que habían sido, no sé, 14 años de publicaciones en Facebook. Y bueno, había de todo ahí, ¿no? Cosas que creíamos que no podían entrar, otras que quedaron por suerte y que son muy graciosas. 

Él tiene este tipo de hacer humor, ¿viste? De tomar como las frases literales, de hacer chocar las palabras o los sentidos. Y dice, por ejemplo, el personaje mío se pregunta en algunos momentos, si tengo una hija que se hace monja, ¿le tengo que decir hermana? Los dos hijos de Plácido Domingo, ¿serían dos ejemplares de un mismo tenor? Bueno, todas esas frases a mí me llamaban mucho la atención. Y fueron como la excusa para contar otra historia. Que es la historia de este tipo que está absolutamente obsesionado con el sentido de las palabras, ¿viste? Y dedica un montón de su tiempo, del tiempo de su vida, a terminar una tesis para recibirse de licenciado en letras.

Esperanto está atrapado en una cruzada lingüística que lo consume por completo. ¿Cuánto de obsesión personal con las palabras hay en este personaje y cuánto de Diego Carreño?

-  A mí siempre me gustó eso, la verdad. Soy un gran fan de Les Luthiers y gran fan de Leo Maslíah. Me interesa mucho el humor literal. Él está 100% abocado al asunto, Yo, por supuesto que no, y no soy un erudito en la materia. Pero hay mucho de mí. Yo cuando era chico, por ejemplo, y lo puse en la obra, creía que el día que te quieras decía un rayo misterioso arácnido en tu pelo. Y esas cosas me causan mucha gracia, esas confusiones. Que hasta podrían ser como lapsus linguaes. Y yo entendía eso y lo cantaba y lo repetía. Y luego darse cuenta que estás diciendo una palabra es... Te hace reír mucho por decir cuánto tiempo dije esa barbaridad, 

Si el lenguaje es un virus, ¿cuál creés que es su mayor síntoma? ¿La risa, la confusión o la necesidad de seguir contagiándolo?

- Yo creo que el lenguaje es un virus es una frase que a mí me llamó mucho la atención porque me parece muy potente. Es de William Burroughs y él decía, porque escribía bajo efectos de drogas lisérgicas, que el lenguaje es un virus que viene del espacio exterior. A mí eso ya me parecía un poco demasiado. Pero a mí, más allá de que creo que el lenguaje es un virus, del modo en el que lo tratamos de demostrar en la obra es en cuanto a los modismos.

Viste que hay cosas, frases que se ponen de moda y de pronto te encontrás repitiendo algo que escuchaste y que todo el mundo está diciendo. Me parece que es la mejor forma de demostrarlo. Por ejemplo, hasta hace, no sé, 10 años, por decir algo, nadie usaba la palabra procrastinar. Y existía la palabra. A ver, pero de pronto todo se procrastina. Hace 10 años se usaba muchísimo, que ahora ya no tanto, decir es el nuevo paradigma. Una palabra que existía, por supuesto, pero que hace 30 años no la utilizaba nadie. Ahora, por ejemplo, todo es conjuntural. Y bueno, me parece que esa es la forma de demostrar que es un virus.

En la obra se exploran las trampas de la lengua con un humor que recuerda a Les Luthiers y Leo Maslíah. ¿Qué te atrae de este tipo de humor inteligente y qué desafíos presenta llevarlo al teatro?

- Es un desafío porque necesitas de un público... Digo, si vos haces un gag sin menospreciar a nadie, pero diciendo los dos hijos de Plácido Domingo serían dos ejemplares de un mismo tenor, tenés que contar con un público que sepa quién es Plácido Domingo y qué es un tenor. Porque si no, no van a entender el chiste. Y hay algunos otros así también. Entonces necesitas de un público que esté como un poco interesado también. Si bien la obra es apta para todo público, en el sentido no de edad, sino de nivel sociocultural, me parece que necesitas de un público que esté como un poco avispado, que esté un poco leído.

El lenguaje como un juego delirante: "La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus" vuelve con su cuarta temporada
El lenguaje como un juego delirante: "La lengua es un músculo, pero el lenguaje es un virus" vuelve con su cuarta temporada

Necesitás que sepa quién es Paulo Coelho, que hacemos un chiste sobre él, que sepa quién es Steven Spielberg y cuáles son sus películas. Cosas que, a ver, por supuesto que la mayor cantidad de gente lo sabe, pero... No quiero ni compararme con Les Luthiers, que son capos máximos del asunto. Lo que más me interesa de eso es como un poquitito, si se entiende, como un pequeño homenaje a esos grandes. O a Leo Maslíah. Yo ya me siento contento con eso. 

Esperanto lleva 24 años aislado, obsesionado con su tesis. ¿Qué palabra o expresión moderna creés que lo sacaría definitivamente de su zona de confort?

-  Yo creo que lo sacaría, pero mal, la utilización del término literal actual. Se está poniendo de modo a utilizar mal esa palabra. La gente dice, "sí, cayeron soretes de punta, literal". Yo creo que sería literalmente, y no sería literalmente. Pero no solo se utiliza mal, sino que se utiliza hasta mal esto. Todos están diciendo literal, cuando sería literalmente. Creo que eso le molestaría mucho y se violentaría un poco. 

¿Por qué creés que se da esto de usar palabras y mal? 

- No sé, yo creo que se debe tratar de modas. Y algunas son correctas y otras incorrectas. Yo hice radio un tiempo y ahí todo el mundo dice "estas son nuestras vías de comunicación". ¿Por qué dicen todos vías de comunicación? ¿De dónde salió eso? ¿Quién lo dijo primero?  Es que, a ver ,no está mal, pero tampoco sería el término de ultra correcto, ¿no? Sí, es de comunicación. Es una cosa medio rara. Ahora viste que todo el mundo dice ahora fingir demencia. Bueno, es correcto. No sé quién finge demencia o para qué, pero bueno, sería correcto. Uno puede fingir demencia, pero hay un montón de otras cosas que se podrían fingir que son como un poco más sanas, ¿no? 

El Padre Sito es un personaje que tropieza con las palabras de manera hilarante. ¿Cómo trabajaste la construcción de ese humor basado en el error y la confusión?

- Hay algo que Freud nombra como lapsus linguae y luego está la figura retórica exacta que es la paronomacia, que es esto, decir una palabra que suena parecida a otra. Yo tengo un amigo que siempre, por más que lo corrigiéramos, él cuando cuando quería decir que algo no tenía gollete decía esto no tiene coyote. Una vez mi tía le dijo a mi mamá que a su hija la habían pasado a buscar en un Fiat Fragata, queriendo decir que era un Fiat Regata. 

Y esas cosas me causaban muchas gracias, esos errores involuntarios a estudiar el tema. Y me imaginé llevar eso al extremo. Y para eso, bueno, lo escribí mal y me lo estudié mal porque si no iba a ser muy difícil. Me estudié todo el texto mal y lo que hago en función es corregirme en el discurso. Entonces así es más fácil. Después te lo aprendes y nada, te das cuenta de que el texto tiene como una especie de musicalidad. Entonces es como cantar una canción, te la aprendes y listo. 

La puesta en escena refuerza el caos y la obsesión del personaje. ¿Cómo juega la escenografía en esta historia y qué simboliza ese "desván" donde transcurre la obra?

- Habíamos trabajado durante mucho tiempo con con obras que hablaban sobre la tecnología y cómo la tecnología nos iba modificando nuestra cotidianeidad, y yo estaba un poco cansado de eso. Entonces la excusa de meter a este tipo en una casa, en un cerro durante 24 años, ya te hace pensar que durante 24 años nadie fue a esa casa porque él está contando que estuvo solo ahí. Entonces digo cuántos años atrás nadie de la familia había ido a visitar eso y qué objetos había ahí.

Entonces yo decía Bueno, acá tiene que haber algunos objetos como tecnológicos obsoletos, como todo lo que tenga que ver con lo analógico. Salvo casos excepcionales, no hay mucha gente que hoy tenga un contestador automático. Astá la máquina de escribir, hay una videocarcetera, hay un tocadiscos. Y yo me imaginaba eso, que la escenografía tenía que estar compuesta por mucho de esto que ya cuenta un poco, que por más que este tipo empieza escribiendo una carta diciendo que está en 2018. Bueno, se quedó en ese en ese tiempo anterior analógico y por eso también escribió una carta a máquina.

En tiempos de redes sociales y lenguaje acelerado, ¿creés que el virus del lenguaje está mutando? ¿Cómo conviviría Esperanto con los algoritmos y las inteligencias artificiales?

- Yo creo que a mí me interesaría mucho si uno tuviese tiempo, dinero, ganas y la posibilidad de hacer un proyecto. Me gustaría mucho escribir una obra sobre Esperanto entrando en el 2018 en Buenos Aires- Yo creo que, bueno, sería un cambio como muy importante. Yo tengo 52 y somos una una generación bisagra en la que todo... Yo crecí con con mucho analógico y de pronto todo es digital. Y si bien nos fuimos acostumbrando, es muy loco que yo le cuente a mi hijo que para ver una película, yo que no vivía en el centro de San Justo, me tenía que tomar un colectivo para ir a alquilar una película, esperar o desear que esté, volver en colectivo hasta mi casa, ponerla en la videocasetera y mirarla. Y eso fue hace ponele 35 años porque Blockbuster ya fue como el futuro. 

Yo creo que que Esperanto se alarmaría mucho en ver esto y que creo además que que cualquier estudiante de letras hoy por hoy debe estar sufriendo mucho lo que sucede con el lenguaje, no como esa simplificación absoluta y como medio banal que hay de escribir que con K. Como si esas abreviaciones que se hacen, que no tiene ningún sentido. Y la gente además está escribiendo muy mal. Si lo comparamos con años anteriores, con décadas pasadas, la gente en general, los adolescentes en general, por supuesto, y no todos, escriben muy mal, porque están acostumbrados a tipear en el celular y escriben cualquier cosa. 

Estamos en un momento donde todos los sectores están pasando por un difícil momento económico y la cultura no es la excepción... ¿Qué esperas que se lleven las personas que vayan a ver tu obra?

-Es muy interesante lo que decís, como para plantearlo y hoy por hoy, porque yo lo que más digo, yo soy más un comediante que un actor, me siento más así. Y el comediante lo que quiere hacer es es hacer reír. Y yo lo que espero es que la gente venga y se divierta. Me parece que el teatro tiene algo muy verdadero y si se hace de verdad, yo creo que logra que el público se abstraiga al menos durante una hora de todo lo que lo que está viviendo y pueda meterse en la historia que le estás contando. 

Yo creo que es un momento muy difícil que viene desde hace bastante. Me duele mucho que todos estemos tan peleados entre nosotros. Cuando me parece que habría que buscar el enemigo, si se me permite el término, que no es muy feliz, en otro lado. A mí me parece que el enemigo siempre es el poder. Por eso yo en la en la obra me burlo un poco de la iglesia, porque la iglesia es el poder y el humor está para cuestionar al poder.

 Y no nos tenemos que cuestionar tanto entre nosotros, porque todos tenemos nuestras razones para votar a quien creemos que es el mal menor. Pero este país. o la política de este país. ha logrado que todos nos enfrentemos entre nosotros cuando me parece que tendríamos que estar enfrentados con ellos. A final terminaron dividiendo a todos  y a los artistas también, porque los artistas no somos tampoco personas más especiales que el resto. Es una pena que todos se estén tirando mierda cuando en realidad me parece en serio que hay que pedir explicaciones hacia arriba, no entre nosotros. 

10