La vida de Eliana Manzo tuvo un quiebre cuando a los 24 años la enfermedad neurológica que la venía acechando desde su adolescencia le quitó su vista por completo. Pero antes, ella ya había logrado torcer su destino cuando, a los 15, se armó de coraje, se paró frente a sus padres y les dijo: "¡Quiero ser actriz!". Lo hizo poco más de un año antes de viajar a Grecia para competir en los Juegos Olímpicos de Atenas, nada más ni nada menos.
Ese fue el primer gran paso que le permitió comenzar a vivir su verdadero sueño, ese que está más relacionado con el arte que con la flexibilidad de sus músculos. "Tenía toda mi vida dedicada al deporte, a la gimnasia artística, y un año antes de las olimpiadas le dije a mis papás que no quería ser deportista, que no quería ir a las olimpiadas, que no quería seguir haciendo gimnasia y que quería ser actriz. Siempre detrás de un deportista de alto rendimiento no solo está el propio deportista sino toda una construcción que se generó en torno a ese deportista entre entrenadores, familia, Nación ¿no? Hay muchas promesas atrás de ese deportista, pero yo quería ser actriz", le cuenta Eliana a BigBang.
Hoy, gracias a aquella decisión, esta gran actriz puede alardear de ser parte de La lección de anatomía, la obra escrita por Carlos Mathis que se estrenó por primera vez en 1972 y que volvió a la Calle Corrientes 50 años después. La obra, que habla del ser humano, su lugar en la sociedad, su lucha contra el miedo a la muerte, la soledad, las frustraciones, los fracasos y la autodestrucción, estuvo en cartelera de manera ininterrumpida hasta 2008 y ahora regresó de la mano de Antonio Leiva al Teatro Multitabaris Comafi el viernes. "A mi paradójicamente me pasó algo muy simbólico: el personaje que me tocó a mi es la soledad y si hay algo que yo no me banco en mi vida es la soledad", advierte risueña.
Y claro, Eliana desde hace mucho tiempo que no camina sola. Además de estar en pareja y encontrar con el amor incondicional de sus papás, no hace mucho llegó a su vida el pequeño Amadeo que le dio un motivo más para luchar. "Creo que siempre hay un camino, si tenés convicción y un gran deseo de lo que querés siempre hay un camino", sostiene. Pero si contáramos solamente que la vida de esta prometedora actriz parece sacada de un cuento de hadas, estaríamos faltando a la verdad. De hecho, es todo lo contrario. Eliana lucha diariamente contra miedos, inseguridades y prejuicios. Contra la intolerancia de algunas personas que la cuestionan por el simple hecho de no poder ver.
Durante su adolescencia y hasta que cumplió los 24 años, Eliana comenzó a perder de manera paulatina su vista. Se levantaba un día de dormir y veía cada vez menos. Quizás que haya sido de forma paulatina le permitió adaptarse cada circunstancia a una nueva visión, hasta que finalmente todo se apagó. Lo único que sabe es que se trata de una enfermedad neurológica, pero los motivos son desconocidos. El nervio óptico se fue atrofiando y se le fue muriendo, lo que le provocó la ceguera. "Hoy tengo que hacer un doble trabajo, aceptar mi propia limitación y convencer al otro de que sí puedo hacerlo", sostiene sobre la discriminación que sufre a diario por ser ciega.
De hecho, el mes pasado había contado a través de un video en su Instagram cómo un propietario le rechazó alquilar un PH en Vicente López por haber perdido la visión. Pero "no hubo mal, que por bien no venga": "Hace poco me tenía que mudar con mi familia y justo la persona que nos iba a alquilar la casa se enteró que yo no veía y no nos quiso alquilar. Entonces esa indignación me llevó a hacer un video, exponerlo con mucha suerte que ese video llegó a Carlos Rottemberg, quien sintió la necesidad de responderle a ese propietario. Literalmente me dijo así: ´Como mi casa es el teatro, yo te quiero decir que yo sí te abro las puertas de mi casa, y como vos sos actriz, yo lo que puedo hacer es darte trabajo´".
La entrevista completa a Eliana Manzo
¿Es una presión extra encabezar una obra que podría tildarse de histórica?
- No, al contrario. Es un honor, un agasajo a mi yo artista porque una obra tan emblemática del teatro nacional que ha sido representada por varios buenos actores y actrices, el poder estar yo en el elenco es un honor.
La escena de desnudez sirve para ilustrar la idea de que el ser humano no se muestra realmente cómo es. ¿Te generó en algún momento pudor?
- No, en realidad a mi subjetivamente los desnudos me parecen siempre muy artísticos. Tanto en el arte clásico como en el teatro y en este caso particular es justamente lo que llamamos como una escena blanca, pura, no contaminada de la perversión humana sino al contrario, que viene a mostrarnos que somos esto que somos, que somos iguales los unos a los otros.
La ropa tiende a darnos información de una franja etaria, de una clase social y esa escena intenta enviarnos a lo primitivo, a los orígenes, a reconocernos como especie humana para después relacionarnos en la comunidad. Y como yo desde un primer momento tengo el concepto de que el cuerpo y la voz es el instrumento del actor, que es lo único que tenemos para trabajar, que es eso, nuestro cuerpo, a disposición de lo que el espectáculo requiera. Me parece una escena super fotográfica, linda y con esta connotación de reflexionar sobre los orígenes.
¿Te sentiste identificada en algún momento con la obra?
- A mi paradójicamente me pasó algo muy simbólico que es que el personaje que me tocó a mi es la soledad. Hay algo que yo no me banco en mi vida que es la soledad y justamente en este personaje se muestras todas las frustraciones, los fracasos del no poder. Este personaje no pudo con lo que quería de su vida y no le quedó otra que autodestruirse y suicidarse, y es muy por el contrario a lo que soy yo.
Primero que es algo que no me gusta la soledad, aunque es verdad que hay gente que disfruta el hecho de estar solo. A mi no me gusta la soledad y no me gusta el no puedo. Creo que siempre hay un camino, si tenés convicción y un gran deseo de lo que querés siempre hay un camino. Este personaje me ayudó a eso, a poder comprender quizás, que no todos tienen las herramientas para ver el sí y cuando no se las tiene hay que ser un poco más contenedor con esa clase de personas. Hay personas que les cuesta mucho cargar con esas frustraciones, les cuesta mucho tomar las riendas de su vida y lejos de cambiar su rumo buscan depositar las culpas en lo demás, que es un poco lo que hace mi personaje.
¿Cuándo nació tu amor por la actuación?
- Creo que desde siempre. Desde los ensayos te puedo decir que a los 15 años yo me estaba preparando para los juegos Olímpicos de Atenas porque era gimnasta del seleccionado nacional, tenía toda mi vida dedicada al deporte, a la gimnasia artística, y un año antes de las olimpiadas le dije a mis papás que no quería ser deportista, que no quería ir a las olimpiadas, que no quería seguir haciendo gimnasia y que quería ser actriz. Siempre detrás de un deportista de alto rendimiento no solo está el propio deportista sino toda una construcción que se generó en torno a ese deportista entre entrenadores, familia, Nación ¿no? Hay muchas promesas atrás de ese deportista, pero yo quería ser actriz y a los 15 pude como verbalizarlo con convicción. Desde que soy muy chiquita o desde que tengo uso de razón jugaba a actuar, disfrazarme y de organizar espectáculos para las fiestas familiares con mis primos. Siempre tuve ese amor por el actuar y por la actuación.
¿Cuál es la actualidad de la profesión?
- Primero creo que el teatro es el arte madre de la actuación. Es como el vivo, no te apoyas en ningún efecto de nada, sos vos delante del público, tiene un encanto, una poética que la televisión no la tiene. Más allá de eso, mi opinión es que las ficciones se vieron desplazadas por estas plataformas como Netflix. entonces en la televisión ya no se ve tanto trabajo actoral, sino de entretenimiento. Más programas de juegos y cuando querés actuar o ver trabajos de actores y actrices, el teatro creo yo que es la mejor opción. Y con respecto a la actualidad, a mi me pasó algo durante la pandemia que al cerrarse todo, los actores que no tenemos un nombre televisivo, que no somos los famosos que se ven siempre, las caras conocidas, la pandemia nos perjudicó mucho porque salimos del circuito. Lo mejor que tiene un actor para seguir trabajando es trabajar.
Estar arriba del escenario y que te vengan a ver. Porque cuando no te vienen a ver, no te conocen y no sos famoso, es muy difícil que te vuelvan a llamar. Creo que esa fue la mayor secuela que dejó la pandemia en los que siempre hacíamos teatro independiente o alternativo. Al no tener un nombre tan mediático, si salís de arriba es más difícil que te vuelvan a llamar para volver a subirte. Al principio, empecé a hacer trabajos audiovisuales para subir a mis redes para que vean cortos míos. Como yo también soy bailarina, me empecé a dedicar mucho al tango y tuve al suerte de poder hacer shows de tango. Cuando comenzó a levantarse un poco la pandemia, empecé a presentarme en milongas y eso me dio contacto con el público. Como la vida siempre te da revancha, tuve un golpe de suerte en relación a este dicho de que no hay mal que por bien no venga.
Hace poco me tenía que mudar con mi familia, con mi pareja y mi bebé Amadeo, y justo la persona que nos iba a alquilar la casa se enteró que yo no veía y no nos quiso alquilar. Entonces esa indignación me llevó a hacer un video, exponerlo con mucha suerte que ese video llegó a Carlos Rottemberg, quien sintió la necesidad de responderle a ese propietario.
Sintió eso ¿no?, que como sociedad él tenía que hacer algo con estas cosas y literalmente me dijo así: "Como mi casa es el teatro, yo te quiero decir que yo sí te abro las puertas de mi casa, y como vos sos actriz, yo lo que puedo hacer es darte trabajo". Entonces dar cuenta de esto, de que cuando te cierran una puerta se abren otras y me ofrece esto, un papel en la Lección de anatomía.
¿Qué fue lo que te pasó en la vista?
- No nací ciega, pero sí empecé a perder la visión durante la adolescencia. Fue de manera paulatina y el hecho de haber visto me ayuda todo el tiempo. Yo me armo imágenes en mi cabeza, o sea no las puedo ver, pero con la memoria, mi orientación y mi manejo corporal me armo todo el tiempo imágenes en mi cabeza. De hecho en mis sueños veo porque en mi back-up cerebral tengo imágenes, entonces cuando sueño lo hago con visión.
Creo que al haber sido de manera paulatina me sirvió para adaptarme mejor. Cada experiencia es única, pero en cada una de esas instancias tuve que generar una nueva estrategia. Yo siempre digo, y esto sin rozar la cursilería, el gran amor por el teatro y la actuación fue siempre el motor. El hecho de no querer bajarme nunca del escenario me llevó a pensar estrategias de cómo poder seguir haciéndolo. Al principio me acuerdo que no leía los guiones y me los tenían que agrandar, después no los pude leer más ni con la letra grande y había alguien que me los leía. En el escenario quizás no veía las formas de la escenografía, pero sí los colores. Entonces trataba de que escenográficamente siempre haya colores contrastante para yo poder esquivar los bultos hasta que finalmente no vi más y las ayudas fueron únicamente auditivas. Pero siempre ese proceso me llevó a querer seguir estando arriba del escenario y a buscar el cómo hacerlo.
Me imagino que fue un antes y un después...
- Hubo momentos de mucha angustia y los hay todavía. Como yo siempre digo, por más que uno se desenvuelva y desarrolle estrategias, el no ver es algo que me acompaña desde que me despierto hasta que me acuesto. Yo me levanto, abro los ojos y no veo. Entonces es todo el tiempo superar adversidades, pero lo cierto es que es muy importante el amor y la contención. En su momento cuando me quedé completamente ciega, que sí no sé si sería depresión, pero estaba muy angustiada y recuerdo que estuve encerrada en mi pieza unos días y noté a mi abuela, a mi mamá, a mi papá tan tristes, tan mal con la situación por no saber qué hacer, que me di cuenta que el bienestar de ellos dependía de mí. Si yo estaba bien, ellos iban estar bien. Recuerdo que me invitaron a comer, salí de mi pieza, me bañé, me maquillé sola y cuando bajé toda producida fue una sonrisa tan grande que dije "bueno, es por acá. Esto es lo que tengo que hacer".
No hace mucho sufriste un caso de discriminación que no dudaste en publicar en tus redes. ¿Sufrís usualmente episodios de este estilo?
- No, no fue aislado y suele pasar. Una vez me quise anotar en un seminario de danza, siendo profesora y con una experiencia de años y no me dejaron hacer el seminario porque yo no veía. Yo les decía a la academia que lo único que tienen que hacer los profesores era decir los pasos porque en la danza todos los pasos tienen nombre, alcanzaba con decirlos para que yo los pudiera a hacer. Pero me dijeron que no, que no podían exponer a los profesores a decir los pasos o me ha pasado eso del departamento. Por eso agradezco tanto los gestos como el de Carlos (Rottemberg) o el de Claudio González con el tango porque mucha gente se ha maravillado con cosas que yo hago, con decirme que soy un ejemplo de vida....pero de ahí a confiar realmente en mi para un trabajo no me sucedía. Solo quiero que me den la posibilidad, pero solo me llamaban para casting para interpretar personajes ciegos.
Yo puedo hacer publicidad gráfica, puedo sacar fotos, puedo actuar, puedo bailar....¿por qué no me llaman como a cualquier otra actriz o bailarina? porque está el prejuicio, porque está el desconocimiento, porque es fácil decir "que maravilla esta chica" pero de ahí a confiar realmente en mí, ponerme arriba del escenario no sucedía. Entonces yo me encontraba sin trabajo y una persona sin trabajo no tiene posibilidades de realizarse como ser. Me genera bronca porque es algo con lo que uno lucha todo el tiempo. Tenés que hacer un doble trabajo, aceptar tu propia limitación y convencer al otro de que sí podés hacerlo. Cualquiera puede tener un error arriba del escenario, pero si lo tenés vos es porque no ves. Y quizás le pudo haber pasado a cualquiera, pero uno tiene que estar todo el tiempo tratando de hacer las cosas el doble de perfecta porque sino se genera esto de la lástima o de no confiar. "Pobre, no ve", te dicen.