"Me sentía como un cordero yendo al matadero”. Más de 750 millones de personas miraban por televisión el casamiento del siglo, Diana Spencer caminaba hacia el altar de Saint Paul de la mano de su padre, John. Era el cuento de hadas postmoderno, pero la novia sólo tenía una cosa en la mente: en qué parte de la catedral se encontraba la amante de su futuro esposo, Camilla Parker Bowls.
La adolescente, que en poco tiempo pasaría de maestra jardinera a la mujer más fotografiada del mundo, se convirtió aquel miércoles 29 de julio de 1981 en la Princesa de Gales. Tenía sólo 20 años y pocos imaginaban que sólo le quedaban sólo 16 de vida; y un último verano de libertad, luego de firmar el millonario acuerdo de divorcio con la Casa Real.
Bulimia, celos y falta de amor: el drama de Diana
Pasaron cinco meses desde el anuncio del compromiso, hasta la fastuosa ceremonia que costó 45 millones de dolares. Fueron días de encierro, celos y el comienzo de su bulimia, desorden alimenticio que la acompañó durante los primeros siete años de su matrimonio. En 20 semanas perdió seis centímetros de cintura.
“La bulimia empezó una semana después del compromiso. Mi esposo puso su mano sobre mi cintura y me dijo: 'Estás un poquito rellenita'. Eso disparó algo en mí. Me acuerdo que la primera vez que vomité me sentí aliviada. Era una forma de sacarme la tensión de encima”.
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Encerrada e incomunicada con el mundo exterior, Diana se hizo amiga de los empleados de la casa. “Eran los únicos con los que podía hablar. Ellos sabían que Charles pensaba en Camilla y nadie me decía nada”.
“Una noche lo escuché hablando por teléfono con Camilla. Él estaba en la bañadera y le dijo: 'No importa lo que pase. Siempre te voy a amar'. Cuando le dije que lo había escuchado, tuvimos una pelea muy fuerte”.
El día que Diana lloró en público por Camilla
Faltaban todavía un par de meses para la ceremonia y Charles viajó al extranjero. Diana lo despidió en el aeropuerto y todas las cámaras registraron sus lágrimas cuando despegaba el avión. En ese momento, los medios aseguraron que era porque lo iba a extrañar. Pero, una vez más, el fantasma de Camilla estaba presente.
“No tuvo nada que ver con que se fuera. La cosa más fea acababa de suceder. Estaba en su escritorio hablando con él sobre el viaje cuando sonó el teléfono. Era Camilla. Entonces, pensé: '¿Debería ser educada o me debería quedar acá?'. Decidí que lo mejor era irme y los dejé hablar. Me rompió el corazón”.
La noche del martes 28 de julio de 1981, horas antes de la esperada boda, Diana tuvo un violento episodio de bulimia. Fue después de que encontró, entre los regalos de su casamiento, una pulsera que Charles había comprado para mandarle a Camilla. “Estaba desesperada, absolutamente desesperada. Comí todo lo que pude encontrar. Me sentía muy mal esa noche. Era una indicación de lo que me estaba pasando”.
Diana estaba acompañada por sus dos hermanas mayores. “Les dije: 'No me puedo casar con él. No puedo hacer esto. Es absolutamente increíble'. Y ellas fueron maravillosas y me dijeron: 'Mala suerte, Duch; tu cara ya está en todos los manteles del país así que es tarde para acobardarse'”.
"Sentía una calma letal, como si fuera un cordero dirigiéndose al matadero"
Por la mañana, su padre la pasó a buscar y acompañó durante el viaje en carruaje hacia la Catedral. Ya no había vuelta atrás. “Sentía una calma letal, como si fuera un cordero dirigiéndose al matadero. Lo sabía, pero no podía hacer nada al respecto”.
En el altar la esperaba Charles. “Todo fue muy raro, de golpe me sentí adulta. Ahí estaba Diana, la maestra jardinera. Todo era ridículo”, pensaba mientras caminaba junto a su padre. Dentro de la Catedral había más de 2500 invitados. Entre jefes de Estado y representantes de la realeza de toda Europa, estaba su peor enemiga: Camilla.
“Mientras caminaba hacia el altar, lo único que hacía era mirar para todos lados para encontrarla. Entonces la vi. Estaba con un vestido gris, un sombrero. Todavía lo recuerdo hasta el día de hoy. Pensé: 'Bueno, acá estamos. Es esto. Esperemos que eso ya se haya terminado'. Yo estaba enamorada de Charles, no podía sacarle los ojos de encima. Realmente sentí, pese a todo, que era la chica más afortunada del mundo y que él me iba a cuidar. No imaginaba lo errada que estaba”.
"Nos vimos sólo 13 veces antes de casarnos"
El cortejo duró sólo siete meses. “Nos vimos sólo trece veces antes de casarnos, fue muy raro”, reconoció en una de las entrevistas privadas que realizó durante 1992 y 1993, desde su departamento del Palacio de Kensington junto a su profesor vocal, Peter Settlen.
“No era consistente con sus habilidades de cortejo. Me llamaba todos los días durante una semana y después no me hablaba por tres semanas. Era todo muy extraño y yo lo acepté así”, recordó, al tiempo que sumó: “Pensé: 'Bueno, él sabe donde encontrarme si quiere'. Y la emoción que sentía cuando me llamaba era tan inmensa e intensa”.
Por ese entonces, Diana trabajaba como asistente en un jardín de infantes de Knightsbridge, barrio residencial ubicado en la zona oeste de Londres. Vivía junto a tres amigas en un departamento ubicado en el centro de la ciudad, el mismo que su madre le había regalado un año antes por su cumpleaños número 18.
La abuela de Diana, Cynthia, era amiga íntima de la Reina Madre, abuela de Charles. Cuatro años antes, la hermana mayor de la princesa, Sarah, había mantenido un affaire con el príncipe que no perduró.
Durante esos breves meses, Diana conoció por primera vez en persona a Charles. Fue en noviembre de 1977. Su hermana lo había invitado a cazar. Ella tenía 16, el príncipe acababa de cumplir 29. “Mi primera impresión fue: 'Dios, qué hombre tan triste'. Vino con su perro labrador. Mi hermana estaba todo el tiempo encima de él y pensé: 'Debe detestar esto'. Yo era gordita, mofletuda, no usaba maquillaje ni era muy inteligente. Pero hacía mucho ruido y eso a él le gustó”.
“La primera vez que la vi fue en su casa. Me acuerdo que pensé: 'Qué llamativa y atractiva es esta chica de 16 años”, reveló el propio Carlos. La visita del príncipe a la casa de los Spencer no hizo más que alimentar los rumores de una eventual boda, aunque con la hermana mayor de Diana, quien en un intento por disuadir la atenuar la atención mediática, afirmó a los medios: “No me casaría con él, incluso si me lo pidiera”.
Las palabras no cayeron nada bien en Buckingham y el romance se terminó. Pero el vínculo entre los Spencer y los Windsor seguía intacto. Y fue precisamente la insistencia de la Reina Madre la que dio lugar a que Diana escalara rápidamente posiciones. Por ese entonces, el príncipe era uno de los solteros más codiciados de Europa y su fama de “Playboy” ya comenzaba a ser cuestionada por la reina. Tenía que casarse y tenía que hacerlo rápido.
Habían pasado tres años desde su último encuentro, pero se volvieron a ver en 1980 cuando coincidieron en la casa de un amigo en común. Salieron durante dos meses, hasta que Charles decidió formalizar la relación y la invitó a pasar el fin de semana junto a su familia en elcasitillo de Balmoral.
Fue durante un viaje de caza, que los fotógrafos lograron la primera foto de la pareja mientras el príncipe pescaba en las inmediaciones de la residencia real. Desde entonces, todos sus movimientos eran seguido de cerca por una horda de fotógrafos que le preguntaba a diario si ya le habían propuesto casamiento. "La familia de Charles fue buena conmigo, mientras era sólo una invitada".
La familia de Charles fue buena conmigo, mientras era sólo una invitada"
“Fue como si me chuparan. Mucha gente empujando en la misma dirección”, recordó tiempo después. “Mi familia pensaba que era maravilloso. Lo mismo pensaron mis amigos y, bueno, la familia de Charles. Ellos me querían. Fueron muy buenos conmigo, mientras era sólo una invitada”, sumó con un dejo de ironía.
Por ese entonces, Diana recibió de inmediato la bendición de la Familia Real. Todos pensaban que era la novia ideal. No se le conocían ex parejas, era joven y atractiva; al tiempo que consideraron que su temperamento moderado y tímido era ideal para convertirse en princesa. “Todo cambió cuando me convertí en su hija política. Cambiaron las posiciones”.
La extraña propuesta de casamiento de Charles a Diana
En seis de febrero de 1981, Charles volvió a invitar a Diana. Esta vez, al castillo de Windsor. Sus palabras fueron claras: le dijo que tenía algo que preguntarle. Una vez allí, el príncipe le propuso matrimonio durante la cena. “Me dijo: '¿Te casarías conmigo?'. Yo me empecé a reír. Me acuerdo que pensaba: 'Es una broma'. Así que le dije: 'Sí, ok'. Pero él estaba muy serio y me respondió: '¿Te das cuenta de que algún día te vas a convertir en reina?'. Una voz interna me dijo: 'No vas a ser reina, pero vas a tener un rol duro'. Así que lo pensé por dentro y le dije: 'Sí'”.Una voz interna me dijo: 'No vas a ser reina, pero vas a tener un rol duro"
El anuncio del compromiso llegó 18 días después. Diana se había ido de viaje a Australia junto a su abuela para que se mantuviera el secreto. Durante todo ese tiempo no recibió ni siquiera un llamado de Charles. “Supongo que debe haber sido una agonía no verse por tanto tiempo. Me imagino que hablaron mucho por teléfono”, indagó el periodista que realizó la primera entrevista que dieron como pareja el mismo día del anuncio.
Diana miró hacia un costado. Charles, consciente de que no podía decir la verdad, elaboró al paso una excusa. “Intenté comunicarme con ella, pero fue muy difícil. Cuando me atendían el teléfono, les decía que era yo y me preguntaban: '¿Cómo sabemos que realmente sos vos?'”.
No me llamó ni una sola vez durante todo el tiempo que estuve en Australia"
“Fue un completo desastre. Yo le mandaba mensajes, pero él nunca me llamó por teléfono, ni los respondió”, reconoció años después Diana. El desinterés de su futuro marido era evidente en los días previos a la ceremonia. “Me acuerdo que cuando volví de Australia me encontré con un ramo de flores en la puerta. Sabía que no eran de Charles, porque ni siquiera había una tarjeta. Sólo era alguien de su oficina intentando ser considerado”.
El extraño comentario pasó desapercibido. El periodista no hizo hincapié en la respuesta. Pero esas palabras quedaron grabadas en la mente de la princesa. “Me criaron de tal manera que, si estás comprometido con alguien, entonces es porque lo amás. Tuvimos esta horrible entrevista el día de nuestro compromiso. El ridículo periodista nos preguntó si estábamos enamorados”.
“En ese momento, pensé: 'Qué pregunta más molesta'. Así que respondí: 'Sí, claro que estamos enamorados', fiel al estilo de la gordita Sloane Ranger (estereotipo inglés que bien puede compararse con el mote de 'Susanita' que era en ese entonces”.
Las palabras de su por entonces futuro marido la paralizaron. “Cuando lo escuché, me quedé sorprendida. Me pareció que era una respuesta muy extraña. Dios. Fue algo que traumatizó absolutamente”.
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“Ni siquiera me atreví a preguntarle por qué había dicho eso. Supongo que tenía miedo. Nos vimos sólo 13 veces antes de casarnos”, reconoció, al tiempo que confesó que, durante todo el noviazgo, ella se dirigía al príncipe como “señor” o “su alteza”.
El camino hacia el matadero
Luego de anunciar su compromiso, Diana abandonó el departamento que compartía con sus amigas y se instaló en Clarence House, por entonces residencia oficial de la Reina Madre. Y, llamativamente, es el lugar en el que hoy vive Charles junto a su ex amante y actual segunda mujer, Camilla.
“Me custodió un policía. Me acuerdo que me dijo: 'Aprovechá, porque esta va a ser tu última noche de libertad. No lo vas a tener nunca más en tu vida'. Y sentí como si una espada me hubiera atravesado el corazón”, recordó la princesa.