Pocas son las directoras teatrales que pueden permanecer en el tiempo y muchas menos las que logran crear un legado arriba del escenario. Este es el caso único de Lia Jelín, quien a sus casi 88 años (los cumple el 18 de diciembre) y un esguince a cuestas, llegó a la redacción de BigBang para hablar de todo: su extensa trayectoria, Toc Toc, su obra que batió todos los récords, sus sueños frustrados, la actualidad del teatro y sus nuevos proyectos.
Lía empezó siendo bailarina y a partir de ahí recorrió un camino del que hasta hoy se enorgullece. Fue última y primera figura de cientos de espectáculos. Vivió en Israel, viajó por el mundo, trabajó con Tato Bores; fue coreógrafa y actriz, parte del Instituto Di Tella. Y finalmente, directora de teatro. "Cuando tenía ocho años decidí ser artista. Mi mamá me llevaba al Parque Centenario y ahí se daba "Colón al aire libre", en un escenario que estaba sobre el lago", cuenta.
Estudió danza en Israel, en la escuela de Martha Graham; composición coreográfica con Josef Tal, danza moderna con Renate Schottelius y actuación con Beatriz Matar, Antonio Mónaco y Augusto Fernández. Como actriz se destacó como co-protagonista de Tato Bores en su ciclo televisivo, también fue co-protagonista junto a Iris Marga y Marilú Marini de "Familia de Artistas" debutando en Paris y luego temporada en el Teatro Maipo, entre otras
Pero eso no es todo. Fue puestista de "Viet-rock", de Megan Ferry y de "Juan Moreira Supershow", de Pedro Orgambide y Jorge Schussheim. Como directora trabajó en innumerables obras, entre las que se encuentran: "Confesiones de Mujeres de 30", "Los Caballeros", "Maní con Chocolate", "Adolece que no es poco", "Monólogos de la vagina", "Aryentains" y "El día que Nietzche lloró, ”El placard y su mayor éxito” Toc Toc” que lleva 11 años en cartel entre otras.
Casada con Jorge Schussheim (publicista, letrista, humorista, autor, entre muchísimas otras cosas), vivían juntos en un piso en Núñez con muebles que parecen sacados directo de la escenografía de la Nueva York de los 70´. "Soy la última que queda viva de las directoras de mi generación (risas). De verdad que la gente de mi generación nadie trabaja y yo todo el tiempo estoy generando espectáculos", le aclara Lía a este sitio.
Hoy Lía dirige “La diosa de la fortuna”, según ella su apuesta "más inteligente" después de “Toc Toc”. Esta comedia trata de una madre aparentemente “normal” que un día decide confesarle al hijo realmente quién es. Su vida está destinada a ser afortunada en el juego, pero desafortunada en el amor. Y las confesiones desatarán un sinfín de situaciones en donde diferentes personajes superan la propia realidad, todos están dispuestos a saltar la banca de su corazón.
A lo largo de su extensa carrera, Lía recibió tres premios ACE a los mejores espectáculos de humor: "Confesiones de mujeres de 30", "Aryentains" y "Shakespeare comprimido", fue galardonada con el Premio Trinidad Guevara y el Florencio Sánchez, por "Paradero Desconocido" y recibió el premio Fondo de las Artes, por "El Gran Soñador. "Se me olvidan algunas cosas, no te voy a decir que no (risas). Pero estoy bastante lúcida", sostiene.
¿Cómo está usted hoy?
- Soy la última que queda viva (risas). De verdad que la gente de mi generación nadie trabaja. Todo el tiempo estoy generando espectáculos. Por necesidad siempre se trabaja y por el otro lado, que la cabeza funciona. Se me olvidan algunas cosas, no te voy a decir que no (risas). Pero estoy bastante lúcida, tengo algunos problemitas con los nombres pero bueno.
¿En qué momento sintió que quería ser artista?
- Cuando tenía ocho años decidí ser artista. Mi mamá me llevaba al Parque Centenario y ahí se daba "Colón al aire libre", en un escenario que estaba sobre el lago. O sea que a los 8 o 9 años, ví todas las operas, ballet y conciertos porque eran gratuitos. Yo vivía en Warnes y Sunchales, mis amigas eran todas gitanas y mi mamá me llevaba, caminábamos y veíamos las obras.
¿Se considera una directora difícil de encasillar?
- Estoy encasillada desgraciadamente. Si me pongo a pensar que los directores que más efecto tuvieron agarraron una línea y siguieron, yo en cambio no. Fui para allá y para allá. No me tropecé conmigo misma de casualidad. Mi carrera es reconocida, pero por TokTok. Si vez en Google, podés ver la gran cantidad de obras que hice generalmente avanzadas a la época. En el 80´ hice un espectáculo de mujeres haciendo de hombres. Era un club privado de hombres en New York.
¿Es diferente improvisar hoy que hace cinco décadas?
- A mi me parece que las improvisaciones no sirven para nada y en esa época se usaba muchísimo improvisar. O sea, el director agarraba una escena que significaba tal y tal cosa y no trabajaban el texto, sino la situación interior. ¡Eso es una pérdida de tiempo enorme! Yo lo primero que hago es que el actor se aprenda de memoria el texto como si fuera el padre nuestro y después improviso sobre el texto, con música y de mil maneras: acostados, bailando y pegándome. Entonces se va interiorizando el texto y no suena al texto, sino a algo que no pensaste.¿Qué necesita el actor para triunfar?
- Primero un poquito de suerte. Pero una gotita. Pero no es lo fundamental, lo fundamental es la entrega porque hay muchísimos actores en la Argentina que no tienen nombre y son ¡buenísimos! Siempre se repiten los mismos nombres. ¿Qué significa tener nombre o no? Hay teatro bueno y malo. Si el teatro es bueno, es bueno, ya sea del teatro Corrientes, Bataclan o lo que sea. Y si es malo, es malo en todas su formas. Desde la calle Corrientes hasta el último.
¿Cómo fue trabajar con Tato Bores? ¿Cómo lo recuerda?
- Era bailarina, después fui coreógrafa, fui la coreógrafa del profesor hippie y el El profesor tira bombas....a Tato Bores lo dirigí. Él me tocó el timbre de casa, le pregunté que hacía acá y me dijo "tenés que ser Berta". Le digo "pero Tato mirá que yo como actriz me formé, pero no tenía tanto de esto...". Me respondió: "No te preocupes, yo voy a estar al lado tuyo como vos estuviste al lado mío".
Él estuvo 17 años sin hacer teatro. Estábamos en el Florida Garden con mi marido, que ya se fue de gira, y Tato le decía "¿Y ahora que voy a hacer?" y Jorge le contestó "¡Hacé teatro, yo te lo escribo!". Venía todos los días a casa, se sentaba y lo veía a Jorge. "Que, no escribís", le decía. "¡Estoy pensando!", le decía mi marido. Tato era divino. Una persona adorable, brillante, con mucha intuición.
Por ejemplo, él tenía algo que muy pocos actores tienen: decía las cosas como si las pensara, que es la última instancia de un buen texto. Decirlo como si lo estuvieras pensando vos y no si lo hubiera escrito todo. Ese es el trabajo que hay que hacer y por eso yo empiezo aprendiendo las palabras sin demasiado subtexto, porque no se sabe cómo va a ser. Eso lo hace más teatro. No es un teatro para mirar, sino para vivir.
¿Es diferente innovar hoy que hace cinco décadas?
- El teatro tenía mayor profundidad, me gustaba más investigar sobre porqué uno dice determinadas cosas. El otro aspecto, que es lo que hago yo, es un teatro corporal. Yo no hago teatro de estar sentado. La emoción tiene que pasar por el cuerpo. Yo no pienso, pero el cuerpo manda. Parás a una persona en la calle a una persona, le preguntás dónde queda la calle Corrientes y primero señala con el dedo, y después te lo dice. El cuerpo es un plus.
Hice una obra en el 73´ que se llamó el Gran Soñador, que era danza-teatro. Ahí empecé como encontrar cómo poder hacer una obra sin decir una sola palabra. En la actualidad, post pandemia, el teatro está mejorando poco a poco, aunque la actitud general del pueblo argentino se cayó una tonelada. Está muy bajo. Esto se debe a la política, a crear gente que no piensa, a creer "que pienso y luego existo", en lugar de que "siento y luego existo". Hay que sentir en lugar de pensar.
¿El teatro debe invitar a la reflexión?
- Pienso que sí, el teatro debe invitar a reflexionar. Tok Tok fue eso. No duró porque la puesta en escena fuera mía, duró por el tema. ¿Viste lo que es la película? La estrené en Israel el sábado. Antes de la pandemia mandé todo el material y fui por 15 días a ver cómo estaba. me peleé con la Mossad, con el ejército israelí y con los terroristas, con todo el mundo. ¡No habían entendido! Uno no puede ver las palabras, sino que debe encontrar lo que hay dentro de ellas.
¿Le tocó conocer casos de personas con trastornos obsesivos compulsivos?
Todos los que iban a ver Tok Tok sufrían algún trastorno. Al principio venían muchos. Por ejemplo, la función había terminado y había una chica quería entrar a levantar todos los papelitos. Había otra persona que movía la pierna y nos decía que si fumaba tres cigarrillos en CABA, tenía que irse a fumar otros tres a la provincia de Buenos Aires. O sea, es real. ¿Cuánta gente que no toma aviones o no pisan las rayas?
Hay mucha gente que no lo dice tampoco. Muchísima gente venía a vernos. Llegaban con chicos que no podían parar de moverse, pero la cosa más linda que me dijeron, que fue una señora con una nena, fue "ustedes nos dieron un poco más de esperanza". Esa es la función del teatro. carne con carne y no un beso a través de un vidrio.
¿Siente que esta obra la encasilló o le gusta estar tan identificada con Toc Toc?
- Me molestó que me encasillara esta obra y me arrepentí de hacerla en un punto, a pesar del éxito. Se sale de esto haciendo otras cosas. Los trabajos que hice fue porque me gustaron o porque algo me movían dentro. Hoy la calle Corrientes es más difícil a la de antes. Antes se sabía que tenía su público y también se daban obras importantes. Ahora no pasa eso y hay gente que no va a la calle Corrientes.
¿Le queda algún sueño pendiente?
Sí, me queda por hacer Tito Andrónico de William Shakespeare y quiero ponerle el Festival de la Venganza. La escribió a sus 23 años, la sangre y la crueldad es extraordinario. La llevé a San Martín y me la tiraron. "Estás viejita, nena. ¡Jubilate!", me dijeron. Sufrí esa discriminación. ¿Qué puedo hacer? ¿Me voy a poner a discutir?
Las mujeres están viviendo ahora una época muy especial, llena de reivindicaciones. ¿Se siente identificada con ese contexto?
- Últimamente con las feministas en el poder, está difícil tocar algunos temas en el teatro. Hay cosas que no se pueden decir hoy. En el 67´ hice una obra donde entraban los actores por la platea y acariciaban a los espectadores. ¡Andá a tocar ahora un espectador! Yo estoy en contra de todo eso y no voy a decir "presidenta". ¿Si me dieron la espalda por ser mujer en mi época? Yo fui bataclana y bailado con el culo al aire, nunca nadie me dijo "vos no podés".
Para mi es poner la dificultad en el otro, en vez de a uno mismo. En ésta última hora estuvimos hablando de la palabra suerte, pero no existe. Son las malas o las buenas decisiones que tomás. El destino sí existe. Foucault, cuando hice el Cabaret de los hombres perdidos, decía que había tres destinos: el de la manzana de Newton, que cae por la gravedad; el destino de las circunstancias, una guerra, un accidente....; y el destino del ADN, el que está en uno al nacer.
¿Considera que tuvo una buena vida?
- Tendría que haber sido más viva, haber pedido más plata (risas) y no tan suelta de...con un objeto acá y otro acá, haber ganado millones y no tenerlos. Y en mi trayectoria siento que me encasillaron, que podría haber dado más.