Gran Hermano, que supo cautivar a millones de televidentes con su dramatismo y estrategias de competencia, vuelve a estar en el centro de la polémica. Esta vez, la indignación no proviene de conflictos entre participantes o jugadas inesperadas, sino de una decisión que roza lo inhumano: ocultarle a una de las jugadoras la muerte de su abuela para que no interrumpa su participación en el programa.
Martina Pereyra, una de las concursantes más queridas por el público, desconoce aún que su abuela falleció hace varios días. La decisión de no informarle fue tomada por su propia familia, en complicidad con la producción del programa, con la justificación de evitarle un golpe emocional que podría llevarla a abandonar el juego. Mientras tanto, los televidentes presenciaron un momento desgarrador durante la gala de nominación, cuando Martina, ajena a la tragedia, y como ya tiene por costumbre, le envió un cariñoso saludo a su abuela: "Un beso a mi abuela, que la amo y la extraño mucho".
La escena, lejos de pasar desapercibida, desató un vendaval de críticas en redes sociales. "No puedo creer que le estén haciendo esto", "El trauma que va a tener cuando salga y se entere" y "Le robaron la posibilidad de despedirse" fueron solo algunos de los comentarios que inundaron la plataforma X (antes Twitter). La indignación crece al considerar que la abuela de Martina había sido una ferviente seguidora del programa y se había mostrado en varias ocasiones en la tribuna apoyando a su nieta. Ahora, su muerte es un secreto deliberadamente guardado para preservar el "show".
La decisión de la familia se apoya en una política del programa que permite a los participantes elegir si quieren ser informados de tragedias familiares. Sin embargo, la pregunta que surge es: ¿es ético que los allegados decidan por ella? Para muchas personas, sobre todo seguidores del programa que conduce un casi desalmado Santiago del Moro en lo que se refiere a este tema, quitarle la posibilidad a Martina de elegir poder estar en el último adiós de su abuela se trata de una deshumanización pocas veces vista. El propio Ángel de Brito cuestionó en LAM, "¿Cómo tiene sentido ocultarle algo así? Solo ella podría decidir cómo lidiar con la noticia".
El debate está abierto: ¿hasta dónde llega el derecho de la familia y la producción a manipular la información para proteger la continuidad del juego? ¿Cuándo el entretenimiento cruza la línea de la deshumanización? Gran Hermano, una vez más, demuestra que en la búsqueda de rating, los sentimientos y derechos de los participantes quedan en un segundo plano. Lo que debería ser una decisión personal fue arrebatado a Martina, quien, tarde o temprano, deberá enfrentar la realidad de la peor manera posible: cuando ya sea demasiado tarde para despedirse. El show no siempre debe continuar.