08 Abril de 2025 11:34

En un país donde todavía cuesta hablar abiertamente de salud mental, Amalia Granata volvió a patear el tablero. Pero esta vez no lo hizo con una frase polémica ni desde una banca en la legislatura, sino desde un lugar mucho más íntimo: como mamá. Invitada a DDM, la diputada provincial por Santa Fe abrió su corazón y contó con total honestidad el desafío que vive junto a su hijo Roque, de 8 años, diagnosticado con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y dislexia. "Era muy revoltoso porque es hiperactivo y no se puede quedar quieto. Después pasa a primer grado y, no solo que no se podía quedar quieto, sino que él al ver que sus compañeros avanzaban y que él no podía por su dislexia y por no poder quedarse un minuto sentado prestando atención, se empieza a atrasar y eso lo empieza a frustrar", contó.
Con la voz firme, pero visiblemente conmovida, compartió cómo su hijo pasó de ser malinterpretado como un chico "difícil" a ser diagnosticado correctamente gracias a la intervención de una psicopedagoga y un neurólogo. La frustración del pequeño no tardó en manifestarse. "Cuando los chicos no pueden expresar lo que sienten, se ponen agresivos, ansiosos, se enojan", explicó Granata, y recordó que, en su generación, a los chicos con estos síntomas simplemente se los tildaba de "vagos" o "burros". "Hoy sabemos que aprenden distinto, no que no saben. Es un cambio de mirada que hay que tener urgente", subrayó.
Lo más impactante fue la repercusión que tuvo su testimonio. "Después de contar esto en la tele, explotaron los mensajes de padres que me decían: 'Me pasa lo mismo, gracias por visibilizarlo'. Eso te cambia todo", reconoció. La charla no solo sirvió para derribar prejuicios, sino también para visibilizar las limitaciones del sistema educativo frente a estas realidades. "La escuela no está preparada. Adentro del aula de mi hijo hay un nene con autismo que tiene una acompañante, que la pone la escuela y que está abocada a full con ese nene, pero mi hijo que tiene dificultades necesita compañía que no se la puede dar la maestra porque tiene a 20 chicos más".
Y fue aún más cruda al hablar de las familias que no pueden acceder a la ayuda especializada: "Hay mamás que no tienen para pagar una psicopedagoga ni para comprar la medicación. Sobre esto último, Granata fue tajante: "Muchos padres no aceptan la medicación porque les asusta, pero en nuestro caso fue clave. Él mismo me dice: 'Mamá, necesito tomarla'. Y la toma sabiendo por qué. Eso es lo alentador. Ahora tiene 8 años y se dieron cuenta en la escuela".
Entre anécdotas de empujones en el aula, reuniones con directivos y cuadernos llenos de letras superpuestas, la historia de Roque deja una enseñanza para todos: el diagnóstico no es una sentencia, sino una puerta a una nueva forma de acompañar, de entender y de amar. Y como si fuera poco, cerró con una buena noticia: tras una internación por gastroenteritis que la tuvo en vilo, Roque ya está en casa recuperado. "Gracias al Sanatorio de Niños de Rosario, los pediatras fueron unos genios", agradeció.