Pese al escándalo que se desató después de su intempestiva renuncia a la Corona, todos los allegados a la Reina Elizabeth II de Inglaterra reconocen que su nieto preferido siempre fue el príncipe Harry. Relajado y con un filoso sentido del humor, el hijo menor de Lady Di siempre se las ingenió para hacer reír a su abuela y fue quien, décadas atrás, le grabó el mensaje del contestador de su celular; el mismo que la monarca mantuvo hasta el último día de su vida.
Hay que decirlo: muy pocas personas en el mundo tenían acceso a la línea privada de la Reina. Es por eso que, lejos de las comunicaciones frías y protocolares que mantenía a través de sus secretarios reales, Elizabeth se permitió relajar el estilo con su teléfono celular y fue Harry quien la ayudó con esa misión.
Cada vez que la Reina no llegaba a atender una llamada (o simplemente no tenía ganas de hacerlo), quien se encontraba del otro lado de la línea recibía un desopilante mensaje de voz de Harry emulando a su abuela.
¿Qué decía el mensaje? "¡Ey! ¿Wassup? Soy Liz. Perdón, pero en este momento estoy lejos del trono. Presione uno si quiere comunicarse con Philip (su marido), dos si quiere hablar con Carlos (el actual Rey) y tres para los corgis (los perros de la monarca)".
Pese a la dura y protocolar imagen pública de la Familia Real, lo cierto es que el propio Harry reconoció al abandonar la Corona que extrañaba las tradiciones familiares íntimas que durante años sostuvo la reina. En especial, la vinculada a los regalos navideños.
Millonarios y con todas sus necesidades por demás satisfechas, resultaba casi imposible pensar originales regalos año a año. Es por eso que la Reina decidió imponer una regla real: los obsequios debían costar menos de veinte libras esterlinas.
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De esta forma, la expectativa por los regalos no pasaba por el costo de los mismos, sino por la creatividad invertida. Una de las navidades anteriores a la llegada de Meghan Markle a su vida y cuando disfrutaba de la fama de "soltero empedernido" en Londres, Harry recibió un llamativo regalo por parte de su cuñada, Kate Middleton. ¿Qué le regaló? Una muñeca inflable. "Mi abuela no paraba de reírse", recordó años después el actual duque de Sussex.