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Para las infancias

Joaquín Catarineu en BBN: de criarse en una familia de teatro y danza, al éxito de Derechos Torcidos

El artista tiene una fuerte herencia actoral por parte de sus padres.

18 Agosto de 2024 21:30
Joaquín Catarineu al frente de Derechos Torcidos. X

El teatro argentino tiene fama mundial, al igual que sus actores y actrices. Esta tendencia también se puede ver en las obras infantiles, donde muchas veces las puestas se popularizan y hasta se internacionalizan. El musical Derechos Torcidos de Hugo Midón Carlos Gianni podría ser uno de estos ejemplos. Con más de 20 años en cartel, brilla con su propuesta social y reflexiva. En la actual temporada en el Teatro Astral de avenida Corrientes 1639 quedan sólo dos funciones, el 24 y 25 de agosto. Aunque se sabe que volverá, no deja de ser una oportunidad única para disfrutarla.

La obra está compuesta casi exclusivamente por un elenco de niños, niñas y adolescentes de 7 a 20 años, aunque la excepción es Joaquín Catarineu, un actor, bailarín y cantante con mucha proyección en términos artísticos y también con una herencia muy fuerte, ya que es hijo del polifacético Roberto Catrineu y la actriz y bailarina Camila Balassi. Además, vio como espectador la primera temporada de la pieza que hoy protagoniza y su primer profesor fue el mismísimo Midón.

Según contó a BigBang, estos antecedentes hacen que la experiencia que siente al protagonizarla sea más intensa y completa. En una Argentina en la que de acuerdo a las últimas estadísticas de Unicef un millón de niños se va a dormir sin hacer una de las cuatro comidas, la propuesta genera debates e interesantes repercusiones. Más que un infantil al que los padres acompañan a los hijos, muchas veces parece que es al revés y que son los adultos quienes piden ir.

Joaquín Catarineu es actor, cantante y bailarín.

¿Por qué invitarías a que vayan con sus hijos a ver Derechos Torcidos?

- Es una obra, un clásico de Hugo Midón y de Carlos Gianni, dos autores pilares fundamentales de nuestro teatro y de nuestra cultura en general. Esta obra cumple 20 años y tiene una vigencia absoluta. Parece que está escrita para esta época. Tiene un montón de mensajes, especialmente hablando -como el título bien dice- de los derechos de los niños. Que, justamente, los derechos los tenemos todos, es una obligación, pero hay algunos muchas veces no se respetan y están un poco torcidos. Entonces viene esta obra a reflexionar un poco sobre estos derechos. Y también lo particular que tiene es que está hecha casi en su totalidad por niños y niñas, que van desde los 7 hasta los 18 años y en mi caso vendría a ser la única figura adulta.

Es un espectáculo que está hecho por los niños y para los niños, eso me parece súper particular. Obviamente con el sello de Midón y de Gianni, con una poética muy particular donde no se cae en los típicos golpes bajos, sino que justamente se cuentan un montón de cosas que son difíciles, crudas, reales, pero con una lírica y un juego muy particular y muy especial. Queremos invitarlos a vivir esta obra, que verdaderamente es para toda la familia. Las obras de Hugo y Carlos también siempre fueron apuntadas a todo público, más allá de que sean para la temporada de teatro de chicos, y que vayan a la tarde y todo, ellos siempre se encargaron de darle un mensaje a los más chicos, a los adolescentes y a los adultos.

¿Cómo es la la devolución que tenés de los chicos y de los padres o madres que se acercan a ver la obra?

- Muchísima emoción, primero y principal. Hay mucho agradecimiento de parte del público. La verdad que no nos esperábamos tanto amor y tantas gracias. Salimos y nos dicen: 'Gracias por volver, gracias por traer de vuelta este material'. Pasa algo muy lindo que, como la obra cumple 20 años, los que en ese momento eran chicos, ahora son padres, entonces ellos traen a sus hijos. Y los que en ese momento también eran padres, ahora son abuelos y vienen con sus nietos. Hay un cruce generacional muy lindo y, por supuesto, con mucha emoción porque por lo general siempre son los padres quienes acompañan a los hijos al teatro, y acá muchas veces los padres son los le dicen: 'Vamos a ver esta obra'.

Y son los que están cantando las canciones, los que se emocionan, los que gritan, porque están recordando eso que vivieron hace 20 años. Las devoluciones son bellísimas. Una de las cosas más lindas que nos dicen es que la esencia de la obra está intacta, que obviamente se se actualizaron un montón de cosas y hay toda una estética nueva y todo un juego técnico que también, con el avance de la tecnología se puede hacer hoy por hoy con toda la técnica del teatro y demás. Pero la esencia, como lo más profundo de la obra, está intacta. Creo que mantener eso era el principal objetivo. Estamos teniendo devoluciones muy hermosas.

Joaquín Catarineu al frente de Derechos Torcidos.

Al mismo tiempo, vos te criaste en un ambiente super artístico, ¿qué influencia tuvo eso en tu carrera?

-  Una influencia total, pero de una manera muy natural, la verdad. Mis padres nunca insistieron con qué iba a deparar mi futuro. Simplemente ellos me decían: '¿Tenés ganas de acompañarme al trabajo?'. 'Sí'. 'Bueno, dale. Vamos'. Un día fui al teatro, otro día fui a una clase de danza, otro día fui a un set de televisión y, la verdad, que eso se ve que despertó mucha curiosidad, porque desde muy chico que iba y a lo largo de los años siempre lo seguía acompañando. Por ejemplo, lo iba a ver a mi papá al teatro y no es que iba el día del estreno y no volvía más, sino que me gustaba mucho ir y ver la obra muchas veces, de diferentes lados, por ejemplo de la platea. Y ver qué cositas se iban agregando, qué cosas cambiaban, qué cosas evolucionaban. Despertó mucha curiosidad en mí. 

Por supuesto que a la hora de elegir un camino fue este, no quedaba otra opción. Pero ellos nunca insistieron.

Ahí un poco la serpiente se muerde la cola porque Midón fue tu primer profesor de teatro en una escuela a la que te llevan tus papás.

- Sí. Obviamente yo había visto muchos espectáculos de Hugo, uno de ellos fue Derechos Torcidos, la versión original, con cinco o seis años. Y como si te dijese a los ocho empecé a estudiar. Porque había una cercanía muy especial con Hugo. Pensá que en la misma escuela donde Hugo tenía sus clases y todo, también, por ejemplo, mi papá festejó su cumpleaños de 50. Como que era un lugar muy cercano a nosotros. Fue muy lindo empezar a estudiar ahí. Estuve tres años, fueron los últimos tres años de la escuela. Hugo también estaba muy presente en las clases. Y era muy loco porque ahí vi muchas de las canciones, por ejemplo, de Derechos Torcidos, muchas de las escenas y canciones que cantaba mi papá, que yo ya había visto los videos de sus obras. Pero sí, fue una primera gran experiencia, un primer gran acercamiento con lo artístico, desde el lado de estar arriba del escenario, porque en realidad lo artístico yo siempre lo tuve, pero siempre de acompañar desde atrás. 

Derechos Torcidos está en el Teatro Astral de avenida Corrientes y Rodríguez Peña.

El país está viviendo una realidad social muy cruel y muy dura. UNICEF acaba de anunciar que un millón de niños se va a dormir sin comer y las últimas estadísticas en la Universidad Católica Argentina hablan de un 62,9% de los niños, niñas y adolescentes bajo la línea de pobreza y un 16,2 de la línea de indigencia? ¿Cómo es hacer teatro infantil sabiendo que el público objetivo tiene estas dificultades?

- Por supuesto con una gran responsabilidad. Nosotros, a la hora de asumir esta vuelta de Derechos Torcidos, por supuesto que hicimos mucho hincapié en el mensaje que tiene esta obra, en lo que refleja, y en la difícil tarea de llevar eso al escenario, de reflejar esa realidad a muchos espectadores. Entonces también hicimos hincapié en trabajar muchísimo todos estos mensajes con los niños. Porque, como bien decía antes, es una obra que está hecha con dos elencos de siete niños y niñas que tienen entre 7 y 20 años, y hubo mucho proceso de empezar a charlar con ellos, ver qué veían ellos de la obra, qué mensajes entendían.

Por supuesto que fue muy lindo ver cómo ellos también empezaban a caer en esas realidades. Hubo un ensayo en que uno de los niños de ocho o nueve años, mientras estábamos leyendo una de las escenas y decía: 'Claro, porque acá en Argentina muchas veces hay muchos niños que le falta el plato de comida'. Y se puso a llorar, como que cayó en el mensaje. Y dijimos: 'Qué bueno que a través de esta obra y de sus mensajes haya muchos chicos que puedan tener conciencia de lo que también pasa en nuestro país y de la difícil realidad que estamos viviendo'. Creo que es un momento trascendental para traer esta obra, con todas las estadísticas y los números tan crueles y tan difíciles. Me parece fundamental que desde nuestro lado, desde la cultura, podamos reflejar un poco de lo que vive gran parte de nuestra sociedad. Asumimos ese compromiso y queremos seguir apostando y siguiendo todo eso.