por Matias Ayrala
23 Enero de 2022 09:00¿Puede una obra de teatro usar la obra utilizar, con maestría, la música y el humor para realizar una crítica a la sociedad y a las instituciones religiosas por su doble moral y tocar en profundidad el prejuicio y la estigmatización que sufrieron las personas con HIV en los 80 y los 90? Aunque es difícil, La Desgracia lo logró. La comedia musical que nació en el off en 2017, ya comenzó su quinta temporada, fue vista por más de 15 mil espectadores y está a punto de cumplir 100 funciones.
Con una base de grandes actores, un libreto original, canciones increíbles y escenas desopilantes, la obra cuya idea original es de Juan Martín Delgado y Mariano Condoluci, con libro y letras de Delgado y música de Francisco Martínez Castro, logró posicionarse como el gran musical de culto de la escena de teatro porteña y desde el 14 de enero, se puede ver todos los viernes en la Sala Pablo Neruda del Paseo La Plaza.
La historia cuando lo que sucede en un pueblo conservador cuando se desata una epidemia de una enfermedad de transmisión sexual, siendo el miedo, la moral y la culpa los temas a abordar. El elenco está compuesto por Condoluci, Andrea Lovera, Patricio Witis, Mariel Percossi, Georgina Tirotta, Nahuel Adhami, Antonella Fittipaldi, Chechu Vargas, Romina Julieta Ruiz, Alejandro Justiniano, Joaquín Catarineu, Lula Rosenthal, Sofía Val, Lucía Perdigón, Ramiro Gelvez. Y la banda en vivo la integran Martínez Castro (Piano), Rodrigo Martínez Castro (Flauta), Leandro Biera (Bajo), Luis Aragona (Guitarra), Mayumi Urgino (Violín), Jonathan Miale (Cello), Franco De Paoli (Batería), Aldana Bozzo (Flauta 2).
En medio del éxito de uno de los mejores musicales que se pueden ver actualmente en la cartelera porteña y mientras el “boca a boca” sigue generando que cada vez más personas vean La Desgracia, BigBang tuvo la oportunidad de entrevistar al músico, compositor, pianista y creador de la música original de la obra, Francisco Martínez Castro, quien afirmó: “Todo lo que transitamos con esta obra es felicidad y también es lo que vemos en el público”.
-¿Cómo vivieron el cambio del teatro off al comercial?-La verdad que lo vivimos con mucha emoción. La verdad que sentimos que la obra sigue creciendo, sigue haciendo camino. Que si bien estuvimos muy cómodos trabajando en El galpón de Guevara, donde estuvimos tres temporadas disfrutando de una sala donde se agotaban siempre las entradas, la verdad es que el musical cuenta con muchos actores, con banda en vivo, y estar en un teatro más grande, con capacidad de más público es un crecimiento. Lo que era una fiesta del off ahora se transforma en una fiesta más grande porque de golpe tenemos 300 ó 400 personas tentadísimas de risa porque la trama es muy graciosa. Antes era una fiesta y ahora lo es en mayor dimensión y viendo que el material se va a adaptando, que sigue evolucionando y que puede crecer. Lo vivimos con mucha satisfacción. Es un premio para nosotros.
-¿Fueron cambiando el material a lo lo largo de los años?-Mientras que los autores estamos vivos, siempre puede seguir cambiando. La realidad es que sí. Por ejemplo, antes del reestreno en 2021 de lo que fue la cuarta temporada en el Paseo La Plaza, hice un gran revisión de los arreglos vocales y de los arreglos de la banda. Seguí puliendo. Me di cuenta que había cosas que podía mejorar. Y a nivel texto también siempre hay cosas que se van ajustando. Obvio que la historia y la música ya están escritas, lo cual no quita que uno pueda seguir sacándole punta al lápiz y puliendo partecitas que uno siente que puede seguir mejorando. Y no solo eso sino la construcción que hacen los actores con los personajes, a los que los siguen haciendo crecer. Yo de alguna manera en la obra participo como el público porque estoy tocando el piano al lado y me mato de risa porque los actores están tan vivos en esa construcción. Y siempre le encuentran alguna cosita para el gag, para jugar con el público. Es una obra que siempre crece. No sentí que se estancó jamás. Es un trabajo super orgánico donde hay un equipo con mucho talento y le dan mucha vida. Y la gente se va como diciendo: “¿Qué fue lo que acaba de pasar?”. Y lo que vieron fue una bomba de actores laburando increíblemente bien.
-¿Cómo fue el trabajo de empezar a armar la obra?-Fue un trabajo muy largo. De mucho tiempo de cocción antes de empezar a trabajar con los actores. Te diría que Juan Martín y yo estuvimos laburando codo a codo casi tres años previo al estreno, que fue en agosto de 2017. Fue un trabajo de juntarnos una vez por semana, estar en contacto con el material y a pensar las escenas. Hubo mucho aporte e idea y vuelta, y en ese sentido Mariano acompañó mucho durante el proceso creativo. De golpe venía Mariano a casa, le pasaba una melodía, iba a lo de Juan, se la tarareaba, Juan le ponía la letra, volvía, hacíamos cambios en diversos lugares. Fue un trabajo en equipo y con un ida y vuelta hermoso. Y tuvimos una química hermosa. En un momento sentimos que el material estaba pidiendo empezar a pasar por el cuerpo de un elenco. Eso fue lo lindo porque cuando Juan me convoca para hacer la música, yo le puse una única condición: que el material no se estrene hasta que estuviera a punto caramelo. La razón de eso es que algo que siento que nos pasa mucho acá, en Argentina, en la cultura del teatro musical, que quizá hay cierto apuro por subirse al escenario y falta desarrollar la paciencia e ir al fondo de las escenas y de la música. Tratar de llegar a un punto en el que veamos que el material estuviera listo para los actores. Hubo un momento en el que Juan me dijo: “¿Este año te parece?”. Y le contesté: “Al ritmo que venimos tenemos para dos años de trabajo”. Y me acuerdo que Juan se me quedó mirando, pálido. Pero aceptó. Además, él es un gran fan de los musicales de Broadway y la mayoría de los grandes musicales se hicieron en varios años: Hamilton se escribió en seis años, o Despertar de primavera estuvo 10 años hasta que se estrenó. Cuando uno empieza a investigar a los equipos de los autores de Estados Unidos, que conocen el Know-How, te das cuenta que escriben y tienen todo un proceso. No es que escriben y a los seis meses están en Broadway. Lo que buscan es generar un material que cuando llegue, se mantenga. Y creo que en el caso de La desgracia nos funcionó muy bien con Juan porque logramos instalar un musical en el que el público nos acompaña de manera hermosa, tenemos un club de fans y la gente la recomienda mucho. Y todo lo hicimos a pulmón, sin producción, y hecha por amor al arte, pero salió. Esta vez pudimos meter un gol con esa metodología.
-Lo que lograron con su trabajo es una forma de hacer fuerte a la comedia musical argentina. Dejaron de lado los formatos de afuera y a La desgracia le pusieron nuestra idiosincrasia, nuestro humor y nuestra forma de hablar. -Definitivamente. Creo que el concepto de industria nacional tiene que darse en todo los estratos. No voy a desmerecer las obras que se traen las obras que son excelentes. Pero no por eso tenemos que sentir que acá no se puede repetir eso. Tenemos que bajar un poco el nivel de ansiedad y cuando uno encara el proceso creativo, hacerle preguntas al material, darle tiempo y ver las formas de generar una historia sólida. Creo que lo que logramos con La Desgracia fue que generamos una obra de teatro musical, en la que tanto la música como el texto, generan un universo en sí mismo, con sus propias reglas, con su propia estética y eso nos llevó mucho tiempo pero ahí está. La gente la disfruta, lo agradece y los actores se hacen una fiesta con ese material que tuvo mucho trabajo y tiempo. Hay que apostar a hacer eso y confiar que en Argentina, en Buenos Aires, hay un montón de músicos y dramaturgos que podrían embarcarse en grandes proyectos. Pero es cambiar el switch, es cambiar el rumbo y pensar en proyectos para dos o tres años. Sé que es difícil en nuestro país, donde no sabemos qué puede pasar la semana que viene y a uno lo pueden tomar de loco. Pero hay que confiar y esperar al material.
-En cuanto al proceso creativo, ¿cuál es el momento en el que te das cuenta que el material está listo para salir a escena?-Cuando uno está conectado con el material, uno se da cuenta que cobra vida propia y pide que se lo lleve al cuerpo. Te das cuenta cuando ya está pensado un montón y una canción o un texto ya está listo. Con La Desgracia en particular, cuando empezamos a trabajar con los actores ya teníamos el 90% cocinado. Yo no había escrito los arreglos para la banda, solo tenía todo el piano armado y algunos arreglos vocales. Pero una vez que empezamos a trabajar con los actores pudimos ver cuál es el tempo de la música, el estilo con el que se va a cantar y cómo será la escena. Es muy difícil saber todo eso sin pasarlo por los actores. Cuando llegamos a ese límite, comenzamos a convocar al elenco, que sigue siendo casi el mismo del primer año, casi ninguno se quiso ir del proyecto desgraciado que tenemos.
-¿Qué te gustaría que pase con La Desgracia en el corto plazo?-Para La Desgracia, obra a la que amo, y de la que no me veo como autor sino que la veo como una entidad con vida propia, la veo como una especia de hija que tuvimos con Juan, siento que tiene mucho recorrido por delante. Nos pasa constantemente con gente que viene a verla, no es del palo del musical, y salen fascinados. Y después suma más gente. O personas que casi no les gusta la música y vuelve a verla con sus compañeros de trabajo, y se matan de risa. La obra es muy graciosa, tiene algo disruptiva y tiene ese ancla, por ser tan argentina, con humor tan negro, ácido y gracioso que logra llegarle a gente que tiene un prejuicio muy grande con el género. ¿Viste que hay gente que cuando el actor se pone a cantar se quiere levantar e irse? Y esa misma gente vuelve. La Desgracia logra eso. Así que me gustaría que la obra sea vista por la mayor cantidad de gente porque genera algo diferente. Y los espectadores la pasan bien, se divierten y las escenas tan divertidas que escribió Juan logran cataratas de risa. Y a eso le sumamos un elenco increíble. Siento que la obra sigue creciendo. Nos vieron unas 15 mil personas, es un montón y lo agradezco, pero hay mucha más gente que va al teatro, y les pido que le den una oportunidad a La Desgracia, porque les va a encantar.
-¿Y cuáles son tus deseos profesionales en particular?-Me encantaría estar embarcado en un nuevo proyecto creativo. No estoy exactamente en eso, estoy componiendo algunas canciones, estoy trabajando, doy clases. Siempre estudio y compongo, soy muy fan de la música clásica, y me la paso analizando a los maestros de nuestra historia musical, y con ello intento influenciarme, para después intentar influenciar a mi manera. De hecho, La Desgracia tiene mucho rock sinfónico. Alguien con oído musical puede detectar Yes, Génesis o a Charly. Hay mucho homenaje, pequeñas influencias, de John Williams o de Serguéi Prokófiev, un compositor ruso de principios del Siglo XX. Y de golpe me divierto porque veo a adolescentes que cantando una canción super polifónica, con contrapuntos, con arreglos del estilo bárroco, me digo: “Bueno, todavía esos elementos no están agotados y se les puede dar una vuelta de tuerca”. Y tenés a un pibe de 15 años cantando, feliz, y con un montón de información musical que fui adquiriendo a lo largo de estos años de estudio y de trabajo.