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La intimidad del escritor que le dio vida a su muñeco estrella de rock

"Paco y Oliverio", el extraño proyecto de un integrante de BigBang. ¿Ventrílocuo se nace o se aprende? El día que muñeco le dijo "Callate, vieja chota" a la madre de su "dueño".

07 Diciembre de 2016 15:38
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Soy ventrílocuo. El dato no suele pasar inadvertido. Cada vez que lo cuento, me preguntan qué, cómo, cómo hacés. Hasta escribí un libro, Ventrílocuos. Gente grande que juega con muñecos, donde intento responder esta pregunta que nunca me cansaré de responder. Soy ventrílocuo. Tengo un muñeco al que llamé Oliverio: si estamos creando juntos -ensayando, escribiendo canciones, preparando algún show- soy feliz. ¿Cómo es? ¿Naciste ventrílocuo? ¿Se aprende? ¿Cómo se te ocurrió? Vamos de a poco.

Paco y Oliverio: la Vanguardia de la Ventriloquia.

Hace ya nueve años escribí un libro que se llamó Buenos Aires Bizarro, dedicado a los lugares y personajes más singulares de Buenos Aires. Supe que había un Círculo de ventrílocuos argentinos, que se reunían el primer lunes de cada mes en un bar de San Telmo. Decidí entrevistarlos. Terminé dedicándoles un capítulo de mi libro. Cuando salió el Bizarro, les gustó. Me invitaron a la cena de fin de año de los ventrílocuos. Allí estuve. Durante la cena había un sorteo. Saqué el premio mayor: un muñeco. Un amigo, al que llamé Oliverio. 

Durante unos días estuvo de adorno sobre uno de los parlantes de mi equipo de música. No hagan eso en sus casas. Los muñecos de ventrílocuo necesitan hablar. Si van a tener uno, sean ventrílocuos. Oliverio tiene ojos grandes y me miraba como diciendo qué hacemos, para cuándo, o es que acaso voy a ser mudo toda mi vida. Sentí que lo estaba torturando. Decidí tomar clases con el presidente del Círculo de Ventrílocuos, Miguel Ángel Lembo, un gran ventrílocuo y a su vez un gran docente, capaz de hacer hablar hasta a las piedras. La primera lección de Lembo no fue técnica sino filosófica: como un maestro Zen me dijo que nunca, por ningún motivo, maltratara jamás a mi muñeco en escena: que ni lo golpeara, ni lo humillara ni me burlara de él. Que mi misión era ayudarlo a brillar. Primero me abrió el corazón: después, recién después, me enseñó a respirar.

Aunque mucha gente piensa que es algo innato, la técnica de un ventrílocuo se puede aprender. Entiéndase por "técnica" a la posibilidad de hacer hablar a un muñeco manteniendo uno la boca semicerrada y sin mover los labios. Para eso es necesario acumular aire mientras uno habla, para tenerlo disponible cuando habla el muñeco y no necesitar respirar por la boca. Claro que decirlo es más fácil que hacerlo.

Claro que tener onda es otra cosa. Entendemos por "tener onda" a que nuestro muñeco tenga una personalidad definida, a que el público se divierta con sus salidas, a que estas salidas sean sorpresivas, no sólo para el público sino para el propio ventrílocuo. Aunque para los "no ventrílocuos" esto sea difícil de entender, lo cierto es que sucede. Oliverio, al menos, dice muchas cosas que yo no tenía previsto que dijera. Ese desdoblamiento es la clave del asunto: las partes más interesantes de la rutina siempre están fuera de libreto. 

El acercamiento a la ventriloquia no puede ser del todo intelectual. Quiero decir, al principio pensaba: "Qué bueno, la ventriloquia es una posibilidad expresiva fascinante". Está bien, pero con eso no alcanza. Después descubrí que, además, me gustaba pasar el tiempo con Oliverio, como quien va a tomar una cerveza con un amigo.

El único documental sobre ventrílocuos que conocemos, "¿Dónde estás, Negro?", se filmó en la Argentina. Mi momento favorito es aquel en el cual Chasman, uno de los grandes maestros del género,  dice claramente "Nosotros no somos graciosos, somos contadores" . Mi Maestro alguna vez me había dicho algo parecido: "Lo verdaderamente importante es la ilusión. Para contar chistes no hace falta un muñeco. Eso no quiere decir que un muñeco no pueda contar un chiste, desde luego, sino que lo importante es la vida que ese muñeco deja fluir. Oliverio lo entiende perfectamente.

Debe haber unos 60 ventrílocuos en la Argentina, de los cuales a lo sumo unos 10 hacemos shows con cierta periodicidad. No sé si se cuentan con los dedos de una mano los que viven de la ventriloquia. Por ahora no me cuento en esa selecta lista: aquí me tienen, de hecho, escribiendo esta nota.

Chasman y Chirolita: figuras señeras de la ventriloquia en la Argentina.

Estrella de rock

Oliverio es una estrella de rock. Creo que de algún modo me lo dijo y yo lo entendí. Desde el primer día apuntó a eso: cantar, hacer conciertos, ensayar con músicos, hasta grabar sus propias canciones. No conozco otro muñeco con las mismas inquietudes. Durante los ensayos, es él el que le hace las marcaciones a la banda. Oliverio goza de una graciosa impunidad para decir lo que piensa en cualquier circunstancia. Una vez le dijo a mi madre: "Callate, vieja chota" y mi madre se lo tomó con muchísimo humor, lo que no hubiera ocurrido si yo le decía lo mismo. 

Estuvimos un tiempo sin actuar, viéndonos poco, más por problemas míos que de él (él siempre está dispuesto). La verdad es que lo extrañé mucho. Cuando nos reencontramos, descubro que ha habido cambios en él, que se le fueron sumando nuevas inquietudes y que fue abandonando otras. Probablemente él descubra lo mismo en mí. 

Cuando la gente viene a vernos, lo primero que hace es fijarse si muevo o no muevo la boca. Después se le pasa y se deja llevar por la magia de Oliverio, se deja llevar por la historia que le contamos. El 15 de diciembre volvemos a actuar. Presentamos nuestro show No sé No sé No sé No sé No sé No sé No sé No sé. Nos acompaña una banda espectacular: Javier Castañeda (guitarra y teclados), Felipe Sartori (guitarra) y Corina Lawrence (voz y ukelele) Oliverio es el cantante de una banda de rock espectacular que se llama Los Oliverios. ¿Alguna vez viste a un ventrílocuo en vivo?

(Paco y Oliverio actuamos el jueves 15 de diciembre a las 21, en La Clac, Avenida de Mayo 1158, a las 21. Para informes y reservas, escribir a danielcriera@gmail.com o enviar mensaje privado en el muro de Facebook de Paco y Oliverio).