Corría noviembre de 1963. El por entonces presidente de Estados Unidos, John F. Kennedy, comenzaba a trabajar en su reelección y decidió viajar al conservador estado de Texas para reforzar al sector del electorado más desencantado con su mandato, en especial por sus políticas a favor de los derechos civiles de los afroamericanos. A su lado, la primera dama: Jackie, que sólo tres meses atrás había enterrado a su tercer hijo, Patrick, quien murió dos días después de su prematuro nacimiento. El desfile en la calle Elm de Dallas y los dos disparos que no sólo marcaron el abrupto final de "Jack", sino también el inicio del silencio público que Jackie mantuvo hasta el día de su muerte en 1994.
Aquel viernes 22 de noviembre, Jackie dejó por la mañana la Casa Blanca y partió junto a su marido rumbo al sur. Volvería horas después, con su traje rosa todavía ensangrentado y el cajón de su marido en el avión presidencial. Sólo dio una entrevista, una después del entierro de su marido. Para el presidente Kennedy: un epílogo, fue el título con el que la revista Life llevó a su portada la palabra más esperada por los estadounidenses. Después de aquella nota, cuyo autor fue el periodista y amigo de los Kennedy Theodore H. White, Jackie jamás volvió a hablar en público.
Cuatro meses después del asesinato de su marido, Jackie tenía dos obsesiones. La primera, la seguridad de sus hijos Caroline (6) y John John (3). La segunda, el legado de su marido. Temía que el ahora presidente Lyndon B. Johnson borrara de los libros de historia la administración de su marido, su huella en la Casa Blanca. Los destellos del "Camelot" que había intentado cincelar en su reportaje a la revista Life. "Mi madre sentía que habían privado a mi padre de poder hacer lo que todos los presidentes hacen al dejar el poder: escribir sus memorias y construir su legado", reconoció su hija.
Atormentada por la posibilidad de que "Jack" fuera olvidado, Jackie abrió las puertas de la mansión de Washington, a la que se mudó tras dejar la Casa Blanca. Corría marzo de 1964 y lidiaba a sus 34 años con el título de viuda. Convocó a un amigo de la familia, el reconocido historiador Arthur Schlesinger, encendió el grabador y registró más de siete horas de relatos e historias. Su verdad, lo que había vivido y lo que sabía. Se la escucha fumar -un hábito que jamás hizo público- y retar a sus hijos, quienes entraban y salían del living sin prestar demasiada atención a lo que relataba su madre.
Relajada y decidida, la ex primera dama dejaba por primera vez de lado el protocolo y hablaba sin filtros sobre sus años en la Casa Blanca, los enemigos de su marido y el escalofriante recuerdo del día del asesinato. Las grabaciones permanecieron guardadas a pedido de la propia Jackie: "Sólo las pueden hacer públicas después de que muera". Y así fue. Fueron publicadas recién 17 años después de su muerte por su hija, Caroline. "Por momentos sentí la tentación de editar algunas cosas. Podía escuchar en mi mente a mi madre diciendo: 'No puedo creer lo que dije o lamento haber utilizado tal término'. Pero creo que es importante el valor de sus palabras y después de todo no es mi historia. Sentí una obligación de mantenerlos así", reconoció la única heredera del matrimonio presidencial.
El día de la jura de Kennedy y la humillación de la mujer de Eisenhower
La jura de John F. Kennedy tuvo lugar el 20 de enero de 1961. Jackie había dado a luz a John sólo un mes y medio antes de desembarcar en la Casa Blanca. "No me sentía cómoda con mi cuerpo, todavía estaba recuperándome. Fue una locura. Pero esa mañana, me desperté como si fuera Navidad", recordó. Él tenía 43 años y ella sólo 31. Una corriente de aire fresco para una Casa Blanca que venía de siete años de gobierno de Dwight D. Eisenhower, por ese entonces de 71 años. Junto a su mujer, la primera dama Mamie Eisenhower, representaban los "valores anticuados" de los años cincuenta.
"Me acuerdo que durante la campaña, Dwight decía que Mamie ponía mala cara cuando alguien le decía que 'la chica joven' podía ocupar su lugar en la Casa Blanca. Había cierta rivalidad de su parte", reconoció la propia Jackie. Eisenhower y su mujer apoyaban al candidato republicano y por entonces vicepresidente, Richard Nixon; quien el 8 de noviembre de 1960 perdió una de las elecciones más peleadas del siglo. Esa noche, Kennedy y el partido demócrata se impusieron con el 49.7% de los votos, por sobre el 49.5% cosechado por Nixon. La diferencia fue sólo de 112.827 votos.
Jackie daría a luz a John sólo 17 días después de la ajustada victoria. Mamie, su rival durante la campaña y todavía primera dama, tuvo su venganza: le envió una invitación formal a la Casa Blanca mientras todavía estaba internada por el parto. "Me acuerdo que no quería ir. Ese día salí del hospital por la tarde y hasta ese momento no había caminado casi nada. Es difícil caminar después de una cesárea. Como una tonta acepté la invitación, me dijeron que iban a tener una silla de ruedas preparada para mí. Pero no cumplieron. Me hicieron caminar por toda la Casa Blanca y no me permitieron sentarme en ningún momento. Incluso llamaron a todos los medios".
"Me acuerdo que cuando caminábamos todo el tiempo se refería al lugar como 'mi casa', haciéndome sentir fuera de lugar o como una invitada más. Cuando volví a casa me encerré y estuve dos días enteros llorando. Fue muy estresante. Es como si me hubiera sacado la poca energía que tenía después del parto. No fue muy amable por parte de la señora Eisenhower".
Cuando volví a casa me encerré y estuve dos días enteros llorando. Fue muy estresante"
La impronta de los Kennedy comenzó a sentirse el día de la jura. Fue Jackie quien sugirió que invitaran al poeta Robert Frost. Fue la primera vez que un escritor recibía semejante privilegio. "El reflejo de la nieve era tal, que no podía leer lo que había escrito en su papel". El propio Frost lo reconoció ante los ojos de los millones de estadounidenses que veían la jura por televisión. "Tengo muy mala luz", se quejó el escritor. Jackie estaba sentada justo detrás suyo: "Parecía que se iba a poner a llorar. En ese momento, Lyndon agarró su sombrero y se lo dio para que pudiera tapar el reflejo". El truco no funcionó y el escritor decidió recitar un poema de memoria.
El turno de Jack llegó minutos después. Fue, tal vez, uno de los discursos inaugurales emblemáticos de la historia de los Estados Unidos. "Muchos me preguntaron por qué no me había besado cuando terminó de hablar, pero por protocolo no podíamos. Todos marchamos en orden, creí que entre nosotros habían al menos ocho personas. Me acuerdo lo mucho que quería verlo, pero tenía que ir a un salón en el que estaban las mujeres y él se encontraba en otro con los hombres".
"Lo pude ver recién en el Capitolio. Estaba tan orgullosa de él. Hay una foto famosa en la que tengo mi mano en su barbilla y él me está mirando. Tenía lágrimas en sus ojos. Lo que nadie retrató fue la emoción que sentimos en ese momento. Realmente era como si estuviéramos solos, sin nadie alrededor. Después nos besamos y le dije: 'Oh, Jack; qué día'. Después nos subimos al auto para el desfile y recuerdo que no sabía ni cómo saludar a la gente", recordó Jackie entre risas.
Anfetaminas: la adicción que comenzó la primera noche de la presidencia de Kennedy
El día de la jura, Jackie tenía que acompañar a su marido a cinco festejos que se extenderían hasta altas horas de la madrugada. "Me acuerdo que tenía que empezar a prepararme para las ceremonias de la noche, pero no podía salir de la cama. Directamente no me podía mover. Así que lo llamé al doctor que nos atendía y vino corriendo. Me dio dos pastillas, una verde y una naranja. Me dijo: 'Tomá la naranja'. Y así lo hice".
La primera dama no lo sabía, pero acababa de consumir dextroanfetamina, un psicoestimulante altamente adictivo. "Nunca lo había tomado en mi vida y jamás volví a hacerlo", aseguró en las grabaciones, pese a que muchos de sus biógrafos advirtieron que Jackie y su marido consumían a diario anfetaminas para poder cumplir con su cargada agenda de actividades. "Gracias a esa pastilla me pude vestir. Me acuerdo que Jack subió a buscarme y llegamos juntos al salón rojo. Me miró y me dijo: 'Estás muy linda'".
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"Pero con el correr de las horas, volví a sentirme muy cansada. Fue como la Cenicienta y el hechizo de la media noche. Simplemente ya no me podía bajar del auto (en el que viajaban a otro de los festejos). Jack me mandó a casa. Años después, me acuerdo que lamenté no haberlo acompañado. Me hubiera gustado pasar con él esa noche de festejo".
La primera mañana en la Casa Blanca nos sentíamos dos chicos"
Cerca de las cuatro de la mañana, el presidente regresó a la Casa Blanca y despertó a su mujer. "Yo dormí en mi dormitorio y él pasó esa noche en la habitación de Lincoln. La mañana siguiente, cuando se despertó lo fui a ver. Es la habitación con más luz de la Casa Blanca. Nos sentamos en esa cama y nos sentíamos dos chicos. Después se fue a su despacho y empezó todo. Pasó todo tan rápido, que recién con el tiempo me di cuenta de todo lo que vivimos".
"Siempre me sentí subestimada"
Jackie pertenecía a la elite estadounidense. Estudió literatura francesa en la Universidad George Washington y trabajó como fotógrafa y periodista en el Washington Times Herald antes de comprometerse con Kennedy. Hablaba cuatro idiomas -inglés, francés, español e italiano- y los capitalizó durante la campaña presidencial de su marido, así como también durante las giras al extranjero. "Siempre me sentí subestimada. La gente se sorprendía de que incluso hablara inglés", se quejó tiempo después.
Su corte de pelo y sus clásicos vestidos imitación chanel -tenía que lucir modelos de diseñadores estadounidenses como primera dama- la convirtieron en un ícono de la moda, algo que detestaba. "Me trataban como a una actriz y no me gustaba que se fijaran cómo caminaba o me movía". Jackie sabía que los ojos del país estaban puestos en su apariencia. De hecho, solía llevar siempre guantes para ocultar las manchas de nicotina de sus uñas, producto de su adicción al tabaco.
"Siempre fui una fuente de críticas para él. Todos pensaban que era una snob de Newport, que tenía el pelo inflado, que usaba ropa de diseñadores franceses y odiaba la política. Me acuerdo que solía enojarse conmigo por esas cosas durante la campaña. Pero todo cambió cuando empezó la presidencia. Todo lo que yo hacía, de pronto era maravilloso. Recuerdo que él estaba muy orgulloso de mí y eso me hacía feliz. Muy feliz. Esos fueron nuestros años más felices".
La llegada a la Casa Blanca
"Me acuerdo que estaba muy preocupada, ahora me resulta gracioso. Tenía miedo de no ver más a mi marido, de que todo el tiempo estuvieran alrededor los servicios secretos. Pasé mucho tiempo pensando que nuestro matrimonio podía quebrarse", reconoció. Al inicio de la presidencia, John y Jackie llevaban ocho años de matrimonio. Acababan de ser padres por tercera vez, pero sólo cuatro Kennedy llegaron a la Casa Blanca. Su primera hija, Arabella, nació sin vida en 1956. Un año antes, Jackie había sufrido un aborto natural.
La rutina, salvo excepciones, era siempre la misma. El presidente se despertaba cerca de las ocho de la mañana e iba a buscarla a su habitación. "Desayunábamos juntos y leíamos los diarios". Por la tarde, visitaba a sus hijos antes de tomar una siesta. "Amaba tenerlos cerca y que corrieran por todos lados. Me reía mucho cuando algunos funcionarios pedían ir al baño, porque al entrar se encontraban con todos los juguetes de los chicos en la bañadera".
"Creo que las mujeres, especialmente si nos casamos jóvenes, nos terminamos convirtiendo en el tipo de 'mujer' que nuestro marido necesita. Hubiera sido una mala mujer si le hubiera preguntado sobre políticas de Estado cuando él sólo quería descansar con nosotros", advirtió, en el marco del contexto social en el que se encontraba. "Una vez me acuerdo que intenté preguntarle sobre Vietnam y me dijo: 'Ay, nena. Estuve todo el día con eso, lo único que quiero es nadar en la pileta con mis hijos. No me recuerdes esos temas'". Jackie se mantenía al margen de la agenda política de su marido. "Lo ayudaba creando un clima cálido con los chicos, de mucho amor y contención".
La fallida invasión de Bahía de Cochinos: "Se sentó en su cama y se puso a llorar"
El 7 de abril de 1961 marcó un antes y un después en la administración. Después de varios días de reuniones de urgencia en la Casa Blanca, el presidente ordenó invadir Cuba. Fue un estrepitoso fracaso militar que ungió a nivel internacional a Fidel Castro y amenazó con destruir la presidencia de Kennedy, en plena guerra fría. Más de cien exiliados cubanos murieron y otros miles fueron detenidos por el gobierno revolucionario cubano.
"Esa mañana, me acuerdo que volvió a la Casa Blanca y se puso a llorar en su dormitorio. Estaba conmigo, no había nadie más. Por un momento recuerdo que sentí pena, lo vi muy mal. No estaba pensando en él, estaba pensando en todos esos pobres hombres que estaban detenidos. Bobby -hermano del presidente- vino a verme y me dijo: 'Por favor, tenés que estar cerca de Jack'".
Semanas después, los sobrevivientes fueron repatriados. En la ceremonia de bienvenida, el presidente capitalizó uno de los puntos fuertes de su mujer, quien hablaba español. Fue ella quien les dio la bienvenida. "Es un honor para mí estar frente al grupo de los hombres más valientes del mundo", les dijo. "Lo miraban a Jack como a un héroe, fue uno de los días más impactantes que viví en mi vida".
Las enfermedades ocultas de Kennedy
Además de la lesión en su espalda que le dejó la Segunda Guerra Mundial, los reportes de los archivos médicos de la Casa Blanca -desclasificados décadas después de su asesinato- advierten que sufría "síndrome poliendocrino autoinmune tipo 2", además de hipotiroidismo y enfermedad de Addison, que se la diagnosticaron recién cuando cumplió 30 años. Tomaba más de diez pastillas al día. "Jack sufría dolores todo el tiempo".
"Me acuerdo que un día le pregunté qué desearía su tuviera la posibilidad de pedir un deseo. Me miró y me dijo: 'Me hubiera gustado tener más momentos buenos'. Fue tremendo escucharlo, porque no se refería a poder viajar o hacer algunas cosas. Se refería al dolor que sentía todos los días".
La remodelación de la Casa Blanca: el sello de Jackie
"Estaba absolutamente destruida cuando llegamos. Me acuerdo que descubrimos que la oficina oval estaba infestada por termitas. Nadie podía creer el estado en el que estaba", reveló. En ese momento, Jackie decidió que su sello como primera dama sería la remodelación de la Casa Blanca, pero su marido no estuvo de acuerdo. "Me dijo: 'Simplemente, no podés tocar la Casa Blanca".
Se convirtió en el primer gran proyecto de Jackie como primera dama. Eso sí: sólo podía hacerlo si conseguía donaciones privadas y no usaba dinero de las arcas públicas. "Mucha gente donó piezas hermosas y antiguas. Otros donaban lo que podían. Recuerdo que una señora mayor nos mandó cincuenta dólares por correo. Me conmovió mucho". El plan era ambicioso. El único ambiente que no podía ser tocado, por expresa orden de la primera dama, fue la habitación de Lincoln.
Una vez que la restauración llegó a su fin, Jackie dio otro batacazo: convocó a las tres cadenas televisivas de aire de Estados Unidos para hacer un tour personal por la Casa Blanca. Era la primera vez que millones de estadounidenses tenían la posibilidad de ver cómo era. Más de ocho millones de personas siguieron en vivo la transmisión y fue un hito para la administración de su marido.
"Jack solía mirar el programa todo el tiempo. Era muy dulce ver lo orgulloso que estaba de mí. Estaba tan feliz de haber podido hacer algo. La realidad es que siempre fui la misma, pero cuando me convertí en primera dama, de pronto empezaron a elogiar todo lo que antes criticaban de mí: que hablara francés, que usara el pelo abultado. Esos fueron realmente nuestros años más felices".
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La cinta de pronto se corta. Algo pasó. Jackie se emocionó al recordar los años que vivió junto a su marido en la Casa Blanca. Fue la única interrupción que se registró. Nadie nunca sabrá qué fue lo que pasó por su mente en ese momento.
El día que Jackie logró enamorar a Charles de Gaulle, pero confesó: "Odio a los franceses"
Cuatro meses después de su asunción, Kennedy viajó a Francia para encontrarse con Charles de Gaulle. El vínculo diplomático entre ambos países era tenso. Jackie fue quien logró calmar las aguas, pese a la gran decepción que se llevó al conocer al por entonces presidente francés. "Él era mi héroe cuando me casé con Jack. Pero cuando lo conocí, me di cuenta de que realmente era un ser desagradable".
"Detesto a los franceses. No hay un sólo francés en que yo pueda pensar, aparte de una o dos personas que son muy simples y gentiles, que no piensen nada más que en ellos mismos", reveló en la entrevista. Ese viaje fue clave para la administración de su marido: Estados Unidos necesitaba mejorar las relaciones diplomáticas con Francia. El "efecto Jackie", tal como lo bautizaron los medios, fue sorpresivo y llevó al propio Kennedy a reconocer el mérito de su mujer en uno de sus discursos: "Soy el hombre que acompañó a Jackie Kennedy a París".
De Gaulle no fue la única figura pública criticada por Jackie. Indira Ghandi no ocultó su malestar al recibir a la primera dama de Estados Unidos. Sintió la ausencia de Jack como un desprecio y se lo hizo sentir. "Ay, esa mujer es una estirada, una amargada; realmente es una mandona y un ser horrible. Siempre tiene una expresión en su cara como de estar chupando un limón".
La crisis de los misiles
El octubre de 1962, el conflicto entre Estados Unidos y la ex Unión Soviética escaló, después de que la administración de Kennedy descubriera la instalación de bases militares rusas en territorio cubano. Fue uno de los momentos más tensos de la Guerra Fría. "Me acuerdo que una mañana Jack me llamó y me dijo que regresaría a Washington por la tarde, que hiciera lo mismo. No me dijo nada, pero noté algo extraño en su tono de voz. Definitivamente me di cuenta de que algo estaba sucediendo"."Tenía reuniones todo el tiempo con sus ministros. En una oportunidad, me acerqué para escuchar detrás de la puerta, pero después consideré que no era apropiado y me fui. Esos días fueron una locura. Nadie dormía. Me acuerdo de que llegué al punto de no saber ni en qué día estábamos".
Fueron 13 días de tensión. El mundo entero miraba con atención los movimientos de las dos potencias que se disputaban el mapa geopolítico. "Esos fueron los momentos en los que más unidos estuvimos. Cada vez que venía con nosotros, aprovechaba y me recostaba junto a él. A veces salíamos a caminar por los jardines de la Casa Blanca, algo que nunca hacíamos".
Si algo pasa, todos vamos a estar acá con vos. Si algo sucede, quiero morir con vos y los chicos también. No podría vivir sin vos"
En un momento, el presidente tomó la determinación de resguardar a su familia. Temía un posible ataque nuclear. "Le dije: 'Por favor, no me mandes lejos. Si algo pasa, todos vamos a estar acá con vos. Si algo sucede, quiero morir con vos y los chicos también. No podría vivir sin vos".
Las infidelidades de Kennedy y el pacto secreto con Jackie
En las grabaciones, Jackie jamás se refirió a las constantes y públicas infidelidades de su marido. Consultada sobre el tema, su hija Caroline esquivó: "Creo que ese es un tema de ellos. No sería su hija si hablara al respecto. Todos están interesados en ese tema. Crecí entendiendo que todos tienen preguntas sobre el matrimonio de mis padres. Creo que realmente fue feliz con él. Sabía que la amaba. Incluso después de la muerte de mi papá, ella siguió trabajando por su legado, por él".
Carly Simon, cantante y una de las mejores amigas de Jackie, reveló tras su muerte que la primera dama estaba al tanto de la conducta de su marido. "Una vez le pregunté y me dijo que fueron errores estúpidos y que sabía que él la amaba profundamente, más allá de eso".
La muerte de Patrick y el camino final hacia Texas
Jackie quedó embarazada sobre el final de la presidencia de su marido. El bebé nació cinco semanas y medio prematuro. Pesó 2.11 kilogramos y fue trasladado de urgencia al Hospital infantil de Boston, después de que le diagnosticaran "síndrome de dificultad respiratoria neonatal". Murió dos días después, el nueve de agosto de 1963; dos meses antes de que su padre fuera asesinado. "Estábamos destrozados. Recuerdo que lo primero que hizo al entrar a la habitación del hospital fue recostarse a mi lado y abrazarme".
"En ese momento, pusimos todas nuestras energías en lo que se venía". Se trataba, nada más y nada menos, que la posible reelección de Kennedy. El viaje al estado de Texas era clave, en especial por las crecientes críticas públicas realizadas por el entonces gobernador John Connally. "Hablaba sobre el estado de salud de mi marido, fue todo muy desagradable. Recuerdo que el día anterior a que muriera mi marido, le dije: 'Simplemente no tolero a este hombre'".
La reacción de Jack fue diplomática. "Él nunca criticaba a nadie, era políticamente correcto. Me acuerdo que estábamos por irnos a dormir y me dijo: 'No tenés que decir esas cosas, porque en el momento en el que las decís, empezás a actuar en consecuencia. Si decís que lo odiás, mañana se va a dar cuenta porque lo va a ver en tu cara. Vinimos a Texas para calmar las aguas".
Horas después, el presidente era declarado muerto y su cuerpo trasladado a Washington. El vicepresidente, Lyndon B. Johnson, voló al sur para acompañar a la viuda y jurar como presidente dentro del avión. Jackie posó para la foto, pero puso una sola condición. "Me insistían para que me cambiara la ropa, porque estaba toda ensangrentada. Lo único que les dije es que quería que me vieran así, que vieran lo que le acababan de hacer a mi marido".