La televisión que le dio la fama a fines de los 80' y principios de los 90' parece lejana para Fabián Vena. El actor lleva muchos años apartado del circuito comercial televisivo y, sin ningún rechazo a la pantalla, despliega todo su talento arriba de los escenarios y de la nutrida oferta teatral porteña y de la Argentina en general.
Ahora se encuentra en plena gira con Quién soy yo. Filosofía clandestina, una obra dirigida por él mismo, con dramaturgia de Daniel Cúparo y Carlos la Casa. En el unipersonal encarna a un profesor de Filosofía, que expone debates propios del rubro, pero en tono teatral. El 8 y el 22 de noviembre estará en el Teatro Picadilly y las localidades ya están a la venta.
Ante BigBang, Vena repasó la inspiración que lo llevó a este papel, se metió en el debate político del ballotage entre Sergio Massa y Javier Milei, detalló el aprendizaje de la familia ensamblada que tiene junto a Paula Morales, hija del periodista Víctor Hugo Morales, y recordó con emoción al barrio de Mataderos que lo vio nacer.
Estás presentando en el Teatro Picadilly el 8 y el 22 de noviembre "Quién soy yo. Filosofía clandestina". Y es una puesta súper original, por lo que estuve leyendo.
- Sí. Ya el material en sí carga una gran cuota de particularidad. La primera tiene que ver con la unión del teatro con la filosofía, que uno a priori podría decir "¿Por qué? ¿Se puede? ¿Qué tienen en común?". No solamente me fascinó la idea, de cómo está perfectamente texturada, en una estructura dramática perfecta, con una dramaturgia excelente, poder meter un contenido de orden filosófico, sin que se vaya en ningún momento de las leyes teatrales.
Ya de por sí aparece, en la unión, una particularidad: se suman los objetivos que de alguna forma tienen en común las dos actividades, que es hacer preguntas. La filosofía se pregunta, y el teatro que no hace preguntas está mal hecho. Nosotros tenemos la obligación de poner un espejo en el escenario para que el espectador se mire. No para darle una respuesta, sino para que él se cuestione. Entonces ahí tienen enormes puntos en común.
Después viene la apuesta. Y lo que se lo que se ha hecho con la puesta, que es un trabajo muy creativo en función de saber que teníamos un espacio vacío y teníamos todo para crear. La única referencia que teníamos son clases clandestinas en lugares que a último momento le consiguen sus alumnos más cercanos.
En este caso se instala en un depósito en desuso de materiales de desecho de la Facultad de Medicina. El tipo entra en un sótano con una linterna, todo tapado, y de pronto entra a sacar de abajo de la lona, los elementos con lo que va a dar la clase.
Allí el profesor empieza a desplegar y la escenografía empieza a transformarse en lo que él necesita. Tanto lo escenográfico, como lo lumínico, el vestuario y la puesta en sí, están programadas en ocho diferentes bolillas de estudio.
Y esas unidades de trabajo, cada una tiene su propia particularidad: su escenografía, su puesta, luces, vestuario y, lo que es más importante en esta obra, que viene casi a jugar un rol de coprotagonista, es la música, que no entra desde la intelectualidad, sino que acompaña visceralmente el contenido de una manera sensorial. Entonces cada unidad de trabajo es en sí una pequeña obra, que dentro de la estructura dramática está unida de principio a fin.
¿Trabajaste por separado cada una de estas historias?
- Es fundamental generar un pentagrama musical, aunque no lleves música dentro del teatro. Hay un pentagrama del cuerpo, uno de la puesta, uno dramatúrgico, de voz, de todo lo que tiene que ver con las leyes y los lenguajes que posee el teatro. Sí, lo he trabajado unidad por unidad claramente en términos conceptuales, rítmicos. Están más o menos en promedio de cinco o seis minutos cada unidad, y alguna que otra tendrá ocho o nueve. Son cápsulas que se van uniendo, porque van contando una historia que lleva su propia idea artística, conceptual y de emisión, que en definitiva es qué quiero que entiendas de esta unidad. Al estar la música, te diría que casi funciona como temas musicales. Tengo una función en una semana y, durante dos días de la semana, no paso la obra, paso los temas. Tengo un un recorrido de 10 cuadras de tráfico en Buenos Aires, y me pegué dos unidades perfectas de música y letra. Es como un tema a cantar, aunque en este caso es el texto dicho, sin dejar de entrar en el lenguaje de la música.
Esto fue muy interesante de recorrer, porque yo tenía esa concepción de poder mezclar dos grandes lenguajes, como son la música y el texto dramático, y hubo momentos donde entré en crisis porque me encontré con dificultades claras. O sea, un texto dramatúrgico literario no entra con la música, la música necesita de otra textualidad, y hasta que descubrí que claramente había que hacer una mixtura entre el texto dramático y la lírica, que es lo que sí necesita la música. Cuando encontré esa posibilidad se afinó mucho más el texto, empieza a ser también más sintética, concisa, potente, porque las canciones tienen ese recorrido, no se bancan textos muy largos. Ahí es donde apareció este juego y esta unión de lenguajes, tan poderosa y a la vez tan práctica en definitiva para mí para poder desarrollarla, y muy lúdica para el público, porque termina un tema se viene el apagón, hay una pequeña transición en la que yo sigo arriba del escenario jugando con el personaje, pero la gente respira después de un tema musical de seis minutos, en donde la bajada de información es enorme.
Al ser temas de Filosofía, debe ser importante dejar ese aire para que las y los espectadores reflexionen.
- Es un espectáculo que puede disfrutar el intelectual del teatro, el conocedor de la filosofía y alguien que va al teatro por primera vez. Nadie queda afuera. Eso es interesante, porque en definitiva es eso lo que uno busca con el teatro, no limitar al público, al contrario, sino que venga quien venga, del lugar que venga y con la información que tenga, se va a encontrar con una cápsula de espectáculo teatral en donde el contenido está relacionado con el tema filosófico. Pero la llegada a través de los textos es necesario que sea simple, contundente, legible, entendible, y ahí es donde nos ocupamos mucho.
Es un personaje muy entrañable, muy empático, con mucha gracia. Un tipo que es expulsado de la Facultad de Filosofía y Letras, que tiene prohibido dar clases en cualquier ámbito, que es rechazado de todos los círculos intelectuales y filosóficos, en este manto de súper antihéroe, es donde él desarrolla la característica de su personaje en función de lo que cuenta, que son obviamente cuestiones que están relacionadas con su vida. Lo dice el profesor: 'Yo no hablo de cosas que no viví, todo lo que digo es porque lo experimenté'. Desde el bullying que sufría de chico, cuando en lugar de jugar a la pelota, él se ponía a leer debajo un nogal a Kant, al adolescente que se enamora perdidamente, a su etapa en la Facultad y cómo cuestionaba al sistema educativo. Todo eso lo trae, no para darle a la historia un recorrido lineal solamente, sino también para que cada anécdota que cuenta en referencia de su vida, venga a graficar, a hacer entender el módulo que está enseñando.
¿La obra está ambientada en la actualidad?
- No me gusta tener referencias de ningún tipo, de tiempo, locales. No me gusta que la gente se vaya, aunque sea por un segundo, con una referencia que sale del escenario y que lo lleva a la realidad. Uno entra al teatro para vivir una burbuja de tiempo, una sensación de estar dentro de la convención bajo un prisma muy distinto al que uno vive en la realidad. Y no solamente no me gusta que aparezca nada de eso, sino que intento todo el tiempo en hacer un unipersonal donde el interés no sólo no decaiga, sino que no desaparezca nunca. En cuanto desaparece el interés de lo que se está viendo, la gente se va con su cabeza.
Como director uno tiene que pensar en su espectador, no en el espectador. Yo dirijo pensando en qué me gustaría ver y eso lo consigo no a fuerza de creatividad, sino a fuerza de que no aparezcan las cosas que no me gustan, las cosas que no están bien, las cosas que no sirven para el teatro. Entonces, en la búsqueda de la ausencia de esas cosas, es donde termina apareciendo la identidad del espectáculo, la síntesis teatral, lo que en definitiva es el camino para que todo el tiempo sea provocador de de interés, de juego, de diversión. Ahí es donde está el corazón del asunto, si la diversión llega a tener una mala prensa, estamos jodidos.
Más allá del género que se aborde, no quita lo dramático que sea entretenido.
- Sí. En este caso tengo las bajadas ahí, que son particulares porque desde lo sugerente del título, "la filosofía clandestina", "exclusivo para quienes buscan su verdad", "una comedia filosófica", "un concierto para un solo actor". Son titulares que nosotros entramos a inventar para que generen rápidamente cierto imaginario sobre lo que después se va a ver. No hay peor cosa que vender algo que después no es. Todo lo que bajamos tiene que ver incluso con esta cuota de clandestinidad, de misterio, de cosa que no se puede decir, pero que está ahí adentro. Todo eso lo tiene, porque también lo desarrolla el personaje en la obra.
En los unipersonales, lo más difícil de encontrar -y si lo tiene funciona- es la convención, el por qué estás escuchando una hora a alguien. Tiene que haber un pacto ahí, una convención que no te permita preguntarte en ningún momento por qué alguien escucha o habla una hora. Como en una clase. Y eso fue lo que me enganchó: está todo dentro de un marco claramente dentro de las leyes del teatro.
¿Qué te genera la irrupción de esta derecha que encabeza Javier Milei?
- No hay que dejar de observar el contexto histórico que está sucediendo en el mundo. Frente a esa mirada no es tan ilógico, porque aparecen hasta potencias en el mundo donde aparecen estas tendencias ideológicas que traen consigo una negación, ya no conquistan ni a derechos, sino a valores intrínsecos de la humanidad, el ser humano y de una sociedad. Ya queda clarísimo cuál sería la tendencia y qué es lo que definitiva va buscando: no generar ni ampliar el bienestar, sino todo lo contrario, poner en cuestionamiento que uno pueda vivir en sociedad y organizadamente. Casi como rasgos absolutos de inmadurez y hasta de capricho.
También hay que saber entender cómo se va moviendo la sociedad, porque ahí hay algo que tiene que ver, no con quién es la persona que encabeza, sino con todos aquellos que van detrás. Es decir: "Hitler fue un monstruo". No, fue un ser humano. No nos limpiemos las manos diciendo que fue un monstruo. No fue un extraterrestre, algo que no sea un humano.
Yo he tenido la suerte de, siendo fanático de Bertold Brecht desde siempre, haber hecho La resistible ascensión de Arturo Ui con Robert Sturua, uno de los directores más queridos grosos del mundo. Ahí quedaba muy claro, porque la escribió mientras escapaba del nazismo. Lo pone a Hitler como un monigote entre gracioso, ridículo, caprichoso. Absolutamente desequilibrado. Es una farsa trágica, uno de los géneros más difíciles del teatro. Estuvimos cuatro meses ensayando y dos tratando de entenderlo. Esa unión pasa del humor de la carcajada a una leve sonrisa sarcástica que hace el espectador sin dejar de contar una tragedia.
No hay que dejar de mirar todo el tiempo el contexto y el movimiento social, más que aquella persona que lo interpreta. En este caso le tocó a esa persona, pero no es alguien que arrastra evidentemente nos vamos arrastrando juntos hacía un lugar. Y también hay que pensar por qué se provocó eso. En la obra no hablaban de Hitler, sí de lo que hicieron los empresarios, lo que hicieron los círculos de poder, del holocausto, de los paros, de las presiones de todas las esferas de una sociedad que fue la que movilizó y terminó haciendo ascender a lo que después fue una locura de horror.
¿Te preocupa que pueda ganar Milei?
- No, me parece que ya están jugadas las cartas.
Es interesante esto de correr al monstruo de Hitler y acercarlo a los humanos...
- Por supuesto que era un ser humano. Y mucho más para nosotros que tenemos que interpretar seres humanos, porque somos el reflejo. Si uno entiende que no solamente somos hombre y mujer dentro de uno mismo, que también lo aprendí con una obra en la que fui crossdresser, también tenemos que entender que cada ser humano carga de por sí, ya no solamente por memoria celular, sino por concepción fisiológica, todos los sentimientos.
En un ser humano está todo. Ya lo decía Borges -dice el profesor en la obra-: "lo que hace un hombre es como si lo hicieran todos los hombres, así que si uno logra comprenderse la humanidad podrá comprenderse". Habla de una búsqueda de revolución individual. En ese sentido, cuando me conecto con ese personaje, digo: "No es un monstruo, es un ser humano". ¿Cuáles son los rasgos que tiene este ser humano llamado Hitler? ¿Intolerancia? ¿Qué tenés vos de intolerante? Y ahí me empiezo a preguntar, ¿Cuándo soy yo intolerante? ¿Cuando tengo hambre? ¿Entonces qué pasa si tenés hambre todo el día? Yo no sé en qué me convertiría, pero abriría la compuerta de uno de los sentimientos y lo llevaría el mango. Ahí es donde me refiero que cargamos todos los sentimientos y hay que ver qué compuertas abrimos, y quiénes avalan esa energía que yo despliego. Porque tranquilamente me pueden poner un plato de comida y decirme "dejate de joder, comé y callate", y me lo calman.
Fuiste protagonista en fines de los 80 de Socorro 5to año, una ficción que mostraba una juventud rebelde bien de la época y totalmente distinta a la actual. ¿Qué analizás respecto al cambio de paradigma de que hoy los jóvenes sean los que más apoyan a Milei? ¿Qué cambió?
- Estamos viviendo un periodo de ciertas transiciones. De mucho cambio. Cómo iba a saber yo en esa época que iba a existir Internet, YouTube, que la televisión esté en vía de extinción, que el cine también. ¿Cómo uno iba a suponer eso hace 30 años? Pasa que esto de la transición es raro, porque dentro de 300 años, cuando nos analicen, van a decir: "Pero pobre gente, 150 años de transición tuvieron". Y nosotros nos dimos cuenta, y estamos nadando en el barro sin agua y tratando de entender cosas que no vamos a poder entender. Incluso la velocidad con la que suceden los cambios y el extremo de esos cambios.
Yo también me hago la pregunta. Si los jóvenes son los que están avalando esta corriente ideológica que se desparrama -no solamente acá sino en muchas partes del mundo-, yo no sé si tengo autoridad, lenguaje, hasta incluso empatía, con un joven de 18 años. Nos hemos criado de una manera extremadamente distinta. ¿Entonces quién puede hacerle ver que hay otra alternativa? Un par. Porque a veces dicen "la juventud apoya" y no es toda la juventud. Qué bueno que sería que esos pares se pongan a debatir. Y ahí no los encontré. Porque si uno piensa en términos de cómo era entonces la juventud, también lo tendría que hacer con todos los temas, como la medicina ocular, que en 30 años dio un salto espectacular. Hay que mirar las cosas con los ojos de hoy.
¿Cómo se encuentra tu entorno? Recordemos que estás en pareja con Paula Morales y que tienen una familia ensamblada con las dos hijas tuyas, Cielo y Vida, Benicio el de ella, y el que tienen en común, Valentino.
- Estamos como cualquier familia que se quiere. Con todo lo que eso implica: una incondicionalidad amorosa, la satisfacción de tenernos. Siempre en el marco del amor, sin amor no funciona nada. Ya tenemos casi más de una década generando esta familia y nos llena de orgullo. Sobre todo porque había claves importantes en donde las familias ensambladas empezaban a tener sus propias reglas, sus propias leyes, y eso lo fuimos entendiendo, descubriendo, siempre con la idea de que todo sea fácil, divertido y feliz. En eso seguimos con la familia, creciendo Paula y yo, desarrollando nuestras actividades que tenemos la bendición y el privilegio de poder hacerlas.
Valentino quiere jugar al fútbol, ¿puede ser?
- Sí, juega al fútbol. Va a una escuelita desde los tres años. Sí, quién no quiso ser futbolista.
Me imagino que si triunfa lo vas a llevar a Nueva Chicago, ¿no?
- Mirá, hemos pasado por el barrio alguna que otra vez y a mí se me caen las lágrimas cada vez que cruzó los límites de Mataderos, pero lo veo más para el lado de River, que fue su arranque y encima le tocó la época de "El Muñeco" Gallardo. Así que más gallina no se puede sentir.
Qué linda esta reflexión de que se te pianta un lagrimón cuando entrás al barrio que te vio nacer. ¿Qué le diría el joven Fabián Vena a este de hoy?
- Y, las palabras de Aníbal Troilo, de "Pichuco", en Nocturno a mi barrio: "Alguien dijo una vez que yo me fui de mi barrio, ¿cuándo... pero cuándo? Si siempre estoy llegando". En definitiva las imágenes, la memoria sensorial, todo lo que uno tiene ya impregnado, se lo debe a la crianza, a sus circunstancias, a su barrio. Son cosas que después se transforman en conductas, comportamientos, en ética, en miradas de lo que uno hace, de lo que uno tiene que hacer o tendría que hacer. Son cosas que no se podrían ni siquiera pasar a papel, que ya te vienen incorporadas. Eso lo da un barrio cargado de una identidad cultural, que para mí ha sido una fuente de inspiración y creación para un oficio como el mío, que necesita de todo ese material y que tiene sus reglas particulares.