La muerte de una madre o de un padre es uno de los eventos más trascendentes en la vida de las personas. Para afirmarlo no hace falta buscar estudios que fundamenten lo significativo que es atravesarlo. Y si bien en ese sentido no es necesario apelar a la ciencia, a veces recurrir al arte puede ser sanador y, hasta en algunos casos, reconfortante.
La dramaturga Mariela Asensio perdió a su madre a fines de mayo de 2024 luego de ocho años de pelea contra un cáncer de pulmón, que en los últimos dos se aceleró con potencia. El Cuerpo Anímico, la obra que estrenó a principios de agosto en el teatro porteño El Extranjero en Valentín Gómez 3378, comenzó a escribirse cuando todavía ella vivía pero sabía que su final era inevitable. Se suponía que debía estar para ver la primera función, pero todo fue muy rápido.
Ver a la autora en el escenario en el papel de ella misma y a una Cristina Maresca que brilla como esa mamá que partió hace tan poco tiempo es una experiencia que, sin dejar de conmover, interpela desde la sorpresa de ver a una hija que no llora de forma desconsolada, sino que responde con teatro y una catarsis contenida y agazapada en la interpretación dramática.
Es que mayo -casi junio- es muy cerca para que desde agosto todos los sábados a las 20:30 pueda estar parada ahí, en un revivir semanal de un padecer que emociona hasta las lágrimas. En diálogo con BigBang, Asensio, quien además eligió a Paola Luttini para que dirija esta obra tan suya, demostró lo reparador que puede ser dejar que el arte cumpla un rol protagónico en la superación de la orfandad.
¿Recomendarías El Cuerpo Anímico para alguien que está atravesando un duelo o te parece muy fuerte para estos casos?
- Yo lo recomendaría. Mucha gente que me quiere, después de ver la obra, me dice: '¿Vos podés hacer esto? ¿Te hace bien?'. Entonces le respondo que por supuesto y que me hace bien, porque si no, no lo haría. Es una obra que me conecta con algo luminoso a mí. Me parece que hay como una tendencia a negar el dolor, la tristeza, todos los sentimientos o las experiencias que tienen más que ver con lo vulnerable, porque estamos en un momento del mundo donde todo es resultados, producir-producir-producir, y todos los sentimientos que te conectan con algo más vulnerable o más conmovedor no producen. Es una manera de estar, de sentir. Y para mí la obra te invita a eso: a estar, a conectar con el estar, con el ser. A entrar en ese tiempo que tiene que ver con ser, más allá de todo, y con sentimientos que son súper humanos y necesarios. Yo se lo recomendaría a cualquier persona que esté pasando por un duelo. De hecho yo estoy pasando por un duelo y hago la obra todas las semanas y salgo mejor de como entro.
¿Qué dice tu terapeuta respecto a esto?
- Mi terapeuta siempre me dice que siempre supe muy bien traducir y transformar mis temas en materia artística.
¿Creés que la puesta tendría el mismo efecto con otra actriz que te interpretara a vos con toda la cuestión personal que se ve ahí?
- Creo que sí. Porque justamente el teatro tiene esa posibilidad. Romeo y Julieta todos sabemos cómo termina y, sin embargo cuando la vemos, siempre nos angustiamos en la escena final porque decimos: 'Que no tome el veneno, que no lo tome'. Eso es lo que tiene el teatro, que a pesar de que entramos en la convención de que lo que estamos viendo no es verdad, también entramos en ese mundo y le creemos, en el mejor de los casos. Para mí Romeo y Julieta es un buen ejemplo. Yo hace poco vi una puesta en la que trajeron la obra a la modernidad y yo me angustié en la escena final y tenía la expectativa de que no tome el veneno, sabiendo que lo iba a tomar por ya conozco la historia. Qué interesante eso del teatro, qué lindo.
Otra cuestión que se ve en otra obra que hiciste con José María Muscari, en "Plagio", además de en "El Cuerpo Anímico", son los recursos audiovisuales...
- En Plagio yo la escribí con él, pero la dirección era de él. Entonces esa fue una decisión más de él, pero sí es verdad que en mis obras suele haber mucho audiovisual. Como "sarmientita" que soy estoy, estudiando una carrera de grado que tiene que ver con lo audiovisual, porque me gusta salir de mis lugares de confort, soy profesora y también me gusta ponerme en otros lugares, y empecé a estudiar esta carrera asociada a lo audiovisual. Por eso estoy muy metida en el mundo audiovisual ahora y todos los audiovisuales de El Cuerpo Anímico los hice yo. Y cuando llamé a Paola Luttini para que la dirija, lo que le dije es: 'Mirá, vos hacé lo que quieras porque confío en vos plenamente. Pero los audiovisuales los tengo que hacer yo porque son parte de la dramaturgia'.
Siempre tuve en claro que, en esta obra, el audiovisual era parte del relato. O sea que lo que narra el audiovisual, está absolutamente relacionado con la textualidad del material. Así que en este caso puntual no puedo separar dramaturgia de audiovisual y, en otros, me interesa, me interesa mucho. Yo siempre digo que si hubiese elegido qué hacer, porque a veces pienso que el teatro me eligió a mí, yo hubiese sido artista musical. Y siempre me imaginé ahí y siempre asocié el arte musical también con lo audiovisual. Por eso mis obras tienen mucha música y mucho audiovisual.
Qué locura esta cuestión de que decís que el teatro te eligió vos. Casi como el que saca la espada del Rey Arturo.
- Yo empecé a estudiar danza de chica, pero porque mi abuela era secretaria de un instituto de de danza. Después dejé y mi mamá era amiga de Laura Bove, que era una actriz muy importante, muy genia y profesora. Y me dijo: '¿Querés ir a las clases de Laura?'. O sea, si me hubiese llevado a hacer, no sé, guitarra, capaz le decía que sí. Lo que pasa es que mi mamá siempre intuyó mis dotes artísticos, mi tendencia. Yo leía mucho de chica, escribía mucho; me interesaba mucho armar mundos. De hecho yo entré a la actuación porque tenía que estudiar algo y dije: 'Voy a estudiar lo que más se parece a lo que me interesa'. Y después, claro, siendo estudiante de actuación me di cuenta de que lo que a mí me interesaba era crear mundos, no actuarlos. Por eso mi carrera principalmente está forjada en la dirección y la dramaturgia. Yo actúo a veces, en casos muy puntuales. Me tiene que interesar mucho lo que voy a hacer, o tiene que ser un proyecto personal como este o como fue La Casa Oscura, la obra que hice con Maruja Bustamante. No me mueve la actuación como sí la escritura y la dirección.
"Algún día seré yo quien duerma para siempre, sí", escribiste en tus redes. ¿La muerte de tu madre te reconcilió con la idea de tu muerte?
- A mí no me preocupa tanto la muerte, porque sé que es el destino final al que vamos todos y que no se zafa de eso. Sí me angustia un poco el sufrimiento que a veces implican los procesos como los que tuvo mi mamá, que lo vivió con una dignidad, y que aparte estuvo ocho años enferma y, la verdad, que de esos, seis estuvo perfecta. Se le complicó en el tramo final. Pero hay algo que sucede, y que por eso también hablo de eso en la obra y el año que viene voy a hacer un proyecto más conceptual puramente enfocado ahí, hay algo que sí me parece peligroso, que es que todo lo que no produce en este mundo es desechado. Y un cuerpo que se enferma empieza a ser un cuerpo menos productivo, que empieza a necesitar otras cosas, otros tiempos. Mismo un cuerpo duelante. O sea, yo como persona que está en un duelo, no estoy en el mismo nivel de productividad que en otros momentos, porque entro en otras dinámicas, en otros tiempos. Y creo que este mundo, estas sociedades actuales, son muy expulsivas con todo lo vulnerable, lo frágil.
¿Por qué? Porque no se produce. Por eso, por ejemplo, en sociedades como las nuestras la vejez es una fatalidad, porque está mal vista. Cuando hay otras culturas en donde ser viejo es llegar a algo importante. Y la verdad es que siento que, lo que en realidad me angustia o me preocupa, es ver cómo éste mundo tiende a la máquina, como a lo automatizado, y desconecta cada vez más de lo humano. Y lo humano es fallado, es un sistema que falla, que envejece, que se apaga. Y hay un culto tan exacerbado de lo ilimitado, de lo productivo, del efecto, del resultado, que todo lo que se corre de eso es la pasa mal. Y mi mamá tenía una contención importante, pero hay gente que no la tiene. Me preocupa que lo que nos une a todos, que es nuestra humanidad, esté cada vez más obsoleta.
También escribiste: "Ya no soy una totalidad, soy todos los fragmentos que quedaron en la casa". ¿Cómo viene esa reconstrucción?
- Para mí hay algo que es muy loco, que está todo tan naturalizado pero es tan extraordinario para mí como experiencia. Yo hace 45 años que conozco este mundo con mi mamá. Yo no conozco el mundo sin ella. Para mí es un mundo nuevo, es un mundo totalmente nuevo. Entonces hay algo a reconstruir ahí, porque hay un mundo que yo conocía y el que habité hasta ahora que ya no es más ese, es otro. Es re loco. Yo no conozco un mundo donde no está mi mamá, donde no la puedo llamar. El fin de semana estuve en Jujuy e instintivamente miraba cosas para llevarle. No es tan fácil. Es re loco porque mi madre muere y tuve una red de contención inmensa, pero pasaron dos meses y pico, y es como que todo sigue. Y está bien que sea así, pero yo no sigo tal cual. Para mí no sigue todo. Son espacios, dimensiones en las que se entra, que para mí hay que permitírselas. Por eso me parece que está bueno que vean la obra, porque aunque, incluso aunque no se te haya muerto nadie, te conecta con algo que es muy propio de lo humano, de lo sensible, que es a lo que cada vez más le repelemos. Pero no lo digo yo, lo están estudiando quienes piensan el mundo hace ya décadas. Entonces, para mí no sólo hay que darse tiempo para reconstruirse, hay que darse tiempo para romperse también. Como permitirse esa rotura.
De acuerdo a lo que dijiste, también a reconstruir algo distinto.
- Por supuesto. Y todas las preguntas que se te vienen. Hay gente, por ejemplo, que es súper creyente. En mi caso, que por ahí no tengo ideas...
¿Aun con lo reconfortante que son? Porque hay un punto en común con muchas culturas que es decir: 'Muero y me reencuentro con mis ancestros'. Eso es muy reconfortante, por más que sea científicamente improbable.
- Hay algo del ritual, que me parece que es una necesidad muy humana, esto como de recordar, ritualizar el recuerdo, que a mí me conecta con algo lindo. Prenderle una vela, esas cosas que tienen que ver con algo tan humano que hace la humanidad desde siempre, esos rituales que te permiten también conectar con el recuerdo, con el homenaje. Obviamente hacer la obra a mí me conecta positivamente también con cierta cuestión. Es como un ritual también .
Justo de rituales habla el filósofo surcoreano Byung Chul Han. Porque lo mencionás en la reseña de tu obra "No me llames". En este sentido, ¿cómo están tus esperanzas en el futuro de la humanidad?
- Creo que el mundo siempre fue un lugar fatal, porque siento que el mundo es hostil. El mundo está atravesado por guerras, por violencias, por un montón de cosas. Obviamente sí tiene un montón de cosas hermosas y a mí me encanta vivir, saber que tengo muchas cosas por leer, que tengo amigos que son geniales, ver crecer a mi hijo, hacer teatro. O sea, hay muchas cosas hermosas y bellas, pero el mundo en sí mismo es un lugar difícil, porque las personas somos difíciles. La historia de la humanidad es una historia sangrienta, atravesada por la violencia. A mí eso me duele un montón. Todo lo que está pasando a nivel coyuntura en la actualidad me parece desolador. También, digo, hay que pensar críticamente por qué estamos como estamos. Hacer una especie de reflexión que nos permita ir hacia adelante críticamente. No fingir demencia. A mí me genera mucha desolación. Ni siquiera me enoja, me angustia. Bueno, un poco me enojo también. Pero lo que quiero decir es que para mí es muy importante el pensar críticamente.
Yo, por ejemplo, soy profesora de artes escénicas. Pero hace tiempo que incluí en mis programas de estudio cuestiones que tienen que ver con pensar críticamente. Porque yo digo: '¿Para qué querés dirigir o escribir si no tenés un pensamiento crítico sobre las cosas? ¿Qué vas a escribir y qué vas a dirigir? Hay que empezar a fomentar espacios de pensamiento, en donde problematicemos y pensemos. A mí me impacta cómo vamos comprando todo lo que nos venden a nivel cultural con una naturalidad. El teléfono es un ejemplo claro. Estamos todo el día con el teléfono y ya está. Bueno, Byung Chul Han habla que el teléfono tiene un componente religioso porque es como el Rosario, que lo vas llevando a todos lados.
¿Cómo nos adaptamos tan fácilmente a todo? Por un lado es bueno, pero por el otro es tremendo. Y de repente estamos todos mimetizados con un aparatito y fingimos demencia. Doy ese ejemplo porque es casi didáctico, pero llevalo a todo, a que te digan cualquier cosa, a que la violencia sea moneda corriente. Me parece que es un momento en el que hay que generar espacios. También hay mucho individualismo, mucho narcisismo. El capitalismo triunfó en ese sentido, es el gran triunfo del capitalismo. Esto de que logró su cometido en tanto y en cuanto a que vos sos tu propio tirano, ya no tenés ni siquiera ante quién enojarte porque vos mismo ejercés la tiranía sobre tu propia existencia. Qué triunfo tremendo del capitalismo. Y la falta de red. Somos todos nódulos, no células. Estamos todos ensimismados y ya no hay red. Es un gran triunfo, pero para desarticular eso, de mínima hay que darse cuenta y problematizarlo.
Probablemente también tener una alternativa, que es otro tema muy complejo.
- Complejísimo hoy en Argentina. Pero a nivel colectivos y demás. Yo creo que, por ejemplo el teatro, a mí me parece un gran lugar de resistencia y de militancia. Todo lo que construye relato es muy importante. Ser profesora es muy importante.
La cultura en la actualidad, bajo el gobierno libertario de Javier Milei, sufrió muchos embates, muchos ataques directos inclusive, poniendo nombre y apellido, a Lali Espósito.
- Es una barbaridad. Igual, a mí lo que más me preocupa... obviamente, me parece preocupante que este tipo diga las cosas que dice y que todo sea gratis. Que de repente arrasen con todo y sigamos todos. Pero a mí me preocupa más la gente que banca eso, la gente que se pone contenta porque hay alguien que perdió un trabajo. A mí me parece una crueldad. Eso me preocupa a mí, el cuerpo social que sostiene la crueldad y la violencia. Porque, los despidos masivos y que la gente festejaba. Yo nunca vi algo así. No sé, no tengo recuerdo de gente festejando que haya familias que se quedaron sin trabajo. A mí me parece preocupante, cómo bancamos y sostenemos. Bueno, no me incluyo, porque la verdad que yo no lo hago. Pero cómo hay tanta gente bancando esa violencia, esa crueldad, esa falta de empatía.
Esa gente que festeja eso, es gente que quedó totalmente desarticulada del sistema previamente. Con todo respeto que se merece cualquier laburante, es un chofer de delivery que tiene que salir a pedalear para hacer un sueldo y no se siente conectado con un bancario.
- Pero, ¿qué hay del otro lado? Querés morir cuando ves lo que pasa del otro lado. Es terrible. Todo lo que está pasando ahora, por ejemplo. Uno dice: 'Bueno, nada puede ser peor que quienes no gobiernan'. Pero esta dinámica de que es peor que que, es triste en el fondo, es tristísimo. O sea, venimos votando lo menos peor. Y eso es un bajón. Entonces hay que pensar críticamente, porque que esta gente gobierne... ¿qué pasó para que esta gente gobierne? Porque si no fingimos demencia. Hay que pensar.
Volvemos a cerrar con El Cuerpo Anímico porque hay muchos que inclusive deben estar todavía pasando por un duelo de gobierno, que quizás les sirva ir a ver la obra. ¿Recordarías exactamente cuándo pueden ir a verte?
- Estamos con Cristina Maresca, que es la mamá que me dio el teatro, los jueves 20:30 en El Extranjero, en Valentín Gómez 3378, cerquita del Abasto. Y se pueden sacar las entradas por Alternativa Teatral.