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Murió Pau Donés, el cantante de Jarabe de Palo: la historia secreta de "La Flaca", la canción que lo catapultó a la fama

Tenía 53 años y padecía cáncer de colon desde 2015. En 1997 saltó a la fama con "La Flaca", un éxito que lo llevó a los primeros puestos de todos los rankings mundiales.

09 Junio de 2020 09:35
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A los 53 años, murió esta madrugada el cantante del grupo de rock español Jarabe de Palo, Pau Donés. Tenía cáncer de colon desde 2015 y se había despedido de forma indefinida de la música en enero del año pasado, con un mensaje de “adiós, pero hasta luego”. “Pedimos el máximo respeto e intimidad en estos momentos tan difíciles”, pidieron sus familiares y amigos en un comunicado en el que dieron a conocer la noticia.

Autor de algunos clásicos como “Depende” y “Grita”, Pau Donés saltó a la fama con Jarabe de Palo en 1997, a partir del éxito que implicó “La Flaca”, una canción que incluso llegó a grabar con Joaquín Sabina y que lo catapultó a un éxito que no culminaría allí. Tiempo atrás, en su libro 50 palos... y sigo soñando el músico contó cómo surgió la historia de aquella canción que a los pocos días de su estreno hace más de dos décadas alcanzó el puesto número 1 de Los 40 principales, y que llegó a vender más de 600 mil copias.

Donés había sido operado de su cáncer de colon en 2016, aunque poco tiempo después, a los diez meses, el cáncer volvió a afectarlo. “Mi caso genera una curiosidad científica”, le dijo tiempo atrás al diario catalán El Periódico, y señaló que era un “enfermo raro”. “Debería estar muerto, porque tengo un oncogén muy raro, ya llevo tres operaciones aunque nunca se ha reproducido en el mismo lugar”.

LA HISTORIA DE LA FLACA

La historia de buena parte de la carrera de Donés está en atada a Cuba, a donde en 1995 viajó junto al director de cine Fernando de France para grabar el videoclip de otra canción, El lado oscuro, que ni siquiera había sido grabada ni editada. Llegaron a La Habana junto a la banda y un pequeño equipo y salieron de fiesta a 1830, un boliche al aire libre ubicado en El Malecón, que todos los cubanos conocen como La Tasca.

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“Tomamos unos mojitos y cuando nos marchábamos entró al local una mujer de belleza impresionante, con un vestido de gasa roja semitransparente, y en la cara dos soles que sin palabras hablaban”, escribió en su libro editado años atrás. “A la mañana siguiente había que ponerse a trabajar, la cosa no estaba para perder días por noches. Durante esa semana vimos a muchas chicas, estuvimos buscando una modelo para el videoclip, pero en la cabeza de todos había solo una, la chica del vestido rojo que encontramos el primer día en La Tasca”.

“Allí fuimos cada noche hasta que por fin la encontramos. Una diosa, eso es lo que era. Alsoris aceptó, nos citó al día siguiente en su casa para recoger sus cosas y al mediodía ya estaba instalada en nuestro hotel. Llovió sin compasión toda la semana, por lo que no pudimos rodar ni un metro de película, aunque sí descubrir, de la mano de Alsoris, esa Cuba que no sale en los catálogos de las agencias de viajes”.

“Durante esa semana pasaron muchas cosas, pero la que más me afectó a mí fue el enamorarme perdidamente de ese coral negro de La Habana, de esa tremenda mulatona. La noche antes del viaje salimos a celebrar, volvimos al hotel de madrugada y ya en la habitación Alsoris, como cada noche, me dio un beso en la mejilla y se metió en su cama. Fui al baño y al salir, viendo a ese ángel negro enfundada entre sábanas blancas, no me pude reprimir: «Flaca, no me puedo ir de la isla sin haberme acostado contigo». Ella sonrió, abrió los brazos y me dijo: «Ven, Pablito»”.

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“Me levanté, agarré un lápiz y una hoja de papel, y sentado en mi cama y mirando a la Flaca dormida escribí, en apenas diez minutos, una poesía corta que relataba lo que había sentido por esa mujer durante esas dos increíbles semanas en La Habana. Copié la poesía en otra hoja y la guardé en un sobre”.

“Al rato nos fuimos para el aeropuerto de Varadero, y la Flaca nos acompañó. Llegamos, la besé en la terminal de salidas y le entregué el sobre con la poesía: «Aquí te dejo un regalo, mi Flaca, en agradecimiento por estos días que nunca olvidaré. Solo te pido una cosa, que lo abras cuando me haya ido». Nos abrazamos y nos dijimos adiós. Una vez hube traspasado el control de pasaportes, no pude resistir la necesidad de verla por última vez. Me di la vuelta y al mirarla me di cuenta de que ya había abierto el sobre. Estaba llorando a la vez que leyendo esa corta poesía que con los años se convertiría en la canción que puso a Jarabe de Palo en el mapa. Me refiero, cómo no, a La Flaca”.

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