En las últimas horas, la periodista Silvia Martínez Cassina alzó la voz y, en representación de sus compañeras dentro y fuera del Grupo Clarín, denunció la violencia de género laboral que sufren las periodistas en los medios de comunicación. Radio, gráfica y televisión entran en el combo. El rol de las mujeres en los medios, la resistencia a la capacitación de perspectiva de género, la lucha contra el discurso meritocrático y las micro-batallas que se siguen dando en el día a día, incluso con los propios compañeros de trabajo. En un mano a mano con BigBang, la conductora analizó el cuadro de situación y visibilizó la lucha que miles de mujeres están dando tanto en relación a las dispares condiciones de trabajo, como en lo que respecta a la línea editorial con la que se siguen reproduciendo los micromachismos en los medios.
El disparador fue el anuncio institucional publicado por el diario Clarín el primero de julio, en donde se presentó la programación de El Trece, dejando de lado a las mujeres que integran los equipos periodísticos de cada uno de los programas. "Desplazan y acallan voces. Afuera, El Trece firma acuerdos de equidad en los medios. Adentro, la realidad es esta. Después de 23 años compartiendo la conducción todos los mediodías, me da vergüenza ajena. No soy la única. Perspectiva de género. Faltamos en los medios", advirtió Martínez Cassina, quien a su vez es delegada gremial de Sipreba. Sus compañeras de señal salieron a respaldarla de inmediato: algunas con un apoyo público, otras por mensajes privados. "Todavía hay miedo de hablar y de visibilizar lo que nos pasa", reconoció la periodista.
El caso de Martínez Cassina tiene dos vertientes de análisis claras: por un lado, la violencia de género laboral que impera en los medios de comunicación. Por el otro, la persecución hacia los delegados gremiales, no sólo en tiempos "de pandemia" y ajustes, sino también en un momento en el que la sociedad reclama por la carencia de la perspectiva de género y de inclusión en los medios de comunicación. "Hay diferencias brutales en lo que respecta a las exigencias que tenemos las mujeres en los medios de comunicación, en especial en la televisión; pero es algo que se replica también en las redacciones y en las radios. Delante o detrás de la pantalla te llevan a 'tener que soportar' situaciones que no están bien, chistes cosificadores que no van más. Incluso esto del 'Bueno, ni un piropo se te puede decir' sigue vigente", advierte la periodista.
El "debate" que se instaló semanas atrás por el top con transparencias con el que Romina Malaspina condujo el noticiero de Canal 26 no fue ingenuo. Tampoco lo fue la falsa puja de posiciones que dividió aguas: cosificación consentida o reproducción de modelos patriarcales inconscientes. Lo que pocos se plantearon, a partir de la atención que el tema generó en la audiencia, fue la falta representación de la voz femenina, travesti y transexual en los medios de comunicación. Sumado a las condiciones en las que, aquellas que logran sumarse a las empresas periodísticas, tienen que trabajar a diario.
"Necesitamos campañas del Estado, un apoyo institucional. Los medios privados no lo van a hacer hasta que no los obliguen", advirtió, en alusión a los proyectos de Ley de Cupo femenino, travesti y transexual para los medios de comunicación. "Para que entendamos un poco el cuadro de comunicación. Antes de que comenzara la cuarentena, cuando ya habían casos de coronavirus, tuvimos que pelear mucho para poder hacer teletrabajo. Pedimos que sacaran el molinete o el dedo con el que fichamos, por un tema de salud porque son focos de infección. La respuesta fue que éramos 'vagos que no queríamos fichar'. No fue hasta que salió el decreto presidencial que se aplicó".
El apoyo del Estado con políticas de inclusión y capacitación es uno de los reclamos. El otro es el de la incorporación de figuras como editoras de género, que comenzaron a ser designadas en los últimos meses en distintos medios de comunicación. "Armamos el colectivo de trabajadoras de Artear y con las compañeras hemos pedido talleres de capacitación con perspectiva de género. Logramos uno. Lo hicieron para todos a pedido nuestro y ellos mismos estaban sorprendidos de la cantidad de hombres que asistió. Porque acá estamos hablando de una deconstrucción que tenemos que hacer entre todos. Hace años que venimos pidiendo una editora de género. En el diario (Clarín) ya hubo una designación".
El micromachismo se reproduce tanto para el afuera, con la bajada editorial de las notas, como para el adentro. "Las mujeres nos tenemos que bancar chistes de mal gusto, la desubicación de nuestros pares en vivo. El estar detrás de no revictimizar a la víctima en las notas, pese a que 'genere audiencia'. Hay que remarla, no es fácil", reconoce, al tiempo que visibiliza: "Lo mismo sucede con los tratos. En lo que va del año, ya son diez las compañeras que fueron víctimas de maltrato y fueron obligadas a renunciar. La última, sin ir más lejos, una editora precarizada que encima acaba de ser mamá"."Estamos viviendo un momento de mucha solidaridad y acompañamiento. Lo que me pasa a mí, se multiplica exponencialmente con compañeras que están detrás de la pantalla". En efecto, Martínez Cassina trabaja hace 27 años en el canal y es, sin discutirlo, una de las caras visibles del Grupo. "En muchas asambleas me plantean que yo puedo ir sin miedo, porque estoy delante de la pantalla. Pero la realidad es que han despedido hasta a Santo Biasatti. Así y todo, la situación de quienes no tienen 'cara visible' es aún más vulnerable".
El caso de la editora forzada a renunciar es uno de los ejes de la denuncia. "La contrataron hace cinco años. Cuando se le terminó el contrato, estuvieron algunos meses hasta que la volvieron a llamar. Al principio, le dijeron que la iban a efectivizar. En el medio, efectivizaron a dos compañeros varones que entraron después que ella. El año pasado quedó embarazada dos meses antes de que se le termine de nuevo el contrato. Siempre editó para TN, pero le hacían firmar que editaba por ocho meses para el programa Periodismo Para Todos (PPT). El año pasado, cuando el programa se levantó, los delegados logramos que se le respetara la relación laboral, pero no le hicieron un nuevo contrato; ni la efectivizaron. Quedó en un limbo. Estuvo de enero a abril sin contrato".
"No le mandaban el médico a domicilio, la hacían tomarse el tren roca para ir al consultorio médico del canal. En ese momento, les planteamos: '¿Quién se hace cargo si tiene una pérdida o contracciones en el tren?'. Logramos que le respetaran al menos la licencia por maternidad, pero ahora empezaron de nuevo con el tema de que no está en relación de dependencia. Este caso expone un poco la precarización laboral en términos generales, pero también el modo en el que operan para que te canses y dejes de pelear".
-¿Cuántas veces te preguntaron si querías o tenías en mente ser madre durante una entrevista laboral?
-A mí en lo personal no me sucedió, pero sé que a varias compañeras sí.
"Te pongo otro ejemplo. A una compañera, en el marco de una entrevista laboral para la tele, le preguntaron si tenía tatuajes. Ella pensó que tal vez tenía que ver con la estética del vivo. Respondió que tenía y preguntó por qué. Le dijeron: 'Porque a mí no me gustan los tatuajes'. De ahí al acoso...", destacó.
El machismo pega también a quienes están delante de cámaras. En el año 2017, la periodista Débora Pérez Volpin sorprendió con su renuncia al canal, para anunciar su candidatura a diputada por la Ciudad de Buenos Aires en la lista que por entonces llevaba a Martín Lousteau como primer diputado nacional. "Débora se fue a la política porque la maltrataban. Era una excelente compañera. La respetamos y la lloramos todos los que trabajamos con ellas. Pero hay que decir las cosas como son. Porque a nivel institucional pusieron una placa y nombran un estudio, pero se olvidaron de todo lo que le hicieron".
"No contemplan lo difícil que es como trabajadora el tener que alzar su voz en una reunión en la que te dicen 'chiquita'"
Las mujeres en los medios enfrentan también el discurso meritocrático que dicta: "Yo me gané el lugar". La doble vara con la que se mide el rendimiento: del tener que "dar más exámenes" que un par hombre, a aceptar sueldos menores por la misma tarea. "El tema del sueldo es muy claro. Se terminan aceptando cosas, como si una tuviera que estar agradecida; cuando en realidad se lo ganó con trabajo y mucho más trabajo que otros. Eso en la televisión tiene un condimento más: hay un componente de narcisismo importante a la hora de arreglar los sueldos. Se generan situaciones especiales, de beneficios como canjes y esas cosas. Se terminan cortando y arreglando solos, pero después deben favores"."El convenio laboral no discrimina por género. En ningún lado dice que la mujer productora va a cobrar menos que el hombre productor, por ejemplo. Lo mismo sucede cuando uno pregunta, por ejemplo, por qué no hay mujeres en el área técnica de los canales. Nosotros tenemos una sola jefa de utilería, que a diferencia de sus pares hombres no tiene vestuario. Ahí hay otro caso en donde se visibiliza lo que está pasando".
Tenemos protocolos para todo, menos para la violencia machista"
Ahora bien, ¿qué sucede cuando una mujer ocupa un lugar de poder en los medios? ¿Qué lugar efectivo le dan para que pueda alzar su voz? ¿Cómo reaccionan sus pares, superiores o subalternos frente a su presencia en las reuniones? ¿Cuánta deconstrucción real hay en las redacciones, canales de televisión y radio? "Lo que no contemplan es el temor que enfrenta una trabajadora a la que nunca le habían dado la posibilidad y que sabe que entra con fórceps, porque es así. No es bienvenida, aunque discursivamente digan lo contrario. No contemplan lo difícil que es como trabajadora el tener que alzar su voz en una reunión; con todo lo que eso significa. Desde que te digan 'chiquita', 'nenita', hasta que te hablen encima y no te dejen terminar la oración".
"Tenemos protocolos para todo, menos para la violencia machista. No hay protocolos de conducta, ni perspectiva de género en el trato diario. Ni hablemos del tema de los acosos sexuales en los canales, radios y redacciones".
Delante de cámaras, el cuadro de situación se repite. "¿Qué nos pasa a los periodistas? El noticiero devino en un encadenamiento de opiniones permanentes. No hacemos periodismo. En gráfica tal vez la agenda es un poco más abierta, pero hoy los noticieros son un show. Se replica el contenido que le interesa al medio y después el golpe bajo; con la excusa de que somos un medio audiovisual. El minuto en televisión era tirano y ahora tenemos horas de cómo boludean a un periodista. Hacen un show y la estiran. No hay información, sólo se busca el golpe y el sensacionalismo".
En ese duro presente editorial, se potencian los micromachismos para con las trabajadoras de la tele. "Si me tengo que levantar porque tengo que mostrar en una pantalla datos que explican una nota, no tengo ningún problema. Pero ahora, no me pidas que desfile con taco aguja. Eso ya es otra cosa"."Hay un hostigamiento por mi condición de delegada"
"Trabajo desde hace 27 años en el canal. Entré en el 87 y trabajé hasta el 89. Volví en 1994, cuando ya era el Grupo Clarín. Siempre puse límites y me los respetaron. Todas las oportunidades de conducción me las dio la Gerencia de Noticias. TN Central con Santo, Síntesis al mediodía en El Trece. He reemplazado a Mónica y César en Telenoche. También a María Laura. Conduje Tiene la palabra. Siempre puse límites y siempre reclamé lo que correspondía: que me pagaran los reemplazos, me respetaran los horarios".Pero algo cambió hace tres años, cuando se convirtió en delegada de Sipreba. "En 24 años no tuve nunca que ir a hablar con recursos humanos para reclamar nada. Siempre era de 'avivar' a mis compañeros y de contarles cuáles eran sus derechos laborales. 'Che, si hacés una suplencia te la tienen que pagar; el horario nocturno se paga más; los fines de semana'. Ahora, en mi función de delegada, hay un hostigamiento que se ve reflejado en el aire".