Músico, actor, dibujante, diseñador: artista, en suma. Y de los buenos. Murió el Negro Fontova. Horacio Fontova. "El Nigger", como se hacía llamar. Tenía 73 años y estaba internado desde hace bastante tiempo en el Hospital Finocchietto. Cantante y compositor, autor de bellísimas canciones entre las cuales se destacan "Me contaron que bajo el asfalto", "Los argentinos" y "Mambo de Machagay", hiperfamoso gracias al hitazo "Me siento bien", Fontova era un artista con sensibilidad folklórica, raíz tropical y cultura rockera, un artista inclasificable que en el pico máximo de su éxito llegó a llenar el estadio Obras acompañado por sus "sobrinos", como se llamaba una de sus bandas más conocidas.
Patada de Mosca, Expreso Zambomba, Nagual, Fontova Trío, Fontova y la Foca, Fontova y sus sobrinos, Fontova y los Tíos, Fontovarios, fueron algunos de sus proyectos musicales. Aunque algunas de sus letras tenían un filo social y político, la música, a menudo, iba acompañada por el humor. Fontova era una especie de performer que creía, como solía decir, en "el humor como medicina".
En uno de los momentos pico de su éxito, a fines de los 80, quien esto escribe se vio inesperadamente presenciando una especie de cónclave del Negro con su banda al cabo de una actuación exitosa en un festival de primavera. Les dijo algo así como: "Señores, en estos días tenemos una encrucijada: repartirnos toda la plata que ganamos, que nos está yendo muy bien, por suerte, o repartirnos un poco menos e invertir en equipos, en instrumentos, etc. para ofrecerle un espectáculo cada vez mejor a la gente. Yo estoy seguro de que a largo plazo esto último es lo que garpa más y lo que nos hace sentir mejor como artistas", les dijo, y no hubo debate porque sus músicos estuvieron absolutamente de acuerdo con él.
Había llegado al mundo del rock en los 70, de la mano de sus formidables dibujos para la revista Expreso Imaginario, que concibió Jorge Pistocchi, que tuvo a Fontova como encargado del diseño gráfico y más que una revista fue una usina creativa y un oasis durante la dictadura. "En el Expreso Imaginario no había computadoras como la que pulso en este momento, sino olor a banda intercambiando ideas, tecleando máquinas de escribir, a proyecto común, a papeles arrugados o ya hechos bollos en tachos chorreando imaginación, a dardos clavados en una vieja puerta de madera, a “fulbito” improvisado en el hall de la redacción, a líneas de billar como postre del almuerzo. Pero más que nada olor a algo que se da en momentos especiales: a afinidad que indica que el trabajo de una tribu puede estar protegido por sí mismo ante la peligrosa presencia de muñecos criminales que prefiero ni mencionar. Muñecos que en aquel momento ni siquiera pudieron catalogar ni registrar la colorida amenaza de la querida Expreso", escribió alguna vez.
Había entrado en la mesa de millones de argentinos en los 90 cuando acompañó a Jorge Guinzburg en el programa Peor es nada, donde impuso su personaje de "Sonia Bragueti", eterna enamorada (es una manera de decir) de "Don Johnson", como llamaba a Jorge. A fines de los 90 coincidió en Delicatesen con Fabio Alberti y Diego Capusotto Como actor, también, hizo teatro en "Porteños" y en "Orquesta de señoritas" y se dio el lujo de hacer un reemplazo a Daniel Rabinovich en Les Luthiers.
En los últimos años, Fontova se manifestó de manera decidida en apoyo a los gobiernos kirchneristas y participó en cuanto acto y convocatoria lo invitaran. En Estados Unidos coincidió en una fiesta con aquel famoso (tristemente, para los argentinos) juez Thomas Griesa, aquel agresivo defensor de los Fondos Buitres. Le cantó aquel cantito que, con música de Creedence, la militancia canta en los actos, ese que dice "Vengo bancando este proyecto... ", pero en inglés, claro.
"Llegué a una fiesta en Nueva Jersey, había tarasca, me dije canto unas zambas, unas chacareras y a la lona. Y cuando llego estaba el Juez Griesa, ese Quasimodo con vitiligo, y entonces se me encendió la lamparita", dijo. Porque si algo no hizo en su vida el Negro fue esconder sus convicciones.